USA 2023 105 min.
Dirección Meg Ryan Guion Steven Dietz, Kirk Lynn y Meg Ryan, según la obra del primero Fotografía Bartosz Nalazek Música David Boman Intérpretes Meg Ryan, David Duchovny y la voz de Hal Liggett Estreno en Estados Unidos 3 noviembre 2023; en España 17 mayo 2024
Reina de la comedia romántica en la década de los noventa del siglo pasado, aunque no se prodigó mucho durante el nuevo, no ha sido hasta que su debut en la dirección en 2015 que había sufrido un parón artístico tan continuado, que ahora interrumpe con su segundo largometraje como directora. Meg Ryan vuelve a confiar el material dramático a un soporte previo, que en el caso de Ithaca fue la novela del ganador del Pulitzer en 1943 William Saroyan, y ahora es una obra teatral contemporánea cuyo autor, Steven Dietz, colabora también en el guion. Y desde luego no puede disimular, ni lo pretende, su origen, manteniendo a sus dos únicos protagonistas encerrados en un aeropuerto (en realidad el Northwest Arkansas) durante una noche de nevada espesa que obliga a cancelar o demorar sus vuelos. Todo eso sirve para que la pareja, rota veinticinco años atrás, se reencuentre y analice los habituales estigmas que según la sociedad moderna atormentan a quienes hemos sobrepasado la cincuentena, y que no responden sino al ombliguismo imperante de quienes nos creemos protagonistas del universo.
No se trata sin embargo de una película desdeñable, pero tampoco memorable. Tiene mérito convertir en únicos protagonistas a dos personas rodeadas gran parte del metraje de una considerable cantidad de extras que no interactúan en ningún momento con ellos. Lo tiene también confiar en el realismo mágico y cierta tendencia hacia lo onírico para que sea la megafonía la única interlocutora ajena a la pareja, que a veces incluso dialoga con ella y él, y a la que pone voz el músico Eddie Vedder, aunque usando el seudónimo Hal Liggett, sospechosamente asociado a 2001, por la computadora y por el autor de Atmósferas, aunque no podríamos explicar el porqué de esta supuesta asociación. Y tiene mérito también dar al conjunto un aire de ensoñación y rareza al que contribuye sobremanera la etérea música del desconocido David Boman.
Ryan y el agente Mulder, David Duchovny están bien en sus cometidos, no caen en la sobreactuación ni en el ridículo, y desprenden cierta química en una cinta que ni destila comedia ni es especialmente romántica, sino más bien una sesión de psicoanálisis en la que surgen cuestiones como las frustraciones de la vida, las oportunidades perdidas, la relación con los hijos e hijas y la aceptación de ese deterioro vital que no nos permitirá ya dar marcha atrás ni volver a sentirnos como antes. Tiene mérito tratándose sólo de una segunda película, aunque no llegue a ser suficientemente interesante ni convincente, tratar todos estos temas y hacerlo de forma original, apartándose del estilo que le hizo famosa y por el que sigue pareciéndonos tan simpática.
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