domingo, 11 de marzo de 2012

1ª CRÓNICA DEL FeMÁS 2012 (del 9 al 11 de marzo)

No estamos muy seguros de que celebrar la XXIX edición del Festival de Música Antigua de Sevilla durante casi todo un mes, con intervalos de varios días desiertos, sea una buena idea. No parece apropiado con la intención de darle mayor proyección internacional, ya que difícilmente va a encontrar un público dispuesto a venir a Sevilla tantos días y con varios entremedio para perder. Lo que sí quedó claro con el doble concierto de inauguración es que desde el extremo sur de Europa cuesta más demostrar la excelencia en cualquier disciplina artística. Sólo así se explica que la Barroca de Gante, una de las cuatro capitales que junto a Sevilla forman las ciudades europeas de la música, exhiba una agenda envidiable en sólo doce años de vida contando con unas prestaciones más bien discretas.


La B’Rock Baroque Orchestra Ghent articuló su aportación en torno a una serie de poco divulgados compositores belgas de mayor interés musicológico que artístico, con los que el conjunto evidenció un estilo flácido y frágil, indeciso en ocasiones, pero de acentuados contrastes y correctos juegos dinámicos, y que nos permitieron descubrir piezas interesantes como un onomatopéyico y vivaldiano concierto de Henri-Jacques de Croes, o un concierto para flauta travesera de Jacques Loeillet que el solista Alexis Kossenko abordó con sorprendente virtuosismo y evidente buen gusto. Un recientemente descubierto concierto de Telemann que Rudolph Richter, a la cabeza del conjunto y abordando las partes solistas al violín, defendió con delicadeza y agilidad, dejó claro que cuanto mejor es la obra más se luce la interpretación.

Algo que confirmó el repertorio elegido por la Orquesta Barroca de Sevilla, una serie de grandes piezas para cuerda, entre ellas el Concierto Grosso nº 1 de Haendel y el primero de los tres conciertos para uno, dos y hasta tres violines que sobreviven en su formato original de los seis que compuso Bach, del que la formación ofreció una interpretación antológica comandada por un extraordinario, preciso y radiante Pablo Valetti como solista. Dos introducciones teatrales de Locatelli y una breve sinfonía de Domenico Scarlatti completaron un programa que la orquesta abordó con su habitual ímpetu, solidez y fuerza expresiva. Una lectura conjunta de ambas orquestas del mismo concierto de Haendel culminó al arranque de un mes de celebraciones en el que se echó en falta una mayor evidencia de que nos encontramos en el marco de un festival, y no de una cita cualquiera.

Dominique Visse
Dos músicos de lujo acapararon nuestra atención en la velada del sábado, el contratenor francés Dominique Visse y el clavecinista brasileño Nicolau de Figuereido, sin duda dos de las figuras más aclamadas de la interpretación de música barroca desde hace varias décadas. Henry Purcell es un compositor que no falta nunca a la cita, y en torno a él y bajo el título Music for a While se articuló un concierto en el que se alternaron canciones y piezas vocales teatrales con instrumentales de autores como William Byrd, Bernardo Storace y Barbara Strozzi. Visse posee una voz en sintonía con su aspecto estético, particular y extravagante, de generosa y limpia proyección, que modula no enteramente a su antojo, ya que son numerosas las ocasiones en las que para alcanzar las notas más bajas acude a abruptos cambios de color, acusando además monotonía en su estilo canoro, a pesar del tono jocoso y hasta cómico que adopta cuando la ocasión lo demanda. Figuereido cargó con el mayor peso de la función, al clave o al órgano, infatigable durante la más de hora y media ininterrumpida que duró el concierto, evidenciando un dominio absoluto del teclado, un gusto exquisito para la ornamentación y una sintonía simbiótica con el atribulado vocalista. Los dramáticos y apesadumbrados O solitude de Purcell y L’Eraclito amoroso de Strozzi acapararon los momentos álgidos de la noche.

Vicente Parrilla
La sorprendente acogida que la música renacentista y barroca ha obtenido en nuestra ciudad, al abrigo de las estupendas formaciones que en ella han surgido en los últimos tiempos, vuelve a tener su protagonismo en los conciertos matinales de los fines de semana, el primero de los cuales se destinó a presentar el último registro discográfico del grupo More Hispano, liderado por Vicente Parrilla, Glosas. Hasta seis flautas renacentistas, una bajo, dos tenores, dos altos y una soprano, llegó a tocar el creativo músico en un rico repertorio de música de alcoba del S. XVI escrita a cuatro voces. Una oferta sobria y disciplinada, acaso demasiado rutinaria a pesar de las múltiples posibilidades en timbres y ornamentación que ofrece el género. Parrilla debería ser más atrevido, abandonar las digitaciones a las que nos tiene acostumbrados, y experimentar con nuevas variantes y agilidades. No obstante cada instrumentista dio sobradas lecciones magistrales en armonía, contrapunto y articulación, destacando el vuelo lírico y la sedosidad de Johanna Rose en la viola de gamba, especialmente en Chi me dara piu pace de Marchetto Cara, si bien la pieza que logró un acabado más impecable y sorprendente fue el Une jeune fillette que Montserrat Figueras popularizó en la banda sonora de la recurrente Todas las mañanas del mundo. Por su parte el excelente laudista Miguel Rincón, también componente del conjunto, fue el protagonista en solitario de un didáctico segundo concierto matinal en torno a las mismas célebres partitas para violín de Bach cuyas versiones originales se pudieron disfrutar en la noche del domingo a cargo de la especialista japonesa Midori Seiler, precedidas de las prodigiosas suites para violonchelo del mismo autor en interpretación del donostiarra Iagoba Fanlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario