Guión y dirección Eduardo Casanova Fotografía José Antonio Muñoz “Nono”Música Ángel Ramos Intérpretes Ana Polovorosa, Candela Peña, Macarena Gómez, Carmen Machi, Secun de la Rosa, Jon Kortajarena, Joaquín Climent, Enrique Martínez, Eloi Costa, Itziar Castro, Carolina Bang, Ana María Ayala, Adolfo Fernández, Antonio Durán “Morris”, Javier Bódalo Estreno en el Festival de Berlín 11 febrero 2017; en el de Málaga 24 marzo 2017; en salas comerciales 9 junio 2017
Propuestas como ésta refrescan en cierta medida el panorama cinematográfico español, empeñado en emular otras cinematografías como la americana o la francesa con productos que sólo en escasas ocasiones es capaz de competir con los originales. El surrealismo por otra parte siempre se nos ha dado bien, y si le añadimos un toque bizarro y hasta grotesco, mucho mejor. Buñuel era un especialista en eso, y por lo tanto no deberíamos sorprendernos más que lo justo ante un espectáculo como el que ofrece el cortometrajista Eduardo Casanova en su debut en formato largometraje. Pero la audacia y lo rompedor lo son sólo hasta cierto punto, pues Casanova apenas disimula las costuras de su propuesta ni maquilla su mensaje, inequívocamente dirigido a una mayor tolerancia no sólo a la diferencia sino a las diversas formas de buscar la felicidad, a través del amor, sin él, o profesándolo a uno o una misma. En el camino adorna con una estética muy rosa y violeta, una cuidada planificación de la imagen y el encuadre y una esmerada dirección artística, una función en la que cuerpos y rostros poco agradables claman por su individualidad y su expresión sin renunciar a una sensibilidad que el director no logra captar en toda su plenitud. Ya la carta de presentación, con el poco agraciado, muy avejentado, cuerpo desnudo de una mujer anciana, parece indicar cuáles sean sus cartas. A partir de ahí una serie de vidas entrecruzadas, en las que lo físico se adueña de lo espiritual, van definiendo un ejercicio en el que la imaginación luce más de lo que realmente es, con estampas tan familiares a esa estética kitsch que plantea, que recuerdan incluso al universo videoclipero de Fangoria. Al final su propuesta estética cala más que el mensaje de tolerancia y libertad que pretende transmitir, con lo que el experimento, sin menospreciar su carácter atrevido y grotesco, le sale un poco rana. El Jurado Joven del Festival de Málaga le concedió su premio especial.
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