Carmen. Música de Georges Bizet. Libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy, según la novela de Prosper Mérimée. Jacques
Lacombe, dirección musical. Emilio
Sagi, dirección escénica y
vestuario. Daniel
Bianco, escenografía. Eduardo Bravo, iluminación. Pedro Chamizo, videoproyección. Nuria Castejón, coreografía. Real
Orquesta Sinfónica de Sevilla. Coro Teatro de la Maestranza (Íñigo
Sampil, director).
Escolanía de los Palacios (Enrique Cabello y
Aurora Galán, directores).
Con Maria Kataeva, Piero Pretti, Giuliana
Gianfaldoni, Delibor Jenis, Mercedes Arcuri, Anna Gomá, Javier Castañeda,
Alejandro Sánchez, Pablo Gálvez y Pablo García López. Producción
del Auditorio de la Diputación de Alicante, ADDA.
Teatro de la Maestranza, viernes 13 de junio de 2025
El
Maestranza no dejó, afortunadamente, pasar la oportunidad de sumarse a la celebración
del ciento cincuenta aniversario de
la que es sin duda la ópera más famosa de todos los tiempos, y que coincide con
el del fallecimiento de su autor. Sevilla estaba obligada a hacerlo, y sin duda
de las muchas producciones que a la vez se estuvieran disfrutando en todo el
orbe, la de aquí debía cobrar una
especial relevancia. Todo un privilegio para quienes formaran parte de su
elenco artístico y técnico, especialmente las voces.
Todavía
conservamos en nuestro acervo emocional la alegría que experimentamos cuando al
anunciarse la presente temporada que ahora acaba, se postulaba Elina Garança
como protagonista de este montaje. ¿Quién se lo podía creer, Netrebko y Garança en una misma temporada del
Maestranza? Aquello no acabó de materializarse, ni ser hermanos de la
Macarena les motivó para participar en la Carmen
del ciento cincuenta aniversario ¡en la misma Sevilla!
La
mezzo rusa Maria Kataeva, que acabó anunciándose en el rol a principios de temporada, una vez renunció la diva letona, y el director canadiense Jacques
Lacombe, que sustituyó a Karel Marek Chichon, que permaneció en cartel hasta hace poco, sustituyeron a los anunciados. Buena
elección en ambos casos, a juzgar por los buenos resultados con los que una
y otro abordaron sus responsabilidades en una
producción ideada para un auditorio. Las exigencias del escenario de un espacio
así, obligaba seguramente a un montaje como el que sufrimos ayer en su estreno
sevillano. Pero en el Maestranza, la
propuesta se quedó definitivamente pobre e inadecuada.
Algún
destello de ingenio aislado
No
pasará a la historia esta Carmen de Emilio Sagi, que podrá defenderse
alegando las especiales circunstancias para las que fue diseñada, ese Auditorio
de Alicante aludido, pero que no puede esquivar las críticas frente a lo que
fue sin duda una falta considerable de
imaginación y creatividad. Lo más parecido a una versión de concierto tuvo,
sin embargo, algunas bellas imágenes,
especialmente cuando el tumulto se transformaba en perfiles oscuros proyectados
sobre una luminosa pantalla en rojo o en azul, según la escena y el momento del
día. Un juego de luz que fue lo único destacable frente a un trabajo de iluminación en general bastante convencional.
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Gianfaldoni (Micaela) y Pretti (Don José) |
En
cuanto al movimiento escénico, se resolvió en general de manera torpe y
desaliñada, aunque no podemos negar que algunas
composiciones, sobre todo de diversos grupos humanos distribuidos por el
escenario, y otras de conjunto bastante pictóricas, alcanzaron ciertas cotas de belleza subyugante.
Pero
momentos como la entrada de las
cigarreras, cigarrillo en boca para que se supiera a lo que se dedican, por
si alguien se despista, y muchas tan descaradas y desafiantes como la propia
protagonista, como si formaran parte de su escuela, resultaron ciertamente ridículos. No digamos ya el
uso recurrente de las sillas, hasta para representar el coso taurino, si bien
esta escena final cobró especial relieve como ritual trágico, con los figurantes sentados alrededor de la
apasionada y mortífera pareja como si observaran una faena.
La
fiesta de los toros y la pasión amorosa quedaron así tópica e íntimamente
relacionadas, convergiendo en una
solución final irritante a estas alturas de la película, de nuevo con
heroína sacrificándose por amor en lugar de siendo víctima del machismo que le
impide volar en libertad. Quizás un
estudio más profundo y acertado de la personalidad de Don José, su
ambigüedad y doble moral, hubiera supuesto un mayor acierto, puestos a innovar,
ya que del mito de Carmen ha corrido mucha tinta.
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Kataeva (Carmen) y Jenis (Escamillo) |
Con
todo, los cuadros en la taberna y las
coreografías, a las que incluso se presta con fortuna Kataeva, fueron
vistosas. Menos convenció la transformación de los contrabandistas en supuestos
partisanos en los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil, y desde
luego nada la ejecución cruel y visceral de Zúñiga. Atrevimientos de quien se cree, o se lo han hecho creer, genio.
Y
siempre esos fondos de cielo rojizo y
azulado proyectados sobre la pantalla, único atrezzo junto a unos grandes focos laterales cuya función no
acertamos a comprender. Y en el suelo, una
arenisca también roja, para no apartarse del cliché, que en ocasiones
dificultó el movimiento, aunque para el bailaor Cristian Lozano Porras no supuso ningún obstáculo a la hora de
llevar a tan buen puerto su danza del último entreacto.
Rotunda
presencia escénica
Sin
duda la gran triunfadora de la noche fue
Maria Kataeva. Carmen llena, y el
Maestranza estuvo anoche a rebosar. Es el hechizo de la gitana, que enamora con
sus encantos tanto como Bizet lo hizo con su lista de éxitos, melodías a cual
más hermosa y pegadiza. Pero nada funcionaría sin una voz en condiciones, y si
va acompañada de una excelente
interpretación dramática, gran parte del éxito de la empresa está
asegurada.
Kataeva
posee una voz gruesa, perfectamente entonada, capaz de modular y salvar las más
severas inflexiones de forma fluida y
natural, incluso en las vocalizaciones cuando baila para Don José en el segundo
acto, que acompañó encima con un dominio
absoluto y sorprendente de las castañuelas. La mezzo demostró tener el
temperamento y la sensualidad imprescindible para bordar el papel. También Giuliana Gianfaldoni entendió a la
perfección la ternura y vulnerabilidad de Micaela, entonando Je dis, que rien ne m’épouvante con
sensibilidad y emotiva expresividad. También su dúo del primer acto con Don
José propició que al final muchos de los aplausos concentrados fueran suyos.

Piero Pretti trabajó su Don José desde la honestidad, no sin ahínco. Pero le faltó
fuerza emocional, especialmente en su canto, a veces ahogado y con perceptibles
roces. No obstante, su timbre es
agradable y logra enfatizar las notas que lo requieren y alcanzar agudos
notables. Nada de eso podemos destacar en la voz gastada y con todos los defectos imaginables del barítono eslovaco
Dalibor Jenis, un Escamillo para olvidar y todo un error de reparto. El
resto del elenco, Zúñiga, las amigas de Carmen, los contrabandistas… cumplieron
con eficacia y responsabilidad, unas más y otros menos.
Como
es habitual, tanto el Coro del
Maestranza como el de la Escolanía de Los Palacios, este último también presente
en el gentío fiestero del acto final, estuvieron soberbios, así como una ROSS
muy familiarizada con la partitura, de la que Lacombe supo extraer sus mejores
virtudes, no obstante una obertura algo machacona. El resto fluyó con elegancia y sentido dramático,
sin eclipsar voces y atendiendo en todo momento a la estética de una música en
la que abundan los efectos emocionales.
Fotos:
Guillermo MendoArtículo publicado en El Correo de Andalucía