USA-Bélgica 2013 128 min.
Dirección Bill Condon Guión Josh Singer, según los libros “Inside WikiLeaks” de Daniel Domschit-Berg y “The Guardian: WikiLeaks” de David Leigh y Luke Harding Fotografía Tobias A. Schliesser Música Carter Burwell Intérpretes Benedict Cumberbatch, Daniel Brühl, Anthony Mackie, David Thewlis, Alice Vikander, Peter Capaldi, Carice Van Houten, Stanley Tucci, Laura Linney, Dan Stevens, Moritz Bleibtreu
Estreno en España 18 octubre 2013
Al margen de su aportación a la Saga Crepúsculo con Amanecer, la filmografía de Bill Condon, con Dioses y monstruos y Dreamgirls a la cabeza, no ha sufrido ninguna mancha con esta arriesgada crónica sobre el aún reciente y de actualidad asunto de WikiLeaks. Con una original y sorprendente declaración de intenciones al final de la cinta en boca del propio personaje de Julian Assange, interpretado por el británico en alza Benedict Cumberbatch (El topo, Caballo de batalla, Star Trek en la oscuridad y la próxima a estrenarse Doce años de esclavitud), la película de Condon supone un equilibrio entre el retrato del controvertido creador de la red de revelación de secretos de política internacional como un psicópata peligroso y un visionario capaz de cambiar el Mundo, hacer justicia y procurar que nuestra civilización progrese por el camino justo, pero que como todos los genios que a lo largo de la Historia han intentado alguna revolución, ha tenido que pagar su precio. En su caso todavía es pronto para conocer el alcance de ese precio, pero de momento permanece recluido en la embajada de Ecuador en Londres para evitar ser juzgado por unas oportunistas denuncias de abusos sexuales. Acusado de provocar el sacrificio de colaboradores y denunciados, lo cierto es que hasta ahora las únicas víctimas colaterales han sido el soldado/a norteamericano Bradley/Chelsea Manning y el informador de The Guardian y The Washington Post Edward Snowden. Por lo demás Assange aparece como un personaje manipulador y arrogante, pero es el menor de los pecados con los que se puede definir a alguien capaz de darle un nuevo sentido, mucho más amplio y trascendental a la palabra “información”. Su misión es abrirnos los ojos e invitarnos a ser dueños de nuestras vidas y nuestros destinos, impidiendo abusos y manipulaciones por parte de la clase política y económica, la misma que está empobreciendo el Mundo y sustrayéndole paulatinamente derechos y libertades. En la era de la informática y la información, ésta en manos de un periodismo cada vez menos combativo y rebelde, las herramientas están claras y usarlas sólo depende de nuestra voluntad. Condon sugiere esto y otras cosas a partir del libro del presunto traidor y ex colaborador de Assange, el alemán Daniel Domschit-Berg, incorporado por Daniel Brühl en un año en el que pisa fuerte en Hollywood tras su extraordinario duelo en Rush de Ron Howard. Realizada con brío y glamour, variadas ambientaciones y una puesta en escena centrada muy especialmente en una Europa cibernética, que combina tradición y modernidad, el pulso narrativo de Condon se resiente algo en su tramo final, que se antoja más cansino y menos comprometido, a pesar de lo cual deja una saludable sensación de plantear cuestiones y hacernos debatirlas, sin decantarse por posturas extremas. Ni es un mesías ni un monstruo, pero de vez en cuando el Mundo necesita gente así. Los demás, incluido el informático Domschit-Berg, una parlamentaria finlandesa o destacados responsables del periódico inglés The Guardian, aparecen como colaboradores necesarios de la empresa, apóstoles de la causa, unos por motivos oportunistas, otros por convicción, pero sin en ningún momento hacerle sombra al verdadero artífice de la cruzada. Si además la película ofrece la posibilidad de volver a disfrutar de la presencia siempre estimulante de Laura Linney y de una trepidante banda sonora de Carter Burwell, la experiencia merece aún más la pena.
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