miércoles, 26 de agosto de 2015

SISTER ACT EN EL TEATRO ARRIAGA

Sister Act: Una monja de cuidado es una película de 1992 dirigida por Emil Ardolino, realizador ya fallecido que fue responsable también de Dirty Dancing. Aprovechando de forma solapada el universo descrito por Pedro Almodóvar en Entre tinieblas nueve años antes, e importándolo al más edulcorado y presuntamente inocente que caracteriza a la comunidad Disney, Whoopi Goldberg protagonizó las aventuras de una cantante de soul que debe esconderse en un convento para huir de los criminales a los que ha visto en acción, plegándose así a uno de esos programas de protección de testigos que tan a menudo practica la justicia americana. Naturalmente revoluciona la vida en la comunidad religiosa con su desparpajo, frescura y sus canciones, contando por supuesto con la oposición permanente de la madre superiora, para la ocasión interpretada por Maggie Smith, cuyas tensiones lógicamente desaparecerán casi al final del metraje.

Alan Menken, multilaureado compositor de éxitos como La sirenita, La bella y la bestia, Aladdin, Pocahontas, Hércules y El jorobado de Notre Dame, lo convirtió en musical en 2009, después de remontar el vuelo con Encantada y antes de escribir las canciones de Enredados. En la película de Ardolino también había canciones, pero tomadas de éxitos del soul y el blues sesentero. La partitura original era obra de Marc Shaiman, popular también entre las bambalinas de Broadway, donde ha estrenado entre otros el musical Hairspray. Para la versión escénica de Sister Act Menken prefirió el sonido disco de los setenta, aunque en general en la partitura predominen las baladas sentimentales que le han hecho famoso y las piezas corales al más puro estilo teatral americano. Su versión española tuvo origen en Barcelona, cuna desde hace décadas del teatro musical en nuestro país, mucho antes de que la Gran Vía madrileña se convirtiese en el Broadway español. Una de las musas de este musical catalán, Angels Gonyalóns, recrea aquí el papel de madre superiora con tanta profesionalidad como talento, perceptible en números como No tengo elección, derroche de interpretación y fuerza canora. Su estreno en el Teatro Tívoli de la Ciudad Condal tuvo lugar el 23 de octubre de 2014 y allí permaneció seis meses antes de echar el cierre el 10 de mayo de 2015. En el Teatro Arriaga de Bilbao aconteció el arranque de su gira española, que en próximas fechas le llevará por el norte del país, con escalas en Santander y Vigo, y que recalará en Sevilla a partir del próximo 19 de noviembre en el Auditorio FIBES.

Aprovechando unos días en la cornisa cantábrica, nos decidimos a presenciar este estreno vasco y de paso así conocer un teatro tan hermoso y emblemático como el Arriaga. La producción de este musical cuyo estreno absoluto tuvo lugar en Pasadena, California, en 2009, y se mantuvo en el West End Londinense varios años antes de estrenarse en Nueva York y otras plazas del Mundo, corre a cargo de Stage Entertainment, que para la ocasión se ha asociado con El Terrat Producciones, compañía fundada y presidida por Andreu Buenafuente. La propia Whoopi Goldberg ejerce también de productora, avalando con su presencia el estreno barcelonés. Se trata de una versión muy aseada, realizada con buen oficio y saludable sentido del espectáculo y el entretenimiento ligero y desenfadado. Pero aunque la dirección musical de Josep Ferré se antoje competente, le falta ese algo de emoción y grandeza que caracteriza al musical genuino hecho en América. Lo mismo puede decirse de sus protagonistas, una debutante Mireia Mambo Bokele o Edu Engonga entre los papeles principales, educados para una emisión en estilo soul y funky, aunque en el caso del segundo evidencie falta de potencia. Nada que objetar a Gonyalóns y bien en general el resto del elenco. La producción resulta holgada, colorista y efectiva, pero siempre dentro de esa corrección que alcanza la diversión y el entretenimiento pero se queda corto ante lo sublime; claro que en este sentido cabe reprocharle a Menken haber cosechado un ramillete de canciones con poca personalidad, demasiado convencionales y sin una línea melódica suficientemente definida. Pero no se le puede negar desparpajo en las coreografías monjiles, gracia en el trío de torpes criminales, colorido en una puesta en escena que apuesta acertadamente por las vidrieras catedralicias, y un tono general desenfadado, familiar y divertido.

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