I Festival Internacional de Música de Cine de Sevilla. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Marc Timón e Iván Palomares, directores. Programa: Obras de Arturo Cardelús, Pablo Cervantes, Luis Ivars, Pascal Gaigne, Sergio Moure de Oteyza, Iván Palomares, Manel Santisteban, Zacarías Martínez de la Riva, Manuel Gil-Inglada, Vanessa Garde, Iván Martínez Lacámara, John Williams y Ennio Morricone. Cartuja Center Cite, jueves 25 y viernes 26 de noviembre de 2021
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La ROSS en el Cartuja Center Cite |
Muchos y muchas de las maestras de la Sinfónica de Sevilla recordarán sin duda con orgullo y emoción aquellas ocasiones en las que maestros de la composición cinematográfica como Jerry Goldsmith, Howard Shore, Elmer Bernstein o el mismísimo Ennio Morricone al que esta vez rindieron homenaje, se pusieron al frente de la formación hispalense. Delerue y Jarre se adelantaron en su visita a la creación de la orquesta, y Barry no pudo dirigirla a casusa del lamentable suceso de la Ópera de la Bastilla en plena Expo 92.
Pocas orquestas pueden enorgullecerse de haber prestado sus servicios a tan digna nómina de grandes de la música de cine. Solo faltó John Williams, al que se han acercado en muchas ocasiones pero bajo otras batutas, como sucedió en esta ocasión. El maestro, único en su especie en el mundo del espectáculo, ahora que acaba de dejarnos el insigne
Stephen Sondheim, pasea ahora su talento por las mejores orquestas europeas, las Filarmónicas de Viena y Berlín, y se codea con artistas de la talla de Anne-Sophie Mutter, Itzhak Perlman o Yo-Yo Ma, mientras otros grandes pendientes como Hans Zimmer montan sus propios espectáculos de luz y sonido en giras por todo el mundo al más puro estilo de las estrellas del rock.
En los ochenta montar un festival de estas características era una temeridad y gesto de auténtica valentía por su originalidad y su talante pionero. Veinte años después esa gesta se la llevó el viento. Para entonces eran ya
muchos los certámenes del género que se celebraban en el mundo, solo en España destacan Fimucité en Tenerife y el Festival de Úbeda, luego reubicado en Córdoba y Málaga y reconvertido en Cinefan de Úbeda. Allí se atrevieron a montar algo parecido a la cita sevillana pero bajo el concepto de
encuentros entre la industria y la afición y una profusa intervención de los compositores convocados. Algo parecido es lo que propone, con toda la pasión y entusiasmo que la empresa exige, el también compositor y agitador cultural
Francisco Cuadrado, que con la complicidad de
Gorka Oteiza han montado este
primer festival que saluda también a una ROSS de nueva vía, la de
Sevilla Film Orchestra, quizás como queriendo
recuperar una oportunidad perdida, la que acarició hace treinta años Elmer Bernstein (
Los diez mandamientos, Los siete magníficos) cuando reparó en nuestra orquesta para grabar
soundtracks clásicos. Una propuesta que la orquesta entonces declinó por considerarlo un abaratamiento de sus posibilidades y exigir honoraros inasumibles, y que
acabó recayendo en orquestas del este, las mismas a las que recurren nuestros cineastas para grabar las bandas sonoras de sus películas. Se trata ahora de evitar ese éxodo, pero ya
se nos han adelantado en el norte, donde orquestas vascas y gallegas se encargan de sus propias producciones y de recuperar clásicos de, por ejemplo y nada más y nada menos, Bernard Herrmann.
Por un puñado de compositores españoles
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Marc Timón |
Los dos conciertos que ilustraron estas primeras jornadas de talleres, conferencias y encuentros en los que se ha basado este primer festival, utilizaron
el reclamo de John Williams y Ennio Morricone, apuestas siempre seguras, y si no que se lo digan a
Martínez-Orts y su Film Symphony Orchestra, para introducir un buen puñado de compositores, y una compositora, de cine español,
en su mayoría poco conocidos para el público en general y que además eligieron para dar forma de suites
títulos poco o nada identificables. Como resultado tuvimos la constatación de que hay hoy en nuestro país una corriente de composición que se ha
empapado de la música hollywoodiense, ha aprendido a orquestar y manejar ritmos y atmósferas de una forma casi inédita en nuestro país. Por el contrario
aun no dominan el arte de la melodía, tan fundamental a lo largo de la historia del cine para identificar películas a través de la música. La orquesta, que tuvo en el pasado la oportunidad de dirigir a los grandes de nuestro país como Carles Cases, Bingen Mendizábal, Roque Baños, Fernando Velázquez o Alberto Iglesias, y apenas surgió después de que la música de José Nieto sonara de la mano de la Sinfónica de Madrid, pudo apreciar sin duda este particular, lo que no fue óbice para plegarse a las múltiples sensibilidades surgidas de los pentagramas y ofrecer brillantes versiones de su música, adoptando para ello un
sonido compacto y controlado a nivel expansivo, muy acorde a la estética cinematográfica
Así, el estreno de The Dark Passenger, una obra cuya fuente desconocemos, descubrió a un joven Arturo Cardelús dotado para la tensión dramática y la orquestación épica, tanto como el ya veterano aun siendo todavía joven Pablo Cervantes, el sevillano que tantas melodías creó para Garci y que ahora se pliega también a las bandas sonoras de acción e intriga (Asesinos inocentes) tanto como al lirismo inherente al documental de Laura Hojman sobre Rubén Darío, Tierras solares. Más veterano, el polifacético Luis Ivars recuperó Tabarka, un thriller político de 1996 cuya amable banda sonora participa más de un estilo compositivo autóctono y personal, antes de la invasión definitiva americana. Y en esa misma línea pudimos disfrutar de la música del francés afincado en el País Vasco Pascal Gaigne, que no eligió para la ocasión ninguno de sus trabajos para Arregi y Garaño (Loreak, Handia, La trinchera infinita) sino dos partituras galas de inconfundible sabor mediterráneo, apacible y lleno de ternura. El terror psicológico y asfixiante de Extinction y la breve pero delicada sintonía de Seis Hermanas fueron las aportaciones de Sergio Moure, siempre servidas con la delicadeza y profesionalidad de la orquesta, destacando la sensibilidad de Tatiana Postnikova al piano, y con un eficaz trabajo del compositor y director de orquesta Marc Timón a la batuta.
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Iván Palomares |
En la segunda jornada,
Iván Palomares tomó el relevo comenzando con una obra suya,
The Calling, otro estreno del certamen, de tintes épicos y enfáticos muy alejado de la ternura de
Bajo las estrellas, su trabajo más reconocido. Le siguió el romanticismo de
Manel Santisteban, curtido en el jazz y el pop, siempre asociado a Mecano y La Década Prodigiosa, en
Tres metros sobre el cielo, y de nuevo la acción más genuinamente americana en
Bajo cero, un reciente thriller estrenado en la plataforma Netflix que tanto está alejando al público de las salas. A su autor,
Zacarías M. de la Riva, debemos la dinámica música de
Tadeo Jones, y con dibujos animados continuó
Manuel Gil-Inglada con la inédita y tradicional
Hullabaloo y la digital
D’Artacan y los tres mosqueperros, en cuya suite incluyó la sintonía original para televisión compuesta por Guido y Maurizio de Angelis. De nuevo aires mediterráneos y desenfadados para
La boda de Rosa de
Vanessa Garde, cuyo trabajo adaptando a Vivaldi hemos podido disfrutar recientemente en la película
Josefina, protagonizada por Emma Suárez. Y terminamos con la música de
La casa de papel, una ejemplar y muy efectiva partitura que
Martínez Lacámara presentó en forma también de suite.
Todos los autores estuvieron presentes en estas dos galas especiales.
Williams y Morricone como brillantes reclamos
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Susana Casas García de la Galana, y Nazar Yasnytskyy a la derecha |
Programados cuando acababan de ser anunciados como
ganadores del Príncipe de Asturias, y antes de que el irrepetible compositor italiano falleciese en plena pandemia, la música de John Williams y de Ennio Morricone, junto a todos los demás convocados, debió sonar en marzo pasado, pero
las restricciones jugaron una mala pasada a Cuadrado y su equipo y tuvieron que posponer la cita hasta ahora. Marc Timón se encargó de dirigir la música de Williams, a quien conoce personalmente y con el que logró dibujar
un perfil dinámico, lleno de fuerza y ritmo en bandas sonoras míticas como
Tiburón o
Parque Jurásico, donde echamos de menos unos metales más refulgentes. Características que también se dieron cita en el
Tema de Ray de
El despertar de la fuerza, el
Scherzo para motocicleta y orquesta de
Indiana Jones y la última cruzada, y la sintonía televisiva
The Mission. Con la delicadeza de Postnikova y el
lirismo de la cuerda se ofreció el tristísimo tema de
Las cenizas de Ángela, y con la complicidad de
unos espléndidos Nazar Yasnytskyy, concertino para la ocasión y violín solista, y de
César Coryn Herwig al violonchelo, un delicioso
Vals del presidente de
Memorias de una geisha. De su propio cuño, Timón ofreció como propina el trabajo más largo de la velada, un homenaje a Williams en forma de suite inspirado en el estilo épico y lírico del compositor estadounidense que tituló
The Beacon (El faro) en
clara referencia a su influencia y talante inspirador. El inevitable
Tema de Darth Vader o
Marcha Imperial puso colofón al concierto del jueves, con una interpretación enérgica y de marcados acentos marciales por parte de una entregadísima Sinfónica.
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Diego Villegas, y César Coryn Herwig a la izquierda |
Más relajado fue el
homenaje a Morricone, con Palomares desgranando con respeto y atención arreglos no siempre fieles a los originales de
¡Átame!, la aventura almodovoriana del compositor romano, los tres temas icónicos de
Hasta que llegó su hora, con
Diego Villegas emulando con acierto y vuelo lírico al
Hombre de la armónica, y
Susana Casas entonando el
Tema de Jill al estilo de Edda dell’Orso con una perfecta entonación.
La misión y
Malena precedieron al
Tema de Deborah de
Érase una vez en América, de nuevo con Casas asumiendo el
vocalise, y un brillante epílogo con los títulos finales de
Los intocables de Eliot Ness. El fin de fiesta fue de lo más emocionante, con el
medley de temas populares del cine que John Williams confeccionó para la
gala de los Oscar de 2002,
pura celebración de la emoción y la pasión por el cine y la música.
Fotos:
Guillermo Mendo