Guión y dirección Álex y David Pastor Fotografía Daniel Aranyó Música Fernando Velázquez Intérpretes Quim Gutiérrez, José Coronado, Marta Etura, Leticia Dolera, Iván Massagué, Mikel Iglesias Estreno 27 marzo 2013
La que es junto a la de Almodóvar la película española más esperada de la temporada supone la segunda incursión en el largometraje de los jóvenes hermanos Álex y David Pastor. Entre su anterior película, la producción norteamericana Infectados, protagonizada por Chris Pine, y ésta con la que coincide en su pandémica temática, han pasado cuatro años. En este tiempo sólo sabemos que haya trabajado el primero, escribiendo algunos episodios de la exitosa serie de televisión El barco, cuya cadena, Antena 3, le produce ahora esta ambiciosa superproducción de ciencia-ficción. En ella una epidemia provoca agorafobia (miedo a salir a la calle) en la población mundial, derivando en múltiples problemas colaterales como vandalismo, escasez de agua y alimentos, síndrome de Diógenes y un sinfín de dramáticas y lógicas consecuencias. La escena es Barcelona, lo que añade la novedad de que por una vez la ciudad arrasada y devastada no está en Estados Unidos, dando pie a unos costosísimos efectos visuales y una primorosa y muy esforzada dirección escénica, especialmente por lo que se refiere a interiores y subterráneos (metro y alcantarillas). Los Pastor demuestran pericia y buen hacer al manejar tan sofisticados medios y lograr además de sus intérpretes unos trabajos solventes y convincentes. Los movimientos de cámara, también sofisticados y espectaculares, ayudan a reflejar la enfermedad y sus efectos, mientras la música consigue también añadir la dosis imprescindible de tensión y ansiedad a los episodios que se narran. Sin embargo hay algo que no funciona para que podamos hablar de una película redonda y un punto y aparte en un género que no conoce altas cotas en nuestra cinematografía. Fundamentalmente hay un problema de guión. Sabemos lo que quieren sus protagonistas, y estamos seguros de que lo van a conseguir; pero desconocemos el por qué de semejante tragedia, y esperamos sorprendernos con los episodios que se nos vayan a narrar a lo largo de la odisea de sus protagonistas. No obtenemos sin embargo respuestas ni sorpresas, falla un guión endeble que apenas deja espacio para el ingenio y no aporta los tan necesarios giros argumentales que hagan que la función se sostenga satisfactoriamente. Por otro lado su desenlace es tan obvio como reaccionario, dejando que sea la procreación la única solución y vía de escape a un apocalipsis casi certero, y condenando por lo tanto a quien no tiene una familia convencional por la que luchar y mirar hacia el futuro. Mientras tanto, a lo largo del metraje parece que quiera hacerse un paralelismo entre lo que se nos cuenta y nuestra actual situación social y económica, con frases y situaciones tan obvias y forzadas que rozan el ridículo. Al menos cabe celebrar su esmerada puesta en escena y su condición como pasable entretenimiento.