jueves, 25 de julio de 2019

ELISA URRESTARAZU Y CORNELIA LENZIN: CANTO DE REIVINDICACIÓN EN FEMENINO

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Elisa Urrestarazu, saxofón. Cornelia Lenzin, piano. Programa: Dos piezas para violín y piano y Un matin de primtemps, de Lili Boulanger; Romance, de Amy Beach; Tres romances para violín y piano Op. 22, de Clara Schumann; Sonata, de Rebecca Clarke. Miércoles 24 de julio de 2019

Uno de los grandes atractivos de estas noches del Alcázar es poder disfrutar de programas tan singulares como éste en manos de combinaciones poco habituales y tan atractivas como la que ofrecieron la joven malagueña Elisa Urrestarazu y la pianista suiza afincada en nuestro país Cornelia Lenzin. Juntas, bajo un calor sofocante potenciado por el que desprendían los focos, desgranaron un programa integrado por piezas incluidas en su proyecto Women Composers, con el que pretenden homenajear a aquellas aguerridas compositoras que aun en los albores del siglo XX sufrieron para ser reconocidas como autoras merecedoras del consabido respeto.
 
No hay efemérides que se le resista a Actidea, así que la ocasión llegó que ni pintada para rendir tributo a la excelente Sonata de Rebecca Clarke, según muchas voces autorizadas la mejor jamás compuesta para viola y piano, compuesta hace cien años. Así mismo la velada sirvió para recordar a Clara Schumann, de quien el próximo 13 de septiembre se celebran doscientos años de su nacimiento. La rara combinación de saxo y piano obligó a ofrecer todas las piezas en versiones minuciosamente transcritas para el instrumento a partir del violín o la viola originales, lo que no siempre acabó con los mejores resultados, pero sí con una impresión general muy satisfactoria.
 
Un programa exigente y un instrumento complicado
 
Con amplio recorrido académico y artístico, la malagueña saxofonista se empleó a fondo para aprovechar esta emocionante ocasión, según confesó, de tocar en un lugar tan mágico como los jardines del Alcázar de Sevilla. El saxo soprano le dio las claves para transmitir el melancólico espíritu de las páginas de Lili Boulanger, cuya obra sobrevive gracias al empeño de su hermana, la también compositora Nadia. Sus líneas sinuosas, influencia de Debussy, estuvieron bien marcadas en el canto delicado de la malagueña, mientras Lenzin acompañó con amplio sentido lírico y considerable carga dramática, tanto en las dos piezas para violín y piano como en el poema tonal Una mañana de primavera, original para violín, violonchelo o flauta y orquesta. Saxo alto en mano, Urrestarazu abordó el Romance de la norteamericana Amy Beach, autora de la Sinfonía Gaélica, muy célebre en su país a principios del pasado siglo, con un hondo sentido romántico y de nuevo un halo de melancolía más que evidente. El calor y la humedad reinantes no fueron buenos aliados de un instrumento tan difícil, y sin embargo la joven logró un sonido homogéneo y firme, puntualmente enturbiado con algún problema de afinación.
 
Los Tres romances de Clara Schumann disfrutan habitualmente de transcripciones para clarinete, pero no para saxofón, aunque la tesitura del saxo soprano se pueda confundir a veces con este instrumento. De estas páginas las intérpretes consiguieron superar su compleja técnica, alcanzando además un considerable vuelo lírico, si bien determinados pasajes arpegiados se resintieron de una vertiginosa pulsación de las llaves con el consiguiente molesto ruido que ello generaba. La pieza estrella de la noche, la Sonata de la británica Rebecca Clarke, alcanzó un altísimo nivel de sensibilidad y dominio técnico. Siempre con el delicado y refinadísimo acompañamiento de Lenzin, la saxofonista atacó la pieza desde el respeto y la responsabilidad más absoluta, con un esfuerzo titánico y unos resultados insuperables, tanto en sus pasajes más íntimos y concentrados como en las múltiples ocasiones de virtuosismo que la obra proporciona. Estas compositoras, a menudo músicos multidisciplinares, lucharon denostadamente por hacerse oír en su época. Algunas, como la propia Clarke, tuvieron que presentarse a concursos con seudónimos masculinos, siendo preferidas estas obras a las que presentaban con su propio nombre, aunque fueran manifiestamente mejores. Es de justicia por lo tanto que se les rinda homenaje y restaure su memoria, y nunca será suficiente.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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