sábado, 16 de diciembre de 2017

STAR WARS EPISODIO VIII: LOS ÚLTIMOS JEDI Adiós, Princesa

Título original: Star Wars Episode VIII: The Last Jedi
USA 2017 152 min.
Guión y dirección Rian Johnson Fotografía Steve Yedlin Música John Williams Intérpretes Daisy Ridley, John Boyega, Adam Driver, Oscar Isaac, Mark Hamill, Carrie Fisher, Domhnall Gleeson, Benicio del Toro, Laura Dern, Gwendoline Christie, Kelly Marie Tran, Lupita Nyong’o, Anthony Daniels, Andy Serkis, Warwick Davis Estreno simultáneo en Estados Unidos y España 15 diciembre 2017

Al margen por completo de su legítimo creador, George Lucas, y con las manazas avariciosas de la Disney por delante, la siempre esperada nueva entrega de las guerras galácticas, que tanto hace las delicias de sus incondicionales, para quienes la saga se ha convertido en lo más parecido a una religión, retoma el espíritu de la trilogía original como ya hizo hace dos años el episodio séptimo. Esto podría parecer un incentivo y sin embargo no es más que un lastre, sacrificando cualquier posibilidad de creatividad a favor de mantener sin riesgos la admiración y entrega absoluta de un público para el que la experiencia se ha convertido en una tradición. La tan denostada segunda trilogía, primera cronológicamente, apostó por los avances tecnológicos y nos contaba la apasionante historia de Darth Vader con una considerable dosis de tragedia al más puro estilo clásico. Por el contrario la nueva trilogía, tercera en cualquier caso, apuesta por recuperar el estilo estético y narrativo de la original, abandonando por el camino incluso la posibilidad de sorprender con una tecnología punta y una historia novedosa. En definitiva, que lo de más de lo mismo se puede aplicar sin complejos a este episodio octavo al que sin embargo reconocemos su capacidad para entretener, aunque más en su segunda mitad, con mayores dosis de energía y movimiento que en la más anodina primera. Pero una de las cosas que más llama la atención es cómo todo parece haberse construido alrededor del mito de la Princesa Leia, con más protagonismo que en la anterior entrega, y una majestuosidad aplicada a sus escenas y encuadres que sólo se explicaría por su fallecimiento antes de que el proyecto estuviera acabado. Esto incluye también alguna ridícula secuencia en la que sobrevive a una tremenda explosión y pone en evidencia sus dotes adquiridas de Jedi volando como si de Superman se tratara. Hay más homenaje a ella que a un recuperado Mark Hamill en esta cinta que dirige el responsable de la afamada Looper, encargado también de la escritura de su guión, con más atrevimiento y frases ocasionalmente ridículas que otra cosa y permitiéndose hacer autoparodia de la serie en más de una ocasión. Echamos de menos las cortinillas con las que a menudo se pasaba de una secuencia a otra y que son también marca de la casa, mientras seguimos admirando la capacidad de John Williams a sus ochenta y cinco años para crear auténtico sinfonismo puesto al servicio de las imágenes épicas de un espectáculo ya mítico y legendario. Cualquier banda sonora suya, por poco inspirada que esté, supera con creces la mediocridad que suele abundar en el panorama actual al respecto. También él pone su particular granito de arena a este sentido homenaje a Carrie Fisher, incluyendo en los títulos de crédito una melancólica interpretación al piano del Tema de Leia.

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