sábado, 13 de abril de 2024

DUELO Y MAGIA EN EL NOVENO DE LA ROSS

9º concierto de abono Ciclo Gran Sinfónico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Soustrot, dirección. Programa: Kindertotenlieder, de Mahler; Sinfonía nº 4 en Mi bemol mayor WAB 104 “Romántica”, de Bruckner. Teatro de la Maestranza, viernes 12 de abril de 2024


No podemos considerar que emparejar en un mismo programa a Mahler y Bruckner sea el colmo de la originalidad, pero es cierto que hay más de un punto de conexión entre ambos genios. El noveno programa de abono del ciclo Gran Sinfónico de la ROSS estuvo dedicado al segundo de estos compositores, cuando se cumplen doscientos años de su nacimiento, efemérides que en otras plazas se celebra de manera más generosa, pero que al menos no ha pasado desapercibida en la nuestra. Celebrarlo con la Cuarta se revela harto oportuno, tratándose de su pieza más popular, por encima incluso de la también recurrente Séptima
Cada genio suele ser un eslabón en la cadena del arte, consecuencia de otro anterior y precedente del que le sigue. En el caso de Bruckner, podríamos considerar a Wagner y Mahler esos dos extremos entre los que se sitúa su magnífica y opulenta música, majestuosa pero a la vez sensible y tan sincera. Maridar la Romántica con las tristísimas canciones que Mahler compuso a partir de los poemas que Rückert dedicó a los niños muertos, sirvió como perfecto contraste entre el dolor y la exaltación de la naturaleza y la vida, y Soustrot supo muy bien destacar estos aspectos antagónicos en una muy cuidada dirección de ambas partituras, contando para ello con una plantilla que sigue exhibiendo su mejor faceta en esta jubilosa temporada.

La soprano anglo germana Sarah Wegener acertó en proyección y sobre todo en expresividad, pero su voz aguda bien timbrada se quedó corta; le faltó peso y ese grosor que una voz de registro más grave es capaz de aportar a unas canciones tan desesperadas. Exhibió además una voz tremolante en algunos pasajes, pero se esmeró en dotar de una fuerte expresividad, siempre en tono muy apesadumbrado, a estas canciones con las que algunos no pudimos evitar pensar en la incomprensible e inasumible violencia vicaria que estamos sufriendo durante este todavía incipiente 2024. Niños enfermos y desaparecidos que en las letras del poeta alemán parecían vislumbrar aquellos otros asesinados por sus propios padres, y que dotaron la experiencia de un dolor extremo, acentuado por el muy delicado acompañamiento de Soustrot al mando de una orquesta nítida, de sonido aterciopelado y cierta tendencia a la contención sólo interrumpida por puntuales subidas de tensión. Wegener estuvo en todo momento muy concentrada, aunque sin llegar a provocar esa catarsis emocional que demandan los momentos más trágicos. Acusó además cierta dificultad en los cambios de registro, al carecer del color adecuado en los pasajes más graves. Aplaudimos que se proyectaran los textos para su conveniente seguimiento.

Una catedral con cimientos sólidos

Hubo magia desde el inicio en la versión que nos brindó Soustrot de la Sinfonía nº 4 de Bruckner, siempre desde la elegancia que caracteriza su forma de dirigir y de la claridad que supo imprimir a una orquesta de nuevo en modo solemne y espectacular. Tras la extenuante Novena de Mahler de la semana pasada, atreverse ahora con otra sinfonía mastodóntica y salir tan airosos, merece todos los elogios a una orquesta que sigue siendo motivo de orgullo para todos y todas las melómanas sevillanas. La magia brotó ya con el movimiento inicial y sus calladas y relucientes cuerdas abriéndose camino antes de resultar más distendida y afable que exactamente fúnebre en el andante, y desde luego que deslumbrar con unos metales resplandecientes en el popular scherzo, hasta llegar al imponente crescendo final sin síntomas de agotamiento, ni siquiera tratándose de la segunda entrega de tan comprometedor programa.


Soustrot logró que la orquesta mirase al pasado más con devoción que con nostalgia, erigiendo esta monumental obra con cimientos muy sólidos y una muy acertada cohesión orgánica, todo ello bañado con esa luz mística tan apropiada para la empresa. Una vez más tuvo mucho que ver en el éxito la robustez de la cuerda grave, con pasajes en los violonchelos y las violas absolutamente deslumbrantes y evocadores, y especial mención para unas trompas exultantes dentro de un trabajo técnicamente impoluto de los metales. Se nota que hay mucha conexión y compenetración con el maestro francés.

Fotos: Guillermo Mendo
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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