sábado, 30 de enero de 2016

SPOTLIGHT Somos zombies en manos de vampiros

USA 2015 121 min.
Dirección Thomas McCarthy Guión Thomas McCarthy y Josh Singer Fotografía Masanobu Takayanagi Música Howard Shore Intérpretes Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Stanley Tucci, Brian D’Arcy James, Gene Amnoroso, Billy Crudup, Elena Wohl, Doug James Murray, Sharon McFarlane, James Sheridan Estreno en el Festival de Venecia 3 septiembre 2015; en Estados Unidos 25 noviembre 2015; en España 29 enero 2016

Thomas McCarthy tiene una interesante filmografía a sus espaldas como cineasta de esos que llaman independientes. The Secret Agent, aquí titulada Vidas cruzadas, The Visitor, y las más irregulares Win Win y Con la magia en los zapatos, le han reportado una reputación digna especialmente en la dirección de intérpretes, entre los que se encuentran Patricia Clarkson, Richard Jenkins, Paul Giamatti o un empeñado en reflotar su carrera como actor serio Adam Sandler. Eso es quizás lo que más brilla en esta película, su reparto; un elenco en estado de gracia que da vida a un equipo de investigación de un prestigioso periódico de Boston que a principios de este siglo destaparon una trama de abuso de menores en el seno de la Iglesia Católica, una institución intocable especialmente en una ciudad tan ultracatólica, habitada por un poderoso número de descendientes irlandeses, como es la capital de Massachusets. Comparada con Todos los hombres del presidente y el cine que allá por la década de los setenta cultivaban cineastas como Alan J. Pakula, Martin Ritt o Sidney Lumet (hasta la música de Howard Shore recrea ese estilo), el principal escollo con el que se encuentra Spotlight es su farragosa literatura, lo que hace que un tema tan interesante, incluso apasionante como éste no encuentre su punto de conexión preciso con el público, obligado además a un montaje que narra continuamente en paralelo situaciones que perfectamente podrían haberse resuelto en continuidad. A diferencia de la impecable El club de Pablo Larraín, McCarthy apuesta por el estilo tradicional de películas de investigación y denuncia, pulcra y libre de apuntes personales; su efectividad es más directa pero menos estimulante y desde luego mucho menos morbosa y corrosiva que el film del director chileno. Por el contrario el film acierta en apuntar una gran variedad de temas, que van desde la hipocresía y falta de arrojo y valentía de un periodismo, el actual, que se permite el lujo de invernar para no arriesgar en pérdida de público y falta de bienestar, al precio de perder en rigor informativo. Pero sobre todo la película acierta al plasmar la expansión del poder, de cómo todo lo corrompe y cómo sus agentes se anclan a él a cualquier precio, so pena de perder la dignidad y la credibilidad. Está pasando en nuestro país, donde nada ni nadie parece convencer a nuestros mandatarios de que su momento ha pasado, que han perdido toda razón para seguir asidos al poder, no sólo por hacer vista gorda ante la corrupción y el engaño a votantes, o en el caso de la película feligreses, sino por participar aunque sea mediante la pasividad en la comisión de delitos flagrantes. Y es ahí donde el periodismo bien encauzado asume su responsabilidad y riesgo, lográndose objetivos luego bendecidos con premios (el equipo Spotlight del Globe logró el Pulitzer) y cambios de postura entre un pueblo tuerto pero no ciego, al que sólo le faltaba un empujón para dejar de mirar hacia otro lado. Por todo ello la cinta es importante y necesaria, aunque lo que narre ya lo conozcamos; pero es imprescindible que no lo olvidemos y que en el futuro no sean necesarias décadas de ocultación y oscurantismo para devolver la dignidad y la justicia a quienes sufren, esos muertos en vida, zombies condenados por unos vampiros voraces que campan a sus anchas merced al poder que les proporciona una secta creada por el hombre, y por lo tanto efímera, para controlar y dominar. Al final el producto se convierte si no en una brillante, sí en una interesante reflexión sobre los límites de la ética y su absoluta supremacía sobre la religión, ésta o la que sea.

viernes, 29 de enero de 2016

KRAEMER Y LA BARROCA, CON FURIA Y TAMBIÉN DELICADEZA

Concierto de Santo Tomás. Orquesta Barroca de Sevilla. Manfredo Kraemer, director-concertino. Programa: Propitia Sydera. La forma es el fondo (obras de Geminiani, Rebel, von Biber, Handel y Muffat). Iglesia de la Anunciación, jueves 28 de enero de 2016

Kraemer y la OBS interpretando los Conciertos de Brandenburgo
en marzo de 2014 en la Sala Turina
Semana vertiginosa la que acaba de completar la Barroca, resonando aún los ecos de su Senna festeggiante junto a Enrico Onofri, presentando la programación del inminente Femás, en cuya clausura volverá a dirigirlos el maestro italiano, y cumpliendo rigurosamente con el calendario académico para festejar un año más al patrón católico de los estudiantes de un país presuntamente laico. Manfredo Kraemer, otro de los directores que más veces ha dirigido en escena y en estudio a la formación sevillana, se erigió en maestro de ceremonias de este evento que tradicionalmente se celebra en la Iglesia de la Anunciación, de nuevo convenientemente ataviada con paneles para amortiguar las deficiencias acústicas del hermoso recinto, coronado por un altar mayor en el que la música tiene un gran protagonismo merced al cuadro de Juan de Roelas Circuncisión de Jesús.
 
Pero esas deficiencias de sonido no están satisfactoriamente resueltas por lo que cuentan los espectadores ubicados más allá de una sexta o séptima fila, donde se manifiesta una notable dispersión acústica. Quienes tenemos el privilegio de verlos de cerca disfrutamos del entusiasmo y la versatilidad de un conjunto que no deja de emocionarnos a partir de programas breves pero diseñados a fuerza de piezas tan singulares como las de Rebel y von Biber, que ocuparon el centro de un concierto en torno a un Corelli presente indirectamente a través de su relación e influencia con los autores elegidos. Les caractères de la danse de Jean-Féry Rebel es una original e ininterrumpida suite de danzas y sonatas reservada a virtuosistas al más puro estilo italiano, como un Kraemer que supo adaptarse a sus continuos cambios de ritmo y registro, acompañado por una orquesta que supo dominar cada matiz y plano sonoro con absoluta ductilidad. También singular la prodigiosa sonata de Biber, en la que se aprecia la predilección del autor por el canon y el empleo de la scordatura, y que Kraemer edificó con una arrebatadora delicadeza cercana a lo místico.
 
La sombra de Corelli fue directa en el primero de los Concerti grossi que Geminiani compuso en Londres siguiendo el gusto por lo francés e italiano que entonces empezaba a imperar en la capital británica, a partir de arreglos, exploraciones y expansiones de las sonatas Op. 5 de Corelli, y del que la Barroca y Kramer hicieron una lectura precisa y atenta, si bien la cuerda solista atisbó por momentos cierta rugosidad. La conocida Sonata a 5 de Handel y el Concierto XII de Muffat, caleidoscopio de los estilos francés (Lully) e italiano (Corelli) revisados en este original programa, se beneficiaron del virtuosismo del concertino argentino, su perfecto eco en la cuerda acompañante, el clave y el órgano convocados, y sobre todo los toques de tumultuosa expresividad y relieve que potenciaron una cuerda grave sensacional, con arrebatadores golpes de arco incluidos.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 28 de enero de 2016

LA GRAN APUESTA La histeria del dólar

Título original: The Big Short
USA 2015 123 min.
Dirección Adam McKay Guión Adam McKay y Charles Randolph Fotografía Barry Ackroyd Música Nicholas Britell Intérpretes Christian Bale, Steve Carell, Ryan Gosling, John Magaro, Finn Wittrock, Brad Pitt, Hamish Linklater, Rafe Spall, Jeremy Strong, Marisa Tomei, Melissa Leo, Stanley Wong, Byron Mann, Tracy Letts, Karen Gillan Estreno en Estados Unidos 23 diciembre 2015; en España 22 enero 2016

Adam McKay se ha labrado un porvenir en Hollywood dirigiendo comedias insustanciales y grotescas a la mayor gloria de Will Ferrell, como la saga del reportero Ron Burgundy alias Anchorman, Hermanos por pelotas, Pasado de vueltas o Los otros dos. Un estilo que le ha reportado experiencia y dominio para abordar con éxito su primera incursión en un cine ideológica y artísticamente más comprometido. La empresa no le ha podido salir mejor, pues tiene los méritos de tratar un tema tan trágico y delicado en clave de comedia y salir airoso, sin molestar ni hacer daño apenas a nadie, pues siempre hay estómagos más delicados; utilizar un lenguaje demasiado exclusivo de los mercados financieros, lo que impide que el mensaje en su integridad llegue a todos los públicos, y sin embargo el conjunto resulte entretenido y su objetivo cumplido, comprendiéndose en sus aspectos más génericos; y apostar por centrarse en una serie de personajes en principio deleznables que no obstante caen simpáticos. El material se lo brinda un libro de Michael Lewis, artífice también de The Blind Side (Un sueño posible) y Moneyball (Rompiendo las reglas), llevadas también al cine, la segunda como ésta con producción de Brad Pitt. La trama se ambienta en el preludio de la gran crisis económica que aún estamos padeciendo, cuando hace diez años algunos privilegiados supieron entender lo que se nos avenía, a pesar de que gobiernos, mercados bursátiles y medios informativos se negaran a ver la debilidad del sistema hipotecario en el que se basaba la hegemonía de la economía mundial. Previsión que les sirvió de plataforma para hacer inversiones en principio (short) suicidas pero a la larga muy rentables, aún al precio de un empobrecimiento general y una tragedia a escala inimaginable. La historia se centra en varios de estos agentes, entrelazándolos y entrecruzándolos gracias a un montaje frenético e histérico que parece colocarlos a todos en el mismo espacio y tiempo, dando continuidad a un espectáculo que se alarga poco más de dos horas sin decaer en ningún momento, con injertos de fotografías y documentales reales que muestran una población desprevenida, ingenua y sometida a los caprichos de unos cuantos cuyas malas prácticas no sólo no les ensuciaron sino que contribuyeron a aumentar su nivel de bienestar. Los precedentes son una comedia que Frank Capra dirigió a propósito de la otra gran crisis económica, la Gran Depresión del 29, La locura del dólar (American Madness), trasladada ahora a una sociedad menos ingenua, mucho más cínica, estresante e histérica, y definitivamente más maleducada que la retratada en este film de los primeros años del sonoro; Margin Call, que con mayor seriedad pero con el mismo rigor retrató el escenario en el que los peores augurios comenzaron a asomar en los lujosos despachos de Nueva York; y por supuesto El lobo de Wall Street, que con más lujo y recursos retrató un cuadro similar hace un par de años, el del aprovechamiento por unos cuantos avispados depredadores de una situación universalmente desfavorable para el resto de los humanos, y de la que esta película de McKay nominada a cinco Oscar toma prestada a la bellísima Margot Robbie, que como otros famosos, chefs, deportistas y Selena Gómez entre ellos, se prestan a explicar con un lenguaje más sencillo lo que los magnates de Wall Street no alcanzan a transmitir a una platea todavía estupefacta por cómo se ha jugado con nuestra paciencia, nuestros ahorros, nuestros derechos y nuestra confianza.

miércoles, 27 de enero de 2016

CHUCHO VALDÉS: LA MAGIA DE UN PRESTIDIGITADOR

Chucho Valdés, piano. Ciclo de jazz del Teatro Lope de Vega, martes 26 enero 2016

Cuando uno asiste a un concierto de Chucho Valdés no va buscando una recreación de sus grabaciones de estudio, con más o menos variaciones, sino una demostración de versatilidad y fuerza basada en la mera improvisación, a menudo experimentada sobre la marcha y sin apenas una planificación previa. El músico, afincado en Benalmádena, acudió a Sevilla esta vez sin una banda que lo respaldara, que actualmente sería The Afro-Cuban Messengers, con quienes grabó hace dos años Border-Free, disco que presuntamente debía presentar en este concierto. Un registro que combina ritmos latinos con música india de Norteamérica y de la cultura árabe-andalusí, y que apenas tuvo reflejo en la propuesta que trajo al Lope de Vega.
 
Sí hizo honor sin embargo al título de dicho álbum, Sin fronteras, dejando claro que lo suyo no se limita al latin jazz por el que siempre ha sido reconocido, y que su pasión por los clásicos americanos sigue intacta, libre de prejuicios y exhibiendo tal generosidad que le lleva a ser tanto inspirador de grandes pianistas del jazz americano de las últimas décadas, como Grusin o Sample, como fagocitador de sus estilos. De Border-Free apenas interpretó un par de temas, uno dedicado a papá Bebo, de quien también ofreció Con poco coco, y en el otro, Caridad Amaro, incluyendo, como tanto le gusta hacer, recreaciones de música clásica, en este caso el Concierto nº 2 para piano de Rachmaninov, igual que en otras piezas deslizó escalas y arpegios al más puro estilo de Bach o improvisó sobre el Preludio Op. 28 nº 4 de Chopin con una maestría y una agilidad digital impensable para una persona de su avanzada edad.
 
Valdés desplegó sus admirables facultades apostando sobre seguro, con un repertorio de clásicos imperecederos, desde El manisero y Bésame mucho hasta piezas de Thelonius Monk y standards americanos de Young, de quien interpretó una de sus canciones favoritas, My Foolish Heart, o Gerhswin, homenajeado con un medley que incluye Summertime, Embreceable You y Liza, y populares universales como Over the Rainbow o As Time Goes By. Todo reinterpretado en piezas breves pero contundentes, con una exhibición de agilidad tan inverosímil que a veces parecía estuviéramos escuchando a varios pianistas a la vez. Definitivamente un concierto apasionado y estremecedor en el que también hubo hueco para demostrar el insuperable sentido del ritmo que tiene el agradecido público sevillano.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 25 de enero de 2016

PREMIOS ASECAN 2015: FIESTA DEL RECONOCIMIENTO Y EL CARIÑO

Josefina Molina rodeada entre otros y otras de la Consejera de Cultura,
Rosa Aguilar, el Alcalde de Sevilla, Juan Espadas, el Presidente de
Asecan, Javier Paisano, el Alcalde Cádiz "Kichi", y el Concejal de Cultura
del Ayuntamiento de Sevilla, Antonio Muñoz
No pretende esta crónica ser una relación de premiados y premiadas en la última edición de los Premios del Cine Andaluz, entregados por la Asociación de Escritoras y Escritores de Cine de Andalucía, sino una breve semblanza de la emoción y el cariño que expiden sus protagonistas, en una gala como siempre sencilla y austera, con fallos corregibles y una falta de presupuesto que se nota y se espera vaya resolviendo en próximas convocatorias, cada vez más asentadas. En el ambiente general reinó la sospecha de que una Academia del Cine Andaluz está próxima a crearse, apuntada desde los estupendos presentadores de la gala, Marta Jiménez y Rafael Pontes un año más. Y lo hará a partir de los cimientos colocados por esta asociación desde hace ya casi cuatro décadas, y que con esta nueva etapa iniciada con su actual presidente, Javier Paisano, y moldeada por su secretario Juan Antonio Bermúdez, ha salido del letargo de más de diez años al que le condenó la mala gestión del equipo de dirección anterior.

Natalia de Molina
La película triunfadora de esta edición de la cosecha del pasado año fue la imprescindible Techo y comida, por la que su director y guionista Juan Miguel del Castillo recogió tres premios, además de los concedidos a una bellísima Natalia de Molina, que tuvo un emocionado recuerdo para todas las "Rocíos" que siguen sufriendo los efectos de la crisis, y a la mejor canción original, galardón que se entregaba por primera ocasión. Pero el premio a la mejor película andaluza del año recayó en A cambio de nada, pues la del jerezano no tiene paradojicamente producción andaluza sino catalana, mientras la de Daniel Guzmán sí, aunque en su equipo artístico y tecnico hayan pocos andaluces y andaluzas. La otra película más premiada fue la mediocre Asesinos inocentes, acaparadora de los premios a la mejor fotografía, dirección artísitca, dirección de producción y música para un Pablo Cervantes exultante tras la ovación recibida también por el estreno de su fanfarria para Asecan, y que visiblemente emocionado dedicó el galardón a su hijita porque en cada trabajo que realiza hay un pedacito de ella. Y es que la emoción manifestada por la inmensa mayoría de los galardonados fue la tónica general en una gala muy seguida y rutinaria, salvada por esas muestras de agradecimiento sincero y emocionado que expresaron los homenajeados y homenajeadas. Como ese Ian Garrido reivindicando el respeto a la transexualidad al recoger su premio por el cortometraje Víctor XX, o el magnífico discurso de Manuel Jiménez al recoger el premio a la producción televisiva Las sinsombrero, que reivindica a las mujeres de la Generación del 27, tan silenciadas e invisibles. Aunque para discurso emotivo el de uno de los productores de Techo y comida repasando todos los momentos estelares vividos en el Lope de Vega este pasado sábado 23 de enero de 2016, incluido el sentido homenaje a Josefina Molina, pionera de la dirección cinematográfica femenina y nacida aquí, en Córdoba, que se vio rodeada de muchas de las mujeres jóvenes que en nuestra comunidad y siguiendo sus pasos se dedican a esta profesión tan complicada. Sin olvidar los sentidos recuerdos a quienes ya no están, como el que brindó Manuel Bellido a su madre al recoger el premio por el programa de Andalucía Televisión Una de Cine.

El jerezano Juan Miguel del Castillo sostiene uno de sus premios
En el apartado negativo, la organización debería cuidar más la iluminación, que en las proyecciones, sobre todo la del homenaje a Molina, debería haberse atenuado, así como en las dos actuaciones, la de la Flaka y la de la Banda de Techo y Comida, cuya ubicación en una esquina del escenario y tras el logotipo en relieve de la asociación, no nos pareció muy adecuada. La puntualidad también es una asignatura pendiente. Por lo demás, tarde de emociones, de cariño y de gratitud, un  ejercicio sano, amable y absolutamente recomendable. No olvidemos los dos galardones recibidos por el documental de Mercedes Moncada Mi querida España, el de mejor interpretación masculina compartido por los dos protagonistas de la estupenda B, el mejor sonido de La vida en llamas y todos los demás en apartados como libro de cine, difusión informativa, labor de divulgación y tantos otros cuya relación completa y pormenorizada encontrarán en la página de Asecan. Parafraseando a Juan Miguel del Castillo, techo y comida para todos

LA JUVENTUD Sorrentino, genio de la imagen musical a veces insustancial

Título original: Youth / La giovinezza
Italia-Francia-Suiza-Reino Unido 2015 118 min.
Guión y dirección Paolo Sorrentino Fotografía Luca Bigazzi Música David Lang Intérpretes Michael Caine, Harvey Keitel, Rachel Weisz, Paul Dano, Jane Fonda, Alex Mcqueen, Tom Lipinski, Madalina Ghenea, Poppy Corby-Tuech, Emilie Jones, Mark Kozelek, Rebecca Calder, Anabel Kutay, Ian Keir Attard, Paloma Faith, Roly Serrano
Estreno en el Festival de Cannes y en Italia 20 mayo 2015; en España 22 enero 2016

Paolo Sorrentino comenzó a despuntar como un director de cine con una personalidad propia con títulos como Las consecuencias del amor y El amigo de familia. Pero su estilo absolutamente personal, innovador y hasta provocador llegó de la mano de Il Divo, una crónica ácida y grotesca del ex jefe de gobierno italiano Giulio Andreotti, al que siguió su primera incursión en cine americano, la desastrosa y hasta horrorosa Un lugar donde quedarse, con un histriónico Sean Penn como protagonista. Con La gran belleza consiguió sin embargo convencer a prácticamente todo el mundo, público y crítica, con una visión decadente de su país, y por extensión del mundo en el que vivimos, que se erigió en reverso de La dolce vita de Fellini. La juventud es la consecuencia lógica de aquel éxito sin paliativos; un nuevo ejemplo de voracidad de la maquinaria cinematográfica de Hollywood, que una vez lo catapultó a la gloria definitiva con el Oscar a la mejor película de habla no inglesa, se lanza a proponerle otra revisión de un clásico felliniano, esta vez Ocho y medio, y pone a su alcance todos los medios y facilidades posibles, reparto internacional de lujo incluido. Y es que aunque rece como coproducción europea, se nota la mano americana en este proceso en el que, como tantas otras veces, Hollywood busca el prestigio y la calidad de Europa, siempre mitificada por la acomplejada industria norteamericana. Y nada mejor que encontrarlo en estos cineastas que de vez en cuando sorprenden en el panorama internacional; lo hicieron con Vittorio de Sica y lo intentaron sin éxito con unos resistentes Fellini o Truffaut. Como consecuencia donde en La gran belleza había puro genio y naturalidad, aquí hay impostura y falta de ideas originales además de un empeño generalmente estéril por emocionar a toda costa, por mucho que en el conjunto se puedan apreciar evidentes virtudes. Sorrentino ofrece no obstante un entretenimiento de primera categoría con una estética cuidadísima al máximo, en el que imagen y música se dan la mano con vocación de videoclip de largo metraje y contenido intelectual. Las canciones de Mark Kozelek, The Retrosettes o Paloma Faith, algunas interpretadas en un sugerente escenario rotativo, se dan la mano con la música de Stravinsky y Mercadante o las composiciones originales de David Lang, una de las cuales, Simple Song #3, interpretada por la BBC Concert Orchestra y la soprano Sumi Jo, ha terminado por convertirse en la única recipiente de las candidaturas a premio a un lado y otro del Atlántico, al margen de los tres máximos galardones conseguidos en los últimos premios del Cine Europeo (película, director y actor para Michael Caine). La breve y grotesca intervención de Jane Fonda también ha tenido sus reconocimientos, pero se ha apeado definitivamente de los palmarés. Y todo este torrente musical ilustra unas cuidadísimas imágenes en interiores y exteriores de un lujoso balneario en los Alpes suizos, donde dos eternamente amigos, un director de orquesta y otro de cine, se reencuentran para recordar antiguas batallitas y ser conscientes de las limitaciones de la edad. Un Marcello Mastroianni desdoblado en dos, Michael Caine y Harvey Keitel, que ha mudado su crisis creativa por otra existencial. Pero Sorrentino no alcanza a dibujar con acierto estas crisis vitales, que se antojan tópicas y archiconocidas, con paradas en la próstata, el deseo ya difícil de satisfacer, las deudas con el pasado, el amor de juventud que marcó (idea ya suficientemente desarrollada en la más sincera La gran belleza), y lo que es peor, la moda de incluir largos reproches de las hijas despechadas contra sus progenitores genios, como en Birdman o Steve Jobs, aquí en boca de una radiante Rachel Weisz, que a pesar de lo maniqueo de la situación logra en esa secuencia un lucimiento evidente. El objeto del deseo lo personifica la voluptuosa Madalina Ghenea, que protagoniza dos de los momentos más lúcidos de la función, uno onírico en la Plaza de San Marco de Venecia y otro dialéctico con Paul Dano. El resultado es una película estéticamente espléndida, cómicamente irregular y filosóficamente fallida, aunque al menos entretenida y con aciertos tan divertidos como ese Roly Serrano interpretando a Maradona.

sábado, 23 de enero de 2016

ESTRENO DE "MIA MADRE" EN SALAS COMERCIALES

Reseña de la película presentada en Selección EFA del pasado Festival de Cine Europeo de Sevilla
Estreno en salas comerciales 22 enero 2016

viernes, 22 de enero de 2016

GONZALO PEÑALOSA BIEDMA: UNA PROMESA SENSIBLE Y DELICADA

Ciclo de Guitarra de Juventudes Musicales de Sevilla. Gonzalo Peñalosa Biedma, guitarra. Programa: Obras de Sáinz de la Maza, Moreno Torroba, Tárrega, Rodrigo, Duarte, Peñalosa, Villalobos, Merlín y Peñalosa Biedma. Pabellón de Juventudes Musicales, jueves 21 de enero de 2016

Es una satisfacción enorme asistir a la puesta de largo de un jovencísimo talento como Gonzalo Peñalosa Biedma, que celebró un inolvidable recital con apenas catorce años y un bagaje considerable a sus espaldas, trabajado tanto por su padre el profesor José Antonio Peñalosa como por el Conservatorio Francisco Guerrero en el que cursa sus estudios y su maestra la excelente guitarrista sevillana María Esther Guzmán, presente en el evento con gesto a la vez exigente y orgulloso.
 
Estructurado con sentido de la mesura y buen gusto, el joven guitarrista recorrió de memoria páginas de maestros españoles imprescindibles del pasado siglo, con escalas en la música inglesa e iberoamericana y peajes en una composición propia y dos de su padre. Lo más sorprendente fue la sensibilidad esgrimida en cada pieza; respecto a la técnica aún le queda por dominar, y a buen seguro que lo hará habida cuenta su insultante juventud. Pero lo difícil a su edad es mostrar tanta delicadeza, transmitir con tanta seguridad y mostrar la enorme expresividad de la que fue capaz, hasta el punto de tener al público embelesado, casi hipnotizado.
 
Ya desde la primera pieza, una Habanera de Eduardo Sáinz de la Maza, desplegó una inusitada sensibilidad que repitió en piezas como Marieta de Tárrega, la Suite inglesa de John Duarte integrada por variaciones sobre canciones populares y la Evocación del argentino José Luis Merlín. Las páginas más virtuosísticas, como Madroños de Moreno Torroba, En los trigales de Rodrigo, Preludio nº 2 de Villalobos y Joropo de Merlín, contaron también con una interpretación solvente, vibrante y atenta al ritmo, aunque con múltiples errores y puntuales atascos que el trabajo seguro que incansable del artista podrá superar en breve. Más sorprendente aún es su talento para la composición, demostrada con una Suite dedicada a Granada con reminiscencias de Tárrega y puntuales incursiones en la vanguardia que evidenciaron un espíritu inquieto deseoso de encontrar lenguajes nuevos con los que experimentar en su preciada guitarra. Una Bagatela y una Canción de cuna de Peñalosa padre, ambas de inequívoca inspiración mediterránea, coronaron una cita memorable.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 23 enero 2016

jueves, 21 de enero de 2016

STRAIGHT OUTTA COMPTON La vida en el gueto a ritmo de rap

USA 2015 147 min.
Dirección F. Gary Gray Guión Andrea Berloff y Jonathan Herman Fotografía Matthew Labatique Música Joseph Trapanese Intérpretes Keith Stanfield, Aldis Hodge, Jason Mitchell, Paul Giamatti, Alexandra Shipp, Keith Powers, Orlando Brown, Corey Hawkins, O’Shea Jackson jr. Estreno en Estados Unidos 14 agosto 2015; en España 13 noviembre 2015

La polémica que ha suscitado esta película ante la inminente entrega anual de los Premios Oscar, al haber sido nominada sólo en el apartado de mejor guión original cuando la comunidad afroamericana tenía prevista cubrir con ella las expectativas en unos premios que tradicionalmente los ningunea – otras candidaturas fallidas han sido las de Will Smith en Concussion e Idris Elba en Beasts of No Nation – nos ha servido de pretexto para recuperarla de entre lo estrenado a finales del pasado año. Veinte años ha necesitado F. Gary Gray para conseguir ser reconocido como un buen director, y lo hace precisamente volviendo a sus orígenes, cuando en 1995 realizó Friday o Todo en un viernes, protagonizada por Ice Cube, músico al que curiosamente biografía en esta Straight Outta Compton a la que situarse entre las diez mejores películas del año para el American Film Institute y el National Board of Review no le han servido para catapultar a su director y solvente reparto a la cumbre de los codiciados premios de la Academia. Por cierto, alguna imagen de Friday se ha colado en los títulos de crédito finales de la película, entre otras muchas secuencias reales de los protagonistas de este biopic, que no son sino los raperos Arabian Prince, DJ Yella, Dr. Dre, eazy-E, MC Ren y el propio Ice Cube, integrantes del grupo N.W.A., precursores de la música protesta que a finales de los ochenta se atrevió a poetizar las tremendas injusticias que sufrían los habitantes de los guetos de las grandes ciudades norteamericanas. En este caso concreto se trata del problemático barrio a las afueras de Los Angeles, el Compton del título, que sobrevive a fuerza de las mafias que contratan el tráfico de estupefacientes, lo que para la justicia blanca convierte a toda la población en sospechosa y objeto de todo tipo de ultraje y denigración, algo que lamentablemente continúa sucediendo allí y en otras zonas marginales de unos Estados Unidos en los que los continuos brotes de racismo hacen que el problema siga arrastrándose desde tiempos de Lincoln. Gray, que en todo este tiempo ha tenido que dirigir productos de encargo, la mayoría de acción, como Un ciudadano ejemplar, The Italian Job, Be Cool, Negociador o Diablo, y ahora rueda Fast and Furious 8, regresa a un tema que le preocupa, conoce bien y cultivó en sus primeros títulos, el ya referido y Hasta el final, un melodrama protagonizado por Jada Pinkett y Queen Latifah. La biografía de este grupo pionero del hip hop sirve al director afroamericano para radiografiar el creciente racismo en su país, y en el empeño se ayuda de un elenco excepcional del que ciertamente podría haber salido algún digno representante en los premios, así como de una banda sonora potente y una muy depurada fotografía, a pesar de que un montaje frenético y una dramaturgia dispersa malogra parte de sus posibilidades como instrumento de denuncia y protesta. Por otro lado resulta un producto demasiado dirigido a sus interesados, de forma que difícilmente logrará enganchar con un público no familiarizado no ya con el tema sino con la cultura musical y urbana que refleja. Algunos personajes están tan bien definidos como otros reciben un tratamiento simplemente circunstancial. Por todo ello se trata de un film que se antoja largo y pesado y que apenas arroja luz sobre la situación ni la carrera emprendida por el conjunto y cada uno por separado, al menos de cara a quien no se haya iniciado. Quizás sea la grandeza con la que está tratado el tema y un acabado formal de evidente empaque lo que la haya convertido rápidamente en objeto de culto tanto para la gran cantidad de público que la ha visto en Estados Unidos como para la crítica que ha caído rendida a sus pies.

miércoles, 20 de enero de 2016

UNA SENNA FESTEGGIANTE DE BRILLANTE SENSIBILIDAD MEDITERRÁNEA

Temporada 2015/2016 de la Orquesta Barroca de Sevilla. Roberta Mameli, soprano. Benedetta Mazzucato, contralto. Sergio Foresti, barítono. Enrico Onofri, director. Programa: La Senna Festeggiante RV 693, de Vivaldi. Teatro Lope de Vega, martes 19 de enero de 2016

Roberta Mameli. La Edad de Oro
La Senna Festeggiante o El Sena en fiestas es una de esas serenatas que Vivaldi cultivó de vez en cuando y que se confunde con una ópera de pequeñas dimensiones. Forma parte de una serie de trabajos realizados por el compositor italiano para rendir homenaje a Luis XV Rey de Francia, país con el que por aquella época Venecia mantenía una fértil relación musical, si bien parece que su dedicatario fuera realmente el Cardenal Ottoboni, que a su regreso de Francia portaba credenciales como Protector de los intereses de ese país en la ciudad italiana. De argumento alegórico, en ella la Virtud y la Edad de Oro se encuentran con el río Sena para lamentarse de la infructuosa búsqueda de la felicidad a la vez que loar al monarca galo y su corte. La obra se recuperó en 1949 y desde entonces se considera la más relevante del catálogo vivaldiano en su género. Nuestra Barroca, de la mano del ya definitivamente adoptado director italiano Enrico Onofri, ofreció una versión más que aseada, de perfecto acabado formal y una estimulante capacidad para atraer toda nuestra atención y envolvernos con su manto de sensaciones y sensibilidades. Tres países de la cornisa mediterránea, Italia, Francia y España, vinculados así para ofrecer nuestra mejor versión artística.

Benedetta Mazzucato. La Virtud
Fruto de préstamos más propios que ajenos, como es habitual en la música de Vivaldi, con pasajes de un concierto para cuerdas y óperas como Giustino y Arsilda Regina di Ponto, aunque también otras piezas fueron a parar a óperas posteriores como Dorilla in Tempe, la dirección de Onofri fue meticulosa y atenta tanto al matiz vibrante, nervioso y hasta saltarín del autor como a la estética francesa, de estilo elegante y refinado, que caracteriza la pieza. Ofreció una brillante Sinfonía especialmente delicada y medida en el andante central, y aprovechó las posibilidades dramáticas de unos recitativos que a diferencia de la ópera del momento, suelen ir más acompañados instrumentalmente que secos. Ataques precisos y una habilidad especial para envolver y abrazar las intervenciones vocales de los tres solistas, fueron también notas distintivas de una dirección a la que la orquesta respondió como suele ser habitual en ella, con disciplina y entusiasmo.

Sergio Foresti. El Sena
El texto y su correspondiente traducción embellecieron el fondo de escenario sobre un azul gradualmente intenso, si bien se trata de una ubicación que en un teatro como el Lope de Vega, de concepción antigua, no permite llegar a todos los rincones por igual. De cualquier forma los textos de Domenico Lalli no son lo más relevante de la pieza, que se deslizó ágil entre las depuradas voces, todas italianas, que en un principio denotaron cierta falta de expresividad y emoción, como se evidenció en arias como Al mio seno il pargoletto, paliado en una segunda parte más caldeada y en la que pudimos disfrutar especialmente de un segmento final en la que se encadenan las arias Così sol nell’aurora y Non fu mai piú vista in soglio con el coro final Il destino, la sorte e il fato, con generosa intensidad emocional y arrebatadora belleza. Roberta Mameli mantuvo una línea de canto homogénea y una voz bien proyectada aunque en momentos puntuales exhibiera dificultad en las agilidades y ornamentaciones. La contralto Benedetta Mazzucato como la Virtud ofreció algunos de los mejores pasajes, incluido el precioso y conmovedor Stelle, con vostra pace o el delicado dúo Io qui provo; mientras Sergio Foresti afrontó el difícil rol del Sena, que exige un rango excepcional y enorme agilidad, algo que la contundente voz del barítono no logró defender en todo momento, llegando a alterar el tono para alcanzar notas elevadas, como ocurrió en L’alta lor gloria, si bien en conjunto el esfuerzo resultó brillante y convincente.

lunes, 18 de enero de 2016

EL HIJO DE SAÚL El exterminio del espíritu y la dignidad

Título original: Saul fia
Hungría 2015 107 min.
Dirección László Nemes Guión László Nemes y Clara Royer Fotografía Mátyás Erdély Música László Melis Intérpretes Géza Röhrig, Levente Molnár, Urs Rechn, Sándor Zsótér, Todd Charmont, Björn Freiberg, Uwe Lauer, Attila Fritz, Kamil Dobrowolski, Christian Harting Estreno en el Festival de Cannes15 mayo 2015; en Hungría 11 junio 2015; en España 15 enero 2016

Parece mentira que la nueva sensación en película sobre el holocausto provenga del país que el pasado verano protagonizó una de las páginas más infames de la historia reciente al bloquear el paso de refugiados sirios hacia destinos donde su dignidad como personas estuviera´mejor garantizada; está claro que no se mide a todos con el mismo rasero. De cualquier forma, el exterminio de judíos en campos nazis no tiene por qué ser una fuente agotable para la creación artística, y no sólo por la necesidad que tiene el hombre de recordar continuamente aquello que nunca más debería repetirse, sino por ser como cualquier otro escenario o ambiente un espacio ideal para desarrollar unos y otros temas relacionados con la moral y la ética humanas. Con cimas como Vencedores y vencidos, Holocausto, La vida es bella y, sobre todo, La lista de Schindler, la incomprensible barbarie perpetrada por un pueblo supuestamente civilizado como el alemán en una época relativamente aún reciente, da juego para muchas historias de supervivencia, superación y cualesquiera otras metas que se proponga el artista. Afrontar el reto con nuevas propuestas formales y estilísticas es por supuesto bienvenido siempre que con ello no se deslegitime y se traicione el espíritu de lo narrado. Ambientada en el seno de los Sonderkommandos judíos, que ya dio lugar a una estupenda película en 2001 titulada La zona gris y dirigida por Tim Blake Nelson, y que eran batallones de prisioneros a los que se les alargaba la vida a cambio de colaborar en labores de exterminio y limpieza de sus congéneres, El hijo de Saúl presenta dos novedades. La primera es de carácter estilístico, pues coloca la cámara permanentemente junto a su protagonista, un actor no profesional familiarizado con el drama que realiza un trabajo agotador física y emocionalmente; de esta forma pretende asegurarse que el espectador participa de la tragedia como si estuviera inmerso en ella, con carácter absolutamente activa y presencial; el resto queda desenfocado o fuera de plano, escamoteándonos información y redundando en una confusión que no ayuda al seguimiento de una trama en la que sin profundidad de campo apenas atisbamos los movimientos del protagonista, sus habilidades para superar obstáculos e inconvenientes, tomar decisiones y seguir un plan para su atribulada misión. Y es ahí donde radica la segunda novedad, que consciente de su incapacidad para salvar la vida, el Saúl del título se embarca en una misión redentora en la que lo que está en juego es la salvación del alma, la conservación de la dignidad y la preservación de su cultura, aunque pueda resultar absurda en un contexto en el que el infierno es patente y toda lucha por la dignidad parece tan estéril como disparatada. Nada puede distraer ni apartar a Saúl del cometido que se ha adjudicado, y es ahí donde radica la fuerza para conmover y hacer reflexionar de esta película que se ha convertido en acontecimiento desde su estreno en Cannes, donde se hizo con el Gran Premio del Jurado y el de la Crítica Internacional. El horror está permanentemente presente en las cámaras de gas, los crematorios, las fosas y toda la maquinaria brutal y desesperada puesta en marcha para lograr aniquilar a cuantos más posibles cuando Alemania se reconocía en vísperas de perder la guerra. Pero expuesto así su fuerza estremecedora puede, quizás al contrario de lo que pretende, verse seriamente amortiguada.

domingo, 17 de enero de 2016

CABALLOS DE BATALLA PARA QUINTETO DE VIENTO EN EL CICLO DE CÁMARA DE LA ROSS

4º concierto de la XXVI Ciclo de Música de Cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Quinteto de Viento Ábrego: Antonio Hervás, flauta. Héctor Herrero, oboe. José Luis Fernández, clarinete. Ramiro García, fagot. Ángel Lasheras, trompa. Programa: Trois pièces brèves, de Ibert; Quintette à vent nº 1, de Françaix; Six bagatelles, de Ligeti; Kleine Kammermusik nº 2 Op. 24, de Hindemith. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 17 de enero de 2016

De izquierda a derecha: Héctor Herrero, Antonio Hervás, Ramiro García,
Ángel Lasheras y José Luis Fernández
Informales pero conjuntados, con vaqueros y camisa negra, los integrantes del Quinteto Ábrego ofrecieron un interesante concierto dentro de las matinales de cámara de la Sinfónica, en el que se dieron cita algunas de las piezas claves compuestas para conjuntos de madera y metal como el que ellos defienden. En el programa dos auténticos caballos de batalla, como son las piezas de los revolucionarios Ligeti y Hindemith, junto a otras dos obras de mayor calado popular y sabor más amable, las escritas por los franceses Ibert y Françaix. Los resultados brillaron más en los extremos que en las piezas centrales, aun revistiendo en general un acabado más que digno.

De la poca conocida música de cámara de Jacques Ibert, conocido autor de más de sesenta bandas sonoras, entre ellas un Don Quijote de G.W. Pabst y el Macbeth de Orson Welles, destacan sus Tres piezas breves para quinteto de viento, una combinación de sonidos agrestes y sencillos juegos politonales de la que los intérpretes acertaron a extraer su espíritu amable y campestre. El Quinteto de Françaix estuvo menos depurado, sobre todo por parte de la trompa, instrumento ciertamente difícil que incluso exige puestas a punto que interrumpen el flujo musical, como ocurrió en el tercer movimiento entre variaciones. Aún así los músicos supieron aprovechar las oportunidades de lucimiento que les brinda la página y exhibir su espíritu refinado y encantador.

Contrapuntísticas y diatónicas, las Seis bagatelas de Ligeti no son particularmente virtuosísticas, pero sus continuos ostinati rítmicos exigen una concentración de la que los Ábrego no fueron especialmente celosos, como tampoco fue muy perceptible su variado cromatismo. Partiendo de las mismas premisas, la Pequeña Música de Cámara de Hindemith sí de benefició sin embargo de una interpretación fluida y suelta, con puntuales explosiones de humor no exento de acidez, aunque con ese sentido del ridículo que nos caracteriza a los españoles, no acertaran a expresar una mayor distensión en la puesta en escena, salvo en una rumba de las Cinco danzas de Agay que interpretaron como propina. Como tampoco se atrevieron a dar ninguna explicación sobre las piezas propuestas, algo tan habitual en este ciclo que la mayoría de las veces se lo reservan los extranjeros.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía el lunes 18 de enero de 2015

LOS ODIOSOS OCHO Compendio del universo Tarantino y el país que le vio nacer

Título original: The Hateful Eight
USA 2015 167 min.
Guión y dirección Quentin Tarantino Fotografía Robert Richardson Música Ennio Morricone Intérpretes Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Demian Bichir, Walton Goggins, Tim Roth, Bruce Dern, Michael Madsen, James Parks, Channing Tatum, Dana Gourrier, Zoë Bell, Lee Horsley, Gene Jones, Keith Jefferson, Belinda Owino, Craig Stark Estreno en Estados Unidos, 30 diciembre 2015 (25 diciembre limitado en 70 mm); en España 15 enero 2016

Ya se encarga la publicidad de recordarlo, que además de ser ocho los odiosos del título, es la película número ocho de su afamado director, si descontamos aquellas en las que sólo ha participado en alguno de sus episodios, como Grindhouse o Four Rooms, o en las que ha dejado su impronta como Amor a quemarropa, Asesinos natos o Abierto hasta el amanecer. En esas ocho películas hemos observado al carismático director explayarse con la violencia más extrema, ejercer la incontinencia verborraica a través de sus personajes y reírse de dogmas y convenciones al más puro estilo iconoclasta. Lejos de experimentar nuevas técnicas de rodaje exhibe su carácter cinéfilo y nostálgico recurriendo a técnicas tan olvidadas que ni quedan apenas salas donde proyectarse, como es el caso de ésta rodada en glorioso Super Panavisión 70 mm, quizás como tributo a su adorado Sergio Leone y el cine que le rodeaba, aunque como gran director Tarantino tiene un universo propio que tan sólo homenajea a otros pero siempre desde la creación más genuina y absoluta posibles. Este western nevado que exhibe grandes paisajes se encierra después durante largo metraje entre las cuatro paredes de una cabaña mercería, milimétricamente calculada para lucimiento del super cinemascope; un decorado que sirve para una representación teatral que sin embargo rezuma gran cine por los cuatro costados. Allí reúne a representantes del germen de la nación más poderosa del mundo y presuntamente más civilizada. En plena resaca de la Guerra Civil, confederados, yanquis, forajidos, cazarrecompensas y criminales se dan cita para poner en pie brillantísimos diálogos e invitar al espectador a un entretenimiento de casi tres horas de duración en el que a cada giro argumental irá cambiando de género, pasando de la comedia a la tragedia, el misterio policíaco y la acción más descarnada y gore imaginable, siempre con el descaro y la sorna que caracteriza a este excelente pero decididamente demente realizador. Irreconciliables desencuentros políticos, extrema permisibilidad armamentística, racismo y justicia del más fuerte en un batido que amalgama toda la filmografía anterior de su responsable además de los cimientos sobre los que se asienta una de las naciones y culturas más desconcertantes de la Tierra. En el elenco brillan todos los intérpretes por igual, por más que sea una espléndida Jennifer Jason Leigh, a la que recordamos en películas de Robert Altman o cintas como Dolores Claiborne (Eclipse total) y Mujer blanca soltera busca, quien se esté llevando justamente los mayores elogios, aunque sólo fuera por la mugre que acumula. El resto, actores que ya fueron rescatados en su día por Tarantino y otros directamente descubiertos por él, en un espectáculo sin tregua al que sólo caben hacerle dos reproches: un segmento central excesivamente alargado y una estructura que de haber seguido un orden cronológico hubiera dado aún más juego. Y otro reproche para los distribuidores españoles, pues tratándose de un director tan amigo de los homenajes, es muy posible que el título original The Hateful Eight sea el reverso de The Magnificent Seven, que aquí se llamó Los 7 magníficos, por lo que hubiera sido más acertado y respetuoso con la voluntad del director titularla en castellano Los 8 odiosos y no al revés. Nada que reprochar, todo lo contrario, a la estupenda fotografía de Robert Richardson y la inquietante música de Ennio Morricone, que culmina así un anhelo del realizador sólo paliado con una canción original en su anterior trabajo, Django desencadenado. Aunque para no traicionar su estilo pastichero, Tarantino introduce entre la partitura de Morricone otros temas suyos de películas como La cosa o El exorcista II: El hereje.

sábado, 16 de enero de 2016

LA CHICA DANESA Más una postal romántica que un drama existencial

Título original: The Danish Girl
Reino Unido-Bélgica-USA 2015 119 min.
Dirección Tom Hooper Guión Lucinda Coxon, según la novela de David Ebershoff Fotografía Danny Cohen Música Alexandre Desplat Intérpretes Eddie Redmayne, Alicia Vikander, Matthias Schoenaerts, Ben Whishaw, Amber Heard, Sebastian Koch, Adrian Schiller Estreno en el Festival de Venecia 5 septiembre 2015; en Estados Unidos 25 diciembre 2015; en Reino Unido 1 enero 2016; en España 15 enero 2016

Ni El discurso del rey ni Los miserables son lo suficientemente buenas como para atisbar detrás de ellas el talento de un gran director. Esta nueva película evidencia la incapacidad de Tom Hooper para sacar sustancia a una historia tan inquietante y original como la que plantea la historia real de Einar Wegener, un paisajista danés de la primera mitad del siglo XX que se convirtió en el primer transexual de la historia, dando vida a Lili Elbe. El realizador se limita a plasmar con una estética edulcorada y preciosista más próxima a una postal romántica que un verdadero drama existencial, esta historia de confusión de identidad sexual que debió suponer en la realidad un trauma mucho mayor que el que sufre el protagonista de La teoría del todo a costa de mohínes y gestos relamidos y amables, con apenas un par de registros interpretativos que le han supuesto una inmerecida nominación al Oscar por segundo año consecutivo. Tan protagonista como él, y sin embargo relegada a la categoría de actriz secundaria, la joven danesa Alicia Vikander (Un asunto real, Ex Machina, Operación U.N.C.L.E.) asume un gran peso en la historia al interpretar a una esposa entregada y fiel hasta las últimas consecuencias que lucha primero por recuperar al marido que se descubre como mujer, y decide después apoyarlo incondicionalmente. Todo en un contexto de postal tan irreal y estudiado que no deja resquicio para que entre la realidad, el drama resulte creíble y lleguemos a identificarnos, cada uno y una según sus simpatías, con el drama expuesto. No ayuda la música de Desplat, hermosa para una escucha desvinculada pero rematadamente cursi en el contexto para la que se aplica. Ni profundiza en la psicología del traumatizado personaje central ni en la profesión de la pareja ni en el ambiente bohemio en el que se desenvuelven, ni en la relación con un amigo de la infancia que marcó esa nueva identidad a la que se enfrenta. Todo es superficial y anodino, siendo finalmente el vestuario del español Paco Delgado lo que más sobresale debido a su creatividad y a la importancia que tiene en el contexto de la historia, lo que podría valerle el Oscar que con Los miserables no logró en favor de Jacqueline Durran y su Anna Karenina.

viernes, 15 de enero de 2016

GITANERÍA PARA TOUROPERADORES EN EL 7º CONCIERTO DE ABONO DE LA ROSS

7º concierto de la 25ª temporada de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. José Mª Gallardo del Rey, guitarra. Esperanza Fernández, cantaora. Grupo Flamenco de Cámara y bailarines del Centro Andaluz de Danza. John Axelord, director. Programa: Concierto de Sevilla, de Gallardo del Rey; Suite de El amor brujo, de Falla. Teatro de la Maestranza, jueves 14 de enero de 2016

La propuesta con la que Axelrod y la Sinfónica han retomado el curso este nuevo año ofreció demasiadas licencias para merecer incluirse en una temporada de abono. El público sevillano afortunadamente es muy tolerante y condescendiente, de forma que aquí todo acaba siendo un triunfo. Girando en torno a la inmortal página de Manuel de Falla, el afamado y virtuoso guitarrista sevillano José Mª Gallardo del Rey ha urdido un espectáculo que combina música sinfónica, flamenco y danza con resultados muy discutibles. La inclusión de su Concierto de Sevilla, la amplificación del sonido y la participación de un cuadro flamenco y un grupo de baile hubieran servido para un evento al margen de los conciertos de abono; dentro de ellos el experimento sobrepasa lo insólito.
 
Las cuatro danzas de Granados que debieron abrir el programa, arregladas para guitarra y orquesta por Peter Breiner, se cayeron del cartel por problemas técnicos; casi media hora menos que Gallardo intentó paliar tocando como propina, de forma sui generis pero elegante, la más popular, Andaluza. El resto de la breve primera parte lo ocupó un concierto que el guitarrista compuso a principios de los noventa por encargo de la Bienal de Flamenco y que no es sino una sucesión de tópicos y lugares comunes del tipismo andaluz de clara vocación melódica, potenciado por el cajón del percusionista Roberto Vozmediano y las luminosas cadencias de Gallardo, pero sin fuerza expresiva ni capacidad para conmover.
 
En la segunda parte, con una Esperanza Fernández más afectada y temperamental de lo conveniente, los números de El amor brujo, también amplificados, se alternaron con palos flamencos y gitanería de tablao para turistas, pretendiendo quizás encontrar con poca fortuna las raíces de la inspiración de Falla. No cabe duda de que el esfuerzo colectivo merece respeto y consideración, pero a pesar de que cada ingrediente por separado, incluida la coreografía de Rubén Olmo, reviste su dignidad, en conjunto la propuesta fue estridente, sin justificación en una temporada de abono seria. No obstante se pudo apreciar el dominio de Alxelrod en la partitura con generosos vuelos líricos y dinámicas acentuadas, y desde luego él, como buen americano, disfrutó de lo lindo con tan exótica oferta. Como propina el cuadro flamenco hizo una risible versión cantada de Asturias de Albéniz que el ballet ilustró con oficio. Al menos el espectáculo fue menos bochornoso que el año pasado, cuando en el seno de la Bienal Estrella Morente jaleó continua e inoportunamente la interpretación de la ROSS y como una posesa bailó por la platea del Maestranza la Danza del fuego.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 14 de enero de 2016

NO ES MI TIPO Los conflictos intelectuales del amor

Título original: Pas son genre
Francia 2014 111 min.
Guión y dirección Lucas Belvaux, según las novela de Philippe Vilain Fotografía Pierric Gantelmi d’Ille Música Frédéric Vercheval Intérpretes Emilie Dequenne, Loïc Corbery, Sandra Nkake, Charlotte Talpaert, Anne Coesens, Daniela Bisconti, Annelise Hesme, Amira Casar, Tiffany Coulombel Estreno en Francia 30 abril 2014; en España 8 enero 2016

Lucas Belvaux comenzó su carrera como director de cine en 2002 con una curiosa trilogía, Después de la vida, Escapando y Una pareja perfecta, en la que diseccionaba las relaciones de tres parejas a través de una misma historia pero contada desde el punto de vista de cada una de ellas. Tras otros tres largometrajes entre 2006 y 2012 Belvaux regresa con una historia de amor a la que da la vuelta proponiendo una imagen renovadora y en cierto modo subversiva del género, contando para ello con los ingredientes clásicos de la comedia romántica pero combinándolos y mezclándolos de manera distinta y si se quiere poco complaciente. El choque intelectual entre un profesor parisino de filosofía, cínico y descreído, y una peluquera simple e ingenua de provincias deambula en todo momento por lo previsible y habitual sin llegar a serlo. El camino escogido por Belvaux a partir de la novela de Philippe Vilain, que se reserva un pequeño papel en la función, tira más hacia el relato amargo de una relación maldita que hacia los derroteros habituales del género, edulcorados y bienintencionados. La jovialidad natural de la atractiva peluquera contagia tanto al espectador como al estiloso y casi taciturno profesor, mientras la actitud cada vez más sentimental de éste llega a conmovernos gracias a las estupendas interpretaciones de los protagonistas, ella además nominada al César hace ahora más de año y medio. Conscientes de que no estamos en época de príncipes encantados ni de heroínas de buen corazón necesitadas de que las rescaten, el drama vira inevitablemente hacia la tristeza y el desencanto, potenciado por la partitura pianística de Frédéric Vercheval y las citas literarias de Zola, Kant y Proust, mientras todas las preguntas que plantea quedan sin respuesta a merced de que sea el propio espectador quien saque sus propias consecuencias y opiniones sobre el rumbo que ha tomado la relación y las decisiones de sus amantes. En el camino Emilie Dequenne exhibe también sus dotes como cantante en un divertido karaoke donde entonar I Will Survive parece el antídoto idóneo para una peluquera desengañada del amor y harta de que le partan el corazón. Ni la filosofía ni el horóscopo parecen vislumbrar el futuro de esta pareja marchita.

martes, 12 de enero de 2016

JOY Mujeres mágicas y emprendedoras

USA 2015 124 min.
Dirección David O. Russell Guión David O. Russell y Annie Mumolo Fotografía Linus Sandgren Música David Campbell y West Dylan Thordson Intérpretes Jennifer Lawrence, Robert de Niro, Bradley Cooper, Isabella Rossellini, Diane Ladd, Edgar Ramírez, Virginia Madsen, Elisabeth Röhm, Dascha Polanco, Jimmy Jean-Louis, Susan Lucci, Laura Wright, Ken Howard, Aundrea & Gia Gadsby Estreno en Estados Unidos 25 diciembre 2015; en España 8 enero 2016

Joy Mangano es una inventora norteamericana que saltó a la fama en su país a principios de los años noventa del pasado siglo por patentar una versión sofisticada de la fregona española y publicitarla en teletienda, convirtiéndose con el paso de los años en presidenta de Ingenious Designs LLC. David O. Russell ha conocido más éxitos (Flirteando con el desastre, Tres reyes, The Fighter, El lado bueno de las cosas, La gran estafa americana) que fracasos (Extrañas coincidencias, Accidental Love) en su carrera. Su visión del particular universo que rodea la historia de Mangano le ha vuelto a reportar buenos dividendos aunque desde el punto de vista artístico haya sido menos valorada que sus cintas precedentes. Sin embargo su tono jovial y distendido la convierten en una película mucho más simpática que las anteriores, a lo que ayuda su estructura narrativa a modo de cuento de hadas entre la ensoñación y la comedia de buenas voluntades. Su fauna humana remite a algunos de los títulos más señeros de Frank Capra, con especial énfasis en los personajes femeninos, a los que la cinta se rinde incondicionalmente, desde la mágica abuela, en la mejor tradición del cine latino, encarnada por una espléndida Diane Ladd, a la enigmática y sensacional Jennifer Lawrence dando vida a la protagonista, una joven creativa y decidida que lucha por sacar a su familia adelante con tanta generosidad como abundancia de recursos, no por ello sufriendo momentos de desmayo y casi rendición. Su madre, una mujer abandonada a los culebrones como vía de escape de una realidad que le aterra, encarnada con voz grave y contundente por Virginia Madsen; su mejor amiga, entregada a un apoyo y una confianza extremas, Dascha Polanco; la rica y decidida novia de su padre, una divertidísima Isabella Rosselllini; o la pequeña de ojos ávidos y expresivos a la que dan vida las gemelas Aundrea y Gia Gadsby, son ejemplos de esta árbol genealógico femenino que da fuerza y vida a una trama tan entretenida como subyugadora. Los galanes, el venezolano Edgar Ramírez (Carlos, El libertador) y Bradley Cooper, con quien Lawrence comparte su cuarta película juntos en la mejor tradición de parejas del cine clásico americano, quedan en un segundo pero revelador plano que potencia la fuerza de la atracción y el cariño de esta extraordinaria mujer, mientras De Niro muestra su cara más contenida y amable. En el otro extremo, el fondo hortera de la televisión americana llena de teletiendas y culebrones no logra trascender más allá de la mera anécdota. Y es que Joy es una película de personajes e intérpretes, y si la protagonista de Los juegos del hambre ha merecido por ello un nuevo Globo de Oro, el resto del elenco está a la misma altura de excelencia. Su ritmo liviano y continuo y el tono general desenfadado, con momentos estelares como la explicación de cómo funciona la teletienda a ritmo de la popular malagueña, hacen del film si no un producto memorable sí desde luego decididamente disfrutable.

domingo, 10 de enero de 2016

LEGEND Scorsese se pasea desconcertado por el East End londinense

Reino Unido 2015 131 min.
Guión y dirección Brian Helgeland, según el libro “The Profession of Violence” de John Pearson Fotografía Dick Pope Música Carter Burwell Intérpretes Tom Hardy, Emily Browning, David Thewlis, Christopher Eccleston, Chazz Palminteri, Tara Fitzgerald, Taron Egerton, Colin Morgan, Paul Anderson, Sam Spruell, Duffy Estreno en Reino Unido 9 septiembre 2015; en España 8 enero 2016

Hay más ambición que auténtico talento en esta película. El de Brian Helgeland como guionista, con títulos emblemáticos como L.A. Confidential y Mystic River en su portfolio, se ha diluido en esta crónica irregularmente narrada de los violentos hermanos Kray, dos gángsters que sembraron de corrupción y sangre el East End londinense de los años 60; y el del mismo Helgeland como director, con una carrera mucho menos interesante a base de películas como Payback o Destino de caballero, se limita a emular al rey del gangsterismo fílmico, Martin Scorsese, trasladando su estilo de montaje rápido, ambientación barroca, voz narradora y muchas canciones de fondo, del Nueva York italoamericano a los suburbios cockney de Londres. Casi dos horas y cuarto que Helgeland emplea en contarnos las andanzas de estos dos delincuentes sin escrúpulos desde un punto de vista especialmente psicológico, para lo cual decide poner en voz de la amada esposa del aparentemente más sensato de los hermanos, la pequeña y angelical Emily Browning a quien vimos en God Help the Girl y Pompeya, la narración de los acontecimientos, por mucho que su perfil no dé para conocer todos los entresijos de la trama. Un punto de vista si se quiere sentimental o poético que sirve de contrapunto a la personalidad compleja y traumática de dos persnajes que en realidad parecen dos caras de la misma moneda, una suerte de Dr. Jeckyll y Mr. Hyde que Tom Hardy edifica con portentosa habilidad, cargando de matices su doble cometido de encarnar al ávido de redención Reggie y al psicópata homosexual Ron, todo un terrorífico inestable mental que sirve de alter ego al más cuerdo y sólo en apariencia más sensible hermano. Su excelente interpretación y la cuidadísima y costosa ambientación son las mejores bazas de un film que se ve con atención y que entretiene, pero que podría haber dado lugar a un producto mucho más apasionante dada la atractiva fuente de inspiración con la que cuenta. Como curiosidad, en el local que regentan los Kray, Esmeralda Barn, Duffy da vida a Timi Yuro, una cantante muy popular en el Reino Unido por aquel entonces, mientras personajes como Joan Collins o Shirley Bassey hacen fugaces apariciones en la piel de sendas figurantes.

viernes, 8 de enero de 2016

ESTRENO DE "LA ACADEMIA DE LAS MUSAS" EN SALAS COMERCIALES

Reseña de la película ganadora del Giraldillo de Oro en el último Festival de Cine Europeo de Sevilla.
Estreno en salas comerciales 8 enero 2016

ROMEO Y JULIETA SEGÚN AALTO BALLETT ESSEN: BAILE, MÚSICA Y TEATRO, FRESCOS Y EN ARMONÍA

Ballet Romeo y Julieta, de Sergei Prokofiev. Aalto Ballett Essen. Ben Van Cauwenbergh, dirección artística y coreografía. Thomas Mika, escenografía. Johannes Witt, dirección musical. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Intérpretes Breno Bittencourt, Yanelis Rodríguez, Davit Jeyranyan, Moisés León Noriega, Wataru Shimizu, Yusleimy Herrera León, Nwarin Gad, Denis Untila. Jueves 7 de enero de 2016, Teatro de la Maestranza

Los títulos de ballet que nos ofrece el Maestranza cada comienzo de año se repiten continuamente. El Cascanueces, El lago de los cisnes y Giselle han sido los últimos en representarse después de habernos visitado cada uno en más de una ocasión. Otro tanto ocurre con Romeo y Julieta, cuya última aparición tuvo lugar en 2007 a cargo del Ballet Nacional de Hungría. Sin embargo la tónica general suele ser la del espectáculo más o menos brillante pero decididamente rancio, con escenografías y vestuarios que parecen sacados del baúl de repertorio, y coreografías absolutamente fieles a los cánones tradicionales, cuando no directamente inspirados en los maestros clásicos y ya legendarios. No ha sido el caso de este espectacular montaje del ballet, un brillante trabajo que combina la danza y el teatro de primera calidad con un respeto considerable a la dramaturgia musical que propone la imprescindible partitura de Prokofiev a partir del popular drama shakespeariano.

Desde que se abre el telón quedan claras cuáles van a ser las claves del espectáculo. Escenario vacío ocupado por una pléyade de jóvenes bailarines y bailarinas ataviados con sencillez y emulando en cierto sentido algunos de los gestos coreográficos que hicieron tan célebre el trabajo de Jerome Robbins para West Side Story. A partir de ahí el dinamismo, la personalidad y la dramaturgia se apoderan de unos intérpretes que se desenvuelven entre sencillos decorados que van apareciendo de la nada y que aportan con ingenio e imaginación el fondo ideal para que pasiones y emociones se desenvuelvan como si de cine o buen teatro se tratara, sin tregua para un espectador entregado, casi hipnotizado, al particular juego que le propone el coreógrafo y director artístico belga Ben Van Cauwenbergh. Por su parte, el joven director Johannes Witt, de menor bagaje y recorrido artístico que el otro director musical que se hará cargo de dos de las cuatro funciones programadas, Yannis Pouspourikas, apuesta por una lectura de la música potente y fornida, enérgica y contundente, irremediablemente trágica, sin por ello sacrificar los envolventes momentos líricos que contiene, aunque en el camino se evidencia falta de ensayos con los maestros de la Sinfónica, lo que se traduce en una noche poco lucida para la orquesta, con pasajes deslavazados, errores múltiples y cierta sensación de falta de cohesión en un conjunto no obstante efectivo dramáticamente y armónico con el resto de los excelentes ingredientes de este singular montaje.

El baile desencorsetado, ágil y dinámico del conjunto lo aleja del típico producto para lucimiento de solistas, aunque éstos tengan generosas oportunidades de lucir su talento. Así, los dúos del balcón y final de la muerte de los amantes son de una sutileza y una belleza rutilantes, mientras el paso a tres con el Padre Lorenzo, personaje revitalizado en esta versión de Cauwenbergh, es absolutamente maravilloso. Otro personaje también destacado es el de la nodriza, cuya complejidad obliga a contar con dos bailarinas alternativas para las cuatro funciones programadas. Ella, Yusleimy Herrea, el personaje de Tebaldo, el corpulento y elegante Moisés León Noriega, y la propia Julieta, Yanelis Rodríguez, demuestran la pujanza de la danza cubana en una compañía con una clara vocación internacional en sus filas. Breno Bittencourt como Romeo no sólo destaca por su flexibilidad y buen gusto en piruetas, gestos y figuras, sino también una poderosa fuerza interpretativa, evidente en la muerte de Mercucio, uno de los momentos de mayor tensión dramática de la obra. Éste, interpretado por Wataru Shimizu, compone junto al Benvolio de Davit Jeyranyan una pareja de enorme efectividad, exhibiendo fuerza viril y vis cómica a raudales. Bailes que sin merecer el apelativo de danza contemporánea, se alejan sin embargo del referente clásico más rancio y previsible para tejer un mundo de sensaciones nuevas y libres en un espectáculo que aúna buen teatro, excelente música y estimulante danza en la que no falta ni un impresionante saltimbanqui. Sin duda uno de los mejores ballets de reyes que recordamos.

domingo, 3 de enero de 2016

INCIDENCIAS Deforme y malogrado reflejo de nuestra realidad

España 2015 90 min.
Dirección José Corbacho y Juan Cruz Guión Jaime Bartolomé, José Corbacho y Juan Cruz Fotografía Mario Montero Música Arnau Bataller Intérpretes Lola Dueñas, Aida Folch, Carlos Areces, Rubén Ochandiano, Roberto Álamo, Ernesto Alterio, Miki Esparbé, Nuria Gago, Toni Acosta, Alfonsa Rosso, Karimi Ait M'Hand, Saras Gil, Nao Abet, Imanol Arias, Rossy de Palma Estreno 1 enero 2016

Una operación muy similar a la perpetrada por Almodóvar en Los amantes pasajeros, con influencias también de El ángel exterminador de Buñuel, sirve de plataforma para la última función del tándem Corbacho y Cruz, responsables de las también irregulares Tapas y Cobardes, además de un buen número de productos para la televisión que nadie recuerda. Los dos realizadores más influyentes del cine español, con perdón de Amenábar, utilizados como referente en una película sin rumbo ni sentido en el que el limitadísimo pasaje de un tren de alta velocidad entre Barcelona y Madrid en Nochevieja protagoniza un gazpacho con los peores ingredientes del temperamento español; con la infidelidad, las pensiones, la falta de formación, la inmigración, el terrorismo, la corrupción o el independentismo catalán como tropezones de un guión que más bien parece un borrador, un texto sin pulir ni adecentar. Técnicamente bien perpetrado, la dirección de los dos cómicos ni siquiera llega a niveles de mera corrección, si bien se agradece que el conjunto no se desmadre como es habitual en la comedia patria. Sin apenas gracia, su vocación coral logra hacerla entretenida aunque definitivamente insustancial y prescindible, sobre todo porque al contrario de los títulos referidos, éste no encuentra motivación ni destino, quedándose en una mera declaración de intenciones con la que ni siquiera logran sintonizar los intérpretes, con una siempre espléndida Lola Dueñas, lo mejor de la función, a la cabeza. Mal si es así como empezamos el año.

STEVE JOBS Drama cibernético y empresarial con tirano protagonista

USA 2015 121 min.
Dirección Danny Boyle Guión Aaron Sorkin, según la biografía escrita por Walter Isaacson Fotografía Alwin H. Küchler Música Daniel Pemberton Intérpretes Michael Fassbender, Kate Winslet, Seth Rogen, Jeff Daniels, Katherine Waterston, Sarah Snook, Michael Stühlbarg, Perla Haney-Jardine, Adam Shapiro Estreno en Estados Unidos 23 octubre 2015; en España 1 enero 2016

Un nuevo acercamiento a la figura del imprescindible Steve Jobs, tras el aseado y convencional biopic que le dedicó Joshua Michael Stern con la ayuda de Ashton Kutcher hace un par de años, ahora con ínfulas de radiografía certera y definitiva del controvertido genio de la informática retratado como un tirano orquestador con apuntes de visionario. Lo primero que llama la atención es que su guionista, el reputado Aaron Sorkin, autor también de los libretos de El ala oeste de la Casa Blanca o La red social, con la que ésta mantiene más de un punto en común, haya optado por convertir el texto en el que presuntamente se basa en un drama escénico en tres actos, correspondientes a su vez a tres puestas en escena, las que acompañaron las presentaciones de tres de sus productos estrella: el Macintosh, el NextApple o Cubo y el iMac; un poco en la línea del Birdman y sus bambalinas que el año pasado reportó tan buenos réditos a González Iñárritu. Y es curioso porque el texto en el que el guión dice basarse no sigue ni de lejos ese esquema, sino más bien mantiene un discurso convencional basado en cientos de entrevistas realizadas tanto al propio Jobs como a muchos de sus amigos, familiares y colaboradores, adaptándose mejor al guión supuestamente original de Matt Whitley que ilustró el modesto film de Stern. Este drama en tres actos en el que Sorkin ha convertido la vida del creador de Apple redunda en unas constantes que parecen inevitables en el cine actual cuando se pretende tejer el perfil psicológico de algún famoso, tildándolo de controvertido, tirano, inestable y hasta detestable según qué personaje y circunstancia. No es ni más ni menos que el extremo opuesto de cómo se abordaba el ejercicio hace algunas décadas, cuando los famosos eran retratados poco más o menos como santos o personajes ejemplares, y si no revisen Noche y día (Cole Porter), Música y lágrimas (Glenn Miller), Madame Curie o La vida de Emile Zola, por citar algunos ejemplos. Este film en cuestión abusa de la verborrea, con mucho lenguaje cibernético y empresarial – como si Sorkin hubiera mezclado sus guiones para La red social y Moneyball - y una incontinencia verbal enfermiza en su teatral resolución, lo que ciertamente obliga a sus intérpretes a realizar unos trabajos extenuantes de los que salen muy bien parados, residiendo más ahí que en la dirección eficaz pero rutinaria de Danny Boyle, el mérito de la película. Fassbender vuelve a demostrar que es uno de los mejores actores de su generación y las colindantes, mientras Kate Winslet se enfrenta a un personaje que depende de pequeños matices, más allá de un atrezzo sintomático, para reflejar el paso del tiempo, y que como otros de la función parecen sacrificar una vida propia para no ser más que apéndices o extensiones del gran tirano al que da vida el protagonista. Algo parecido les sucede a Jeff Daniels, que incorpora a John Sculley, ejecutivo implacable responsable de la suerte de Jobs en su propia empresa, y Seth Rogen, resentido antiguo socio del biografiado. Todos y todas están impecables. Sus éxitos y fracasos son analizados quirúrgicamente a fuerza de esa agotadora verborrea, mezclados cómo no con asuntos sentimentales muy propios de esa idiosincrasia americana en la que la familia es tan importante y la responsabilidad hacia los hijos ineludible. El resultado de todo esto es un film pretencioso que como tal acaba agotando, dejando a pesar de sus excelentes ingredientes una sensación de que para acercarnos de verdad a la figura de Steve Jobs tendremos que investigar por nuestra cuenta, tratándose de alguien tan imprescindible en nuestras vidas (ordenadores, animación digital, música en el bolsillo, internet...), en la línea de un Bill Gates o un Alan Turing, objeto precisamente de homenaje el año pasado en Descifrando Enigma, donde cómo no también se destacaban sus taras.