USA 2013 143 min.
Dirección Zack Snyder Guión David S. Goyer, según el argumento de Christopher Nolan y David S. Goyer basado en el cómic de Joe Shuster y Jerry Siegel Fotografía Amir Mokri Intérpetes Henry Cavill, Russell Crowe, Amy Adams, Diane Lane, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Michael Shannon, Michael Nelly, Antje Traue, Christopher Meloni, Harry Lennix, Ayalet Zurer, Richard Schiff, Jadin Gould
Estreno en España 21 junio 2013
Carecen de vergüenza el productor y guionista de esta película que se han adjudicado el supuesto mérito de haber ideado ellos su argumento, por supuesto a partir del cómic original de los años 30, cuando en realidad se trata de un refrito de la primera mitad del film de Richard Donner del 78, la segunda parte dirigida por Richard Lester en 1980 y algunas reminiscencias de la serie de televisión Smallville, siendo el guión de la cinta producida por los hermanos Salkind obra nada más y nada menos que del creador de la saga de los Corleone, Mario Puzo. Con Christopher Nolan en la producción cabía esperar que el nuevo Superman fuera un ser atormentado y trágico, sin asomo de sentido del humor y sin apenas color; la música de Hans Zimmer, sin fanfarrias ni temas pegadizos, vino a corroborar este parecer cuando se editó hace unas semanas. Lo que no nos esperábamos es que esta pretenciosa, como no podía ser menos, y aparatosa revisión del héroe por antonomasia, el más querido y celebrado por la mayoría así como el más icónico para los Estados Unidos, muy a pesar del Capitán América, potenciara sus evidentes parecidos con la historia del Mesías, del mismo Jesucristo. No en vano son muchas las ocasiones en las que se repite en esta tediosa película que el joven Clark Kent ha venido al Mundo para salvarnos, lo que unido a ese Padre todopoderoso al que da vida Russell Crowe, omnipresente a su antojo incluso tras la muerte, y esos padres terrenales que no sólo no lo han engendrado sino que viven humildemente y mal vestidos (pobre Diane Lane, qué papelito más poco lucido tiene, acostumbrados como estamos a verla de señora estupenda), sin olvidar ese calvario de infancia que vive haciendo milagros y ayudando incluso a quienes no lo merecen. Cierto que todo eso estaba ya hasta en el entrañable film protagonizado por el llorado Christopher Reeve, pero ahora da la sensación de estar mucho más potenciado; hasta la túnica del nuevo Superman se parece más ahora a la Sagrada. Así que si nos ponemos sesudos podremos hasta identificar en los malos extraterrestres a los judíos, que niegan al Mesías y quieren hacerlo desaparecer para no perder su hegemonía, si bien al final vencen los católicos americanos. Esto vendría poco menos que a convertir en antisemita un espectáculo que nació precisamente de manos hebreas. Rocambolesco pero muy probable. Por lo demás se ha optado por una estética fea, que recuerda a la de Menahem Golan y Yoran Globus, productores de la cuarta parte de Superman allá por el año 1987, salvando por supuesto los avances tecnológicos, que en manos del director de 300 y Sucker Punch sufren una auténtico abuso. Si Superman (1978) se publicitaba con la frase “Creerá usted que un hombre puede volar”, aquí somos invitados a creérnoslo todo, destrucciones imposibles incluidas, que ni Michael Bay ni Roland Emmerich las hubieran ideado mejor (ni después del 11-M se han convencido estos niñatos del nuevo Hollywood que los edificios caen en vertical, no en bloque hacia delante), mamporros exageradísimos, una dirección artística ultrabarroca y recargada… un horror en el que Lois Lane es más intrépida y resuelta que todo un ejército profesional, y en el que Henry Cavill da vida a un hipervitaminado héroe tan atormentado por su diferencia y soledad como inexpresivo. Metrópolis ya no es Nueva York, ahora es Chicago (como Gotham City), pero da igual porque la propuesta está tan deshumanizada y falta de alma que poco importa si la habitan unos, otros o nadie.
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