No nos hemos podido resistir a acudir al concierto de clausura del Festival de Úbeda de este año. Visitar la monumental ciudad siempre vale la pena. Escuchar la música de Henry Mancini a toda orquesta en nuestro país resulta bastante complicado, y hacerlo en el centenario de su nacimiento, para nosotros un acontecimiento. Lo hizo el pasado sábado 29 de junio de la mano de la Filarmónica de Málaga, quizás la orquesta de nuestra comunidad que más arriesga y mejor se compromete con la lectura de otras disciplinas, las lleva por otras plazas e incluso las graba. Un ejemplo a seguir, que en este caso se traduce en un programa que la orquesta lleva paseando por otras ciudades desde hace aproximadamente un año, y que en Úbeda ha servido para clausurar su ya longevo festival con treinta y seis ediciones a la espalda. Una ciudad y un espacio, el hermoso Hospital de Santiago, que no son ajenos a la música de cine. Ya albergó un festival dedicado al género durante varios años a principios de este siglo, con la presencia de destacados compositores de un lado y otro del Atlántico.
Con José María Moreno, el apasionado y enérgico director mallorquín titular de la orquesta malagueña, la Filarmónica desplegó un programa en el que se alternaron versiones originales de su autor (Lujon, Lightly Latin de Mr. Lucky, Peter Gunn, La pantera rosa, El carnaval de las águilas) con piezas de concierto del homenajeado, grabadas con su orquesta u orquestas que en el mundo anglosajón denominan Pops (Royal Philharmonic Pops, Cincinnati Pops), como la versión ofrecida de Charada, March with Mancini, Strings on Fire, Ohio Riverboat u Overture to a Pops Concert que sirvió como propina, y arreglos específicos del pianista de jazz José Carra, colaborador de la formación en estos conciertos celebrados también en Rincón de la Victoria y Málaga. Suyas fueron las versiones de Días de vino y rosas en formato suite, El nuevo caso del inspector Clouseau, Querido corazón, un muy reducido Baby Elephant Walk y un muy inspirado Just for Tonight, ambos de Hatarí, también reducido e insuficiente el precioso Dos en la carretera, o ese Nothing to Lose que Claudine Longet cantaba en la más famosa fiesta hollywoodiense, la de El guateque.
Versiones que evidenciaron el buen conocimiento que Carra tiene del estilo y el espíritu manciniano, si bien con tendencia a una grandilocuencia que el compositor sólo empleaba en esos temas de concierto que servían en la mayoría de los casos para lucir las posibilidades de la orquesta. Del más querido de sus temas, Moon River, se optó por esa supuesta obertura cuyo hallazgo se adjudicó Luis Cobos en su disco dedicado a los Oscars en la década de los noventa del pasado siglo, y que sirvió también a Martínez-Orts para su último concierto con la valenciana Film Symphony Orchestra. Otro ejemplo de grandilocuencia mal empleada en la música de un compositor siempre caracterizado por su elegante y sutil glamour.
Una Pantera rosa con palmas y palillos del público, evidenciando el buen sentido del ritmo del que gozamos en Andalucía, sirvió como bis, dejando clara la versatilidad de la orquesta, su adaptación a otros lenguajes, como el jazz y la música ligera y melódica, y los magníficos resultados obtenidos, en algún caso mimetizando a la perfección las grabaciones existentes, como en Charada, Lujon (pieza utilizada en muchas películas, pero no concebida para ninguna en particular) o The Great Waldo Pepper March. El excelente comportamiento del público y el emblemático auditorio en el que se celebró, ayudaron a redondear una noche mágica y emocionante.
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