Arabia Saudí-Alemania 2012 98 min.
Guión y dirección Haifa Al-Mansour Fotografía Lutz Reitemeier Música Max Richter Intérpetes Reem Abdullah, Wad Mohammed, Abdullrahman Al Gohani, Sultan Al Assaf, Ahd Estreno en España 28 junio 2013
Wadja es el nombre de una niña de diez años que vive en Riad, capital de Arabia Saudí, en medio de una sociedad opresora para las mujeres, y que decide a través de un gesto tan sencillo como inocente, como es poseer una bicicleta con la que poder hacer carreras con su mejor amigo, poner freno a la desigualdad imperante a su alrededor. Es también el título de esta película (En España hemos preferido el título con el que se le ha bautizado en Italia) que aunque ostenta la categoría de ser la primera dirigida por una mujer en su país, no verá allí la luz por razones obvias. No es de extrañar por lo tanto que la mayor parte de su producción, por otro lado desahogada, corra a cuenta de Alemania. Lo que sorprende es que este país en el que no hace tanto ocurrieron algunos de los episodios más dramáticos que en relación con la discriminación hayan tenido jamás lugar en el Mundo, hoy exista tanta concienciación respecto a este tipo de problemas sociales que esclavizan a una gran parte del planeta en el que vivimos. Esa misma Alemania que juzgamos opresora de Europa no oculta su natural tendencia, como país civilizado y comprometido, a denunciar los grandes crímenes que contra la Humanidad siguen perpetrándose, y en ocasiones incluso en mayor medida, en esta desdichada Tierra. Todos y todas somos, en mayor o menor medida, víctimas de sistemas; lo fueron nuestros antepasados, y a veces retrocedemos a pasos agigantados a políticas de exclusión que creíamos ya superadas. Lo peor es que el sistema arranca con la educación, por lo que es ésta la que merece un mayor mimo y respeto, atención y delicadeza para no caer en errores pretéritos de los que un día tengamos que volver a arrepentirnos y destinar gran parte de nuestros esfuerzos y recursos a paliarlos. Lo saben bien las niñas que viven en esos países islámicos cada vez más extremistas, donde la mujer vive oculta, como sombras sin luz, justificando su existencia únicamente en relación al hombre al que sirven y del que dependen, el cual a su vez se relaciona con ellas a su antojo y con total autoritarismo, bendecido por una religión ciega y obscena. Desde el exilio, como no podía ser menos, Haifa Al-Mansour denuncia con sutileza y buen gusto esta situación, a través de una mera anécdota tratada casi como un cuento infantil, que deviene en un canto de esperanza y una invitación a ser fuertes y comprometidas para que nuevas generaciones puedan sobreponerse al castigo infringido a tantas y tantas mujeres, o a tantas y tantas personas diferentes, en estos países por debajo de cualquier índice mínimo de respetabilidad y civilización, pero también en otros que ni lo sospecharíamos, porque el hombre dista mucho de haber alcanzado un mínimo de justicia social, y por eso este tipo de trabajos son tan bienvenidos como absolutamente necesarios, por mucho que pretendamos sabernos la teoría.
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