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lunes, 28 de enero de 2019
EXCELENTE MOZARTIADA DE ANDALUCÍA CLÁSICA
Maratón musical organizado por Andalucía Clásica. Chouchane Siranossian y Alejandro Bustamante, violines. Tajiana Masurenko y Ronen Shifron, violas. Giovanni Gnocchi, violonchelo. Miquel Ramos, clarinete. Rafael Ruibérriz de Torres, flauta travesera. Samson Tsoy y Pavel Kolesnikov, pianos. Programa: Divertimento K.136, Sonata K.304, Fantasía K.608, Tríos K.498 y K.542, Cuartetos K.285 y K.478, y Quintetos K.515 y K.581, de Mozart. Espacio Turina, domingo 27 de enero de 2019
Miquel Ramos
Ya por la mañana el pianista soriano Emilio González Sanz ofreció en La Casa de los Pianistas de la calle Cano y Cueto, un paraíso para los amantes del instrumento, donde se imparten talleres, cursos, conferencias y conciertos, un recital centrado en Mozart y Arriaga, en un nuevo intento, documentado y preciso, por perfilar las líneas de encuentro y desencuentro entre ambos jóvenes compositores. Se celebraba ayer el doscientos sesenta y tres aniversario del nacimiento del genial compositor de Salzburgo y la fiesta continuaba toda la tarde en el Espacio Turina, donde Andalucía Clásica volvía al escenario para traernos en los próximos meses música de cámara de calidad, que tanta falta hace en esta ciudad al margen del impagable ciclo que organizan la Sinfónica y el English Language Institute desde hace décadas. Los conciertos de Andalucía Clásica, cuya presidenta de honor, Elisabeth Leonskaja, será la protagonista del próximo concierto, el 13 de febrero, terminaron la temporada pasada con un maratón de Schubert, y comenzaron ésta con otro de Mozart.
Tatjiana Masurenko
Para dar forma al evento nada mejor que la excepcional idea de reunir como si de un taller se tratara a una serie de prominentes solistas, hasta nueve entre españoles y extranjeros, y conjugar sus talentos hasta extraer de su combinación las rentables versiones de una buena representación de la ingente música de cámara que compuso Mozart. La primera de las obras, el Divertimento K.136 marcó el talante juguetón y distendido que suele asociarse a su música, con líneas difusas de estética orquestal y espíritu encantador. El peso en ésta y la mayor parte de las partituras seleccionadas recayó en la violinista francesa Chouchane Siranossian, con un estilo sobrio y ligero y tímbrica muy aguda, como dejó patente en la Sonata K.304, acompañada con la misma ligereza por el joven pianista ruso Pavel Kolesnikov, una difícil combinación de color y brillo que Mozart resolvió también con éxito. Superar la difícil compenetración y diálogo entre instrumentos, así como lograr en el caso particular de Mozart que todo fluya con naturalidad, como si fuese sencillo a pesar de su probada dificultad, son dos líneas fundamentales que los nueve intérpretes salvaron con nota alta.
Samson Tsoy
Kolesnikov tocó con su compañero de generación Samson Tsoy, de sonido más compacto, estilo sereno y muy elegante fraseo, la Fantasía a cuatro manos K.608. El clarinetista catalán Miquel Ramos resolvió con un delicado sentido del ritmo y la modulación y envidiable control de la respiración el Trío K.498. El instrumento más asociado al compositor y la masonería a la que pertenecía, encontró en Ramos un intérprete depurado y elegante, así como a Rafael Ruibérriz le tocó la ingrata tarea de encargarse del instrumento más despreciado por Mozart, la flauta, demostrando la banalidad de este dato con una muy depurada intervención en el Cuarteto K.285. El madrileño Alejandro Bustamante demostró porqué ha formado o forma parte de cuartetos tan reputados como el Casals o el Artemis, exhibiendo una técnica depurada y muy en estilo. A la viola, Tatjiana Masurenko, nacida en Tayikistán, ofreció un inquietante sonido áspero y bronco en el Trío Kegelstatt, y aunque a veces parecía desafinada, lo cierto es que su manera de tocar provoca una suerte de insólita fascinación. Giovanni Gnocchi, de ademanes nerviosos y cómicos, dio acertado cuerpo al conjunto con su participación al chelo, mientras el israelí-americano Ronen Shifron aportó sobriedad en un escaparate en el que brilló por derecho propio el descomunal Quinteto K.515, quintaesencia de la música de cámara que el conjunto resolvió con maestría y ante la que el considerablemente numeroso y respetuoso público, con muchos niños en las dos primeras partes del maratón, respondió con merecido agradecimiento.
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