lunes, 9 de junio de 2025

LA CASA AL FINAL DE LA CURVA Concentración de accidentes

Título original: Sharp Corner
Canadá-Irlanda 2024 110 min.
Dirección
Jason Buxton Guion Jason Buxton y Russell Wangersky Fotografía Guy Godfree Música Stephen McKeon Intérpretes Ben Foster, Cobie Smulders, William Kosovic, Gavin Dra, Jonathan Watton, Rena Kossatz, Reid Price, Alexandra Castillo, Dan Lett, Gita Miller Estreno en el Festival de Toronto 6 septiembre 2024; en Canadá 9 mayo 2025; en España 6 junio 2025


Seguramente conocen esa señal de tráfico que advierte de
tramo de concentración de accidentes. Pues la casa del título español de esta inquietante película cuyo original sería Curva cerrada, se encuentra precisamente en uno de esos tramos. Mucha concentración por cierto, a tenor de la convención con la que el ingenioso guion nos invita a aceptar la frecuencia con la que mueren personas de toda condición a las puertas de la extraordinaria casa que habita la sufrida familia protagonista. Aceptado lo cual, esta segunda película del canadiense Jason Buxton, doce años después de un prometedor debut con Blackbird sobre un joven problemático, se convierte en una cinta de posesión diabólica a la vez que de retrato psicológico de una obsesión, en cierto modo próximo a la atmósfera enfermiza que caracteriza el cine de un ilustre compatriota, David Cronenberg.

La casa parece poseer a un Ben Foster esmerado al máximo en su composición de un personaje que poco a poco va dejándose perturbar por una emoción antes inesperada, pero que encuentra su vertiente más normalizada cuando en cierto punto un grupo de jóvenes sacan sus móviles para grabar la tragedia. Estilizada y elegante, la película sirve también para mostrar la fragilidad de las relaciones humanas, especialmente de carácter sentimental, la ausencia de compromiso para ayudar a un ser querido, por mucho que ande también en juego la estabilidad emocional de un niño. En este sentido la cinta se nos antoja un poco misógina, pues una vez más es la mujer quien personifica ese papel más antipático, práctico y calculador. 

Pero lo que de verdad interesa es la capacidad del narrador, impulsado por una ejemplar interpretación del actor bostoniano, para provocar inquietud, sorpresa y ese mismo morbo que en parte motiva la discutible preocupación del incómodo personaje. También la impactante y abrumadora música de Stephen McKeon puede recordarnos a algunos de los trabajos que Howard Shore, habitual de Cronenberg, compuso para el género antes de virar hacia la épica sinfónica de Tolkien.

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