lunes, 31 de agosto de 2020

MI GRAN DESPEDIDA Un sainete formativo y liberador

España-Venezuela 2020 80 min.
Dirección Antonio Hens y Antonio Álamo Guion Antonio Álamo Fotografía Alfonso Sanz Música Antonio Meliveo Intérpretes Eloína Marcos, Rocío Marín, Carmen Vique, Jesús Castro, Juanma Lara, Josema Pichardo, Carolina Herrera, Carmen Aceituno, Charo Urbano, Aïda Santos-Allely, Joaquín Perles Estreno en el Festival de Málaga 23 agosto 2020; en salas comerciales 26 agosto 2020

Tras una fructífera carrera como dramaturgo, agitador cultural y directivo en la Administración Pública, Antonio Álamo debuta en el guion y la dirección cinematográfica con un producto tan coherente con su trayectoria profesional que parece patrocinado por una consejería o una delegación relacionada con asuntos sociales, lo que no resta mérito a la empresa. Para ello se vale de la ayuda del cordobés Antonio Hens, que desde su celebrado cortometraje En malas compañías, ha dedicado su escueta filmografía a denuncias de corte igualitario, especialmente en el apartado LGTBI.

Se trata ahora de trazar varios perfiles de mujer, gaditana para más señas, que lejos de haber asumido papeles de mujer independiente y moderna, se empeña en alargar estereotipos arrastrados de antaño, productos de una herencia maldita tan difícil de superar. Así, alrededor de lo que debía ser una distendida despedida de soltera con amigas, colegas y familiares, Hens y Álamo nos cuenta la historia de tres mujeres que quieren ser fuertes pero exhiben más debilidades de las que ellas mismas creen. El matrimonio, la maternidad y el ascenso social a través de la pareja protagonizan una historia que tiene en su estructura, el humor y la interpretación de su reparto coral, aunque algunas están algo histriónicas, sus mejores bazas. Sus directores saben cómo contar las historias, cómo ir de una a otra y cómo sacar partido a estos lastres hereditarios en los que el machismo se refleja no en el comportamiento del hombre sino en el de ellas mismas, como esas árabes ocultas bajo el burka que castigan a las semejantes que se resisten al sometimiento. Estos son burkas disfrazados de buen rollo, alegría sureña, flamenquito y ropa atrevida, pero que no duda en censurarse y censurar a las demás, a la vez que busca la felicidad en comportamientos aprendidos y asumidos que exteriorizan el fracaso de una educación castradora y sentimentalmente inidónea.

Mi gran despedida se centra en mujeres de clase media pero acento vulgar, echando mano para ello de lenguajes y conductas que bien llevadas no llegan a molestar y encajan perfectamente en el perfil de mujer elegido. La película funciona como entretenimiento y como llamada de atención para parar un machismo que tiene peaje también en la mujer sumisa y acomodada en comportamientos de vida rancios y tradicionales, aunque para ello eche mano de una tradición cómico-dramática de hace dos siglos, la del sainete de los Hermanos Álvarez Quintero, adaptado a tiempos actuales.

domingo, 30 de agosto de 2020

VANITAS DUO HACE JUSTICIA A BEETHOVEN

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Jorge Gresa, violonchelo. Albert Colomar, piano. Programa: Variaciones sobre “Bei Männern, welche Liebe führen” WoO 46, Sonatas para violonchelo y piano nº 1 Op. 5 nº 1 y nº 3 Op. 69, de Beethoven. Sábado 29 de agosto de 2020

Descubrimos a este joven dúo hace exactamente un año en La Casa de los Pianistas. Celebrábamos entonces no solo tan feliz hallazgo sino la consolidación que intuíamos definitiva de esta necesaria iniciativa privada que nos traía la más excelsa música de cámara a la intimidad de una sala para pocos comensales. Nada hacía presagiar entonces que una fuerza tan destructiva, no solo para la salud sino también para los sueños, como la pandemia que sufrimos fuera a dejar tan en la cuerda floja este ilusionante proyecto. Solo nos queda ahora esperar que cuando las cosas vuelvan a su redil podamos disfrutar del resurgimiento de esta entidad sin parangón surgida del entusiasmo de Yolanda Sánchez. Y destacábamos entonces la fuerza y el ímpetu que caracterizaba la forma de interpretar del sevillano Jorge Gresa y el mallorquín Albert Colomar, cuya relación profesional se remonta cuando siendo estudiantes descubrieron la buena sintonía que existía, y desde luego perdura, entre ellos. Todavía hoy su trayectoria sigue siendo corta pero sus resultados vuelven a ser altamente satisfactorios.

Ha pasado poco tiempo desde entonces para que Vanitas Duo haya logrado depurar sus contadas debilidades, y el suficiente para continuar exhibiendo sus notables logros. Su homenaje a Beethoven tuvo sin duda más claros que oscuros, y mientras Colomar demostró que el suyo es un pianismo titánico, llego de ímpetu y vigor, que tuvo que lidiar además con un factor tan propicio para la desconcentración y la equivocación como el viento que batía constantemente las páginas de la partitura, Gresa compensó algunas puntuales deficiencias técnicas con un sentido de la musicalidad a prueba de cañones y una conmovedora expresividad, además de un delicado frotado y un sonido homogéneo con los que alcanzó momentos de arrebatadora belleza. En este ilusionante debut en las Noches del Alcázar, que unos y otras se empeñan en calificar como festival para regocijo y orgullo de quienes las seguimos desde sus inicios, tuvieron el detalle de no echar mano de material ofrecido en aquella cita de hace un año, dedicando todo el concierto a Beethoven y ni siquiera repitiendo la Sonata nº 2 que ofrecieron entonces. 

Fuerza y emotividad

Comenzaron la velada con una de las tres variaciones que el compositor dedicó a obras de Mozart y Haendel, en concreto la que tiene como referente el dúo de Pamina y Papageno Bei Männern, welche Liebe fühlen, posiblemente la más madura de las tres, que Gresa y Colomar llevaron a muy buen puerto acentuando su carácter cómico y desenfadado, sometiéndose a sus continuos cambios de ritmo y registro con agilidad y espíritu distendido. Tras este previo calentamiento dieron paso a una Sonata nº 1, obra con la que el género cobró vida definitivamente, otorgando al violonchelo un papel destacado aunque todavía supeditado al teclado, como muy bien explicó el joven sevillano en sus didácticos y precisos comentarios. Ambos intérpretes acometieron la pieza con una estética inequívocamente clásica, superando con aparente facilidad su difícil cantabilidad motivada por la falta de modelos de referencia y la necesidad de adaptar los registros bajos del instrumento de cuerda frotada al mayor rango del teclado. Aquí Colomar hizo ya gala de una fuerza inusitada y una agilidad fuera de serie, mientras Gresa tuvo que conformarse con lograr un trabajo digno en su faceta de casi comparsa, con largos silencios pero adelantando ya la carnosidad y la sensibilidad con la que se enfrentaría a la más compleja Sonata nº 3.

La compenetración entre ambos artistas se hizo más patente en esta tercera sonata que tantos intercambios y diálogos fluidos ofrece a su interpretación. Aunque hubo que lamentar alguna falta de afinación y debilidad en los cambios de registro, Gresa llegó a conmover con su sonido sedoso y a la vez carnoso, voluptuoso y extremadamente delicado, con momentos tan sublimes como ese arranque protagonizado por una de las más sublimes melodías beethovenianas, seguido de un segundo tema que deja huella indeleble en nuestro corazón, como también hicieron estos jóvenes y prometedores intérpretes.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

¡QUÉ SUENE LA MÚSICA! Un trasnochado tributo a la esposa abnegada

Título original: Military Wives
Reino Unido 2019 110 min.
Dirección Peter Cattaneo Guion Rosanne Flynn y Rachel Tunnard Fotografía Hubert Taczanowski Música Lorne Balfe Intérpretes Kristin Scott Thomas, Sharon Horgan, Amy James-Kelly, Jason Flemyng, Greg Wise, Emma Lowndes, Gaby French, Lara Rossi, India Ria Amarteifio, Laura Checkley, Laura Ephistone Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2019; en Reino Unido 6 marzo 2020; en España 7 agosto 2020

Poco hemos sabido de Peter Cattaneo desde su flamante debut en Full Monty. Muchos creyeron ver entonces a un Ken Loach de la comedia, capaz de combinar una historia divertida y simpática con reivindicaciones sociales a favor de las clases trabajadoras más desprotegidas. Su gesta supuso incluso la culminación de un género por entonces muy de moda en el Reino Unido, la comedia con tintes sociales que protagonizaron títulos como El jardín de la alegría, Flower Power, Despertando a Ned, Las chicas del calendario y muy especialmente Tocando el viento, mucho mejor película con la que ésta tiene más de un punto en común. Cintas que hicieron incluso pensar en un resurgimiento del mítico estilo de los Estudios Ealing.

Pero lo cierto es que en los más de veinte años que hace que se estrenó la celebrada película sobre boys de la calle, Cattaneo apenas ha realizado tres películas y otros tres trabajos para la televisión que no han disfrutado ni de lejos de la fama de su ilustre precedente. Algunos hablan ahora sin embargo de resurrección del director, cuando otros solo encontramos un trabajo coyuntural, ameno y entretenido pero rancio como pocos, en el que la mujer adopta un papel de mero florero sometida a las inclemencias de un matrimonio tan sufrido como la guerra a la que se precipitan sus aguerridos esposos (y esposa, que algo de corrección política había que añadir al guion), tan necesitadas de consuelo y objetivo en sus aburridas vidas al servicio de ingratas proles, que deciden formar un coro con el que de la noche a la mañana alcanzan el estrellato en el Royal Albert Hall de Londres.

Basada en un fenómeno que ha barrido todo el antiguo Imperio Británico y ha sido objeto también de una serie documental de televisión la pasada década, Military Wives no deja de ser un mero entretenimiento con bonitas canciones de los ochenta versionadas en modo angelical, y una canción original que se convierte en mayor atractivo artístico del film, por mucho que Kristin Scott Thomas se empeñe en poner interés en una empresa que, al fin y al cabo, ni le va ni le viene. Si al menos hubiera indagado en el esfuerzo que la empresa requiere, y sobre todo en la conveniencia de tanta guerra e intervención a menudo hipócrita, y hubiera analizado el verdadero papel que debería desempeñar el ejército en una sociedad civil moderna y civilizada, nos encontraríamos ante un trabajo más válido y sugerente.

PONS Y GÓMEZ: DOS MUJERES CON ACENTO CLÁSICO

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Assumpta Pons, violín. Rocío Gómez, viola. Programa: Sonata en Fa mayor Hob. VI:1, de Haydn; Allegro y minueto en Sol mayor WoO 26, de Beethoven; Dúo en Sol mayor nº 1 K 423, de Mozart; Dúos Op. 60, de Fuchs. Viernes 28 de agosto de 2020

Foto: Actidea
La violinista menorquina Assumpta Pons y la violista madrileña Rocío Gómez coinciden en sus trayectorias profesionales por tres vertientes: como integrantes de la Orquesta de Radio Televisión Española, como profesoras en el Conservatorio Teresa Berganza de Madrid y como integrantes del Cuarteto AmarArt. De esta tercera vía les viene seguramente la iniciativa de presentar también programas a dúo, el no tan habitual de violín y viola con el que anoche hicieron un recorrido por los antecedentes y consecuencias de la música de Beethoven, coincidiendo con el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento, una efemérides que Noches en los Jardines del Alcázar se está esmerando en celebrar. Para ello tejieron un programa muy cogido con alfileres en la teoría, ya que propone un hipotético viaje galáctico en el que cada autor representa una parada en el espacio, en forma de planeta, anillos o nebulosa. Pero rápidamente el artificio cedió ante la música, su forma de transmitirla y el derroche de entusiasmo que pusieron en el empeño. La agradable brisa que suavizó la temperatura hizo que también las partituras tuvieran que cogerse con alfileres.

Assumpta Pons
Curiosamente del propio Beethoven eligieron la pieza más breve y aparentemente irrelevante, de entre la muy numerosa y desconocida que el genial autor atesora entre trabajos académicos, regalos para amistades y piezas coyunturales de todo tipo, como ya desgranaron Mariarosaria D’Aprile y Tommaso Cogato en su aportación a estas noches estivales. Su visión del Allegro y minueto WoO 26, original para dos flautas pero sometido a una transcripción tan lograda que no deja atisbar este particular detalle, fue enérgica y jubilosa, marcando la línea estética y expresiva que tan bien mantuvieron durante toda la velada. Antes arrancaron de forma algo endeble e insegura con la Sonata en Fa mayor de Haydn, hasta que pasados los primeros acordes del Allegro moderato inicial la interpretación fue tomando fuerza y ganando en calidad. Como el resto de la serie de seis sonatas Hob. VI, esta pieza rebosa calidad y encanto, además de una exigencia técnica que las dos intérpretes supieron sortear de forma magistral, salvo quizás algún defecto de tono y afinación en el adagio central que no deslució el resultado final.

Derroche de entusiasmo y simpatía

Rocío Gómez
Pons y Gómez mantuvieron también un perfecto equilibrio y fluido diálogo en el Dúo en Sol mayor de Mozart, una obra igualmente exigente que como casi toda su producción exige una naturalidad extrema en su emisión, fraseos ágiles y esa inevitable fuerza expresiva y capacidad para deslizar las notas como si surgiesen espontáneamente que las dos intérpretes supieron cazar a la perfección, aunque fuera de nuevo el adagio central donde más se expuso la debilidad puntual de la violinista, que por otra parte exhibió en todo momento un sonido homogéneo y bien timbrado, como también podemos afirmar de Rocío Gómez. En sus locuciones Assumpta Pons derrochó simpatía y generosidad, incluso cuando con suma elegancia advirtió al público de la incómoda tendencia a aplaudir tras cada movimiento. Para terminar nos descubrieron el encanto de los dúos Op. 60 de Robert Fuchs, interpretando ocho de los doce. Este compositor austríaco que vivió entre los siglos XIX y XX fue muy apreciado en su época, mereciendo incluso encendidos elogios de alguien tan poco proclive a ello como Brahms. Fue profesor en Viena de compositores tan representativos como Mahler, Wolf, Sibelius, Zemlinski, Korngold y Shreker. Por eso fue una delicia poder escuchar sus bien construidos, armoniosos y melódicamente encantadores dúos, dispuestos simétricamente con piezas muy enérgicas en los extremos, melancólicas en los medios y misteriosas y sensuales en los centrales, más las dos propinas con las que completaron muy satisfactoriamente las ocho aludidas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 28 de agosto de 2020

HEXACORDO POR UNA IBERIA HERMANADA

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Hexacordo: Manuel Pascual, cornetas, espineta y voz. Alberto Barea, voz, organetto, cromorno. Aníbal Soriano, laúd. Programa: Iberia resonat (obras de los cancioneros de París, Elvas, Lisboa, Belém, la Colombina, Palacio y Upsala, Cristóbal de Morales y Hernando Franco). Jueves 28 de agosto de 2020

Foto: Actidea
Nacieron hace siete años con la intención, como tantos otros grupos surgidos desde finales del pasado siglo, de recuperar y recrear la música del Renacimiento y primer Barroco con criterios e instrumentos históricamente informados. Y también como tantos otros grupos se autoalimentan de integrantes de diversas agrupaciones y conjuntos. De hecho en Hexacordo encontramos dos de los más significativos miembros del popular conjunto sevillano Artefactum, el especialista en cuerda pulsada Aníbal Soriano y el todo terreno Alberto Barea, aunque comandados, ellos y los muchos miembros que según cada propuesta integran la formación, por su fundador, Manuel Pascual, especialista en cornetas e ideólogo del que surgen la mayoría de sus propuestas. Y con un viaje de ida y vuelta por Portugal y España con paradas en el mar y la fe en tiempos de Magallanes y Elcano, se adhirieron a esta edición de las Noches en el Alcázar que con alto valor ejemplarizante está completando su ciclo en estos difíciles tiempos de pandemia protagonizados por necesarias medidas de protección y seguridad.

Soñar con un mundo sin fronteras

Quizás fuera ésta la propuesta relacionada con el V Centenario de la Circunnavegación de la Tierra, de cuantas se han desarrollado en estas XXI Noches en los Jardines del Alcázar, que mejor se adaptara al espíritu de la celebración, contando para ello con piezas rigurosamente contemporáneas de la gesta y una línea argumental perfectamente ideada para transmitir dos cuestiones fundamentales, la motivación psicológica de su principal artífice, el portugués Fernando de Magallanes, y el origen de una utopía largamente acariciada, el borrado de las líneas que representan las fronteras y constituyen un auténtico freno a una humanidad realmente igualitaria y finalmente hermanada. Para ello Hexacordo hizo acopio de los cuatro manuscritos renacentistas más importantes del país vecino, los Cancioneros de París, con más de ciento veinte cantos profanos, villancicos y cantigas, el de Elvas, con músicas y poemas del siglo XVI, el de Belém, con solo dieciocho pero muy apreciadas piezas, y el de Lisboa, que recopila música sacra y profana de los siglos XV y XVI. Algunas, como Venid a suspirar, se encuentran indistintamente en dos de ellos. Colecciones recuperadas a lo largo del pasado siglo, cuya interpretación en programas tan suculentos como éste constituye el objetivo con que culminar su proceso de rehabilitación.

El flamante organetto que, como tantos otros
instrumentos antiguos, forma parte de la
colección personal de Alberto Barea
Foto: Luis Pascual
Pascual y Hexacordo dividieron su propuesta en cuatro partes, las primera y última dedicadas a los países asociados a la gesta, la segunda al mar que la vio nacer y la tercera al proceso de evangelización con el que se sometió a gran parte del Nuevo Mundo cuyo supuesto descubrimiento abrió una brecha radical y cultural en todo lo que hasta el momento se conocía del planeta. Los amores frustrados de Magallanes, su inquietud por los océanos, el papel de la Iglesia y el regreso a España comandado por Elcano constituyeron así los pilares de un guion bien hilvanado que los integrantes del grupo supieron traducir con profesionalidad y saludables apuntes humorísticos en los agradecidos comentarios. Música preciosas, instrumentales y vocales, en instrumentos formidables, perfectas reconstrucciones de época con los que recrearon con presumible exactitud y altas dosis de sobriedad tanto las piezas de los cancioneros aludidos como otras extraídas de los de Palacio y la Colombina, ya transitados en otras propuestas de esta edición, así como el de Upsala, también conocido como del Duque de Calabria o de Venecia aunque tenga origen valenciano, así como composiciones del sevillano Cristóbal de Morales y el extremeño Hernando de Franco, que desarrolló su carrera en Guatemala y México.

Una interpretación sobria y sin sorpresas

La voz convencional y bien timbrada de Pascual se fusionó con la más cultivada, dulce y bien acentuada de Alberto Barea, auténtico protagonista de la velada con sus intervenciones vocales e instrumentales, tocando con notable precisión el cromorno y su particular sonido agaitado, y el organetto, sensacional instrumento de tecla y viento. Aníbal Soriano por supuesto añadió elegancia y atmósfera a cada pieza desde la cuerda pulsada de su laúd, y Pascual, además de ilustrar tan singular viaje, demostró por qué se le considera un especialista en la corneta negra, la más recurrida, y blanca, de sonido más dulce y aterciopelado. Tampoco se le resistió la espineta, un tipo de clavecín de cuerda pinzada, que se percute con plectros y no con martilletes. Y todo a pesar del carácter relativamente primitivo de estos instrumentos, que les hace acusar puntuales defectos de afinación y expresión. En conjunto la propuesta resultó agradable más que estimulante, todo en su sitio pero sin motivos para la algarabía. Nada que reprochar, ni por el programa ni por su línea interpretativa, aunque se echó en falta una mayor intervención de la sorpresa y una mayor dosis de excelencia.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 27 de agosto de 2020

TENET El jeroglífico invertido

Reino Unido-USA 2020 150 min.
Guion y dirección Christopher Nolan Fotografía Hoyte van Hoytema Música Ludwig Göransson Intérpretes John David Washington, Robert Pattinson, Elizabeth Debicki, Kenneth Branagh, Dimple Kapadia, Aaron Taylor-Johnson, Michael Caine, Clémence Poésy, Martin Donovan, Himesh Patel, Andrew Howard, Yuri Kolokolmikov, Fiona Douriff, Wes Chatham, Anthony Molinari Estreno en España y Reino Unido 26 agosto 2020; en Estados Unidos 3 septiembre 2020

Decíamos a propósito del estreno de Memento que era tal su originalidad y tan evidente su novedad que su director, un entonces desconocido Christopher Nolan, difícilmente podía cimentar una carrera sólida sobre tales presupuestos. Y nos equivocamos. Si algo ha hecho Nolan a lo largo de estos veinte años y diez películas es no dejar de sorprender, recurrir siempre al más difícil todavía y contar fábulas con mensaje haciendo gala de un ingenio físico y arquitectónico sin precedentes en la historia del cine. Lo suyo es hacer magia, como bien dejaba claro en el homenaje al talento prestidigitador que supuso El truco final (The Prestige), y como nadie sabe dejar la boca bien abierta. Es cierto que algunos nunca nos hemos confesado especialmente proclives a celebrar las veleidades del realizador británico, al que hemos encontrado frecuentemente arrogante y pretencioso, pero con Tenet ha llegado la hora de rendirnos definitivamente a sus pies y reconocer su ilimitado talento, aunque solo sea para contar historias sencillas a partir de puestas en escena tan complejas como ininteligibles y sofisticadas.

En Tenet el protagonista, que así se llama también su personaje quizás como alegoría de la ilusión que al fin y al cabo representa nuestro papel en la Tierra y la vida, un John David Washington al que vimos en Infiltrado en el KKKlan de Spike Lee, es un espía, y ya es un acierto que sea negro en una películas no de negros, que con inestimable ayuda de colegas y colaterales debe salvar al Mundo de la devastación al que quiere someterlo el villano ruso de turno, un Kenneth Branagh que borda su papel con acentos y ademanes dignos de un experto en Shakespeare. Una trama como se ve muy sencilla pero que en manos de Nolan, que suscribe también su complicadísimo y enrevesado guion, se convierte en pieza de ingenio y artesanía con capacidad para convencer aun sin entenderla. Y es que aunque seamos incapaces de encajar todas las piezas del puzzle en un primer visionado, y me temo que tampoco en sucesivos, tenemos la ligera sospecha de que su artífice se ha empapado bien a fondo de estudios físicos como para hacer plausible su aparentemente disparatada historia. Y todo para lanzar el mensaje de que quizás todo lo que nos rodea y nuestras propias experiencias no sean más que una ilusión, o al menos producto de la relatividad con la que lo enfocamos. Para ello se vale de un avance futurista según el cual podremos retroceder en nuestras vidas tanto como avanzar, lo que provoca un nuevo tipo de viajes en el tiempo, actuando invertidos, en retroceso. Argumento y mensaje, así servidos con tanto alarde científico, sirven para poner en marcha un deslumbrante espectáculo pirotécnico en el que sonido e imagen funcionan para dejarnos perplejos y hacernos sentir una inquietante, perturbadora y continua sensación de agobio y opresión, mientras este particular James Bond negro y americano, que no actúa solo y da sentido al trabajo en equipo, mantiene a su modo las constantes estructurales de las historias de Ian Fleming, incluidas múltiples y a menudo exóticas localizaciones y una heroína a la que por fin no es necesario seducir sexualmente.

Como su título, toda la película es un lujoso y sofisticado palíndromo en el que a poco que nos despistemos lograremos avanzar lo que va a ocurrir en la segunda mitad tras haber disfrutado de la primera, con secuencias prodigiosas donde el avance se da la mano con el retroceso en un encuentro posiblemente fatal, un presente tan relativo como nuestra apreciación de la realidad, lo que da mucho que pensar y reflexionar, tanto como Origen era una metáfora sobre la imposibilidad de desterrar de nuestra mente una obsesión o Interstellar un ensayo sobre la posibilidad de que nosotros seamos a la vez terrícolas y extraterrestres. Y de nuevo un fascinante coqueteo con el factor tiempo, como ya lo fuera Dunkerque, donde un momento crucial de la Segunda Guerra Mundial era narrado desde tres frentes temporales distintos y mezclados, un día, una hora, una semana. Al final también los resistentes tenemos que quitarnos el sombrero ante este mago indiscutible del cine, que partiendo de los más rudimentarios y clásicos trucos de Meliés o Chaplin ha sabido conjugar un nuevo concepto de la ilusión y la reflexión, con acabados tan impecables como el que ofrece esta película. Imprescindible disfrutarla en salas equipadas con los mayores avances tecnológicos posibles.

martes, 25 de agosto de 2020

THE DIXIELAB HOMENAJEA A LAS HEROÍNAS DEL JAZZ

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. The Dixielab: Paula Padilla, voz y ukelele. Matías Comino, guitarra y banjo. Pablo Cabra, batería y tabla de lavar. Nacho Botonero, trompeta, saxo y clarinete. Daniel González, contrabajo. Programa: She Writes, She Plays. La mujer en los inicios del jazz. Lunes 24 de agosto de 2020

A nadie a estas alturas sorprende que haya surgido en Sevilla un movimiento de rehabilitación y reivindicación del más genuino jazz americano en su vertiente más clásica y legendaria. Sevilla Swing y los grupos intercambiables y retro alimenticios O Sister!, Très Bien! y The Dixielab han propiciado este resurgimiento que hubiera hecho las delicias de tantos y tantas melómanas que en plena décadas de los cuarenta y cincuenta tuvieron que conformarse con las raquíticas bandas y sus flemáticos instrumentos haciendo lo que podían para ambientar las tardes de viernes y sábados en espacios como el Hotel Cristina. Muchos de ellos y ellas hoy no darían crédito ante la perfección que se ha logrado en la recreación de estos sonidos genuinamente americanos, germinados en los clubes de Nueva Orleans y las emisoras de radio que cumplieron el difícil menester de aliviar los estragos provocados por la Gran Depresión. Ya hemos comentado en estas páginas la perfección mimética con que O Sister y Très Bien!, éste segundo desde una óptica más gipsy, al estilo de Django Reinhardt, han evocado ese estilo y espíritu, tan difícil de encontrar hoy día incluso en el país que lo vio nacer. No le va a la zaga The Dixielab, surgido hace apenas cuatro años, cuando se cumple un año del lanzamiento de su de momento único disco, que con miembros reconocibles de los otros dos conjuntos consigue extraer fiesta y nostalgia de la música.

En estas cálidas noches del Alcázar el conjunto sacrificó sus atuendos de época para vestir camisas hawaianas más acordes con la estación, mientras Paula Padilla lució su habitual flor en el cabello, y todos juntos reivindicaron el importante papel que también en este jazz incipiente tuvo la mujer, y que además de Berlin, Porter, Kern o Gershwin también hubo compositoras que nos dejaron piezas emblemáticas y perfectamente reconocibles que forman parte por derecho propio del acervo cultural americano. El programa incluyó algunos de los temas de su trabajo discográfico, Hear Me Talking to You, junto a otros seleccionados con el fin de diseñar esa huella indeleble que dejaron artistas como Ma Rainey, Lil Hardin o Marion Sunshine. El mítico Them There Eyes que inmortalizó Billie Holiday y de la que Diana Ross hizo una fabulosa versión en la película Lady Sings the Blues, donde daba vida a la legendaria Lady Day, arrancó con fuerza y mucho ritmo una velada que continuó con una de las más sobresalientes compositoras americanas, Dorothy Fields, ganadora de un Oscar en 1936 por la canción The Way You Look Tonight, escrita junto a Jerome Kern para que Fred Astaire la cantara en Swing Time (En alas de la danza). De ella seleccionaron la igualmente conocida I Can’t Give You Anything But Love, servida con iguales tintes dixie y ritmo desenfrenado a cargo del muy sincopado contrabajo de Daniel González, la chispeante guitarra de Matías Comino y la increíble percusión de Pablo Cabra. En sus solos, Nacho Botonero demostró controlar a la perfección los instrumentos de metal, con sensuales ornamentaciones y una proverbial facilidad para acentuar el carácter festivo y desenfadado de la propuesta.

Paula Padilla mantuvo en todo momento una línea de canto apropiada y homogénea, con variaciones y armonías imaginativas sin llegar nunca a ser atrevidas, y sin dejar pasar la oportunidad de hacer algo que se le da muy bien, imitar con su voz el sonido de la trompeta con sordina. Acaso lo único en lo que tanto ella como sus acompañantes deberían ahondar más es insuflar más sentimiento a la hora de contar sus historias, que es lo que al fin y al cabo contaban estas autoras en sus sentidas composiciones, a menudo relacionadas con las relaciones emocionales, su apreciación de la vida y la constancia y el esfuerzo que tenían que añadir para hacerse notar en un mundo dominado por los hombres. Padilla y su conjunto son afortunadamente productos de nuestra época, con la voz femenina tomando las riendas y controlando la situación, mientras se deja arropar y acariciar por los instrumentos de sus compañeros, con especial mención de la tabla de lavar con timbres, platillos y pequeña caja de resonancia que rasgó Cabra. El tono canalla desplegado en Happy Today, Sad Tomorrow, de Lil Hardin, compañera eclipsada de Louis Armstrong, el más dulce y sensual de Close Your Eyes, una canción de Bernice Pekere, apodada La reina de Tin Pan Alley por Irving Berlin en honor a la legendaria asociación de editores neoyorquinos que a finales del siglo XIX decidieron preservar la música popular americana, o el más irónico con el que se enfrentaron a otro clásico de la época, Some of These Days, precedieron al espectacular fin de fiesta propuesto en el espiritual Joshua Fit the Battle of Jericho, cuyo tema bíblico propició que Botonero diera a su clarinete un toque klezmer, y sobre todo en When I Get Low I Get High de Marion Sunshine, que nuestra Ana Belén con ayuda de Víctor Manuel popularizó a finales del siglo pasado bajo el título No me voy sin bailar. Y desde luego que no, los pies se nos iban casi sin darnos cuenta.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

QUISIERA QUE ALGUIEN ME ESPERARA EN ALGÚN LUGAR Un drama más pretencioso que emotivo

Título original: Je voudrais que quelqu’un m’attende quelque part
Francia 2019 89 min.
Dirección Arnaud Viard Guion Emmanuel Courcol, Vincent Dietschy, Thomas Lilti y Arnaud Viard, según la novela de Anna Gavalda Fotografía Emmanuel Soyer Música Clément Ducol Intérpretes Jean-Paul Rouve, Alice Taglioni, Aurore Clément, Benjamin Lavernhe, Camille Rowe, Elsa Zylberstein, Sarah Adler, Christophe Paou, Flore Bonaventura, Eriq Ebouaney, Grégoire Oestermann, Quentin Dolmaire Estreno en Francia 22 enero 2020; en España 14 agosto 2020

Como si de Melinda y Melinda de Woody Allen se tratara, tenemos ahora la oportunidad en cines de seguir una historia similar desde un punto de vista de comedia y otro dramático. Si en La boda de Rosa Icíar Bollaín nos habla del camino que emprende una mujer agotada para liberarse y vivir su propia vida, en esta película francesa de título interminable es un hombre quien emprende también su propia vía de liberación, tan radical como la de Candela Peña pero mucho más dramática a la vez que convencional, para liberarse de los vínculos afectivos que le oprimen.

Un amor de juventud nunca superado y unas responsabilidades inabarcables como jefe de familia sin objetivos ni referentes, llevan al personaje interpretado con cierto aplomo y personalidad por Jean-Paul Rouve (Lola y sus hermanos, Volando juntos) a la desesperación. Alrededor de él se teje una familia típica burguesa comandada por una madre viuda y relajada, incapaz de ver cómo se desmorona el pequeño universo que ha creado ante la incapacidad de sus miembros de afrontar la falta de sustancia de sus convencionales vidas. En el microcosmos planteado, cuya intensidad dramática el director pretende rebajar puntualmente con unos desafortunados chistes entre ridículos y faltos de tono, sobresale la condición generosa de un hermano orgulloso y responsable frente a una familia en principio despreocupada pero que con el devenir de los acontecimientos irá tomando conciencia de su rol y reconociendo el trabajo y el amor recibido del protagonista.

Lástima que todo este artilugio tan bien intencionado no encuentre el tono justo en un conjunto lastrado por la desarticulación de sus múltiples historias y la escasa entidad con que todo el material dramático es tratado por su, por otra parte, pretencioso realizador. Quizás la novela de la que parte libremente consiga conmover más de lo que lo hace esta película, que solo lo consigue de manera puntual.

LA BODA DE ROSA Un compromiso universal e inquebrantable

España 2020 100 min.
Dirección Icíar Bollaín Guion Icíar Bollaín y Alicia Luna Fotografía Sergi Gallardo y Beatriz Sastre Música Vanessa Garde Intérpretes Candela Peña, Sergi López, Nathalie Poza, Paula Usero, Ramón Barea, Xavo Giménez, María Maroto, Eric Francés, Lucín Poveda, María José Hipólito Estreno simultáneo en el Festival de Málaga y en salas comerciales 21 agosto 2020

Entre lo mejor de Icíar Bollaín (Hola, ¿estás sola?, Flores de otro mundo, Te doy mis ojos, El olivo) y lo menos conseguido (Mataharis, También la lluvia, Katmandú, Yuli), se erige esta refrescante e irrepetible película, su mejor obra junto a aquella premiada crónica sobre el maltrato a la mujer. Hay algo en el cine de esta madrileña con vínculos sevillanos que destila épica y emoción, y esta particular y originalísima boda de Rosa lo hace a raudales. Candela Peña vuelve a ponerse a sus órdenes para juntas obrar de nuevo el milagro y recuperar el tono alegre y desenfadado que caracterizó la ópera prima de la realizadora, que ahora cumple veinticinco años. Quizás Peña lleve el peso dramático de la obra, aunque teniendo en cuenta su carácter deliberadamente coral hay que aplaudir el sobresaliente trabajo de todo el elenco, incluida la joven Paula Usero, que ya probó fortuna en El olivo pero sigue siendo prácticamente una debutante.

No debemos reducir esta película a una denuncia feminista. Bollaín se ha cuidado mucho de hablarnos en su guion no solo de la libertad que busca su protagonista femenina sino de todas las cadenas que nos hemos impuesto los humanos en esta sociedad cada vez más exigente, deshumanizada y claustrofóbica. Se trata de recuperar la esencia de la vida, ser conscientes de lo efímera que es y no renunciar a nuestros sueños mientras sean posibles. La familia alrededor de la cual gira esta abnegada hija, hermana y madre, trabajadora agotada y abusada que busca la felicidad propia a través de la de su entorno sin hallarla, personifica esos fantasmas que nos oprimen, los del éxito, la prosperidad y la ubicuidad a toda costa que no genera más que frustración y miseria.

Pero consciente de su vocación de comedia, la talentosa realizadora aligera todos estos ingredientes, baña su entrañable película con la inigualable luz mediterránea de Valencia y Benicasim, viste a su troupe de comprensión y amabilidad y nos invita a una experiencia conmovedora que nos contagia de esperanza y felicidad, asegurándose como nunca el éxito entre el público y los entendidos, tan proclives a denostar cualquier producto actual que invite tan despreocupadamente al optimismo, que cuando se trata de clásicos nadie se atreve a toser. El mensaje es sencillo: quiérete y respétate a ti mismo para querer y respetar a los demás, y su destinataria directa clara, la mujer, aunque en el saco cabemos todos y todas, y los integrantes de esta singular familia son un ejemplo. El libreto y su plasmación en la pantalla le han salido a Bollaín y su equipo redondos, cosechará premios.

PAPICHA, SUEÑOS DE LIBERTAD La metáfora en los tejidos

Título original: Papicha
Argelia-Francia-Bélgica-Qatar 2019 106 min.
Dirección Mounia Meddour Guion Fadette Drouard y Mounia Meddour Fotografía Léo Lèfevre Música Rob Intérpretes Lyna Khoudri, Shirine Boutella, Amina Hilda Douaouda, Yasin Houicha, Zahra Manel Doumandji, Marwan Zeghbib Estreno en el Festival de Cannes 17 mayo 2019; premiere en Argelia 21 septiembre 2019; estreno en Francia 9 octubre 2019; en España 7 agosto 2020

Aunque nacida en Rusia, Mounia Meddour es una realizadora franco-argelina que sorprendió el año pasado en Cannes con su primer largometraje, después de una dilatada carrera luchando por los derechos de la mujer en los países islámicos desde diversos frentes culturales, incluido el cortometraje. Papicha se ambienta en plena Década negra, que es como comúnmente se conoce la Guerra Civil argelina comenzada a finales de 1991, en un país democrático amenazado por el integrismo islámico personificado en el Grupo Islámico Armado, y mucho antes de que la Primavera árabe intentara amortiguar el intenso avance de la represión islamista durante la primera década del presente siglo.

Allí en Argelia y en esa época una joven estudiante universitaria emprende su particular cruzada contra el progresivo deterioro de los derechos de la mujer, organizando un desfile de moda al que se adhieren las jóvenes papichas orgullosas de su condición y dispuestas a todo por no perder los derechos adquiridos durante la endeble democracia así puesta en peligro. Meddour utiliza un lenguaje convencional para poner en imágenes tan dura situación, aunque se apunta el tanto de utilizar la metáfora, incidiendo así en el característico lenguaje poético con el que muchas cinematografías disfrazan sus reivindicaciones sociales y políticas. En este caso las telas juegan un papel crucial para poner en escena la oposición del tejido austero, áspero y oscuro de las esclavas del Islam, frente al más ligero y luminoso de estas jóvenes aguerridas.

El experimento funciona de forma irregular, con intensidad en sus episodios más dramáticos y cierta condescendencia en los muchos de relleno que articulan la función. Con todo sus méritos son evidentes, su valentía meritoria, aunque suene tópico, y sus reconocimientos aceptables, incluidos premios César a la mejor ópera prima y mejor actriz revelación para una joven Lyna Khoudri llena de frescura y expresividad, y premios en Valladolid a la mejor nueva directora y del público, aunque la proclama, sin duda necesaria, nos suene harto familiar.

sábado, 8 de agosto de 2020

THE WAY BACK Ensayo sobre el dolor y la pérdida

USA 2020 108 min.
Dirección Gavin O’Connor Guion Brad Ingelsby y Gavin O’Connor Fotografía Eduard Grau Música Rob Simonsen Intérpretes Ben Affleck, Al Madrigal, Janina Gavankar, Michaela Watkins, Brandon Wilson, Will Ropp, Fernando Luis Vega, Charles Lott jr., Melvin Gregg, Ben Irving, Jeremy Radin, John Aylward Estreno en Estados Unidos 6 marzo 2020; en España 7 agosto 2020

No es el primer drama deportivo que dirige Gavin O’Connor; antes lo había hecho en El milagro con hockey sobre hielo y en Warrior con las artes marciales. A Affleck lo dirigió con anterioridad en el thriller criminal El contable, género que abordó también en al interesante Cuestión de honor, además del western en La venganza de Jane Doe. Una filmografía digna y discreta que de momento remata con este ensayo sobre el dolor y la redención, la de un hombre que disfrutó del sueño americano y vio cómo todo se iba por la alcantarilla a partir de un suceso catártico. Affleck regresa así a papeles de enjundia, con los que poder responsabilizarse y ofrecer un trabajo interpretativo notable, aunque en su caso no supere sus limitaciones habituales, traducidas en una expresión taciturna permanente y cierta mirada perdida.

Todo es sobriedad y una infinita tristeza en este drama sin embargo bien contado y con aspectos destacables. Una trama previsible desde el minuto cero y cargada de tópicos sobre el alcoholismo, la pérdida de autoestima y la falta de confianza de los demás y en sí mismo, siembran el campo perfecto para abrir un camino a la redención (ese camino de vuelta del título) a través del deporte. Antiguo jugador de baloncesto estrella en ligas universitarias, al personaje le llega el momento de salir del túnel en el que se ha perdido cuando le proponen entrenar a un equipo bastante torpe. Es ahí donde reside el mayor interés de la cinta, cuando ha de estimular y motivar a los jóvenes perdedores, insuflarles disciplina y coraje y lograr extraer oro donde no había más que chatarra. Lástima que dirección y guion se empeñen en lugares comunes y descuiden ese trabajo entre el entrenador y sus jugadores, que debiera haber sido más convincente, con un progreso más palpable y unas relaciones más elaboradas.

Pero interesa más el tormento del protagonista, su dolor y el ambiente sórdido en el que pretende aliviarlo, y por esos derroteros la cinta apenas alcanza niveles discretos, tanto dramáticos como psicoanalíticos. El trabajo del elenco interpretativo es notable y la cadencia narrativa en general bastante adecuada, mientras la música se revela demasiado enfática. Es curioso como estos productos pre pandemia los vemos ahora como documentos inexplicables sobre un pasado demasiado reciente y a la vez tan lejano ahora que las costumbres han sufrido tanta mutación.

viernes, 7 de agosto de 2020

LAS PARTICULARES DIFERENCIAS DE WAVE IN TEMPO

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Wave in Tempo : Miriam Hontana, violín barroco. Ismael Campanero, violone. Andreas Prittwitz, saxo alto, clarinete, flautas. Programa: Suite Iberia (obras del Cancionero Musical de Palacio, Diego Ortiz, Girolamo Kapsberger, Antonio Vivaldi, Domenico Scarlatti, José de Nebra, Antonio Soler y Pablo Sarasate). Jueves 6 de agosto de 2020

Foto: Actidea
Sin conocer a este joven grupo y a la vista del programa, nada hacía presagiar lo que habríamos de encontrar. Se trataba en principio de demostrar la influencia que la música popular tuvo en los compositores de la península ibérica a lo largo de cuatro siglos, así como la que debió ejercer ese camino de ida y vuelta que experimentaron quienes viajaron por Europa y cómo influyeron también en otros maestros europeos de la época. Pero la sustitución del violonchelista Alejandro Saúl Martínez por el veterano Andreas Prittwitz, éste sí bien conocido de la afición sevillana, nos puso ante la pista. Ya no podía ser un concierto convencional y didáctico, tenía que ofrecer alguna que otra sorpresa, al fin y al cabo el músico alemán afincado en nuestra tierra se caracteriza por su afición a la fusión, y así lo hemos visto afrontar programas en los que la música clásica y barroca se mezcla con el jazz o el flamenco. Todo lo cual nos hizo pensar en una posible traducción del enigmático nombre del grupo, Wave in Tempo, como Onda en el tiempo, algo así como influencias de otros tiempos con un toque actual.

Con solo veintitrés años cada uno y una, Miriam Hontana e Ismael Campanero, aparentemente desde el rigor que caracteriza tocar instrumentos de época según parámetros más o menos ortodoxos, se valieron de la experiencia de Prittwitz para insuflar este recorrido por la música hecha en nuestro país, bajo un título prestado de Albéniz, de un aspecto moderno y desenfadado que no convenció a todos pero supo conectar con un público agradecido y proclive a dejarse arrastrar por propuestas curiosas y hasta cierto punto novedosas. La exhibición comenzó con cierto aire vanguardista, afrontando las Folías de Rodrigo Martínez del Cancionero de Palacio, ya ofrecida la noche anterior en su versión más ortodoxa por Axabeba, con arranques new age, cuerda suspendida, disonancias puntuales e incursiones del saxo alto con mimbres jazzísticos. A partir de aquí el concierto consistió en todo momento en glosar cada pieza con estéticas de nuestra época, aplicando unas muy particulares diferencias o variaciones a las obras seleccionadas.

No ayudó mucho el sonido áspero y seco, a menudo estridente del violín, cuya intérprete pasó algún que otro apuro con el viento reinante y el vuelo de las partituras. La cuerda de tripa y cierta falta de dominio técnico que ya tendrá oportunidad de superar dada su temprana edad, maridaron mal con el virtuosismo imperante en el Capricho vasco de Sarasate, que como el resto del programa se centra en una danza típicamente ibérica, en este caso el zorcico. La aportación de Hontana estuvo amortiguada por el acompañamiento y ocasional protagonismo de las otras voces, con Campanero utilizando el violone a modo de contrabajo jazzístico, más punteado que rasgado, y Prittwitz entregándose a vertiginosas ornamentaciones como si de una montaña rusa se tratara. Poco quedó de la emotividad y delicada expresividad de la pieza. Marizápalos, españoletas, recercadas en las que el saxofonista tuvo que emplearse a fondo para disimular los apuntados apuros de Hontana con el viento, jácaras, pasacalles y una generosa Folía según gramática de Vivaldi, contribuyeron a dar atractivo popular a un concierto casi experimental que no llegó a ser suficientemente atrevido ni tuvo intención de ser riguroso, simplemente se quedó en un limbo a medio camino, el justo para que un público encantado demandase propina en forma de Baile del Vito, que los músicos, especialmente ella, entonaron con entrañable desparpajo. Están buscando su voz y confiamos en que la encontrarán, juventud y entusiasmo no les falta, y eso es maravilloso.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 6 de agosto de 2020

AXABEBA BUSCA AL REY EN EL ALCÁZAR

XXI Noches en los Jardines del Alcázar. Axabeba: Ángeles Núñez, canto solista y percusiones. Ignacio Gil, vientos históricos. José Luis Pastor, guitarra renacentista y vihuela de mano. Programa: La música en tiempos de Magallanes (obras del Cancionero Musical de Palacio, Alonso Mudarra, Luys de Narváez, Diego Pisador, Miguel de Fuenllana, Cancionero Musical de la Colombina y Juan del Encina). Miércoles 5 de agosto de 2020

Foto: Actidea
Que el emérito esté en paradero desconocido es una falta de respeto al pueblo al que se supone ha de servir, no tanto por constituir un peligro a la hora de someterse a la justicia que emborrona definitiva e indignamente una trayectoria tanto tiempo celebrada incluso por afines a la República, como por su condición de mantenido del Estado, lo que por fuerza limita su vida privada y lo distingue del resto de la ciudadanía, que no ostenta los privilegios que sí tiene él simplemente por derecho hereditario, ¿o debería decir divino? De cualquier forma hoy es el tema que más interesa para intentar una vez más desviarnos de las cosas que verdaderamente importan en un mundo acosado cada vez más por las desigualdades e injusticias sociales. Hasta Axabeba hizo anoche chistes sobre nuestro Wally Royal, y es que el programa venía muy a cuento, entre viajes y cortes en un no tan lejano Renacimiento que forjó los cimientos sobre los que todavía se asienta eso que creemos es una democracia, aunque su jefe de estado fuese elegido por un dictador y no por un pueblo supuestamente soberano. Los Reyes Católicos se las ingeniaron bien para influir incluso quinientos años después, y a ellos estuvo dedicada gran parte de este programa, como ya sucediera en el concierto de la Capilla Jerónimo Carrión de la semana pasada.

Cancionero de Palacio y maestros de la vihuela

Axabeba son ya rostros conocidos de las Noches del Alcázar, y su veteranía se reconoce no solo en los registros que ya atesoran y las múltiples ocasiones en que hemos tenido ocasión de disfrutarles, sino también en un control absoluto sobre el repertorio y el instrumental que abordan y, sobre todo, en un sonido transparente y brillante, preciso y seguro como pocas veces hemos tenido ocasión de apreciar en los dispersos y amplificados parajes del palacio sevillano, testigo mudo de tantas conspiraciones para someternos. Pero esta vez el viaje no se anclaba en Isabel y Fernando, sino que proseguía con más lógica y rigor por los reinados de Carlos I y Felipe II. El punto de partida fue el Cancionero Musical de Palacio o de Barbieri en honor a su descubridor, con una Danza alta de Francisco de la Torre que Ignacio Gil defendió de maravilla a la flauta de pico renacentista, con ornamentaciones de fuerte calado expresivo y emocional, y siguiendo con un Pase al agua, ma Julieta que marcó el estilo y línea de canto, siempre dulce, cálido y ligeramente aniñado de Ángeles Núñez. Además de destacar por su concentrado tañer, apreciable en piezas como la Pavana de Alonso Mudarra, maestro de la vihuela que trabajó y vivió en Sevilla, que desgranó con expresividad poética y un buen gusto intachable, José Luis Pastor lo hizo también por sus didácticas locuciones.

La noche estuvo marcada además por aires alegres y desenfadados, ideales para recrear esa atmósfera aventurera que debió presidir la gesta de Magallanes y Elcano, y aliviar las tensiones que sin duda debieron emerger como consecuencia de los mil inconvenientes que encontraron a su paso. Así piezas como La Tricotea San Martín la vea, y su imposible trabalenguas, el jubiloso Rodrigo Martines también del Cancionero de Palacio, o la muy colorista e idiomática Niña y Viña del Cancionero de la Colombina, conservado en Sevilla, que Gil acompañó con el particular sonido jocoso de la chirimía, y Núñez con el sutil toque del pandero a la vez que tiñó su voz de un aspecto más sensual y atrevido, se alternaron con romances de tema melancólico como La mañana de San Juan de Diego Pisador o Paseavase el rey moro de Luys de Narváez, completando así un plantel irrepetible de maestros españoles de la vihuela y la guitarra renacentista, y una experiencia refrescante para el público asistente.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 5 de agosto de 2020

OFRENDA A LA TORMENTA Sobrecarga de datos y personajes

España-Alemania 2020 138 min.
Dirección Fernando González Molina Guion Luiso Berdejo, según la novela de Dolores Redondo Fotografía Xavi Giménez Música Fernando Velázquez Intérpretes Marta Etura, Leonardo Sbaraglia, Carlos Librado, Benn Northover, Imanol Arias, Elvira Mínguez, Marta Larralde, Paco Tous, Pedro Casablanc, Ana Wagener, Álvaro Cervantes, Frances Orella, Itziar Aizpuru, Susi Sánchez, Alicia Sánchez, Patricia López Arnaiz, Colin McFarlane Estreno en Netflix 24 julio 2020

La tercera y última entrega de la Trilogía del Baztán, éxito casi sin precedentes en la literatura española de la última década, reincide en la mayoría de los defectos que asomaban en las anteriores películas, aunque en general podamos afirmar que la historia ha ido ganando en intensidad dramática, algo a lo que no es ajeno el buen trabajo de algunos y algunas de sus artífices en sus respectivos cometidos. Sin embargo sospechamos que el guion sigue empeñado en aglutinar cuanto dato y detalle vierte Dolores Redondo en las páginas de sus libros, lo que a efectos cinematográficos, y dado especialmente lo enrevesado y truculento de la trama, se vuelve en su contra y provoca que todo resulte demasiado confuso y difícil de digerir.

La versión española de las trilogías superventas con las que el cine está empeñado en hacer taquilla desde El señor de los anillos, y que en Europa tiene su versión más palpable en Millennium, aglutina demasiados ingredientes, lo que unido al limitado espacio en el que transcurre la trama, vuelve a hacer inverosímil la propuesta. Al Basajaun y el Ingula de las entregas anteriores sucede ahora el Tartalo, siguiendo la tradición mitológica vasca y navarra, con el fin de dar continuidad a una trama que funciona como un todo a la vez que presenta tres partes bien diferenciadas y con sus desenlaces correspondientes. Redondo acertó a la hora de adjudicar sus papeles principales a mujeres fuertes y decididas, aunque en más de una ocasión asome su vulnerabilidad, especialmente en lo que a relaciones maternofiliales se refiere. Sin embargo redunda en responsabilizar a las mujeres de esas prácticas satánicas con las que tanto se identifica el animalario fantástico del norte del país, por mucho que al tratar el tema de las sectas vuelvan a ser los hombres quienes ejerzan esa fascinación tan necesaria para ejercer el proselitismo.

A la dificultad de seguir una trama tan enrevesada y cargada de personajes y en la que se plantean tantas incógnitas sin que todas reciban su conveniente respuesta, se une el inconveniente del sonido directo y la deficiente dicción de muchos de sus intérpretes. Con todo recrea una atmósfera malsana interesante, con trabajos sobresalientes de su director de fotografía y el responsable de la banda sonora, mientras la intensidad dramática de esta tercera crece respecto a la esforzada anterior entrega y la muy deficiente primera de la trilogía, que apuntaba resultados más desastrosos de los que finalmente ha sido capaz de ofrecer el director de Palmeras en la nieve. Estrenada en Netflix directamente ante los buenos resultados que la emisión de las dos anteriores entregas tuvo en esta plataforma, su vocación internacional es evidente a la vista de la gran cantidad de países que se han sumado a su estreno digital.

martes, 4 de agosto de 2020

PADRE NO HAY MÁS QUE UNO 2: LA LLEGADA DE LA SUEGRA Nunca segundas partes...

España 2020 96 min.
Dirección Santiago Segura Guion Marta González de Vega y Santiago Segura Fotografía Ángel Iguácel Música Roque Baños Intérpretes Santiago Segura, Toni Acosta, Loles León, Martina D’Antiochia, Calma Segura, Luna Fulgencio, Carlos Álvarez Morellón, Sirena Segura, Leo Harlem, Silvia Abril, Wendy Ramos Estreno 31 julio 2020

Santiago Segura parece enfrentarse a dos retos con esta secuela del gran éxito veraniego del año pasado. Por un lado, alegrar la cartelera y motivar así a los miles de rezagados y rezagadas que todavía no se atreven a acudir a los cines, y por otro quitarle la caspa a otro de los grandes paradigmas de la era franquista, el de las familias numerosas para siempre inmortalizadas en la cinematográfica La gran familia, tan entrañable para tanto público. De momento no parece que consiga ni lo lo uno ni lo otro. Ni el gran esfuerzo de distribución ni la generosidad con la que los exhibidores han recibido la propuesta, ni tan siquiera la agresiva campaña publicitaria a la que se le ha sometido, parece invitar lo suficiente a un público que abarrota bares y restaurantes pero deja de lado el entretenimiento rey, quizás por la sobredosis de cine consumido durante el confinamiento a través de la televisión.

En cuanto a lo segundo, y pese al buen sabor de boca que nos dejó la anterior entrega, no ha acertado a la hora de quitarle caspa al universo propuesto. A la gran troupe de niñas y niño con quienes ya nos familiarizamos en la anterior película, se unen ahora un perrito y la suegra, a quien el guion trata con los tópicos sempiternos, aunque nos tenga preparada alguna sorpresa más relacionada con los prejuicios que con la habitual falta de condescendencia con la que se trata a la figura matriarcal. Para colmo la casi inexistente trama se centra en la llegada de un nuevo bebé a la ya numerosa familia, de nuevo homenajeando a la saga de Fernando Palacios (La familia y uno más). Ahora no hay referente mexicano ni argentino y el guion de Segura y González de Vega se lanza al vacío proponiendo una sucesión de gags más o menos graciosos, haciendo gala de un saludable sentido del humor blanco, apto para todos los públicos, y con logros añadidos como que nos resulte simpática Luna Fulgencio aunque parezca salida del programa de Juan y Medio, con todo lo que ello conlleva de rancio.

Segura consigue sin embargo nuestra complicidad moderando el tono histérico con el que habitualmente se trata la comedia en nuestro país, con el solo reducto de una Toni Acosta sobreactuada que no puede disimular su escuela en la sitcom ibérica. El habitual chorreo de amiguetes es otro de los alicientes habituales de un director que no obstante sabe lo que hace, tiene buena mano para hacerlo, no puede disimular sus gustos puramente comerciales, lo que se nota incluso en la extrema amabilidad con la que Roque Baños cumple su cometido en la banda sonora, y no ofrece sino lo que promete, aunque echemos de menos algo más de mordacidad y extravagancia en esta secuela entretenida pero decididamente descafeinada. Entre los rostros populares que se han prestado esta vez a participar en la función, algunos interpretándose a sí mismos, están Lorena Berdún, José Mota, Florentino Fernández, Cristina Pardo, Carlos Areces, Alberto Chicote, Ainhoa Arteta, Lorenzo Caprile, María del Monte y Nuria Fergó, además de Carmen Alcayde y Diana Navarro incorporando de nuevo a las madres y vecinas de la entrega anterior.

lunes, 3 de agosto de 2020

MORTAL Desmontando el mito religioso

Noruega-USA-Reino Unido 2020 104 min.
Dirección André Øvredal Guion André Øvredal, Norman Lasperance y Geoff Bussetil Fotografía Roman Osin Música Marcus Paus Intérpretes Nat Wolff, Iben Akerlie, Per Frisch, Priyanka Bose, Arthur Hakalahti, Per Egil Aske, Oddrun Valestrand, Ravdeep Singh Bajwa Estreno en Noruega 28 febrero 2020; en España 31 julio 2020

Mucho le ha debido perjudicar a André Øvredal la pandemia para que su última película haya terminado con tan mala distribución, solo cuatro copias en todo el Estado español, y apenas un par de países y otros directamente en internet desde su estreno noruego en febrero pasado. Lo cierto es que supone el reencuentro del director con el cine de su país, donde debutó hace una década con Troll Hunter, lo que le abrió automáticamente las puertas del cine internacional, con la británica La autopsia de Jane Doe primero e Historias de miedo para contar en la oscuridad, producida por Guillermo del Toro, el verano pasado. Esta pésima distribución incluye un doblaje íntegro al castellano cuando en el original inglés y noruego se alternan con bastante frecuencia.

Y es una lástima porque la afición al género de ciencia ficción está siempre a la caza y captura de nuevas historias, que digan algo diferente y se alejen del modelo impuesto y archiconocido. En esta ocasión se mezclan los superhéroes, más al estilo Shyamalan que Marvel, y la leyenda para contarnos una historia relacionada con los mitos y la religión. El resultado es una inteligente reflexión sobre lo ridículo de las religiones a las que tantas culturas siguen aferrándose aún en la actualidad. La cinta parte de la mitología nórdica, que como la griega o la romana está absolutamente superada y aparcada en el terreno de lo meramente legendario, para recrear una odisea y una pasión al más puro estilo cristiano que, todo combinado, demuestra el elevado componente de superchería y superstición que rodea toda esta maquinaria desde siempre generada para controlar y atolondrar.

Hasta aquí saludamos el empeño con entusiasmo, aunque en el camino la cinta se resienta de ciertos altibajos en la narración y frecuentes caídas de tensión, además de un reiterativo uso de efectos especiales anclados en ochenteros rayos y relámpagos, por otro lado tan en consonancia con este heredero de Thor al que da vida el norteamericano Nat Wolff. El reparto cumple con solvencia, mientras el resto de los componentes artísticos y técnicos mantienen también un satisfactorio nivel, sobresaliendo los espléndidos paisajes y fiordos en los que se desarrolla su viajera trama, y que dan al conjunto ese aspecto distinguido respecto a la mayoría de propuestas que nos llegan sobre este transitado género.