El director del Festival de Cine Europeo, Manuel Cristóbal |
Muy satisfechos de que tanto Leurs enfants après eux como Flow hayan cosechado los mayores reconcimientos en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, aunque a la vez decepcionados con que Ernest Cloe: Lost and Found haya pasado desapercibida para un jurado en el que participaban David Puttnam y Jeremy Irons, reencontrados así casi cuarenta años después de La misión, tenemos sin embargo que hacer unas cuantas reflexiones sobre la celebración de este vigésimo primer festival.
No vamos a insistir en la torpeza de distribuir las proyecciones por diversas salas desperdigadas por toda la ciudad. Entendemos que sea una forma de atender a los distintos exhibidores, pero causa un evidente descenso de público, al que le resulta más difícil programar esas sesiones maratonianas que a tantos y tantas les gusta adherirse, aunque luego, el resto del año, apenas se dejen ver cuando películas de esta misma índole se proyectan en el circuito comercial.
Sí tenemos que manifestar nuestro pesar porque el festival haya cambiado de nombre. Ha desaparecido la mención a cine europeo para centrarse en nuestra ciudad. Festival de Sevilla ha pasado a deniominarse, como la Feria de Sevilla, la Semana Santa de Sevilla y tantas otras celebraciones que pretenden convertirnos en el centro del mundo, cuando lo que únicamente consiguen es que nos consideren más catetos. El de Málaga es de cine español, el de Huelva de cine iberoamericano, por que él nuestro tiene que perder el título que ha defendido durante dos décadas. Que lo justifiquen en esa necesaria promoción con la que todas las corporaciones se empeñan en hacer de Sevilla una ciudad eminentemente turística, nos parece estéril. Para eso mejor limpiar nuestras calles, que tanto lo necesitan, cuidar nuestros monumentos, invertir más en transporte público (¡ay, ese metro y ese tranvía... tan ridículos!) y rehabilitar edificios que llevan décadas pidiendo auxilio, como el Mercado de la Carne bajo el puente de los bomberos.
En cuanto a los títulos que se emplean para programar las películas, se tira siempre de los internacionales en inglés, con lo que se pierde la nacionalidad de cada película. Aconsejamos nombrar los films por su título original y entre paréntesis articular una traducción más o menos literal al castellano. Sería otra forma de celebrar nuestra diversidad cultural.
Después de varias ediciones en las que se corrigió la ausencia del festival en una página web de tanto uso y promoción como es IMDB (Internet Movie Data Base), ésta se ha vuelto a descuidar ese detalle tan barato y eficaz, de forma que de ninguna de las películas programadas se hace mención de su estreno en nuestro festival, sí en otros muchos de escasa entidad a lo largo y ancho del mundo. Claro, es mejor promocionar gastando e invirtiendo que echando mano del ingenio, la sencillez y la razón.
Para finalizar con mejor sabor, una última reflexión más amable: ¿Qué sería del cine europeo sin Francia? El país vecino produce más películas que ningún otro, y participa como coproductor en muchas más. Así se promueve el cine, la cultura, el arte y el país. Pero dudo que nadie tome nota de estas consideraciones. Sobre el cambio de nombre del festival, mi amigo Carlos ha escrito una estupenda reflexión en su blog, que pueden leer en este enlace. Nosotros nos resistimos a cambiarle el nombre, seguimos apostando por sus siglas, SEFF (Sevilla European Film Festival), y esperamos que estos mandatarios tan ridículos y mediocres reculen.
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