Aunque todavía quedan un par de semanas para despedir el Otoño, al que sí despedimos anoche fue al Barroco, un proyecto de la Asociación de Amigos de la Orquesta Barroca de Sevilla que se ha ido consolidando año tras año, con humildad y discreción, hasta convertirse en una cita ineludible del calendario musical sevillano. La de ayer tenía que ser la del tradicional concierto participativo a las puertas de la Navidad, pero la programación de una cantata para soprano solo, sin coro, evitó ese matiz. En su lugar, las novedades llegaron de la mano del joven director y violinista Javier Aguilar. Y sobre todo, de la reciente ganadora del primer premio del Certamen Nuevas Voces Ciudad de Sevilla organizado por la Asociación de Amigos de la Ópera de Sevilla, Soraya Méncid, y el ganador de la Beca que otorga anualmente la AAOBS, el clavecinista Guido García, lo que convirtió la cita en un encuentro y cruce de triunfos.
Javier Aguilar y Guido García |
El talento y las aptitudes de García son indiscutibles. Lástima que el instrumento quedara a nuestro juico algo retrancado, impidiendo que el sonido fluyera con toda la fuerza que su parte de solista en el concierto y la sonata demanda. Su capacidad de elocuencia y su habilidad vertiginosa para la profusa ornamentación que atesora este primer concierto para clave de Bach, quedaron bien patentes en una interpretación fogosa y desinhibida. García superó sus marcado virtuosismo, plagado de figuraciones y filigranas, y extremadamente rítmico, con matrícula de honor. Pero a la vez exhibió sensibilidad y una insólita elegancia para su edad en el adagio central. La orquesta, bajo las órdenes de Javier Aguilar, también joven pero con una fructífera carrera a sus espaldas, sonó demasiado raquítica. La escasez de efectivos tuvo que ser la causa, tanto como una forma seca y áspera de enfrentarse a los instrumentos de cuerda, con frases cortas, sin apenas fluidez y pasajes puntualmente fuera de tono.
Algo parecido ocurrió con la aportación de Aguilar a la Sonata K304 de Mozart, acometida con una sensibilidad más próxima al último barroco que al clasicismo que la informa. Quizás por eso echamos en falta algo más de la dignidad y la gravedad que la entonación en mi menor denota. Al clave, García fue capaz de exhibir el ánimo melancólico que imprime la página. Hubo sintonía entre ambos instrumentistas, que lograron transmitir seriedad, aunque la aportación de Aguilar volvió a teñirse de aspereza y sequedad, poco apropiado para el carácter dulce del minueto.
Soraya Méncid |
Hace mucho que descubrimos la hermosa y bien entonada voz de Soraya Méncid, y fue en un registro absolutamente distinto al que le trajo anoche al Espacio Turina. Nos referimos a su Christine de El fantasma de la ópera a cargo del Liceo de Moguer en Fibes. Varios años después, con una impecable trayectoria ampliando repertorio y con el premio Nuevas Voces bajo el brazo, la soprano onubense ofreció una solvente interpretación de la Cantata Jauchzet Gott in allen Landen (Aclamad a Dios en todas las naciones), compuesta en Leipzig para el décimo quinto día tras la Trinidad. La más famosa de las cuatro cantatas sacras para soprano sola que compuso el maestro es extremadamente compleja y virtuosística. Exige una voz de amplia tesitura y agudos refulgentes capaces de rivalizar con la trompeta, magníficamente defendida por Bruno Fernandes, tanto en el majestuoso arranque, que Méncid adornó con extensas coloraturas, y el regocijante Aleluya final, al que previamente se ha llegado a través de ese prodigio de la composición que es el coral Sei Lob und Preis mit Ehren, precedido de un segundo aria esta vez acompañado con cuerpo y músculo por una orquesta finalmente entonada y decididamente festiva.
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