Francia 2025 103 min.
Guion y dirección Ken Scott, según la novela de Roland Perez Fotografía Guillaume Schiffman Música Nicolas Errèra Intérpretes Leïla Bekhti, Jonathan Coen, Naim Naji, Noé Schecroun, Joséphine Japy, Jeanne Balibar, Sylvie Vartan, Anne Le Ny, Lionel Dray, Milo Machado Graner, David Ayala Estreno en Francia 19 marzo 2025; en España 30 mayo 2025
Roland Perez es un reconocido jurista francés que nació con una malformación en un pie que le hubiera impedido caminar y desarrollar, quizás, una carrera tan brillante como la que llegó a cosechar, si no fuera por la perseverancia y la fe absoluta de su madre, que logró el milagro. Concebida por su propio protagonista como una oda a las madres, sustitutas de Dios cuando éste no puede acudir a todas partes, según reza una de las citas reunidas en la película, su discurso acaba por hacerse farragoso y al final no se entiende si se alaba o no a la madre de este singular personaje. Su adaptación cinematográfica corre a cargo del director canadiense Ken Scott, que ha desarrollado una carrera sin mucho interés a caballo entre Canadá, Francia y Estados Unidos, y cuyo único film memorable es Starbuck, una original comedia también basada en hechos reales, sobre un súper donador de semen. Dudamos del carácter comercial del vulgar título castellano de esta cinta, mientras el original, Mi madre, Dios y Sylvie Vartan, nos parece más revelador y desde luego mucho más atractivo.
La primera mitad del film transcurre en un amable y distendido tono de comedia, con momentos realmente divertidos, mientras la actriz de origen marroquí Leïla Bekhti, a quien vimos en cintas como La fuente de las mujeres, Un profeta o más recientemente Maria Montessori y Las dos caras de la justicia, lleva el peso de la función, con carisma y mucho encanto. Pero cuando el problema está resuelto y la consecución de la felicidad por parte del hijo reside en seguir los pasos convencionales de la vida rutinaria, eso que llaman normalidad despreciando cualquier otra alternativa, es decir, estudiar, lograr el éxito profesional, casarse con la mujer de tus sueños y tener una buena prole, el discurso acaba cayéndose. Especialmente porque nuestra heroína pasa a convertirse en un lastre. Desaparecen hermanos y hermanas, y sólo existe madre para el hijo en cuestión, pero de la forma más tópica posible, entrometiéndose en todo y haciéndole la vida imposible.
Esta segunda parte cuenta por supuesto con la nota trágica, al fin y al cabo si se basa en hechos reales habrá que aceptarlo, de forma que el film sigue la estructura habitual en este tipo de películas río, comedia al principio, melodrama al final. Todo esto sin contar la prematura vejez de la protagonista, sometida a los habituales maquillajes pesados y movimientos torpes que no coinciden con la edad que se supone debe tener el personaje, al menos durante un buen tramo de película, pues luego se estanca. Con todo, el buen hacer de sus intérpretes, la colorida ambientación en los sesenta y setenta del pasado siglo, el solvente trabajo de Jonathan Coen interpretando al personaje en edad madura, y una sentimental banda sonora enriquecida con temas jazz y canciones vintage, especialmente del icono francés de la época, Sylvie Vartan, felizmente recuperada para la ocasión, y responsable en buena medida de la recuperación del niño y después adolescente, hacen que el film se vea con agrado y simpatía.
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