USA 2020 108 min.
Guion y dirección Leigh Whannell, según la novela de H.G. Wells Fotografía Stefan Duscio Música Benjamin Wallfisch Intérpretes Elisabeth Moss, Aldis Hodge, Harriet Dyer, Storm Reid, Oliver Jackson-Cohen, Michael Dorman, Benedict Hardie Estreno en Estados Unidos y España 28 febrero 2020
El género fantástico es sin duda uno de los más queridos del cine y necesita que al menos de vez en cuando algún título suscite suficiente interés como para convertirse en estímulo y depósito de nuevas y renovadas esperanzas. Últimamente se ha regenerado con el talento de Ari Aster (Midsommar, Hereditary), al que se une el director australiano Leigh Whannell, cuya carta de presentación la firmó dirigiendo secuelas de Saw e Insidious, y ahora adapta con tanto ingenio como inteligencia el clásico de H.G. Wells a una de las más demoledoras plagas del nuevo siglo, el maltrato doméstico y la violencia de género. De hecho poco o casi nada queda del original, o de cualquiera de los firmados por otros grandes autores del siglo XIX y principios del XX como por ejemplo Julio Verne, porque aquí apenas se echa mano de la anécdota, el científico loco que encuentra una fórmula para hacerse invisible, para generar una trama completamente nueva, fresca y actual, suficientemente aterradora para suscitar el temor más fundado y convincente.
Esta crónica de una mujer absolutamente aterrorizada por su marido casa a la perfección con el elemento fantástico o sobrenatural, convirtiéndose todo su desarrollo en una perfecta metáfora de las fases que ha de traspasar y superar cualquier mujer en su situación, desde la sumisión a la huida pasando por una demoledora pérdida de facultades, un previsible deterioro mental y una catarsis que conduzca al desenlace, sin olvidar la incredulidad del entorno, tan acomodaticio que no duda en despreciar aquello que le molesta, y vaya si el dolor de una mujer abusada lo hace.
Con una puesta en escena elegante y un trabajo sobresaliente de Elisabeth Moss, a quien hemos visto en películas como The Square, La gaviota y Nosotros, pero que´aquí demuestra por fin su talento y entrega, Whannell consigue un film sobresaliente, apasionado y apasionante para quienes amamos el cine, que podemos disfrutar con tantas referencias como préstamos, desde el inevitable Hitchcock (Psicosis, Con la muerte en los talones), a Luz que agoniza de Cukor, Durmiendo con su enemigo con Julia Roberts e incluso La semilla del diablo de Polanski, sin descuidar el clásico de James Whale, y sus milagrosos efectos visuales ya en 1933, que inició la saga y tantas variantes ha dado lugar, desde la mujer modelo al agente bélico y así llegando a este maltratador sibilino y perverso para el que la película ha generado todo un renovador imaginario, con homenaje incluido al original de referencia, y que en este caso inspira a la heroína para desenmascarar a su verdugo. Una cinta que merece un gran aplauso por su acierto al combinar con talento y respeto una lacra social tan terrible y lamentable con un género tan característico, y que por esta vez suscita la fascinación que muchos vamos buscando cuando nos concentramos a oscuras ante una pantalla de cine.
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