sábado, 29 de febrero de 2020

EL HOMBRE INVISIBLE Inteligente perversión de un clásico

Título original: The Invisible Man
USA 2020 108 min.
Guion y dirección Leigh Whannell, según la novela de H.G. Wells Fotografía Stefan Duscio Música Benjamin Wallfisch Intérpretes Elisabeth Moss, Aldis Hodge, Harriet Dyer, Storm Reid, Oliver Jackson-Cohen, Michael Dorman, Benedict Hardie Estreno en Estados Unidos y España 28 febrero 2020

El género fantástico es sin duda uno de los más queridos del cine y necesita que al menos de vez en cuando algún título suscite suficiente interés como para convertirse en estímulo y depósito de nuevas y renovadas esperanzas. Últimamente se ha regenerado con el talento de Ari Aster (Midsommar, Hereditary), al que se une el director australiano Leigh Whannell, cuya carta de presentación la firmó dirigiendo secuelas de Saw e Insidious, y ahora adapta con tanto ingenio como inteligencia el clásico de H.G. Wells a una de las más demoledoras plagas del nuevo siglo, el maltrato doméstico y la violencia de género. De hecho poco o casi nada queda del original, o de cualquiera de los firmados por otros grandes autores del siglo XIX y principios del XX como por ejemplo Julio Verne, porque aquí apenas se echa mano de la anécdota, el científico loco que encuentra una fórmula para hacerse invisible, para generar una trama completamente nueva, fresca y actual, suficientemente aterradora para suscitar el temor más fundado y convincente.

Esta crónica de una mujer absolutamente aterrorizada por su marido casa a la perfección con el elemento fantástico o sobrenatural, convirtiéndose todo su desarrollo en una perfecta metáfora de las fases que ha de traspasar y superar cualquier mujer en su situación, desde la sumisión a la huida pasando por una demoledora pérdida de facultades, un previsible deterioro mental y una catarsis que conduzca al desenlace, sin olvidar la incredulidad del entorno, tan acomodaticio que no duda en despreciar aquello que le molesta, y vaya si el dolor de una mujer abusada lo hace.

Con una puesta en escena elegante y un trabajo sobresaliente de Elisabeth Moss, a quien hemos visto en películas como The Square, La gaviota y Nosotros, pero que´aquí demuestra por fin su talento y entrega, Whannell consigue un film sobresaliente, apasionado y apasionante para quienes amamos el cine, que podemos disfrutar con tantas referencias como préstamos, desde el inevitable Hitchcock (Psicosis, Con la muerte en los talones), a Luz que agoniza de Cukor, Durmiendo con su enemigo con Julia Roberts e incluso La semilla del diablo de Polanski, sin descuidar el clásico de James Whale, y sus milagrosos efectos visuales ya en 1933, que inició la saga y tantas variantes ha dado lugar, desde la mujer modelo al agente bélico y así llegando a este maltratador sibilino y perverso para el que la película ha generado todo un renovador imaginario, con homenaje incluido al original de referencia, y que en este caso inspira a la heroína para desenmascarar a su verdugo. Una cinta que merece un gran aplauso por su acierto al combinar con talento y respeto una lacra social tan terrible y lamentable con un género tan característico, y que por esta vez suscita la fascinación que muchos vamos buscando cuando nos concentramos a oscuras ante una pantalla de cine.

CUERDAS Tensión sin empatía

España 2019 87 min.
Dirección José Luis Montesinos Guion Yako Blesa y José Luis Montesinos Fotografía Marc Zumbach Música Arnau Bataller Intérpretes Paula del Río, Miguel Ángel Jenner, Jordi Aguilar Estreno en el Festival de Sitges 10 octubre 2019; en salas comerciales 28 febrero 2020

Si no fuera porque su director, aunque debutante en el largometraje (se dio a conocer hace unos años con el multipremiado corto El corredor), ya ha rebasado la barrera de los cuarenta, pensaríamos que nos encontramos ante el típico producto ingenuo y apasionado de un adolescente curtido en el cine y la literatura fantástica norteamericana, con el imprescindible Stephen King a la cabeza. Cujo y Misery se dan la mano en esta masoquista película protagonizada por una tetrapléjica cuyo personaje está tan mal definido y peor interpretado que no provoca empatía alguna. Abandonada de forma involuntaria en una masía a merced de su perro, que ha contraído una suerte de rabia accidental, deberá ingeniárselas para sobrevivir al acoso del animal, por lo que el libreto tendrá que hacer acopio de ingenio e imaginación para mantener en vilo al sufrido espectador, más por asistir a un espectáculo tan endeble que por someterse al ejercicio de tensión que propone el director.

Y eso que consigue parcialmente sus objetivos, que mantiene una factura digna que incurre no obstante en los tópicos recurrentes, y logra mantener cierto interés en su casi hora y media de duración. Lo que falla es lo habitual en nuestro cine, su acumulación de traumas, sus personajes desdibujados, el mal rollo que destilan sus relaciones, su guion sumido en la impostura, y la escasa empatía que todo ese deslavazado conjunto logra transmitir al espectador. Técnica salvada, narrativa pasable y dramaturgia forzada frente a unas premisas endebles y sin espíritu que dan al traste con otra ocurrencia ambiciosa pero fallida.

CUESTIÓN DE JUSTICIA Increíble pero cierto

Título original: Just Mercy
USA 2019 136 min.
Dirección Destin Daniel Cretton Guion Destin Daniel Cretton y Andrew Lanham, según la novela de Bryan Stevenson Fotografía Brett Pawlak Música Joel P. West Intérpretes Michael B. Jordan, Jamie Foxx, Brie Larson, O’Shea Jackson jr., Tim Blake Nelson, Rafe Spall, Michael Harding, J. Alphonse Nicholson, Dominic Bogart, Hayes Mercure, Rob Morgan, Karan Kendrick Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2019; en Estados Unidos 10 enero 2020; en España 28 febrero 2020

Siempre preocupado por estratos invisibles de la sociedad, como los adolescentes desarraigados de Las vidas de Grace o los miserables sumidos en una utopía de La casa de cristal, y con la complicidad en todo momento de Brie Larson (Capitana Marvel), Destin Cretton fija su atención ahora en una realidad más tangible y convencional, multitud de veces tratada en el cine, como es la injusticia jurídica, política y social que sufre la comunidad afroamericana en el país de las libertades que se supone es Estados Unidos. En Monroeville, Alabama, paradójicamente la población que vio crecer a Harper Lee, la autora de la semi autobiográfica Matar a un ruiseñor, y donde parece ser la amiga de Truman Capote ambientó su localidad ficticia, sucedieron unos injustificables y sorprendentes hechos a finales de los ochenta del pasado siglo, cuando un respetable empresario negro fue acusado de asesinar a una joven blanca de su comunidad. Una historia que si no fuera cierta no la creeríamos, tal es el derroche de despropósitos, pruebas aceptadas que eran del todo inaceptables, y las despreciadas que eran viables desde cualquier punto de vista, que demostraban la inocencia del acusado.

Cretton se acerca con una gramática clásica y convencional a esta nueva crónica del apartheid americano, del país que lanzó bombas atómicas tras el muy condenado holocausto nazi, y el único de nuestro entorno que mantiene la sombra de la execrable esclavitud que removió de sus casas a millones de seres humanos del continente africano. Sus hechuras son claras y sencillas, casi de producto televisivo, apoyada como siempre en efectivas y emotivas interpretaciones, una narrativa precisa y una intención cristalina, partiendo para ello del libro del protagonista de esta increíble y sorprendente nueva batalla de David contra Goliat, el abogado de Harvard especializado en derechos civiles que tuvo que lidiar con un sistema inhumano en ese infernal sur de Norteamérica donde se continúa asesinando por decreto público, a veces a inocentes, y donde el color de la piel lo determina todo, desde la condición social hasta la culpabilidad y el ostracismo cultural.

Racismo y pena de muerte en el punto de mira de una película que intenta, y a menudo lo consigue, no cargar las tintas, exponiendo con claridad meridiana unos hechos que si no fueran ciertos habrían provocado que tildásemos el libreto de ingenuo, simplista y manipulador. Esto es como el holocausto o la guerra civil española, por muchas películas que se hagan y mucho que se escriba al respecto, nunca será suficiente. De eso trata la memoria histórica, de no olvidar, recordar continuamente y evitar que vuelva a suceder en el futuro. Lástima que en este caso siga sucediendo, y lo vemos hasta en los ámbitos más supuestamente progresistas de la sociedad americana, como el arte y la cultura.

viernes, 28 de febrero de 2020

LA LLAMADA DE LO SALVAJE Desempleo canino

Título original: The Call of the Wild
USA 2020 108 min.
Dirección Chris Sanders Guion Michael Green, según la novela de Jack London Fotografía Janusz Kaminski Música John Powell Intérpretes Harrison Ford, Omar Sy, Cara Gee, Dan Stevens, Bradley Whitford, Karen Gillan, Colin Woodell, Jean Louisa Kelly, Michael Horse Estreno en Estados Unidos y España 21 febrero 2020

De entre las muchas novelas de Jack London que han sido llevadas a la gran o pequeña pantalla, entre ellas Lobo de mar y muy recientemente Martin Eden, Colmillo blanco y La llamada de lo salvaje son las que han conocido más adaptaciones. En ambos casos el protagonista ha sido un perro, y en todas esas ocasiones fue interpretado por un animal adiestrado. La mirada de Buck, como la de Lassie, Rex, Hachiko o Rin Tin Tin, por citar algunos de los canes más famosos del cine o la televisión, cobraba una emoción y una ternura, convenientemente pasada por la mesa de montaje, que un personaje generado por ordenador aun no es capaz de adoptar, y no porque los artistas animadores no se afanen, y hasta lo consiguen cuando se trata de una cinta de animación convencional en la que aceptamos sus reglas particulares, sino porque el personaje queda atrapado en lo artificial sin lograr de momento trascender la fascinación de lo real. Es lo que le ocurre a Buck en esta película en la que solo el trabajo tras la cámara del gran Janusz Kaminski, responsable del impecable acabado formal de muchos de los grandes títulos de Spielberg, deja alguna esperanza de que no todo lo que vemos y disfrutamos en la pantalla, salvo los personajes de carne y hueso, sea producto de la informática, y que sean reales al menos algunos de los espléndidos paisajes nevados y montañosos que nos regala esta película realizada con los más avanzados recursos técnicos y estéticos imaginables hoy en día.

Lo cierto es que bien sea para evitar el duro entrenamiento al que estos perros han de ser sometidos para llegar a transmitir en pantalla el dinamismo y ternura deseados, o para conseguir un mayor número de registros expresivos, en este caso tan exagerados que a menudo humanizan al personaje y lo hacen inverosímil, ya pueden ir firmando la carta del paro los canes que pretendieran saltar al estrellato de aquí en adelante. Esta nueva adaptación del clásico de London redunda en lo que han hecho sus predecesoras, desde la entrañable La llamada de la selva de William A. Wellman hasta la versión televisiva que protagonizó Rutger Hauer en 1997, que es rebajar los aspectos más duros de la novela, dulcificar el conjunto y convertirlo en un producto edificante, moralizante y ejemplar para toda la familia. Y si bien la versión en la que Clark Gable interpretaba al aventurero John Thornton se tomaba tantas licencias que prácticamente dejaba el original irreconocible, pero lograba transmitir ese espíritu de aventura y camaradería, a pesar de dejar al perro en un segundo pero entrañable plano, la versión de Chris Sanders, curtido en la animación con cintas como Lilo & Stitch, Cómo entrenar a tu dragón y Los Croods, aligera también considerablemente la crudeza del original y tampoco es fiel completamente al argumento de la novela, cambiando el sexo de algún personaje, evitando algunos capítulos cruciales y convirtiendo a Thornton en uno de esos personajes atormentados por una tragedia familiar que tanto abundan en el cine americano actual.

El conjunto, sea por su espléndido acabado formal, la siempre estimulante y a ratos emocionante presencia de Harrison Ford, o por ese mensaje de retorno a la esencia y la naturaleza más salvaje, ocupando el lugar que realmente nos corresponde y no el que nos ha venido impuesto, el film se disfruta con interés y comprensión. Lástima que haya quedado reducido a un cuento infantil privado una vez más de todo ese componente salvaje, duro y primitivo que daba mayor razón de ser a la intención original de su afamado autor, y primando esa peligrosa obsesión por el liderazgo que se sigue inculcando a las nuevas generaciones..

miércoles, 26 de febrero de 2020

MANHATTAN SIN SALIDA Entretenimiento reaccionario

Título original: 21 Bridges
USA 2019 99 min.
Dirección Brian Kirk Guion Matthew Carnahan y Adam Mervis Fotografía Paul Cameron Música Henry Jackman y Alex Belcher Intérpretes Chadwick Boseman, Sienna Miller, Stephan James, J.K. Simmons, Taylor Kitsch, Keith David, Alexander Siddig, Louis Cancelmi, Victoria Cartagena Estreno en Estados Unidos 22 noviembre 2019; en España 21 febrero 2020

Hay pocos productos en la actualidad que se puedan considerar mero entretenimiento inocuo e inofensivo. Algunos como éste se disfrazan como si lo fuera, pero esconden más de un apunte que unas veces se traduce en denuncia y otras en mensaje reaccionario. Curtido en series de televisión de éxito como Juego de tronos, Boardwalk Empire, Dexter, Los Tudor o Penny Dreadful, Brian Kirk construye un eficiente thriller de atraco, narcotráfico y persecución, que no decae en ritmo ni tensión, pero esconde en su interior mensajes que podríamos tildar de fascistas, desde su protagonista, un duro e implacable policía marcado por una tragedia familiar, que actúa muchas veces al margen de la justicia, aplicándola a voluntad según su siempre certero criterio, sin esperar que actúen los mecanismos instituidos por un sistema presuntamente democrático para hacerse cargo del crimen y la corrupción, hasta el uso indiscriminado e injustificado de armas en un país que está eternamente luchando por la ética de su práctica.

Pero también apunta denuncias sociales, en este caso respecto al colectivo de las fuerzas de protección y orden. Estamos viendo cómo las crisis económicas se ceban con los estratos más útiles de la sociedad, desde personal sanitario al de educación, y ahora sufrimos el disparate de la gente trabajadora del campo, obligada a protestar por una situación insostenible y a todas luces surrealista, mientras soportamos cómo tanto inútil amasa fortunas sin ofrecer nada o muy poco a la sociedad y el planeta. Algo así se denuncia también en este film en relación al cuerpo de policía de Nueva York, aunque en esta ocasión para responder a lo injustificable. En el libreto de esta aventura policial nocturna abundan los tipos duros, los traumas del pasado, las mujeres torpes y la testosterona, pero entretiene e interesa, lo que ya le hace merecer la pena. La empresa funciona a nivel de montaje, su omnipresente banda sonora, que ayuda a menudo a generar la dosis de tensión perfecta, y sus protagonistas se lo toman muy en serio, especialmente Chadwick Boseman, a quien conocimos interpretando a James Brown en I Feel Good y a Black Panther en Los vengadores, y Stephan James, que fue Jesse Owens en El héroe de Berlín y el romántico protagonista de El blues de Beale Street.

Ellos  imprimen carácter y humanidad a esta persecución en una presunta ratonera, y es que es una lástima que por el camino se desaproveche el  punto de partida, ese Manhattan sin salida o esos 21 puentes del título original cerrados para cercar a los criminales, que no encuentra en el guion juego alguno que añada al conjunto más angustia y espectacularidad. Interesa sin embargo, por contrapartida, otro de sus curiosos apuntes, ese periodismo que asume todo lo que se le comunica a nivel oficial, aquí en off a través de la televisión, sin hacer preguntas ni investigar detalles, algo así como lo que está ocurriendo con ese histerismo a escala global que se ha desatado con el nuevo virus llegado de oriente.

domingo, 23 de febrero de 2020

QUEEN & SLIM Una carrera menos desenfrenada de lo pretendido

USA 2019 132 min.
Dirección Melina Matsoukas Guion Lena Waithe y James Frey Fotografía Ted Radcliffe Música Devonté Hynes Intérpretes Daniel Kaluuya, Jodie Turner-Smith, Bokeem Woodbine, Chloé Sevigny, Flea, Sturgill Simpson, Indya Moore, Benito Martínez Estreno en Estados Unidos 27 noviembre 2019; en España 21 febrero 2020

Los cada vez más frecuentes abusos policiales sobre la raza negra, que se han cobrado en los últimos años varios e inexplicables asesinatos sin aparente atisbo de justicia, parecen haber inspirado esta amarga crónica sobre la desesperada huida de una pareja de afroamericanos por las carreteras de varios estados norteamericanos ante la pérdida absoluta de confianza en la justicia del país. La película se revela como un cruce entre aquellos films blaxploitation de los setenta, evidente entre otras cosas en el uso de la banda sonora, y esos otros que también en esa década recorrieron las míticas y desiertas carreteras de Estados Unidos, más cerca del debut definitivo en el cine de Steven Spielberg, Loca evasión, que de ese Bonnie & Clyde de Arthur Penn con el que desde su estreno se ha querido identificar el film de Melina Matsoukas.

La directora, curtida en la televisión, no ha reflejado en el resultado final una mirada femenina más allá que la construcción de un personaje de mujer fuerte y decidido, valiente e ilustrada. Por lo demás el film exhibe formas y estructuras mil veces vistas en un género habitualmente pasto de la cultura violenta y machista. En el reparto sobresalen Daniel Kaluuya, a quien descubrimos como protagonista de la sobrevalorada Déjame salir, y la inquietante y escultural presencia de Jodie Turner-Smith exhibiendo cuerpo de modelo y supuesto cerebro de abogada con conciencia de raza y clase, además de la atribulada Indya Moore repitiendo la imagen que ya explotó en la serie Pose.

Su atractiva propuesta choca con un ritmo desigual, una dilatación innecesaria y una denuncia que aunque necesaria no aporta nada nuevo a la eterna lucha antirracista que subyace, y amenaza con cobrar más fuerza y sentido, en el país de las presuntas libertades. Funciona mejor como entretenimiento y cine de género, con altibajos y atractivos. No obstante, frente a tanto título mediocre celebrado en los premios anuales, sorprende que este título no haya rascado nada en las loterías, lo que evidencia el fuerte racismo imperante, y también denunciado, en las instituciones académicas y cinematográficas del país, y que suscitan las protestas justificadas de militantes como Spike Lee.

MONOS Niños aprendiendo a ser salvajes

Colombia-Argentina-Uruguay-Países Bajos-Alemania-Suecia 2019 102 min.
Dirección Alejandro Landes Guion Alexis Dos Santos y Alejandro Landes Fotografía Jasper Wolf Música Mica Levi Intérpretes Sofía Buenaventura, Moisés Arias, Karen Quintero, Julianne Nicholson, Paul Cubides, Julián Giraldo, Deiby Rueda, Sneider Castro, Wilson Salazar, Laura Castrillón Estreno en Sundance 27 enero 2019; en Colombia 15 agosto 2019; en España 21 febrero 2020

Historias de supervivencia juvenil en la jungla e identificación con el entorno hemos visto bastantes, desde Tarzán rey de los monos a La selva esmeralda pasando por el mayor referente al respecto, que es El señor de las moscas, según la novela de William Golding. Especialmente este último parece el más indicado como referente inmediato de la película de Alejandro Landes, trasladando a la trágica realidad de los niños guerrilleros de Colombia el imaginario propuesto por Golding en torno al (des)aprendizaje de unos niños para convertirse en salvajes.

Pero la propuesta de Landes acaba resultando más estética y maniquea que seria o convincente. Aquí estos jóvenes que visten lencería de diseño y se alimentan no se sabe de qué, salvo cuando de desgarrar a una vaca se trata, se dedican a disfrutar de lo que parece una libertad sin límites, a pesar de que tienen una delicada misión, custodiar a una rehén norteamericana a la que tampoco se entiende bien cómo mantienen con buena salud, y que están sujetos a una férrea jerarquía que pasa por un mensajero aquejado de enanismo y un responsable que termina resultando más endeble de lo que debería.

En un paisaje dominado en principio por la niebla y que acaba en esplendorosa naturaleza amazónica, Landes se limita a fotografiar a sus hermosos y bellas adolescentes en situaciones tan convencionales como poco plausibles, dejándose llevar por corrientes de río implacables o portando armas de inacabable munición, siempre con la estética visual y sonora como bandera y sin que llegue a provocar ningún síntoma de emoción ni empatía, ni con los fingidos protagonistas ni con su sufrida rehén ni con la espléndida naturaleza a la que ni siquiera brinda un canto de protección y salvaguarda, como sí hacía la película de John Boorman. A pesar de todo fue reconocida en Sundance con el Premio Especial del Jurado y en los Goya y los Forqué con nominaciones a la mejor película iberoamericana, y es que lo pedante y lo pretencioso sigue convenciendo a los necios.

LAS GOLONDRINAS DE KABUL Relato doloroso amortiguado por el formato

Título original: Les hirondelles de Kaboul
Francia-Luxemburgo-Suiza 2019 80 min.
Dirección Zabou Breitman y Eléa Gobbé-Mévellec Guion Zabou Breitman, Patricia Mortagne y Sébastien Tavel, según el libro de Yasmina Khadra Música Alexis Raoult Animación Estreno en el Festival de Cannes 16 mayo 2019; en Francia 4 septiembre 2019; en España 21 febrero 2020

El hecho de que ésta sea la primera película de animación de Zabou Breitman refuerza la tesis de que solo mediante el uso de este formato se podía llevar a buen puerto una historia tan desgarradora como ésta y a la vez con esa vocación de cuento moderno, moral y educativo, sin resultar excesivamente duro e insoportable. Así mismo parece que la elección de una estética basada en la acuarela y los tonos pastel esté también encaminada a frenar la dureza de su propuesta argumental y emocional.

Las desgracias se suceden sin pausa pero con naturalidad en esta crónica sobre el Afganistán ocupado por los talibán – perdón , talibanes, es que me he contagiado de la moda periodística que tiende ahora a llamarlos en singular – a finales del siglo pasado, en torno a dos parejas de distintas generaciones que sufren las inclemencias de un sistema extremadamente represor, sobre todo con la mujer, anulada y sometida a morir en vida, vivir como zombis o sombras de su propia existencia. Niños que apedrean perros, guerrilleros que se entretienen disparando a las golondrinas, y ciudadanos lapidando adúlteras y pecadores de la carne, como imaginario insoportable y deshumanizado en un entorno destruido por guerras incesantes, antes con la Unión Soviética y ahora con el terror del extremismo islámico, frente a un pasado más amable y cada vez más lejano e inalcanzable.

Crónica de la desdicha humana más terrible, siempre desde un punto de vista más occidental, proclive a analizar esta dolorosa realidad desde unos parámetros tan alejados de su cultura y maldita tradición y próximos a nuestros conceptos de dignidad y libertad. Pero igualmente válidos para provocar la reflexión y la toma de conciencia, siguiendo los puntales identificables del cuento con mensaje, con malos y buenos, princesas modernas y emancipadas, hadas madrinas y monstruos aberrantes. Su poética visual y narrativa, con hermosas metamorfosis entre el pasado y el presente o entre seres oprimidos y pájaros libres, mereció nominaciones a los Cesar y los Premios Europeos del Cine.

DOMINO El encanto de un director mítico y sin prejuicios

Dinamarca-Francia-Bélgica-Italia-Países Bajos-USA-Reino Unido 2019 89 min.
Dirección Brian de Palma Guion Petter Skavlan Fotografía José Luis Alcaine Música Pino Donaggio Intérpretes Nikolaj Coster-Waldau, Carice van Houten, Guy Pearce, Eriq Ebouaney, Søren Malling, Paprika Steen, Thomas W. Gabrielsson, Mohammed Azaay, Younes Bachir Estreno en Estados Unidos en internet 31 mayo 2019; en España (solo Madrid, Barcelona y Valencia) 21 febrero 2020

Resulta sorprendente que el último film de una leyenda como Brian de Palma haya conocido una distribución tan escuálida en el mundo entero, editándose directamente en DVD en muchos de los países donde se ha podido ver desde primavera del año pasado. En España llega ahora y solo en las tres capitales principales, increíble para una vez que el mítico director rueda en nuestro país, en Almería y alrededores para más señas. Puede que hayan contribuido las mayoritariamente pésimas críticas recibidas hasta el momento, algo también sorprendente teniendo en cuenta la cantidad de bodrios que llegan a nuestra cartelera semanalmente, lo que convierte a ésta en al menos una propuesta estimulante.

Domino no pasará a la historia, no es más que un mero entretenimiento, pero tiene todo el encanto que ha sabido siempre impregnar de Palma a su cine, lo que en el caso de una película centrada en el terrorismo islámico no parece sino paradójico. Pero así es, De Palma sigue a su edad y tras cincuenta años de carrera empeñado en imitar las hechuras de su maestro Hitchcock, y no duda ni siquiera ahora en hacer referencias a clásicos como Vértigo, mil veces recreada en el imaginario del director de Hermanas, Fascinación y Vestida para matar. Su valía como realizador con talento más de artesano que de verdadero artista, la hemos comprobado en títulos como Carrie, El precio del poder, Los intocables o Misión: Imposible, sin que podamos negarle un talento especial para generar imágenes con mucha fuerza, como se aprecia también en esta ingenua y simpática película que nos lleva de Copenague a Almería pasando por Amsterdam y Bruselas, de la mano de dos investigadores tras una célula del ISIS, con implicación de la CIA y guiños tan simpáticos como el que alguien hace a las escuchas telefónicas de las fuerzas de espionaje estadounidenses.

Todo muy simple e inofensivo, encaminado a ser un mero entretenimiento, con elegancia y mucho encanto, y el tradicional despliegue de tics de su director, desde la pantalla partida, esta vez solo en el monitor de un terrorista, a la cámara lenta en los momentos álgidos de la trama,o la música idiomática de Pino Donaggio, una vez más empeñado en recordar a Bernard Herrmann, así como la fotografía de José Luis Alcaine siguiendo también las pautas que hicieron de la filmografía del maestro del suspense un prodigio de estética y fascinación visual. Y todo eso sin escatimar en ingenio para generar suspense a pesar incluso de toda la desprejuiciada ingenuidad de la propuesta.

sábado, 22 de febrero de 2020

LA GRAN BOLA DE FUEGO DE BERNALDO DE QUIRÓS

Integral de Sonatas de Beethoven. José Luis Bernaldo de Quirós, piano. Programa: Sonatas nº 6 en fa mayor Op. 10 nº 2, nº 13 en mi bemol mayor Op. 27 nº 1, nº 27 en mi menor Op. 90, y nº 18 en mi bemol mayor Op. 31 nº 3, de Beethoven. La Casa de los Pianistas, viernes 21 de febrero de 2020

La forma que según parece tenía Ludwig van Beethoven de tocar al piano sus propias composiciones no gustaba al público y los entendidos de Viena, donde imperaba una concepción musical más clásica, digamos rayana en la ligereza y la pulcritud, frente al ímpetu y la fogosidad con la que Beethoven atacaba las teclas del fortepiano, lo que le hacía ser considerado como un loco. Por los mismos motivos, sin embargo, convencía mucho en Berlín, más desprejuiciada frente a nuevos conceptos musicales, y más proclive a abanderar esa nueva revolución artística que habría de suponer el romanticismo. Hoy son muchas las voces que reclaman esa estética ligera y volátil también a la hora de acercarse a la música del genial compositor; menos mal que aún quedan quienes, como José Luis Bernaldo de Quirós, apuestan por esa tradición apasionada, y si se quiere incluso en algunos casos enfermiza, al enfrentarse al que quizás sea el ciclo pianístico más relevante de la historia de la música.

Ayer se celebró en La Casa de los Pianistas la segunda entrega de las nueve con las que el comprometido pianista repasará las treinta y dos sonatas para piano de Beethoven. Tras los sensacionales resultados de este segundo capítulo del ciclo, y lo mucho que disfrutamos con el primero, creemos poder afirmar que es ésta la mejor de las propuestas que podemos disfrutar en Sevilla para homenajear al compositor en el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento. Como aquel título del temperamental Jerry Lee Lewis, Great Balls of Fire, son grandes bolas de fuego las que parecen desprenderse del piano del recogido espacio cuando Bernaldo de Quirós afronta la música de Beethoven. El suyo es sin duda el resultado de un gran esfuerzo en el estudio, la comprensión, la asimilación, incluso la fagocitación, de la música del genio de Bonn, para escupirla (perdón por la expresión) de forma tan clara y contundente, transmitiendo todo su potencial, su universo y su espíritu, y logrando emocionar y convencer de la manera en que lo hace. Lo que resulta incomprensible es que sean tan pocas las personas que se acerquen a comprobarlo y dejarse subyugar por su generosa propuesta. En una ciudad en la que a menudo mediocres ofertas cuentan con el respaldo incondicional de cientos de seguidores y seguidoras, no se entiende que algo tan extraordinario quede tan huérfano de público, y eso que en esta ocasión contábamos con la presencia incluso de una de las patrocinadoras del ciclo, la imprescindible Victoria Stapells del English Language Institute.

Sin partituras, ni siquiera en las propinas dedicadas a Chopin – el extenso Scherzo nº 2 y una mazurca, abordadas también desde el fuego interno y la mayor de las implicaciones emocionales – el pianista demostró de nuevo una gran versatilidad a la hora de plegarse a los designios emocionales de cada página, en un programa que enfrentó otra vez piezas deudoras de la herencia clásica de Mozart o Haydn con otras de mayor madurez expresiva y encuentro definitivo de un lenguaje propio e inconfundible. Pero ni en los primeros casos dejó Bernaldo de Quirós dejarse arrastrar por la moda de la ligereza y la superficialidad. Condicionado por la saturación decibélica de la sala, lo que influyó también para crear esa atmósfera encendida, acertó a imbuir de profundidad y melancolía el minueto de la Sonata nº 6, plegarse con absoluta naturalidad a los bruscos cambios de velocidad en la nº 13, con predominio del sentimiento en el precioso adagio y una evidente flexibilidad al atacar la pieza sin pausa, y recorrer la elocuente narrativa de la nº 27 con músculo, vitalidad, sentido del contraste y notable delicadeza en su hermoso segundo movimiento, salvando con éxito su compleja expresividad. Y así hasta llegar exhausto y afectado emocionalmente a la desenfadada tarantela con la que termina la Sonata nº 18. Les aseguro que sería una pena que las siete entregas restantes del ciclo tampoco registrasen el lleno absoluto que merecen él y la impagable Casa de los Pianistas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 21 de febrero de 2020

UN PROGRAMA POPULAR Y UNA ROSS EXUBERANTE

XXX Temporada de conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Daniel y Alexander Gurfinkel, clarinetes. Benjamin Yusupov, director. Programa: Una noche en el monte pelado, de Mussorgsky/Rimski-Korsakov; Images of the Soul, de Yusupov; Capricho italiano, de Chaikovski; Capricho español, de Rimski-Korsakov. Teatro de la Maestranza, jueves 20 de febrero de 2020


Cuando se piensa en música contemporánea saltan a la mente estéticas y conceptos de vanguardia que poco tienen que ver con lo que habitualmente aborda nuestra Sinfónica cuando interpreta piezas de reciente composición. De esta forma, el Concierto para dos clarinetes y orquesta que estrenó en nuestro país Benjamin Yusupov, el director invitado en este sexto concierto de abono de la temporada, bajo el título Imágenes del alma, que también sirvió para bautizar el programa, dista mucho de poder considerarse vanguardista, aunque son muchas sus virtudes y no está exenta de soluciones aisladas que si no audaces sí podríamos considerar al menos avanzadas. Para llevarlo a buen puerto Yusupov contó con los clarinetistas gemelos que lo estrenaron en Tel-Aviv hace nueve años, cuando apenas tenían diecinueve, por encargo de la Sinfónica de Israel Rishon-Lezion. Los hermanos Daniel y Alexander Gurfinkel, israelíes de pura cepa, ofrecieron una explosión de juventud y teatralidad que contó con el respaldo y entusiasmo del público, potenciado por su literatura fácil, colorista y apabullante.

Más interesantes sus dos primeros movimientos que los dos últimos, la orquesta pareció disfrutar mucho con su amplia gama de dinámicas, el protagonismo que ofrece a casi todas las familias instrumentales, muy especialmente a la percusión, y su férrea arquitectura. El origen eslavo de toda la propuesta emergió ya desde unos primeros compases de los clarinetes en arabescos, con uno de los gemelos reproduciendo como un eco los sonidos del otro desde la trastienda, para poco a poco ir asomándose al escenario y acompañar ya en un incesante diálogo in crescendo, entre sí y con la orquesta, que los baña en misterio e inquietud. El scherzo siguiente aporta un carácter violento y desatado al conjunto, con pasajes realmente espectaculares y una inusitada exuberancia orquestal. Pero surge entonces un adagio blando y poco estimulante, con la cuerda punteada y los solistas reafirmando esos sonidos hebreos que ya asomaron en el movimiento anterior. El último movimiento es apabullante no en el mejor sentido del término, muy al estilo Ginastera, con un exceso decibélico que parece destinado a impresionar gratuitamente más que a generar emociones sinceras. Los jóvenes solistas demostraron en todo momento un dominio técnico absoluto del instrumento, una flexibilidad extraordinaria y una notable expresividad, acentuada luego en la propina, una generosa fantasía sobre temas del musical El violinista en el tejado de Jerry Bock.

Antes, Benjamin Yusupov dirigió a la ROSS en la versión más conocida e interpretada de Una noche en el monte pelado, la que Rimski-Korsakov reinventó a partir del material original de Mussorgski, tanto el compuesto en 1867 como el arreglado para su inserción en la ópera La feria de Sorochinsky. Pero la suya fue una dirección tan enérgica, con tanto nervio y capacidad para sustraer todo el misterio y el desgarro de la pieza, que por momentos parecía estuviésemos escuchando la versión que su autor no se atrevió nunca a estrenar, más austera y aterradora. Un festín para los sentidos que se repitió con las muy populares piezas que protagonizaron la segunda parte del concierto. Pero aquí la batuta perdió capacidad para marcar sutilmente la expresión y la narrativa que caracterizó la pieza de Mussorgski y gran parte de la suya propia, para entregarse a una manifestación de ruido y fuego no siempre tan adecuada como pudiera parecer. Aunque si bien del Capricho italiano de Chaikovski no se podía conseguir una versión más acorde a los sentimientos del autor, con claros planos sonoros y un evidente y equilibrado sentido del ritmo, peor fortuna corrió el Capricho español de Rimski-Korsakov, propenso al ruido y la parafernalia, lo que no obstó para que los y las integrantes de la ROSS dieran todo de sí y que el concertino Paçalin Zef Pavaci ofreciera unos solventes solos de violín.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

Estreno de EL PLAN

Estreno en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 12 noviembre 2019
Estreno en salas comerciales 21 febrero 2020

jueves, 20 de febrero de 2020

EL GUARDAESPALDAS: REVIVAL DE WHITNEY

Musical El Guardaespaldas. Federico Bellones, dirección. Silvia Montesinos, adaptación. Julio Awad, dirección musical. Bill Goodson, coreografía. Gabriel Moreschi, escenografía. Marco Biesta y Marica D’Angelo, vestuario. Valerio Tiberí, iluminación. Armando Vertullo, sonido. Con Octavi Pujades, Chanel Terrero, Sonia Egea, J.M. Kimbo, Sergi Albert, Alberto Cañas, José M. Ygarza, Pablo Ceresuela, Héctor Jiménez. Una producción de Letsgo. Auditorio Fibes, miércoles 19 de febrero de 2020

La imagen más icónica de la película y el musical
Lo habitual es que un musical se adapte al cine, no al revés. Sin embargo no son pocos los títulos de películas de éxito que se convirtieron en teatro musical, como ocurrió con Gigi de Loewe y Lerner o ¿Víctor o Victoria? de Henry Mancini. Hay incluso películas no musicales que pasaron al escenario de Broadway convertidas en musicales, algunos tan recientes como Los productores y El jovencito Frankenstein, ambas de Mel Brooks, Ghost, convertido ahora en musical de la mano del ex Eurythmics Dave Stewart, o La familia Addams, con el más experimentado Marc Shaiman a la partitura. De esto saben mucho los productores de Letsgo, una compañía afincada en la Gran Vía madrileña que se ha encargado en nuestro país de la adaptación de los títulos referidos, así como del exitoso cabaret The Hole y sus respectivas giras. El guardaespaldas se estrenó en nuestro país en 2017 de la mano de Stage Entertainment, cinco años después de su puesta de largo en el West End londinense. Ni aquí ni allí supuso un gran éxito, a pesar de lo cual Letsgo ha confiado en su comercialidad y tras adquirir los derechos se ha encargado de la gira correspondiente, variando solo sutilmente la propuesta original. 

El guardaespaldas es lo que se denomina un musical jukebox, es decir una sucesión de éxitos de un o una artista en particular, con una dramatización que sirve de nexo entre canciones, que habitualmente consiste en la biografía del o la homenajeada, al estilo de Tina Turner o Donna Summer, que también cuentan con su musical, o como hemos visto en el cine con Queen en Bohemian Rhapsody o Elton John con Rocketman. Last Christmas a propósito de George Michael, Blinded by the Light respecto a Bruce Springsteen, Mamma Mia en relación a Abba, o Yesterday a The Beatles, estarían más cerca del concepto de El guardaespaldas. En este caso se trata de una de las películas más taquilleras de principios de los noventa del pasado siglo, con guion de Lawrence Kasdan, colaborador en la forja de dos leyendas, Star Wars e Indiana Jones, y director de películas tan valiosas como Fuego en el cuerpo o El turista accidental. En esta ocasión realizó un trabajo más rutinario y coyuntural, destinado a lanzar a la estrella del pop y aprovechar su carisma mediático, que junto al tirón de Kevin Costner en el mejor momento de su carrera, justo después de Bailando con lobos y JFK, hicieron las delicias de millones de espectadores en todo el mundo.

Los tres protagonistas de la obra
Su adaptación al teatro musical, de la mano del ganador del Oscar por Birdman, Alexander Dinelaris, se limita a trasladar cada uno de los episodios que se suceden en la película, sin que se atisbe un trabajo convincente de traslación a otro lenguaje, el teatral, con unos códigos y limitaciones muy distintas del cinematográfico. De esa manera nos encontramos con una narrativa que se apoya más en la convención que en la convicción, donde los hechos ocurren sin apenas emoción y de forma harto forzada. Su adaptadora española, Silvia Montesinos, podría haber pulido más estas deficiencias y logrado un trabajo más preciso a la hora de proponer una narrativa fluida y convincente. No ha sido así y el espectáculo acaba confiando todo su potencial a las canciones que encumbraron la carrera de una voz inimitable como fue la de Whitney Houston. La propuesta es por lo tanto un repaso a su discografía, cantada en un impecable inglés pero sin subtítulos, tan convenientes cuando los temas están insertados, en su mayoría de forma significativa, en la trama. Este recorrido no se frena en la banda sonora de la película, sino que incluye también otros éxitos como Greatest Love of All, Saving All My Love for You, How Will I Know o ese I Wanna Dance With Somebody que cierra el espectáculo a modo de traca final.

Decía Octavi Pujades, un rostro habitual en series televisivas, que interpreta a Frank Farmer, el guardaespaldas del título, a propósito de su actuación en Zaragoza en un auditorio para unas setecientas personas, que ante tanto público perdía el contacto directo con el mismo. No queremos ni imaginar lo que le habrá parecido actuar en un auditorio con capacidad para casi cuatro mil personas, con una considerable ocupación, y es que seguimos denunciando que no es Fibes lugar apropiado para un musical, que no deja de ser teatro y necesita de cierta complicidad con el público. En un espacio tan desmedido se acaba imponiendo la frialdad. Tanto en Valencia como en Málaga o Córdoba, donde se ha representado antes que aquí, lo ha hecho en teatros convencionales, pero en Sevilla los perdimos todos, salvo el Lope de Vega, que recibe otro tipo de propuestas escénicas. Sin Palacio Central, ni Coliseo, Álvarez Quintero (reconvertido en Espacio Turina), Imperial, Llorens, ni siquiera el Quintero del antiguo Cine Pathé, no queda en Sevilla ningún espacio ideal para musicales o teatro de mera expansión. Todos son centros especializados, como el Central o el Maestranza, o auditorios mastodónticos como Fibes o la Cartuja. De ahí cierta falta de sintonía entre público y escena, acrecentado con los evidentes defectos de la propuesta, desde esa narrativa errática apuntada al uso aséptico de orquesta y coros enlatados, lo que dio al conjunto cierta sensación de Operación Triunfo, con la voz a menudo desentonada, especialmente en un imposible So Emotional, y con evidentes dificultades para llegar a notas altas y sostenidas de la protagonista, Chanel Terrero, mientras quien interpretó a su hermana, Sonia Egea, logró resultados mucho más estimulantes.


Octavi Pujades canta I Will Always Love You en un karaoke
Teniendo en cuenta que los roles principales tienen intérpretes alternativos, hubiera sido un detalle que anunciaran por megafonía quiénes son en cada función. Tampoco acertó la comicidad de Sergi Albert o Alberto Cañas ni inspiró peligro el mazado acosador, Jose Ygarza. Ni siquiera la convencional coreografía, defendida de forma poco motivada, estuvo a la altura de lo que se espera en un buen musical. Lo mejor su escueta y minimalista escenografía, resuelta a base de pequeños sets que en cierto momento sirven para recrear de forma muy acertada los recuerdos de Rachel, la protagonista, aunque se echó en falta algún número espectacular que derrochara imaginación en decorados e iluminación. No hubo nada de eso, sino una sucesión de canciones de una estrella inmortal, reclamo para incondicionales de la diva, y algún acierto aislado como hacer cantar I Will Always Love You a Octavi Pujades en un karaoke, dejando claro que se trata de un clásico de los setenta, aunque no mencionara a su artífice, Dolly Parton. Escuchar las canciones de Whitney y rememorar la película puede ser suficiente motivación para que curiosos, nostálgicos e incondicionales se acerquen a Fibes los próximos días, hasta el próximo domingo.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 18 de febrero de 2020

JÓVENES GUITARRISTAS CON BUENA CALIGRAFÍA

Joven Orquesta de Guitarras de Juventudes Musicales de Sevilla. María Esther Guzmán, dirección artística. Programa: Canarios, de Sanz; Concierto Op. 6 nº 4, de Händel; Concierto de Brandemburgo nº 3, de Bach; Américas, de Ruiz-Pipó; Hamsa, de Dyens; Invierno porteño, de Piazzolla; Carmen Suite, de Bizet. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, lunes 17 de febrero de 2020

La joven orquesta frente a su sede en
el Pabellón de Juventudes Musicales del
Parque Mª Luisa
Como tantos otros proyectos de índole académica, damos la bienvenida sin reparos a esta joven orquesta que se suma a muchas otras iniciativas similares en torno al instrumento español por antonomasia, que se extienden no solo por nuestro país sino por todo el mundo. La incontestable solvencia y virtud musical de María Esther Guzmán es el aval indispensable para que un conjunto así llegue a buen puerto; que Juventudes Musicales fijaran en este proyecto su atención e interés no es sino una manifestación de su responsabilidad como ente dedicado a la promoción de jóvenes talentos, en esta ocasión doce que se renuevan constantemente, siguiendo las directrices propias de una formación creada para dar cobertura práctica a quienes están cursando los últimos años de conservatorio.

Desde su debut en octubre de 2018 en la Sala Chicarreros, la Joven Orquesta de Guitarras de Juventudes Musicales ha participado en conciertos y eventos por toda la provincia, muy especialmente de contenido social, exigiendo de cada uno y una de sus integrantes un esfuerzo considerable que se traduce en ensayos continuos en períodos de descanso académico, tanto de su artífice, Mª Esther Guzmán, como de su alumnado. Todo ello exige un arduo trabajo en responsabilidad y disciplina que da buenos resultados no solo en el ámbito estrictamente musical sino también en otros como la superación de la timidez propia de la edad y, sobre todo, el trabajo en equipo. Para su esperado debut en el Teatro de la Maestranza, la joven orquesta contó con el calor del público, que abarrotó la Sala Manuel García hasta el punto de tener que ser sensiblemente ampliado su aforo.

Originales y transcripciones

Detalle del concierto de presentación en la Sala Chicarreros en octubre de 2018
La propia Guzmán fue la encargada de transcribir gran parte de las obras que se interpretaron en el ecléctico programa, todo un trabajo de amor y dedicación que obtuvo interesantes resultados en obras como el Concierto Grosso nº 4 del Op. 6 de Haendel, que sonó ligeramente vivaldiano, y el Concierto de Brandemburgo nº 3 de Bach, con la excelente guitarrista asumiendo esas breves y misteriosas notas del adagio central que sirven de nexo entre sus vitalistas allegros inicial y final. Lástima que entre movimientos necesitasen tanto tiempo de preparación en silencio que rompía el ritmo interno de las piezas, y que en general tantas voces por parte no se tradujesen en una mayor ampulosidad sonora. Así las cosas, la interpretación fue satisfactoria fundamentalmente en términos de coordinación y precisión, salvo algún desajuste puntual sin importancia, pero no en cuanto a expresividad y cuerpo, en todo momento más proclive a la delicadeza e incluso la languidez, con una gama dinámica bastante limitada. Por esos derroteros se desenvolvió también un preciosista Canarios del padre de nuestra guitarra, Gaspar Sanz.

En la segunda parte tuvieron más protagonismo las piezas escritas directamente para el instrumento, como Américas del pianista granadino Antonio Ruiz-Pipó, una sucesión de ritmos del nuevo continente en el que se echó en falta un mayor contraste de humor y color, mientras se atinó en sus juegos de percusión (palmas, chasqueos) y sus ligeras disonancias, siempre desde una estética demasiado contenida. Igual sucedió con dos de los movimientos de Hamsa, una pieza escrita por el guitarrista francés Roland Dyens que describe distintos paisajes sonoros, desde una amable serenata en Sol Lassitude a un sensual ritmo arábigo en Tunis, Tunisie. De Piazzolla ofrecieron el Invierno de sus Cuatro estaciones porteñas, siempre con una contención muy calculada, y ya en las propinas el célebre Libertango con algo más de brío. Cuatro números de Carmen de Bizet, en los que también se echó en falta más dinamismo, cerraron el recital antes de ofrecer como propina la Danza del fuego de Falla. Naturalmente queda trabajo por hacer, sobre todo en expresividad y cuerpo, pero como siempre decimos en estos casos, bienvenidos sean estos proyectos en los que la educación, la disciplina y el trabajo en equipo son tan importantes.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 17 de febrero de 2020

HASTA QUE LA BODA NOS SEPARE Entretenimiento sin mucha sustancia

España 2020 110 min.
Dirección Dani de la Orden Guion Olatz Arroyo, Eric Navarro y Marta Sánchez, según la película de “Jour J” Reem Kherici Fotografía Chechu Graf Música Zacarías M. de la Riva Intérpretes Belén Cuesta, Álex García, Silvia Alonso, Antonio Dechent, Mariam Hernández, Adrián Lastra, Gracia Olayo, Salva Reina, Leo Harlem, Antonio Resines, Malena Alterio, Jordi Sánchez, Ernesto Sevilla Estreno 14 febrero 2020

Tras su periplo televisivo, Dani de la Orden parece sentirse cómodo tanto en la comedia (El mejor verano de mi vida) como en el drama generacional (Litus), y eso le ha llevado a apuntarse a esa nueva moda en el cine español que es adaptar éxitos del cine francés e italiano. Ahora le ha llegado el turno a La wedding planner, una cinta gala de hace apenas tres años dirigida por la joven de origen tunecino Reem Kherici, y parece ser que ha mejorado el original a juzgar por las reseñas publicadas hasta el momento. Sin haberla visto cabe suponer que debía ser francamente mala, pues este remake estrenado significativamente el día de San Valentín no es precisamente una obra maestra.

Arranca prometiendo analizar una realidad tangible, como es la conveniencia de formalizar una unión de pareja a través del matrimonio como institución todavía incontestable. Rápidamente cualquier atisbo de análisis y reflexión desaparece en favor de un producto meramente entretenido y amable, sin enjundia dramática ni afán de originalidad. Construida sobre la base de una serie de situaciones en su mayoría forzadas, y confiándolo todo al atractivo de sus protagonistas, que como ha ocurrido siempre en nuestro cine se están quemando de aparecer en tantas películas y tan de seguido, está claro que la idea es reproducir el estilo del slapstick americano de los años cuarenta, que tanto frecuentaron directores de la talla de Sturges, Lubitsch, Hawks, Leisen o Wilder, con los medios de hoy y una ambientación de lujo, que siempre ha funcionado, sobre todo en épocas de crisis económicas, y procurando que al menos haya química entre los protagonistas, algo en lo que podemos afirmar sus responsables han triunfado. No hay mucho más aquí que estirar una fórmula, hacer caja y entretener de la forma más aparentemente inofensiva e inútil posible.

sábado, 15 de febrero de 2020

CARLOS ÁLVAREZ Y BERNA PERLES HACEN PATRIA

Cita en Maestranza. Carlos Álvarez, barítono. Berna Perles, soprano. Rubén Fernández Aguirre, piano. Programa: Canciones de Miquel Ortega, Joaquín Turina y Camille Saint-Saëns; dúos, escenas y romanzas de Luisa Fernanda, La Calesera, La Revoltosa, Entre Sevilla y Triana y La del soto del parral. Teatro de la Maestranza, viernes 14 de febrero de 2020

Si no recuerdo mal no teníamos el placer de ver y escuchar a Carlos Álvarez en el Maestranza desde aquel Don Giovanni que representó en noviembre de 2014 y que encumbró al director Maxim Emelyanychev al Olimpo del imaginario musical hispalense. Han pasado poco más de cinco años y la espera se ha hecho notar pero ha merecido la pena. Hace apenas unos días recibió el caluroso y muy merecido homenaje de la Ópera de Viena, donde debutó hace veinticinco años. Para su regreso al coliseo sevillano se ha visto arropado por su buen amigo y cómplice musical Rubén Fernández Aguirre, y ha aprovechado para dar la alternativa definitiva a Berna Perles, una soprano también malagueña a la que hemos visto progresar ante nuestros ojos desde que en 2016 ganara el Certamen de Nuevas Voces de Sevilla, lo que le ha propiciado intervenir en varios espectáculos organizados en nuestra ciudad, como la ópera de cámara Un avvertimento ai gelosi de Manuel García, promovido y dirigido por el propio Rubén Fernández, o el espectáculo lírico teatral articulado por Juan García Rodríguez y el Instituto Polaco de Cultura En busca del rey, así como ofrecer recitales en la Sala Manuel García y colaborar en conciertos de abono de la Sinfónica.

Con estos precedentes y el valor seguro que supone disfrutar de una voz de dieciocho quilates como al de Álvarez, resulta incomprensible que el Maestranza apenas cubriera la mitad de su aforo. Quizás debiéramos encontrar la respuesta en el encorsetamiento de este espectáculo entre las tres únicas funciones de ese sensacional espectáculo lírico escénico que está siendo Agrippina, a la vez que en su coincidencia con la segunda edición del concierto que la Barroca y Enrico Onofri han dedicado a los Concerti Grossi de Händel, sobre todo después de lo mucho que se ha recomendado. Pero puede que la razón también residiera en el programa, a priori no muy atractivo para el melómano exigente, por muy reivindicativo de la música española que sea, algo sin duda oportuno y necesario. Al público en general le gusta disfrutar de sus ídolos en repertorios más convencionales y de fortuna probada. Pero Álvarez hace tiempo que promociona la música de su gran amigo Miquel Ortega por todo el mundo, y alternarla con autores del pasado pero de idéntica inspiración nacionalista como el sevillano Joaquín Turina parece un ejercicio tan sano como arriesgado. Completar la propuesta con páginas memorables de nuestra zarzuela parece la solución más idónea y afortunada para cubrir la segunda parte y dar así rienda suelta al talento interpretativo, tanto musical como teatral, de ambos artistas.

El calificativo encaja a la perfección en el caso de Carlos Álvarez, artista en todos los sentidos, capaz de ganarse la audiencia y suscitar la más encendida y sincera admiración. Con unas muy significativas palabras, y dado que el concierto coincidía con la fiesta de San Valentín, dedicó el programa al amor en todas sus vertientes, desde la dicha a la frustración, pasando por los celos y la pasión. Ese amor que mueve la vida y el mundo y que en esta ocasión se tradujo en unas canciones de Ortega muy al estilo antiguo que Álvarez desgranó con respeto, sentimiento y emoción, desde el acento liederístico de Romance de la luna, luna a la gracia impertinente del Mariquita, aunque en el camino su voz poderosa, maravillosamente timbrada e incisiva atisbara algún roce que propiciara que su emisión no fuese en todo momento limpia. Siguiendo una estructura simétrica y alternativa, Perles se encargó de las más audaces y complejas canciones de Turina, demostrando que ha logrado una incontestable madurez en la calidad musical y expresiva de su voz, si bien necesita aun moldear su presencia escénica, sin llegar a exagerar su temperamento pero sí transmitir más emoción también a través de la expresión corporal.

En los dúos, a pesar de un rígido El desdichado de Saint-Saëns en el que las voces más que combinarse se superpusieron sin gracia ni armonía, exhibieron mucha química en esa segunda parte dominada por la zarzuela, con un enternecedor En mi tierra extremeña de Luisa Fernanda de Moreno Torroba, un antológico Por qué de mis ojos de La revoltosa de Chapí, y un apasionado Ten pena de mis dolores de La del soto del parral de Soutullo y Vert, mientras en solitario Álvarez impuso su dominio de la proyección y la expresividad en Agua que río abajo marcha de La Calesera de Francisco Alonso, y Perles exhibió un considerable temperamento y derroche de talento en el trágico Que sepa to er mundo de Entre Sevilla y Triana de Sorozábal. Igual que los musicales parecen cobrar un aumento de categoría y dignidad cuando los entonan estrellas de la lírica, lo mismo debieron pensar ambos cantantes al abordar la copla en las propinas, con él ahorrando ornamentaciones y silencios en un austero Ojos verdes de Manuel López-Quiroga, y ella apostando por la contención en Y sin embargo te quiero de Quintero, León y Quiroga. Dos versiones muy apreciadas que precedieron un final a lo grande anticipando el próximo título zarzuelero del Maestranza, El barberillo de Lavapiés. Rubén Fernández Aguirre acompañó en todo momento con elegancia, complicidad y un sentido de la compenetración encomiable, no en vano conoce bien a los artistas a los que acompaña y ofrece lo mejor de sí sin enturbiar ni ensombrecer y sin embargo no por ello pasar desapercibido.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

Estreno de SINÓNIMOS

Estreno en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 13 noviembre 2019
Estreno en salas comerciales 14 febrero 2020

jueves, 13 de febrero de 2020

DRUMMING ESTRENA LA EDAD DE ORO Y SU INQUIETANTE POSTIZO

Ciclo Música(s) Contemporánea(s). Concierto-Proyección. Drumming, Grupo de Percussâo. Miquel Bernat, director. Programa: Le Scorpion, música de Martín Matalón para el film L’Áge d’or (La edad de oro), de Luis Buñuel. Teatro Central, miércoles 12 de febrero de 2020

Gaston Modot y Lya Lys, los amantes interrumpidos
En 1928 Buñuel y Dalí estrenaron con considerable éxito y una evidente capacidad para escandalizar y estremecer el cortometraje Un perro andaluz. Esa fructífera colaboración habría de converger en un nuevo proyecto juntos del que el pintor surrealista se apeó inmediatamente, justo cuando su amistad con el director de Calanda empezó a tambalearse. La admiración que suscitó en el Vizconde de Noailles Un chien andalou propició que financiase, como ya había hecho antes con otros clásicos surrealistas como La sangre de un poeta de Cocteau, esta Edad de oro cuyo estreno, como bien documenta el arranque de la multipremiada cinta de animación Buñuel y el laberinto de las tortugas, provocó las iras de movimientos ultracatólicos como La liga de los patriotas, y antisemitas como La liga antijudía, que destrozaron la sala en la que se exhibió y lanzaron proclamas de rabia y odio contra el trabajo subversivo y escandaloso de Buñuel, que no dudaba en convertir en una ácida crítica a la Iglesia y la burguesía esta particular historia de amor cuya pasión es frecuentemente interrumpida, teñida de situaciones de profundo carácter surrealista.

El orgulloso director rechazó la propuesta original del Vizconde de Noailles de contratar a Stravinski para su banda sonora, y en su lugar utilizó música enlatada de Wagner, Schubert y Debussy entre otros, aparentemente mal encajada pero con mucha intención por su parte, como demuestra el hecho de que Tristán e Isolda sintetice a la perfección ese poema de amor y muerte en el que la película consiste. Esto hace que cualquier intromisión sonora ajena se convierta en todo un atrevimiento que desvirtúa el concepto original de su autor. Ya lamentamos hace unos años la proyección de Tiempos modernos, una película sonora pero sin diálogos, con todo su sonido mutilado y sustituido por composiciones para guitarra en directo. Tampoco La edad de oro es una película muda, pero en esta ocasión al menos se han respetado sus efectos de sonido y sus escasos diálogos, todo significativamente insertado en la partitura que el prestigioso compositor argentino Martín Matalón compuso en 2002, como segundo eslabón de su trilogía sobre el Buñuel surrealista, tras Un perro andaluz y antes de Las Hurdes. Partitura que acompaña esta imperecedera película que apenas ha perdido su capacidad de seducción y, como pudimos apreciar en las reacciones del público asistente al Central en esta primera propuesta del Ciclo de Música Contemporánea de este año, de sorpresa y cierto escándalo. Un film prodigioso en su factura técnica, llena de recursos y encuadres increíbles para la época, y en su contenido ideológico y espiritual, toda una patada en el estómago de los bienpensantes conservadores católicos y puritanos.

El valenciano Miquel Bernat dirigió con aplomo y precisión al grupo Drumming de percussâo portuguesa, que lidera y que constituye todo un referente del género a este lado de Europa, sin nada en absoluto que envidiar a Percusiones de Estrasburgo, conjunto que estrenó en su momento la pieza Le Scorpion con la que Matalón ilustró a su manera la obra de Buñuel. Adoptando para su título el corto documental de 1912 sobre este antrópodo con el que Buñuel arranca su película, Matalón aborda su obra desde la inquietud, el misterio y la intriga, lo que rebaja el componente irónico, casi cómico, que inunda la película, y le da un cariz más desconcertante y desgarrador. El conjunto lleva a buen puerto la partitura, que se estrena así en nuestro país, con una considerable generosidad de recursos, desde los habituales vibráfonos, timbales o platillos a otros instrumentos más exóticos, como el mokugio, un pequeño tambos de madera, o el zarb, un tambor iraquí, e incluso instrumentos más peregrinos como un conjunto de macetas, tinajas o bidones. Guiados por un sentido de la coherencia, la precisión y la responsabilidad encomiables, Drumming, cuyo nombre parafrasea la pieza homónima de Steve Reich que tuvimos ocasión de disfrutar hace unos meses de la mano de la Sinfónica Conjunta, hizo un trabajo impecable tanto de interpretación como de sincronización, tan disfrutable como la recuperación de esta joya del cine, pero cada uno y una mejor por separado, como dos grandes obras que se superponen, o como un postizo del segundo sobre el primero, que ofrece una alternativa válida y singular aunque desvirtúe el concepto original del artista.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 12 de febrero de 2020

LAS INTRIGAS SEXUALES DE AGRIPPINA EN EL RANCHO PRESIDENCIAL

Ópera de Georg Friedrich Händel con libreto de Vincenzo Grimani. Enrico Onofri, dirección musical. Alfonso Sebastián, maestro repetidor y asistente de la dirección musical. Mariame Clément, dirección escénica. Marcos Darbyshire, reposición de la puesta en escena. Julia Hansen, escenografía y vestuario. Nadia Balada, reposición del vestuario. Bernd Purkrabek, iluminación. Jan Vereecken, reposición de la iluminación. fettFilm, video. Con Ann Hallenberg, Matthew Brook, Alicia Amo, Xavier Sabata, Renata Pokupic, Joao Fernandes, Antonio Giovannini, Valeriano Lanchas, Serena Pérez. Orquesta Barroca de Sevilla. Producción de la Ópera de Oviedo y la Ópera Ballet Vlaanderen. Teatro de la Maestranza, martes 11 de febrero de 2020

La joven directora escénica Mariame Clément, parisina de carrera fulgurante y hoy nombre imprescindible de la dirección artística operística, lo explica muy bien en el prólogo del libreto editado por el Maestranza para la ocasión. Convencen sus argumentos para convertir estas intrigas palaciegas ligeramente inspiradas en la lucha de poder en la antigua Roma, en argumento de culebrón americano de la década de los ochenta del siglo pasado, con el imperio petrolífero de Dallas y la sofisticación rayana en lo hortera de Dinastía como principales adalides, aunque no faltan también las referencias a Falcon Crest e incluso a esa actual Casa Blanca habitada por otro personaje de teleserie. Villanos masculinos y femeninos identificables, combinados o por separado, en el particular animalario imaginado por Clément para dar vida a una Agrippina dinámica, ágil y divertida, que hace que sus cuatro horas de duración pasen en un suspiro, sin perjuicio de la excelencia de una partitura que es un auténtico pastiche, como mandaban los cánones de la época, prodigio de adaptación, selección y resignificación en el que se citan arias traídas de aquí y allá, propias y ajenas, alternándose con largos recitativos y combinando ritmos y estilos a veces sin una lógica interna global, pero que en general es pura delicia armada con más de cincuenta números, solo cinco originales, de incontestable exquisitez.

Convence Clément además sin echar mano de las peregrinas excusas utilizadas en la presentación de la ópera, que aseguran que la mujer de hoy tiene los mismos obstáculos para acceder al poder que antaño y que eso justifica que hoy deba articular intrigas y enredos parecidos. Todo un disparate inadmisible y una idea a desterrar inmediatamente, sin perjuicio de que tan solo treinta años atrás aún se caracterizara a la mujer poderosa como arpía manipuladora e insensible. También entonces se consideraba admisible que el hombre abusara sexualmente de la mujer, y eso no justifica que hoy se alargue tan indigno arquetipo. No es ninguna originalidad ambientar una ópera barroca en tiempos actuales, de hecho es así como se suele hacer más a menudo. También lo hace la apuesta de Robert Carsen, por citar una reciente, trasladando el siglo I d.c. a la era Berlusconi y convirtiendo a Agrippina en agresiva ejecutiva. Este montaje es una coproducción de la Ópera de Oviedo, de la que Javier Menéndez, director del Maestranza, fue principal responsable durante muchos años, lo que seguramente ha facilitado que en esta temporada diseñada tan a la carrera haya logrado hacerse con él, y nosotros lo aplaudimos y disfrutamos.

Sensacional Barroca de Sevilla

La Agrippina de Clément es pura imaginación ya desde su Obertura, que se aprovecha para proyectar en una multipantalla los títulos de crédito al más puro estilo de serie de televisión de la época, y que será utilizada de principio a fin como telón conceptual con el que potenciar los elementos trágicos y anhelos de los personajes que gravitan e impulsan la trama. A partir de ahí se suceden una serie de sets intencionadamente articulados por tramoyistas que se convierten así en figurantes de la función, que reproducen despachos, salones, dormitorios y clubs deportivos mientras en pantalla asistimos a veces a la cárcel que representa el rancho familiar, otras al bosque inmaculado con el que se identifica la deseada libertad de unos personajes víctimas de sus ambiciones, compromisos y responsabilidades. En este punto Onofri conduce con maestría y mucho respeto la riquísima partitura, extrayendo de la Barroca una interpretación brillante y magistral, exprimiendo la ternura de los pasajes más íntimos y el brío dieciochesco de los más ágiles y dinámicos. La formación, un lujo absoluto y motivo de orgullo para la ciudad, no podía celebrar de mejor manera su veinticinco cumpleaños, una fiesta que revalidará cuando dentro de poco estrene en el Teatro Real el Achille in Sciro de Corselli, también con dirección escénica de Clément.

Toda la voluptuosidad y exuberancia de Händel quedó retratada de forma sensacional en esta briosa interpretación de Onofri y la orquesta, con momentos sublimes como esos sforzandi trágicos que acompañaron el Lusinghiera mia speranza de Sabata en el primer acto. Una cuerda grave poderosa y un continuo ejemplar lograron una lectura espléndida, con solos extraordinarios de Mercedes Ruiz en piezas como Pur ritorno a rimirarvi de Matthew Brook, o del oboe doliente en Voi che udite de Sabata en el acto segundo, y prestaciones excelentes del resto de familias, incluidas maderas y metales en sus pocas intervenciones fuera de escena. Una ligera elevación del foso logró mayor proyección y mejor acústica del conjunto. Incansable y notablemente disciplinada, la orquesta desplegará esta noche en el Espacio Turina cinco de los doce Concerti Grossi Op. 6 de Händel también con Onofri a la batuta.

Nueve voces comprometidas con el buen teatro

En lo vocal la función rozó la perfección, con prácticamente todos sus intérpretes dando lo mejor de sí, desde Ann Hallenberg entonando con precisión, muy buen gusto y una facilidad abrumadora para frasear y moldear la voz a discreción, que encontró en el célebre Pensieri, voi mi tormentate! su punto culminante, y eso que tanto a ella como al resto del elenco se les obligó a realizar múltiples y endiabladas piruetas teatrales a lo largo de la función, incluidos fortuitos y fogosos encuentros sexuales con los que debió ser muy difícil concentrarse en el buen canto. Portentosa en timbre y coloratura, Hallenberg lideró sin duda un reparto en el que también brilló Xavier Sabata, que mantuvo una milagrosa homogeneidad de registro y línea de canto durante toda la función, sin quiebro alguno y consiguiendo también en lo teatral una actuación ejemplar. Suyos fueron algunos de los momentos más conmovedores de la noche, tan apropiados a un personaje, el de Otón, que representa la épica nobleza varonil. Tanto Sabata como Hallenberg interpretaron ya sus respectivos roles en la versión de concierto que se celebró en el Real el año pasado, y están muy familiarizados con los personajes.

Igual que Hallenberg, Matthew Brook también consiguió aunar en su actuación, tanto vocal como teatral, cinismo y humor negro, expresando a la perfección la inmoralidad del poder, y logrando con Io di Roma expresar omnipotencia y con Cade il Mondo autocomplacencia. Por su parte, la mezzo Renata Pokupic convenció como un necio Nerón y triunfó en su aria de bravura Come nube che fugge, potenciando su carácter frágil e inseguro frente a la tiranía que caracterizaría al personaje posteriormente. Correcto estuvo el bajo Joao Fernandes, no así el contratenor Antonio Giovannini, que exhibió en todo momento una voz impostada y a menudo estrangulada, así como una actuación muy afectada, solo redimida en su solo del acto segundo Spererò, poi che mel dice, bien atacado, con emotividad y precisión y otro feliz acompañamiento de Mercedes Ruiz al violonchelo. Punto y aparte merece Alicia Amo, que ha experimentado un notable progreso en su arte canoro, afrontando con absoluta entrega su papel de Poppea, con la justa medida de picardía y frescura, unas agilidades vocales fuera de discusión y un timbre aterciopelado y esponjoso que hizo de cada una de sus intervenciones una delicia, incluidas sus divertidas inflexiones de voz en su carta de presentación, Vaghe perle, eletti fiori. Las breves intervenciones de Valeriano Lanchas y Serena Pérez dando vida a una singular Juno reconvertida en realizadora televisiva, no desmerecieron del resto del brillante elenco.

Para compensar la ligereza con la que fueron tratadas en el libreto las intrigas despiadadas y amorales narradas por Tácito y Suetonio en sus crónicas históricas, aun sin rebajar sus componentes de lascivia y ambición, de los que este montaje se hace eco con frecuentes encuentros sexuales y enredos de salón, el Ballo final sirvió para ilustrar en pantalla los trágicos finales de los personajes en la vida real, sin renunciar a mostrarlos en toda su crudeza sanguinaria. ¡Bienvenida de nuevo la ópera barroca escenificada al Maestranza! Así servida da gusto.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía