Alemania 2018 111 min.
Guión y dirección Lars Kraume, según el libro de Dietrich Garstka Fotografía Jens Harant Música Christoph Kaiser y Julian Maas Intérpretes Leonard Scheicher, Tom Grammez, Jonas Dassler, Lena Klenke, Isaiah Michalski, Jördis Triebel, Michael Gwisdek, Max Hopp. Judith Engel, Ronald Zehrfeld, Carina N. Wiese, Florian Lukas, Burghart Klaussner Estreno en Alemania 1 marzo 2018; en España 20 julio 2018
Hace tres años el realizador alemán Lars Kraume analizó en una interesante e inteligente película, El caso Fritz Bauer, el empeño del Fiscal General del Estado en la República Federal Alemana de los años cincuenta por llevar ante los tribunales a antiguos criminales nazis, y cómo las autoridades del régimen democrático restaurado se lo impedía con la siempre aborrecible y dolorosa excusa de no hurgar en el pasado. La otra Alemania, la del Este, unos años antes del levantamiento del muro de Berlín, se convierte ahora en el eje de un nuevo análisis político, histórico y social, que como en aquel caso sirve también para denunciar cualquier tipo de sistema, libre o no, en su objetivo de controlar y manipular nuestra existencia con el fin de adherirse a ese poder tan suculento y a la vez ridículo que caracteriza la mayor inquietud del ser humano. El Universo es infinito y se expande continuamente; nuestra posición en él es insignificante, y sin embargo la humanidad continúa sintiéndose eje alrededor del cual gira todo, protagonista total y absoluto de ese cosmos que desconoce, y artífice de las artimañas más absurdas para amasar esa riqueza y poder que no disfrutará más allá de nuestra ridícula y efímera existencia. Con esta actitud se ha legitimado a sí mismo para oprimir y hostigar al prójimo, haciendo de este pequeño planeta un hervidero de dolor e injusticia. Ningún régimen es realmente justo e igualitario. El poder se asienta de tal forma que asegura su continuidad con sistemas, autoritarios o no en apariencia, que sólo sirven y le son útiles a él mismo, tan preocupado en mantener lo suyo a través de cartas magnas y documentos varios, así como de pasar olímpicamente de aquellas otras estipulaciones que defienden a los humildes y que no son en última instancia más que una capa de hipocresía con la que desviar la atención de lo que verdaderamente importa a los poderosos. El utópico socialismo soviético que anclaba sus postulados en la defensa del proletariado no escapó de estas miserias ridículas, y su obsesión por mantener el control y la disciplina de partido a toda costa se cobró muchas vidas y esperanzas. Esta estupenda película, tan clásica en su caligrafía como hiriente y contundente en su contenido, fija su atención en un episodio que sucedió en 1956 cuando Hungría pretendió liberarse de ese control soviético y un grupo de estudiantes de la Alemania del Este decidió solidarizarse guardando un minuto de silencio de apocalípticas consecuencias. Una situación tan ridícula como aterradora, dos extremos que Kraume disecciona a la perfección en un pulcro ejercicio de cine entretenido y apasionante, con un sobresaliente tratamiento de la tensión y el drama, una asfixiante atmósfera, y la complicidad de un reparto coral excelente, tanto los jóvenes como los adultos, entre los que destacan los padres frustrados por un pasado cargado de incógnitas y sinsabores, y esas marionetas del sistema a las que sólo vemos mientras ejercen su trabajo, pero no descartamos su autoconciencia también como víctimas del sistema. Y entre todo, lo mejor es la posición de una juventud comprometida con su futuro, conscientes del ambiente en el que viven y capaces de tomar decisiones arriesgadas y valientes para lograr lo que sus padres no consiguieron, tan lejos de la posición acomodaticia y anestesiada de nuestra juventud actual, esa que se cree libre pero que como todos y todas, en realidad baila al son que le tocan.
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