Guión y dirección Carlos Vermut Fotografía Eduardo Grau Música Alberto Iglesias Intérpretes Najwa Nimri, Eva Llorach, Carme Elías, Natalia de Molina, Julián Villagrán, Ignacio Mateos Estreno en el Festival de Toronto 8 septiembre 2018; en salas comerciales 26 octubre 2018
Da la impresión de que el director de la multipremiada Magical Girl haya querido imprimir de un universo presuntamente personal y deconstructor los ya muy reconocidos de Almodóvar y Bergman, salvando las distancias generacionales, estéticas e ideológicas entre ambos, pero reconociendo en el primero cierta admiración por el segundo que, éste sí, ha sabido llevar a buen término. Vermut aborda aquí un argumento temperamentalmente próximo al director manchego, muy particularmente al que manejó en Tacones lejanos, que a su vez supuso un homenaje nada velado a la Sonata de otoño del director sueco, y que también dio juego al Woody Allen de Interiores y September. Pero como Vermut tiene ambición de autor, y no parece capaz de que fluya con naturalidad, juega a la impostura y al artificio para entregar una obra tan vacua, superficial y fría como ésta. Persona de Bergman parece estar en el origen de su trama y su mundo, con dos mujeres sometidas a un juego de espejos y reconocimientos, que se encierran en un paisaje marcado por el mar, en este caso una invernal Rota ornamentada con espectaculares calas de Conil, y acaban confundiendo sus personajes de la misma forma que Bibi Andersson y Liv Ullman fusionaban sus rostros en la cinta de Bergman, una escena que Allen homenajeaba en La última noche de Boris Grushenko. Una recuperada Najwa Nimri, cuya dicción ha mejorado considerablemente, se esfuerza en dar credibilidad a un personaje que debiera haber estado más enriquecido en el guión y la dirección, mientras Eva Llorach, presente en los dos anteriores largometrajes del realizador catalán, aguanta como puede unos ridículos primeros planos en los que tiene que pasar de la risa al llanto con tanta impostura como muchas de las propuestas de la fallida película. Lo mejor se encuentra en la perversidad de una hija interpretada por la todo terreno Natalia de Molina, en un cruce entre madres e hijas que se erige en el tema fundamental de la película, y recuerda también a los títulos bergmanianos y almodovorianos citados. Merece destacar además el trabajo elegante y comedido de la insuficientemente aprovechada Carme Elías. Todo con un exceso de pretenciosidad y frialdad que sólo encuentra emoción en la recuperación del tema que da título a la película, un clásico de Mocedades que demuestra lo gran compositor que era nuestro Burt Bacharach nacional, Juan Carlos Calderón. Por cierto, en el apartado musical Alberto Iglesias juega a dotar de ciertos aires orientales a un diseño general en el que Vermut parece apostar por esta estética, mientras vuelve a demostrar lo buen arreglista que es, como haría en Los abrazos rotos y la copla A solas, ahora con una exquisita versión de Procuro olvidarte de Manuel Alejandro que, inexplicablemente pasa por tema original en el argumento de la película, y da pie a esa fusión de rostros y personalidades que homenajea a Persona de Bergman.
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