lunes, 29 de enero de 2018

JUAN CARLOS GARVAYO Y LAS SINFONÍAS DE BEETHOVEN POR LISZT: RECREACIONES TUMULTUOSAS

Integral de los arreglos de Franz Liszt de las sinfonías de Ludwig van Beethoven. Juan Carlos Garvayo, piano. Programa: Sinfonías nº 2 en re mayor Op. 36 y nº 5 en do menor Op. 67. Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza, domingo 28 de enero de 2018

La idea de programar todas las sinfonías de Beethoven tal como las arregló Liszt para piano resulta sin duda interesante y atractiva. En el mercado apenas podemos encontrar las grabaciones recientes del pianista ruso Yury Martynov o las más remotas, y con notables defectos de sonido, de la legendaria pianista turca Idil Biret. Por eso poderlas escuchar en directo, en salón, como fueron concebidas, es un privilegio que nos brinda el Maestranza y al que atendemos con curiosidad y cierta inquietud.

El pianista granadino Juan Carlos Garvayo ha demostrado en muchas ocasiones, como solista o miembro del prestigioso Trío Arbós, Premio Nacional de Música en 2013, que es un intérprete competente y comprometido. Atreverse con partituras de esta envergadura, en la que Liszt traduce todo el complejo y exuberante sinfonismo beethoveniano a las teclas del piano, procurando que en el trasvase se pierda la menor cantidad de matices posible, es signo de este compromiso y de su capacidad para asumirlo. Garvayo hizo por lo tanto exhibición gimnástica de indiscutible potencial expresivo, pero siempre desde una estética en la que prima lo impetuoso y tormentoso por encima de lo delicado y matizado. Abordó la Sinfonía nº 2 desde este prisma, sacrificando la alegría desbordante inherente a la página, enérgico pero no optimista, enfático pero no depurado. Con todo, el larghetto le salió cálido y melódico, mientras el scherzo resultó danzarín y el finale fogoso, siempre desde unos ataques bruscos e impetuosos, echándose en falta más tensión y júbilo en su conclusión.

La popularidad de la nº 5 hace que su escucha resulte siempre algo más entretenida, no obstante la reducción pianística en manos de Garvayo deambuló por corrientes parecidas, primando la violencia tumultuosa en sus abundantes modulaciones, frente a una más profunda reflexión. Esta combinación de fuerza, concentración y unidad orgánica que caracteriza la sinfonía, encontró en las manos del pianista algunos problemas de desarrollo, con pasajes que evidenciaron falta de agilidad, y otros en los que faltó mayor dinamismo, flexibilidad y luminosidad. De nuevo fue el segundo movimiento, andante con moto, el más logrado, sereno y dulce, frente a un allegro poco satisfactorio en sus cambios de humor, y un finale vigoroso pero lamentablemente cansino.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

CALL ME BY YOUR NAME Amor natural en la campiña

Italia-USA-Francia-Brasil 2017 130 min.
Dirección Luca Guadagnino Guión James Ivory, según la novela de André Aciman Fotografía Sayombhu Mukdeeprom Música Sufjan Stevens Intérpretes Timothée Chalamet, Armie Hammer, Michael Stuhlbarg, Amina Casar, Esther Garrel, Victoire du Bois, Vanda Capriolo, Antonio Rimoldi, André Aciman, Peter Spears Estreno en Estados Unidos 24 noviembre 2017; en España 26 enero 2018

El director de Yo soy el amor y Cegados por el sol insiste en situar sus historias en ambientes burgueses donde un alto nivel de vida se da la mano con un gusto exquisito, y además en esta ocasión una inquietud cultural e intelectual ideal para que las premisas sobre las que se asienta la novela de Aciman encuentren buenas raíces a las que asirse. Alejado del cine desde hace años, James Ivory firma la adaptación de esta sensible y emotiva historia de amor entre un joven despertando a la vida y la sexualidad, y el también joven pero menos ayudante de su padre arqueólogo e historiador de arte. En el espacio ideal de la campiña del norte de Italia, en pleno verano, entregados al placer de la luz, el agua y una atmósfera vital en la que es fácil sentir brisas y fragancias, los dos protagonistas viven su particular romance en absoluta libertad, truncada sólo por los vaivenes y convenciones de los sentimientos, pero sin censuras ni reproches de índole coyuntural, que es a lo que estamos acostumbrados cuando de homosexualidad se trata. Asistimos al día a día de un cortejo y una consumación sin que por el camino ocurran cosas relevantes, sin giros ni quiebros de guión que den al conjunto su habitual apariencia dramática. En consecuencia, no hay drama particular en este ir y venir de cuerpos en plena efervescencia sensual, más allá de la mera explicación de un despertar sexual y, sobre todo romántico, mostrado con sinceridad y naturalidad, a pesar de lo mucho que a Guadagnino le quieran colgar la etiqueta de esteta y publicista vacío. El ambiente familiar, culto e intelectual en el que se desarrolla la trama juega un papel fundamental para mostrar esta historia en toda su plenitud de libertad y amabilidad, sin más traumas que los que derivan del anhelo por la persona amada cuando no se le puede tener. Un teléfono en la lejanía demuestra que lo vivido, en un lugar y una época tan sugerentes como nostálgicas, no es más que un espejismo de libertad y felicidad que no encuentra parangón en la vida gris de la gran ciudad, donde sigue imperando la dictadura de la incomprensión y la sinrazón, esa que encorseta nuestra vida hasta que cuando nos damos cuenta se nos apaga y comprendemos que no mereció la pena reprimirla. Guadagnino cuida en este proceso hasta la selección musical, eligiendo a Debussy para potenciar el encanto del verano en el campo, o a Ravel para ilustrar la sensualidad de los cuerpos y deseos, mientras los intérpretes dan todo de sí, especialmente el jovencísimo Timothée Chalamet, a quien vimos en Mujeres, hombres y niños e Interstellar y pronto veremos en Lady Bird y la nueva de Woody Allen, demostrando que es capaz de tocar el piano con habilidad y fluidez, y aguantar varios minutos un primer plano transmitiendo una generosa variedad de matices expresivos. Como curiosidad, el autor de la novela en la que se basa la película, André Aciman, aparece en una secuencia de la película como feliz homosexual junto a su pareja, invitados por los liberales padres del joven protagonista.

EL PASAJERO Disparate entretenido

Título original: The Commuter
USA 2018 105 min.
Dirección Jaume Collet-Serra Guión Byron Willinger y Philip de Blasi Fotografía Paul Cameron Música Roque Baños Intérpretes Liam Neeson, Patrick Wilson, Vera Farmiga, Sam Neill, Jonathan Banks, Elizabeth McGovern, Dean-Charles Chapman, Clara Lago, Florence Pugh, Letitia Wright, Shazad Latif Estreno en Estados Unidos 12 enero 2018; en España 26 enero 2018

Buscando una imagen para ilustrar esta reseña, observo que varias de las propuestas diseñadas para promocionar la película guardan cierta semejanza, un homenaje supongo, con los diseños de Saul Bass para las películas que Hitchcock dirigió en los cincuenta y sesenta, y eso me lleva a corroborar el parecido que particularmente encuentro entre la relación de Jaume Collet-Serra y Liam Neeson y la que guardaba el director británico con Cary Grant o James Stewart en películas de intriga y acción donde el protagonista era un hombre corriente al que una circunstancia eventual convertía en hombre de acción y aventura. Salvando las distancias, eso es lo que el director catalán viene haciendo con el actor irlandés desde que lo dirigiera por primera vez en Sin identidad hasta ésta su cuarta colaboración juntos, un film en el que un agente de seguros se ve involucrado directamente en una conspiración criminal a bordo de un tren de cercanías poblado de pasajeros con diferentes historias, al más puro estilo del cine de catástrofes de los años setenta. Salvando las distancias, fundamentalmente por culpa de un guión disparatado y repleto de flecos sueltos, Collet-Serra consigue un film entretenido en el que destaca el dominio de las hechuras cinematográficas al servicio de una serie de situaciones harto improbables que lastran el buen acabado de un espectáculo que podría haber sido apasionante. Neeson, visiblemente demacrado y delgado, da la talla en esta historia de conspiraciones y traiciones, mientras el resto del elenco hace bien su trabajo, incluida una Clara Lago que si juega bien sus cartas podría instalarse en el sistema hollywoodiense como lo ha hecho definitivamente su compatriota. Pero lo que de verdad destaca en este juego de disparates es el ritmo frenético y la buena mano del realizador para imprimir suspense a su historia desde prácticamente el minuto cero. Lástima que el interés se vaya evaporando conforme vamos siendo víctimas de una enrevesada trama plagada de situaciones imposibles que nunca acaban de convencer. Pero el entretenimiento, afortunadamente, no decae.

viernes, 26 de enero de 2018

Estreno de SIN AMOR (LOVELESS) en salas comerciales

Reseña de la película, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el 7 de noviembre de 2017. Estreno en salas 26 enero 2018

REFLEXIONES SUAVES Y VAPOROSAS EN EL 6º DE ABONO DE LA ROSS

6º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Leonard Elschenbroich, violonchelo. Jean-Luc Tingaud, dirección. Programa: Canto en memoria de Benjamin Britten, de Pärt; Three Meditations from Mass, de Bernstein; Concierto para orquesta, de Bartok. Teatro de la Maestranza, jueves 25 de enero de 2018

Se trataba quizás, con este sexto programa de abono, de invitar a la meditación a través de páginas musicales concebidas para evocar un estado de ánimo reflexivo, aunque como siempre estas intenciones temáticas acaban cogidas con alfileres. El director francés Jean-Luc Tingaud debutó frente a la Sinfónica con un programa integrado en su primera parte por dos inequívocas meditaciones musicales, mientras la segunda estuvo protagonizada por una de las más populares piezas orquestales de Béla Bartok, ya afincado en Estados Unidos y víctima de una leucemia determinante para la gestación de la obra. Frustrado por no conocer en persona a Britten, a quien admiraba por su pureza musical, Arvo Pärt inició con su Canto en memoria del compositor británico un estilo que le ha acompañado hasta sus últimas obras, y en el que a partir de estéticas muy ligadas al canto llano antiguo desarrolla una melodía simple, estirándola, armonizándola y enroscándola hasta darle el porte elegíaco que su espiritualidad le exige. Todo esto quedó muy claro y matizado en la hermosísima recreación del francés frente a una cuerda mórbida, transparente, equilibrada y resplandeciente, punteada por el toque de una campana funeraria que brindó a la percusionista Louise Paterson la primera ocasión para lucir su oficio.

En las Tres Meditaciones de Bernstein, en este segundo programa dedicado a honrar su memoria en el centenario de su nacimiento, hay también mucha percusión (no tanta como en la Misa o experimento escénico del que el autor extrajo las piezas, cuyo montaje exige un esfuerzo que pocos auditorios se pueden permitir), órgano y un violonchelo solista al que prestó imagen y talento el joven alemán Leonard Elschenbroich, que extrajo de su Leonard Rose veneciano de 1693 un sonido dulce, suave y vaporoso, de ataques delicados y quiebros acaso demasiado sutiles, logrando una lectura correcta y competente de una página que se escucha con interés pero sin entusiasmo, y que a pesar de su dificultad brinda poca oportunidad de lucimiento al intérprete. El acompañamiento de Tingaud viajó por la misma senda que en Pärt, destacando en belleza y elegancia aunque no siempre fuera lo ideal. Elschenbroich perfiló como propina un Bach también susurrado, potenciando el carácter místico de la velada.

Más decepcionante fue la versión que Tingaud realizó del Concierto para orquesta de Bartok, compuesto por encargo de la Boston Symphony como parte del apoyo recibido cuando padecía una rara enfermedad que acabó resultando leucemia. Los diversos estados de ánimo de la obra fueron recreados en un tono monocorde, más preocupado siempre por el sonido terso y aterciopelado de la cuerda, sin prestar demasiada atención a los numerosos solistas, en el caso de los metales con serios desajustes en el primer movimiento. Poco desasosiego en la Introducción, apenas caricatura en el Juego de la pareja, escasamente lúgubre su Elegía central, y con demasiada ligereza la celebración Final; si bien la orquesta, salvo en ese apunte destacado, ofreció un excelente nivel técnico, manifiesto en la agitada y frenética conclusión.

lunes, 22 de enero de 2018

120 PULSACIONES POR MINUTO Por la lucha, el amor y la vida; contra la enfermedad y el sistema

Título original: 120 battements par minute
Francia 2017 143 min.
Dirección Robin Campillo Guión Robin Campillo y Philippe Mangeot Fotografía Jeanne Lapoirie Música Arnaud Rebotini Intérpretes Nahuel Pérez Biscayart, Arnaud Valois, Adèle Haenel, Antoine Reinartz, Ariel Borenstein, Félix Maritaud, Aloise Sauvage, Simon Bougarde, Médhi Touré, Simon Guélat, Coralie Russier, Catherine Vinatier, Théophile Ray, Saadia Bentaïeb Estreno en el Festival de Cannes 20 mayo 2017; en Francia 23 agosto 2017; en España 19 enero 2018

En todas las épocas han existido comunidades que no han interesado a la sociedad, y que en la mayoría de los casos han tenido que luchar para reivindicar sus derechos y su posición. Hoy poco interesan los inmigrantes que mueren en el mar, o los refugiados que perecen por frío o hambre, incluso hay categorías en cuanto a las víctimas de los atentados terroristas o las catástrofes naturales. Pero han existido siempre, antes incluso era el pueblo en general, que sólo interesaba a la clase gobernante como fuente de ingresos, claro que esto todavía es así, aunque se disfrace de hipocresía para atrapar votos y hacernos creer que vivimos en una sociedad de bienestar y opulencia. Hay grupos directamente marginados, y los enfermos de sida lo fueron durante mucho tiempo, el que se llevó por delante a millones de jóvenes en todo el Mundo. Asociada en un primer momento a homosexuales, putas y drogadictos, no fue difícil marginarlos hasta la demonización como si de un castigo divino se tratara, dejándolos morir aunque científicamente se encontraran remedios eficaces para paliar sus efectos, ocultos o demorados para jugar con el triunfo cuando fuera más conveniente. Lógicamente esto provocó una marea de rechazos e indignación, y algunos países lideraron una cruzada que devolviera la dignidad y la vida a quienes sufrieron esta plaga del siglo XX. Act Up nació en Estados Unidos y pronto se extendió por otros países para luchar contra gobiernos y farmacéuticas que encontraron en la tragedia un filón con el que llenar egos y bolsillos. Su lucha en la vecina Francia constituye el eje sobre el que se articula esta interesante película del director de origen marroquí Robin Campillo. Pero igual que en Eastern Boys parecía mirar con recelo a los jóvenes inmigrantes del este que se aprovechaban de gays maduros en países ricos, aquí no hace concesiones a la hora de reflejar algunas violentas y contraproducentes conductas de los activistas; dicen que vivió en primera persona esta gesta antisistema, así que sabrá lo que quiere plasmar en una película que en cualquier caso encontramos válida pero con considerables errores. Y es que aunque estructurada en tres perceptibles partes, la lucha, el romance y la enfermedad, se nos antoja demasiado larga, más teniendo en cuenta que hay mucha información que se nos ahorra y que podría haber sido relevante para conocer mejor el problema y redondear la tendencia al documental que arroja el conjunto. Son también demasiados sus diálogos, muchos de ellos inútiles o superfluos para enmarcar la historia, mientras su patético final parece diseñado para la emoción ineludible, y por supuesto que lo consigue. Pero hay muchos valores en esta película, como su mérito pedagógico o las frescas interpretaciones, especialmente de un vitalista y carismático Nahuel Pérez Biscayart, de origen argentino, del apuesto Arnaud Valois, con quien protagoniza una hermosa historia de amor y sincero compañerismo, y de Adèle Haenel, aquella Chica desconocida de los Dardenne, que aporta la visibilidad femenina en esta historia fundamentalmente de gays masculinos. Entre sus numerosos hallazgos destacamos las secuencias de discoteca que parecen funcionar como interludios en los que brilla la vitalidad, la energía y las ganas de vivir del grupo protagonista, esa vida que constituye el derecho más fundamental que tenemos y que tanto se vulnera sin contemplación, mientras otras cuestiones protegidas por nuestras constituciones parecen sagradas e inamovibles. Fue Gran Premio del Jurado en Cannes y mejor montaje en los Premios Europeos del Cine.

TRANSICIONES ROMÁNTICAS EN EL 5º CONCIERTO DE CÁMARA DE LA ROSS

5º concierto del XXVIII ciclo de música de cámara de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Óscar Martín, piano. Claudio R. Baraviera, violonchelo. Vicent Morelló Broseta, flauta. Programa: Tríos para piano, violonchelo y flauta en Re mayor Hob. XV:16, de Haydn; en Sol menor Op. 63, de Weber; y en Re menor Op. 49, de Mendelssohn.
Espacio Turina, domingo 21 de enero de 2018

Morelló, Martín y Baraviera de izquierda a derecha
Tres importantes tríos del Clasicismo en transición al Romanticismo ocuparon el quinto programa del ciclo de música de cámara de la ROSS. Dos de ellos concebidos originalmente para piano, violín y violonchelo, y sólo un tercero compuesto para flauta en lugar del violín. En conjunto resultó una audición competente y agradable, servida con oficio y buen talante, a veces con más implicación, otras de manera algo rutinaria, según qué intérprete, pero procurando en todo momento que la conjunción de instrumentos fuera satisfactoria, el sonido resultara suficientemente empastado y la sensación dejada en el oyente le permitiese viajar del más complaciente y amable Haydn al más tumultuoso Mendelssohn, pasando por un muy elocuente y evocador Carl Maria von Weber.

El más brillante de los trece tríos que Haydn compuso entre 1784 y 1790, de cierta inspiración mozartiana, contó con una interpretación ajustada, acaso poco comprometida pero en cualquier caso compenetrada. El andantino, impregnado del espíritu de la variación, fue quizás el movimiento más satisfactorio dentro de una interpretación algo rutinaria aunque henchida de júbilo y ligereza, e impecable a nivel técnico. La parte de flauta sustituyendo al original violín supuso un mayor grado de ingenuidad en el conjunto, lo que no ocurrió en el trío de Weber, concebido para esta particular formación, y que logró resultados notables en su allegro inicial, cuyos matices melancólicos y románticos fueron muy bien traducidos en el violonchelo de Baraviera y el expresivo pianismo de Martín. Morelló sonó virtuoso en el scherzo, cuyos aires campesinos fueron perfectamente transmitidos. Quizás faltó al andante central, el Lamento del pastor, una mayor intensidad melancólica; brillante fue sin embargo el intercambio de voces entre una fogosa flauta y un chelo lírico y expresivo en el allegro final.

El aliento romántico se apropió definitivamente de los intérpretes en el trío de Mendelssohn, con protagonismo absoluto, a veces avasallador, del piano, motivado quizás por la confesa admiración de Martín por la página en cuestión; mientras, sus compañeros quedaron relegados a un segundo plano, dentro de un conjunto apasionado, incluso desmelenado por parte sobretodo del pianista, que estuvo a la altura en su exquisito andante en forma de lied, con un toque patético y una brillante formulación del espíritu fantástico en el scherzo y su apasionada conclusión.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 21 de enero de 2018

GENAUX, HALLENBERG, FASOLIS Y LA OBS: DIVAS, GENIOS Y MAESTROS EN UNA NOCHE INOLVIDABLE

Recital lírico. Ann Hallenberg y Vivica Genaux, mezzosopranos. Orquesta Barroca de Sevilla. Diego Fasolis, dirección. Programa: Arias y dúos de Vivaldi y Haendel; Obertura de L’Olimpiade y Concerto en Do Mayor RV114, de Vivaldi. Teatro de la Maestranza, sábado 20 de enero de 2018

Fasolis
Una de las citas más relevantes de esta temporada, ¡y menudo enero que estamos teniendo!, es el concierto de la Barroca con dos de las más valoradas y admiradas mezzos del momento, y uno de los directores que mejor han sabido entender la orquesta y mejor provecho saca de ella. No en vano dos de los mejores registros de nuestra orquesta de época se los debemos a Diego Fasolis, el primero que grabaron para su propio sello, Prometeo, y Serpiente venenosa, un documento sonoro del Patrimonio Musical de Andalucía que tuvo, como el anterior, a María Espada como protagonista. Pero el reclamo de la cita, lo que seguramente arrastró a más público, lográndose un lleno absoluto, fue la presencia de Ann Hallenberg y Vivica Genaux.

Genaux
Confieso fuera de micrófono que siento una especial fijación por la mezzo norteamericana, a la que al margen de su intervención en Alahor en Granada de Donizetti hace ahora casi catorce años, descubrí junto a uno de mis más queridos y añorados amigos a través de la música grabada. Aquellos discos dedicados a Vivaldi, Haendel, Hasse o el repertorio afín a Farinelli, llenaron mis oídos y mi corazón de gozo y júbilo, por lo que poder escucharla ahora en nuestro amado Maestranza y verla tan de cerca (privilegios impagables de la crítica, que tanto esfuerzo y dedicación exige por otro lado) ha sido una cumbre en mi experiencia. Por otro lado guardo un muy grato recuerdo de Ann Hallenberg, de quien pude disfrutar hace tres veranos en el Festival de Santander, junto a Maxim Emelyanychev e Il Pommo d’Oro, con la anécdota de que aún sufriendo un desvanecimiento justo antes de empezar el recital, subió al escenario una hora después y dio todo lo posible de sí en un gesto de generosidad reñido con su categoría indiscutible de gran diva de la ópera. Curiosamente además tengo la satisfacción de conocer la hermosa ciudad que le vio nacer, Vasteras, que es donde te deja Ryanair cuando vuelas a Estocolmo. Tuve que dormir en su maravilloso castillo-hotel y pude disfrutar de su belleza y elegante ambiente.

Hallenberg
De vuelta al oficio, la de ayer fue una noche memorable, dedicada a la belleza en toda su extensión, pero no superficial ni superflua sino llena de emoción y expresividad, con una Barroca sonando excelsa merced a una dirección exquisita que supo regular la habitual tendencia de nuestros por otro lado magníficos y magníficas músicos a sonar in forte. En su lugar pudimos disfrutar de una cuerda, por fin convocada casi al completo, entregada a arropar a las voces con ternura, elegancia y equilibrio según se necesitara, y sin renunciar a los pasajes fogosos y temperamentales, sin excesos, cuando tocaba. En esto precisa valorarse y mucho la excelente labor del bajo continuo, como muy bien analiza mi amigo y maestro Fernando López Vargas-Machuca en su personal y sensacional reseña de este mismo concierto. En cuanto a las voces, no cabe duelo por mucho que esa fuera la costumbre en pleno siglo XVIII. Aquéllas acababan generalmente a la gresca y se esforzaban en demostrar la superioridad de unas sobre otras, mientras Hellenberg y Genaux asumieron con humildad y camaradería sus estilos y distinciones, sumando y exhibiendo un más que saludable compañerismo. Hallenberg tiene más cuerpo y un sonido más grave y terso, mientras Genaux acusa un punto nasal nada desagradable, un registro más agudo que el de su compañera, próximo a la tesitura de soprano, y domina las agilidades de manera magistral, sin sobrepasar la delicada línea que lleva a la sobreactuación y la acrobacia vocal, generalmente artificiosa. En su lugar ambas demostraron emitir con una naturalidad pasmosa y un control del fiato y el legato realmente prodigiosas. Tan satisfactorias fueron sus interpretaciones arrebatadas y fogosas de páginas como Alma sopressa de La Fida Ninfa de Vivaldi (Genaux) o Crude furie de Xerxes de Haendel (Hallenberg), como las muy meditadas y reflexivas Dopo notte de Ariodante de Haendel que nos brindó la sueca, y el sobrecogedor Mentre dormi de La Olimpiada de Vivaldi a cargo de la norteamericana. De los tres dúos ofrecidos, uno en las propinas, nos quedamos con el emotivo y emocionante Son nata a lagrimar, de Julio César en Egipto, donde justamente el papel de Sesto lo interpreta una soprano.

Dos genios de la música en manos de dos grandes mezzos abordando roles de contralto sin desvirtuarlos, y el inmejorable acompañamiento de un gran maestro frente a una orquesta de maestros y maestras locales. Hasta el público tuvo una noche memorable, con un comportamiento como hacía mucho no disfrutábamos: silencio absoluto durante la música, sin interrupciones durante las pausas de las piezas instrumentales, servidas también en óptimas condiciones, y con encendidos aplausos y generosas manifestaciones de entusiasmo cada vez que la oportunidad lo permitía. Hoy en el Auditorio Nacional se repetirá la gesta.

sábado, 20 de enero de 2018

LAS HERIDAS DEL VIENTO El cine andaluz que no vemos en Andalucía

España 2017 75 min.
Guión y dirección Juan Carlos Rubio Fotografía Roberto Fernández Intérpretes Daniel Muriel y Kiti Manver Estreno en el Festival de Cine Europeo de Sevilla 8 noviembre 2017; en Madrid 19 enero 2018

Dentro de una semana se entregan en Sevilla los trigésimos premios Asecan, que otorgan los y las críticas de cine de Andalucía. Esta película y El mar nos mira de lejos de Manuel Muñoz Rivas, copan seis y cinco nominaciones cada una, y aunque han podido verse en algunos certámenes celebrados en nuestra comunidad, entre ellos el de Cine Europeo de Sevilla, han llegado esta semana sólo a los cines de Madrid, que no es precisamente la novena provincia de Andalucía. Algo falla en nuestra cultura, que no se permite que veamos nuestro trabajo ni siquiera en nuestra tierra; algo que debería cambiar ya con la ayuda de instituciones y exhibidores y la creación de una plataforma que dé visibilidad a nuestros cineastas y artistas. Mientras tanto debemos conformarnos con la opinión versada por quienes ejercen el poder de la crítica en este país, afincados en Madrid y, de momento, Barcelona. Las heridas del viento salta del teatro al cine de la mano de su propio creador, Juan Carlos Rubio, que no disimula su origen escénico para destacar las inseguridades e insatisfacciones de sus dos personajes, un hijo en busca de la verdadera identidad de su padre justo cuando recibe su legado, y el amante homosexual del difunto, transformista recluido en una antigua mansión a la que el primero no duda en acudir para encontrar esa identidad misteriosa y oculta de quien nunca llegó a conocer de verdad en vida. Sus intérpretes son los mismos que la recrearon en las tablas, dándose la particularidad de que al amante envejecido le da vida Kiti Manver, tan empeñada en parecer (y lo consigue) un hombre que borra prácticamente cualquier huella de amaneramiento, tan consustancial a un transformista en toda regla. El ejercicio descansa sobre el carisma de sus dos intérpretes y el frondoso texto que fluye entre monólogos y diálogos seguramente llenos de verdad pero torpemente puestos a disposición de un público con el que difícilmente sintonizará, generando más desinterés que la esperada complicidad que persigue. Las canciones de Mina y la preciosista fotografía en blanco y negro contribuyen a dar mayor empaque a una producción en exceso literaria y discursiva, más proclive a la impostura que a esa verdad intangible y presuntamente emotiva que persigue. Con todo, un trabajo interesante en su singularidad y su elaborada epidermis.

Estreno de ZAMA en salas comerciales

Reseña de la película, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla el 5 de noviembre de 2017. Estreno en salas 19 enero 2018

LOS ARCHIVOS DEL PENTÁGONO Magistral elogio de la Mujer y la Verdad

Título original The Post
USA 2017 116 min.
Dirección Steven Spielberg Guión Liz Hannah y Josh Singer Fotografía Janusz Kaminski Música John Williams Intérpretes Meryl Streep, Tom Hanks, Sarah Paulson, Bob Odenkirk, Tracy Letts, Bradley Whitford, Bruce Greenwood, Matthew Rhys, Michael Stuhlbarg, Alison Brie, Carrie Coon, Jesse Plemons, David Cross, Zach Woods Estreno en Estados Unidos 12 enero 2018; en España 19 enero 2018

La última de Spielberg es sencillamente lo que se espera ver en una pantalla cuando se va al cine, un gran film, clásico y contundente, resultado de la combinación de los talentos e inmejorables ingredientes destinados a generar interés y emoción desde el primer segundo hasta su catárquico final. Hanks es un periodista idealista, intrépido y valiente; Spielberg controla todos los recursos cinematográficos como si la historia del cine la hubiera escrito directamente él; Williams sabe perfectamente cuándo y por qué encaja la música y cómo debe actuar para potenciar las ya de por sí poderosas imágenes y diálogos a los que acompaña; Kaminski contribuye sobremanera con su sobria y calculada fotografía a que la puesta en escena sea tan convincente con su época y ambiente como ya lo era la de El puente de los espías, hasta el punto que no parece un film ambientado en el pasado, sino el pasado directamente convocado; y el guión de Josh Singer, todo un experto en desentrañar las vísceras del poder y el periodismo a través de series como El ala oeste de la Casa Blanca y Ley y orden, y películas como El quinto poder y Spotlight, ilustra con desafiantes e impactantes diálogos una gesta que, como ocurre tantas veces, queda definitivamente inmortalizada gracias al poder de una pantalla en una sala oscura repleta de gente disfrutando del mejor espectáculo de cine posible hoy en día. Pero nada de esto sería suficiente sin la aportación de dos mujeres fundamentales en la gestación de esta película, la guionista Liz Hannah, debutante en estos menesteres pero sin cuya intervención y punto de vista seguramente el film no tendría el valor del que finalmente disfruta; y sobre todo Meryl Streep, que con trabajos como éste vuelve a demostrar que no es una actriz sino una diosa, y conste que me emociono al recordar su participación en esta cinta. No es suficiente con que casi todos los años la nominen al Oscar, debería existir directamente uno a su nombre para todos los años. La trama va sobre la revelación de informes secretos del Pentágono que demuestran que hasta cuatro presidentes, incluido el santificado Kennedy, conocían la inutilidad de la Guerra de Vietnam y su inevitable fracaso, a pesar de lo cual enviaron a miles de soldados americanos al matadero y provocaron un genocidio entre el pueblo vietnamita de proporciones apocalípticas. Sin embargo, con ser todo esto apasionante y merecedor de todo nuestro interés, para Spielberg no parece ser sino un pretexto, el que necesita para hablar de periodismo, sí, pero sobre todo de mujer y maternidad. Porque ellas nos traen al mundo que nosotros dominamos; hasta tal punto está arraigado esto en la sociedad que incluso cuando son ellas quienes ejercen el poder lo hacen a imagen de la estupidez que el hombre ha sembrado, y sólo con el paso del tiempo y siempre que ellas no pierdan el terreno ganado y el que queda por ganar, nuestro futuro podrá cambiar. Streep interpreta a Kay Graham, heredera y dueña del Washington Post en esos delicados tiempos, que se lo jugó todo a una carta, la de la veracidad y la honestidad, por su condición de mujer comprometida y... madre. En este sentido hay dos secuencias fundamentales en la película, y las dos las protagonizan ellas, Streep con sus principales accionistas, Paulson con su marido en la ficción, un Hanks si se quiere heroico pero que no tiene nada que perder en su condición masculina. Claro que The Post trata por supuesto de ese periodismo que representaba el cuarto poder y que hoy, cuando la mayoría de las noticias son redundantes, superficiales y mezquinas, por no decir en la mayoría de los casos obvias, y se adaptan más a servir al poder gubernamental que a enfrentarse a él, está prácticamente perdido. En este sentido la última de Spielberg representa también una inmejorable y magistral lección.

viernes, 19 de enero de 2018

DANIEL HOPE Y LA ROSS POR DERROTEROS DIONISÍACOS

5º concierto de abono de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Daniel Hope, violín. John Axelrod, dirección. Programa: Serenata “sobre el simposio de Platón”, de Bernstein; Obertura de “Las ruinas de Atenas” Op.113, de Beethoven; Sinfonía nº 22 “El filósofo”, de Haydn. Teatro de la Maestranza, jueves 18 de enero de 2018

Alivia comprobar cómo vuelven a nuestros escenarios nombres populares de la interpretación musical. Daniel Hope es hoy en día uno de los violinistas más mediáticos y admirados sobre todo por el público joven, y en tan sólo unas horas disfrutaremos en el Maestranza de las mezzos Vivica Genaux y Ann Hallenberg junto al reputado Diego Fasolis y la Barroca. Pero la característica principal de este primer concierto de abono del año de la Sinfónica fue el hecho de arrancar el generoso tributo que nuestra orquesta le brindará a lo largo de la temporada a Leonard Bernstein en el centenario de su nacimiento. Una lógica iniciativa del director titular, John Axelrod, que fue alumno, amigo, admirador y colaborador del músico norteamericano. Habitualmente su música, al margen de la que compuso para la escena, se tilda de mediocre, no así su trabajo como director, aunque esto también le costó demostrarlo en vida.

La Serenata para violín es una pieza mucho más interesante de lo que en principio pudiera parecer. Según su autor se trata de “una suite de extrañas proporciones”, sin embargo algunos la consideran cumbre de la música de concierto para violín del siglo XX, junto a Prokofiev o Stravinsky. Aunque Bernstein se empeñara en potenciar su naturaleza programática, lo cierto es que su carácter ecléctico y ambiguo sugiere una gran variedad de sensaciones, más allá de ilustrar El banquete de Platón en el que se inspira. Hope supo adaptarse con técnica y versatilidad a sus numerosos resortes y registros, ofreciendo en todo momento un sonido terso y aterciopelado, incluso en los momentos más ásperos e incisivos. Sobrado de técnica y virtuosismo, su discurso deambuló obsesivamente por derroteros dionisíacos, no siempre adecuados a sus interesantes sonoridades y sorprendentes ritmos. Aún así construyó junto a Axelrod y una sugerente y sensual cuerda, una serenata limpia y coherente, resultando conmovedor e intenso en el adagio Agathon, ágil y centelleante en el breve presto Erixímaco, hasta llegar al opulento movimiento final, donde son más evidentes los rasgos característicos de su autor y se perciben con claridad influencias de sus ballets Facsimile y Fancy Free, con un trabajo notable de la orquesta y del violín solista, un Daniel Hope que se despachó a gusto en la propina con una filigrana barroca alemana.

El Clasicismo dominó una segunda parte en la que, prosiguiendo con el carácter filosófico de la velada, se evocó a Sócrates a través de la obertura de la música incidental de Beethoven para Las ruinas de Atenas, ofrecida con encanto e insistencia en la belleza del sonido por encima de su impacto y expresividad. También en la Sinfonía El filósofo de Haydn, particular por la inversión de sus movimientos y la sustitución de los oboes por cornos ingleses, se potenció la estética apolínea, con un resultado muy estimulante en el adagio inicial, de ritmo muy marcado, seductor y contagioso.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 19 de enero de 2018

miércoles, 17 de enero de 2018

LA JAM-CHANSON DE MICHEL LEGRAND

Michel Legrand Trio. Michel Legrand, piano. Pierre Boussaguet, contrabajo. François Laizeau, batería. Teatro Lope de Vega, martes 16 de enero de 2018


Muchos aficionados y aficionadas llevábamos meses esperando esta cita con uno de los más grandes compositores de música ligera de la segunda mitad del siglo pasado, todo un príncipe de la chanson y el jazz galo. Lo que parece mentira es que Sevilla, tan proclive a celebrar la visita de los grandes compositores cinematográficos, y de la música de cine en general quienquiera que la interprete, dejara pasar esta oportunidad irrepetible permitiendo que el Lope de Vega no presentara un lleno absoluto. Aun así hubo motivos de sobra para disfrutar de un acontecimiento en el que unimos melancolía con mero placer musical, reverenciando a un venerable Michel Legrand que se entregó a pleno en el escenario.

Su versatilidad y proverbial inquietud le ha llevado a tocarlo todo durante sus más de sesenta años de carrera, desde la música melódica, el jazz, el clásico – su último trabajo discográfico fue concebido para la soprano Natalie Dessay, y sus interpretaciones de Satie se pueden considerar más que aceptables – la música sinfónica y, sobre todo, la cinematográfica. Teníamos por lo tanto gran expectación por cuál de estas vertientes brillaría más en el concierto, ante la falta de información al respecto. Lógicamente como lujoso arranque del ciclo de jazz de este teatro, tenía que combinar esta disciplina con sus clásicos para el cine. Una versión instrumental de What Are You Doing the Rest of Your Life? de Con los ojos cerrados, con la que recordó orgulloso a los artistas que la habían inmortalizado, Barbra Streisand, Frank Sinatra o Tony Bennett entre otros; el inolvidable tema de Verano del 42, único de sus tres Oscars representado en el concierto – nos hubiera encantado escuchar también en directo los otros dos, The Windmills of Your Mind de El caso de Thomas Crown, y la banda sonora de Yentl -; o el Tema de Brian como propina, de la película Primavera en otoño que dirigió Clint Eastwood en 1973, se alternaron con sentidos homenajes a grandes del jazz, como Ray Charles o Miles Davis, con quien colaboró en el film Dingo, y a quien el baterista François Laizeau dedicó un encendido y competente rock.

El inevitable homenaje a Jacques Demy vino en forma de enérgicas variaciones, emulando a grandes clásicos del piano como Art Tatum, Errol Garner, Duke Ellington, Oscar Peterson o Count Basie, en Roland Rêve/Watch What Happens de Lola, y recorriendo diferentes estilos musicales, del dixie al burlesque pasando por la bossa nova o el tango, en el celebérrimo Je ne pourrai jamais vivre sans toi/I Will Wait for You de Los paraguas de Cherburgo. También Las señoritas de Rochefort tuvieron su hueco con You Must Remember Spring/Chanson de Maxence punteado por el bajista Pierre Boussaguet. Legrand ofrece aún a sus ochenta y cinco años una digitación milagrosa, precisa, ágil, refinada y elegante. Su voz, siempre dulce y aterciopelada, acusa más el paso del tiempo, y si con La valse des lilas, su primera canción según él mismo confesó en el francés que utilizó exclusivamente para expresarse, logró arrancarnos alguna lágrima de emoción y admiración, su tarareo en Dingo resultó más incómodo. Aun así deseábamos más temas cantados, celebrando las inolvidables letras que compusieron Demy o el matrimonio Bergman. Seguramente no volveremos a verlo sobre el escenario, pero siempre nos quedará el feliz recuerdo de haberlo hecho aun en condiciones otoñales, espléndidas y entrañables. Sr. Legrand, su música nos ha hecho muy felices, y su talante nos inspira ternura e infinito amor; gracias.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 18 de enero de 2018

martes, 16 de enero de 2018

MOST BEAUTIFUL ISLAND Underground neoyorquino

USA 2017 80 min.
Guión y dirección Ana Asensio Fotografía Noah Greenberg Música Jeffrey Alan Jones Intérpretes Ana Asensio, Natasha Romanova, David Little, Nicholas Tucci, Larry Fessenden, Caprice Benedetti, Anna Myrha, Ami Sheth Estreno en el Festival South by Southwest 12 marzo 2017; en Estados Unidos 3 noviembre 2017 (internet) y 1 diciembre 2018 limitado); en España 12 enero 2018

La historia de Ana Asensio es como la de tantas otras actrices y actores que han buscado el éxito en tierras norteamericanas, generalmente Nueva York o Los Angeles, para en la mayoría de los casos no encontrar más que malvivir y mucha frustración. Han sobrevivido con trabajos precarios, a menudo sin documentación que avale su residencia y expuestos y expuestas a abusos y quebrantos de todo color y naturaleza. Hay quienes incluso renuncian a que alguien se fije en su talento interpretativo y deciden forjar su propia suerte en forma de guión que seguramente tendrán que dirigir ellos o ellas mismas. La inmensa mayoría fracasa incluso en este intento, pero Asensio ha sido una excepción. Su guión, basado en gran medida pero no sabemos hasta qué punto en experiencias propias, ha sido llevado a la pantalla con buen pulso y un indudable talento para la imagen y la narrativa, otra cosa es lo que nos cuenta. De momento ha recibido encendidos elogios allí en Estados Unidos, desde que hace casi un año se alzara con el gran premio del jurado en el Festival de cine independiente y de bajo presupuesto South by Southwest. Ha conseguido incluso estrenar en salas, aunque sea con carácter limitado, es decir sólo en las grandes capitales, después de haberse pasado directamente por internet. Sorprende su colorida y compacta fotografía, muy alejada de los cánones a los que estamos habituados en este tipo de producciones, el manejo de la cámara, siempre atenta a espacios y retratos para que la historia se cuente más a través de la imagen que de la palabra, y el uso moderado del sonido para generar intriga sórdida. En su primera mitad asistimos al ritual propio en este tipo de historias, con mujer española procurando pagar el alquiler de un piso en malas condiciones a través de trabajos mal pagados y muy marginales. Pero cuando recibe la propuesta de un trabajo de mayor envergadura en el que su imagen seductora juega un papel primordial, choca que la mujer, de la que a pesar de esa primera media hora preparativa no alcanzamos a saber mucho de su supuestamente traumático pasado en España, se sorprenda ante la más que previsible naturaleza del trabajo en cuestión. Asensio maneja sin embargo como una experta los resortes del cine de suspense y terror planteando una segunda mitad lúgubre y tenebrosa, en cierto modo hasta perturbadora, que deja claro que apenas hemos avanzado en lo social a lo largo de un milenio, y que las clases pudientes siguen comportándose de la misma manera frente a las menos privilegiadas, sean esclavos, inmigrantes o sencillamente gente desfavorecida. Apenas hay lugar para la toma de conciencia y sólo cabe resignación casi sin esperanza.

domingo, 14 de enero de 2018

LOVING VINCENT Una singular experiencia visual con poca alma

Polonia-Reino Unido 2017 95 min.
Dirección Dorota Kobiela y Hugh Welchman Guión Dorota Kobiela, Hugh Welchman y Jacek Dehnel Fotografía Tristan Oliver y Lukasz Zal Música Clint Mansell Intérpretes Douglas Booth, Jerome Flynn, Robert Gulaczyk, Helen McCrory, Chris O’Dowd, Saoirse Ronan, John Sessions, Eleanor Tomlinson, Aidan Turner Estreno en Estados Unidos 22 septiembre 2017; en Polonia 6 octubre 2017; en España 12 enero 2018

Como artista inimitable e irrepetible que fue, a lo que hay que añadir una personalidad arrolladora, contradictoria y sumamente tormentosa, la figura de Vincent Van Gogh ha sido recurrente en el cine, pero nunca como en El loco de pelo rojo (Lust for Life) de otro Vincent único y artista, Minnelli, que brindó a Kirk Douglas una de sus más memorables y conmovedoras interpretaciones. Sin necesidad de preciosismos ni artificios, Minnelli supo captar a la perfección, ayudado por su excelente gusto e incontestable sensibilidad, la esencia de la pintura de un revolucionario del arte al que sin ahorrarle traumas y desequilibrios mentales, supo honrar hasta la admiración suprema, arrancando del inquieto espectador la emoción más pura. Como en otras producciones, por ejemplo Vincent & Theo de Robert Altman, la cinta de Minnelli se centraba en la correspondencia privada entre el pintor y su hermano, acaudalado galerista en París que sintió siempre una impotente admiración por su desdichado hermano, a quien mantuvo durante toda su vida, convencido de que su talento destacaría aunque fuese, como así ocurrió, después de su muerte. También ahora la correspondencia sirve de punto de arranque para una endeble trama en la que el hijo de un jefe jefe de correos busca al destinatario de la última carta del pintor antes de suicidarse, para acabar investigando las extrañas circunstancias en las que se produjo ese supuesto suicidio. Eso le lleva a entrevistarse con diversos personajes que le rodearon los últimos días de su vida, especialmente el doctor Gachet y su hija. Lo más significativo y trascendente de este film coproducido entre Polonia y el Reino Unido es, como ya saben, su estética. Siguiendo una técnica ya utilizada por Richard Linklater en A Scanner Darkly y Waking Life, se trata de rodar una película de manera convencional, para luego traducir cada fotograma en dibujos, con la particularidad en este caso de que éstos imitan a la perfección el estilo pictórico del homenajeado. Unas sesenta mil pinturas al óleo realizadas por unos cien artistas de todo el Mundo, incluida España, dan vida a este drama de investigación tan brillante en su concepción visual como vacío en contenido emocional y fútil en su aspecto narrativo. La experiencia sensorial, incluida la exquisita partitura de Clint Mansell, convierten el producto en único y ciertamente singular, pero una mayor profundidad en el retrato de personajes y mayor capacidad para atraer al espectador, más fascinado por lo que ve que por lo que oye, hubiera redondeado el conjunto. Su originalidad le hizo merecer el premio al mejor largometraje de animación en los Premios Europeos del Cine, así como sendas nominaciones a los Globos de Oro y los Bafta.

sábado, 13 de enero de 2018

TRES ANUNCIOS EN LAS AFUERAS Madre coraje lastrada por la contradicción y la indefinición

Título original: Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
USA 2017 112 min.
Guión y dirección Martin McDonagh Fotografía Ben Davis Música Carter Burwell Intérpretes Frances McDormand, Woody Harrelson, Sam Rockwell, Lucas Hedges, Peter Dinklage, John Hawkes, Abbie Cornish, Caleb Landry Jones, Samara Weaving, Zeljko Ivanek, Amanda Warren, Sandy Martin, Clarke Peters, Brendan Sexton III Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre 2017; en Estados Unidos 10 noviembre 2017; en España 12 enero 2018

Las películas que hemos visto del británico Martin McDonagh (Escondidos en Brujas, Siete psicópatas y ahora ésa) no disimulan su admiración por los hermanos Coen, a los que parece emular con cada nueva propuesta, reflejado incluso en el mismo compositor, Carter Burwell, y apostando ahora por Frances McDormand como depositaria de todo el peso de una rocambolesca trama entre el drama, la comedia, el western, el policíaco y la denuncia social. Un híbrido en toda regla, tal como se lleva ahora que impera la indefinición y la ambigüedad en toda su extensión y matices, y que ha servido para encumbrar a su actriz y su supuestamente ingenioso guión. Plagado de frases lapidarias y personajes extremos, la historia que propone McDonagh es tan enrevesada como las de sus cintas predecesoras, para cada una de las cuales parece tomarse un dilatado tiempo de reflexión y preparación, y se sustenta sobre la base de situaciones y giros argumentales tan artificiosos como bañados de impostura. Tiene sin embargo la loable capacidad para entretener y captar nuestra atención, lo que por sí solo merece nuestra admiración, pero siempre dentro de un conjunto en el que son más los puntos dignos de discusión que de mero asentimiento. Para empezar el personaje de ella, caramelo para cualquier actriz que se precie (el mérito frecuentemente no está en quién lo haga sino en el papel que se haga), peca de continuas contradicciones. Su rectitud y perseverancia se contradice con ciertas salidas de tono, su sentido de la justicia con su puntual comportamiento violento, su valentía frente a la policía con su pasividad ante la violencia machista. Pero otros personajes no se quedan atrás: el supuesto jefe de policía que parece más preocupado en represiones racistas que en investigar crímenes, demuestra tener un corazón de oro, mientras su torpe y primitivo ayudante parece tener más cabeza de la previsible cuando a la historia le conviene. Pretende retratar una vez más esa América profunda que se deja seducir por las políticas oportunistas y destructivas de Trump, cuando en realidad no es más que una caricatura más cerca de los Coen más rutinarios y el Tarantino menos expeditivo, que del cine inteligente y persuasivo que muchos y muchas se están aventurando en proclamar a la vista del palmarés cosechado y el que le resta por cosechar, cuatro Globos de Oro, mejor guión en Venecia y premios del público en Toronto y San Sebastián incluidos.

EL INSTANTE MÁS OSCURO Lecciones de Historia no aprendidas

Título original: Darkest Hour
Reino Unido 2017 125 min.
Dirección Joe Wright Guión Anthony McCarten Fotografía Bruno Delbonnel Música Dario Marianelli Intérpretes Gary Oldman, Kristin Scott Thomas, Ben Mendelsohn, Lily James, Ronald Pickup, Stephen Dillane, Nicholas Jones, Simon West, David Schofield, Richard Lumsden Estreno en el Festival de Toronto 10 septiembre 2017; en Estados Unidos 22 diciembre 2017; en Reino Unido y España 12 enero 2018

Un hombre de Estado que escucha al pueblo, que busca el bien universal y no sólo el particular, que prefiere una alianza de naciones a una nación aislada... Parece que no seamos capaces de asimilar las lecciones que tan generosamente nos brinda la Historia, tal como se presenta el panorama político tanto nacional como internacional, con brechas en la Unión Europea y en nuestro propio país como consecuencia de la desunión y la falta de intención de escuchar. Churchill atiende al pueblo en una de las secuencias más insólitas y memorables que el cine nos ha regalado en mucho tiempo, y que por sí sola justifica el visionado de este film. Y lo hace de la forma más democrática posible, directamente, sin intermediarios ni urnas, y sin atender a la ideología y el pensamiento de cada interlocutor o interlocutora. Se debate entre su deber como político al servicio de unos ideales y unos valores que informan a un Mundo en progreso y civilizado, y su responsabilidad frente al bienestar general de su propio país, tal como se lo demanda una oposición en principio obtusa e irracional. Lo hace desde su improvisado e imprevisto ascenso al poder, y su primera responsabilidad con los combatientes británicos atrapados en las playas de Dunquerque, episodio llevado a la gran pantalla hace escasamente unos meses con gran éxito y despliegue de medios, y que toca tangencialmente la malograda comedia también reciente Su mejor historia. Por cierto, incluso la figura de Churchill ha sido objeto hace poco de otra película, aunque su protagonista, Brian Cox, no haya alcanzado los parabienes que se le dispensan a Gary Oldman, y su argumento se centrara en otro debate emocional del personaje, el controvertido desembarco de Normandía. El retrato completo de tan apasionante primer ministro británico durante dos legislaturas no consecutivas, se completa así con este episodio crucial en el devenir de la Segunda Guerra Mundial y del desarrollo de nuestro marchito continente. Como cineasta, Joe Wright (Pan: Viaje a Nunca Jamás, Anna Karenina, Expiación, Orgullo y prejuicio) se empeña en dejar una impronta que se reduce a un sentido estético algo particular, evidente en determinados recursos formales y un uso de la cámara a veces sofisticado que resuelve el peligro que ofrece el guión del reputado Anthony McCarten (La teoría del todo) de resultar demasiado teatral. Gary Oldman recibe con esta clásica y académica recreación de los hechos, un regalo en forma de kilos, maquillaje y frases antológicas (los discursos de Churchill lo son), que hacen prácticamente imposible que se le resista el tan ansiado Oscar al mejor actor de este año. A su alrededor el resto de personajes son mera comparsa que cumplen su cometido de servir como acicates y motivaciones para que las decisiones del protagonista se dirijan a uno u otro lado. Paralelamente el retrato de tan significativo líder mundial sirve para retratar la idiosincrasia de un país que ha sido y es modelo para tantas cosas, de la misma manera que espanta para otras. El sentido de la responsabilidad, la rectitud, ese imprescindible humor inteligente e irónico, el respeto y la consideración a símbolos como la corona, son plasmados de tal forma que reflejan perfectamente los ingredientes que han hecho del pueblo británico algo tan determinado y singular, en tantos aspectos digno de admiración, como en otros, menos, lo es de repulsa. En este sentido cabe también destacar lo bien plasmada que está la relación entre el dirigente y el Rey Jorge VI (el del discurso), algo de lo que se ha hecho eco la estupenda banda sonora de Dario Marianelli en un elegante andante interpretado por el joven pianista islandés Víkingur Ólafsson. Si no fuera por sus puntuales caídas de ritmo y tensión, cierto academicismo que lo domina casi todo, y porque apenas cabe la sorpresa en lo que se narra, estaríamos ante una cinta muy notable.

viernes, 12 de enero de 2018

DON QUIJOTE DE LA CND EN EL MAESTRANZA: HACIENDO UN POCO DE PATRIA

Ballet Don Quijote, de Ludwig Minkus. Compañía Nacional de Danza. José Carlos Martínez, dirección artística y coreografía. Raúl García Guerrero, escenografía. Carmen Granell, vestuario. Manuel Coves, dirección musical. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Intérpretes Cristina Casa, Yanier Gómez, Seh Yun Kim, Isaac Montllor, Jesús Florencio, Natalia Muñoz, Esteban Berlanga, Álvaro Madrigal, Haruhi Otani, Anthony Pina. Jueves 11 de enero de 2018. Teatro de la Maestranza

La cita que durante mucho tiempo se denominó Ballet de Reyes es un auténtico regalo para los aficionados a la danza que frecuentan el Maestranza, y un motivo de aplauso y admiración a todos los talentos, dentro y fuera del teatro, que ponen a disposición del público su esfuerzo y dedicación para lograr la depuración que alcanzan espectáculos como el que nos trajo el muy celebrado José Carlos Martínez al frente de una renovada Compañía Nacional de Danza. La ocasión ha supuesto desde su estreno en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 2015, la recuperación del formato clásico para la única compañía en este país heredera de los ballets tradicionales, nacida como alternativa al Ballet Nacional de España, coincidiendo con la instauración del orden constitucional y democrático en el país. Se da la circunstancia además que desde que Nacho Duato se hiciera cargo de su dirección en 1990, ésta es la primera vez que la compañía levanta un ballet clásico completo, por lo que su perfil se identifica más con la danza contemporánea, lo que añade más mérito al trabajo desarrollado por sus artistas y utileros, vistos los óptimos resultados.

Las aventuras de Don Quijote se reducen en esta versión del compositor Ludwig Minkus y los coreógrafos Marius Petipa y Alexander Gorski a un capítulo del segundo volumen de la novela de Cervantes, el que narra las bodas de Camacho y el romance entre Quiteria y Basilio, como reflejo de la devoción del caballero de la triste figura por su amada Dulcinea y pretexto para incluir otros célebres pasajes de la novela, como el manteo de Sancho Panza o la lucha con el molino de viento. Escenas y situaciones que requieren de una efectiva puesta en escena para transmitir su magia, y que la muy adecuada dirección y coreografía de Martínez, inspirada en los ilustres precedentes mencionados, logra en todo su esplendor. Destaca especialmente la perfecta sincronización en los números de conjunto. Aldeanos, toreros, evocaciones del Quijote en forma de ninfas, y gitanos absolutamente coordinados, se añaden a la rutilante facilidad con la que bailarines y bailarinas se han plegado a las líneas básicas de la danza clásica. Respecto a estos últimos cabe destacar el acertado vestuario, con las faldas de ellas alzando el vuelo en cada giro con la gracia que sólo la alta costura es capaz de conseguir. Algo menos logrados sin embargo resultaron los solos y dúos, carentes de una singularidad que los eleve a categoría de excelencia, aunque satisfactorios con carácter general. Esto no impidió que brillaran el dúo de amor que al son de Carmencita, la más inspirada melodía del ballet, bailan Cristina Casa y Yanier Gómez al principio del segundo acto, o el que más adelante escenifican Seh Yun Kim y un más estático Isaac Montllor como Alonso Quijano, entre muy expresivas brumas y neblinas que potencian el carácter mágico de la función. Muy destacables también las intervenciones de Haruhi Otani como Cupido y el muy atlético y acróbata norteamericano Anthony Pina, dando vida al jefe de los gitanos, uno de los más brillantes fichajes de Martínez para la compañía. El toque indispensable para dar seña de identidad al conjunto lo puso Mayte Chico y sus originales coreografías para el fandango y el bolero, que junto a un sentido del color y el ritmo frescos y ágiles, logran ese propósito fundamental para competir con otras compañías más curtidas en el repertorio. Castañuelas, palmas (muchas) y tipismo se tratan aquí con suficiente elegancia para no resultar estridente ni rancio, a pesar de una escenografía con olor a naftalina, quizás lo más endeble de la función.

Pero lo que más singularidad da al ballet del Maestranza de enero es la música en directo, esa ROSS en el foso que nos hace disfrutar de partituras inimitables completas de Prokofiev o Chaikoski, u otras más endebles pero encantadoras de Adam o, como en este caso, Minkus, autor también de la muy célebre La Bayadere. Su música denota en determinados pasajes una acertada familiarización con el estilo español, que fue espléndidamente traducida por Manuel Coves, muy curtido en todo tipo de música escénica, con exquisitez y muy buen gusto, dando a veces incluso la sensación de deslizarse como si fuera una banda sonora de película. Destacamos una vez más la capacidad de la Sinfónica para adaptarse a disciplinas tan distintas en tiempo récord, aplaudiendo una interpretación rica en trasparencia, sensualidad, expresividad y emotividad, lo que hace ganar en calidad una partitura que en otras manos podría resultar rutinaria.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

domingo, 7 de enero de 2018

THE DISASTER ARTIST La gestación de una extravagancia

USA 2017 106 min.
Dirección James Franco Guión Scott Neustadter y Michael H. Weber, según el libro de Greg Sestero y Tim Bissell Fotografía Brandon Trost Música Dave Porter Intérpretes James Franco, Dave Franco, Alison Brie, Ari Graynor, Paul Scheer, Josh Hutcherson, Seth Rogen, Zac Efron, Sharon Stne, Bryan Cranston, Kate Upton, Hannibal Buress, Jacki Weaver, Nathan Fielder, Jerrod Carmichael, Kristen Bell, Lizzy Caplan, Jason Mantzoukas, J.J. Abrams, Melanie Griffith, Judd Apatow Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2017; en Estados Unidos 8 diciembre 2017; en España 29 diciembre 2017

Tras una larga trayectoria como director, que ha compaginado con su más conocida faceta como actor, James Franco logra por fin el reconocimiento con una comedia hilarante, original y reveladora sobre los entresijos del rodaje de la que está considerada como la peor película de la historia. La gesta le ha valido la Concha de Oro en el pasado Festival de San Sebastián. The Room se estrenó en 2004 con un rotundo fracaso crítico, pero sus disparatadas propuestas sirvieron de burla para un público entregado a la diversión, hasta el punto de convertirse con el paso de los años en un objeto de culto, carne de sesiones golfas a todo lo ancho y largo de Estados Unidos. Lo más curioso es que esta producción, más holgada y desde luego mucho mejor dirigida y planificada, podría convertirse también en objeto de culto por su frescura y notable singularidad. Franco y su hermano encarnan a los artífices del despropósito cuya gestación se recrea, desde el origen de su amistad hasta el esperpéntico estreno en un único cine de Los Angeles. Franco dirige con buen pulso esta divertida comedia, aprovechando de paso para hacer un canto emotivo a la amistad incondicional, esa que obliga a hacer sacrificios y concesiones aunque a veces no se entienda ni comparta las razones. Naturalmente la empresa se presta a comparaciones con Ed Wood de Tim Burton; sin embargo el tono y la forma son muy diferentes, aunque en el fondo se esté contando una historia similar de amistad, superación y confianza en uno mismo, y de paso retratar a toda una troupe de frikis empeñados en llevar a buen puerto un trabajo tan rematadamente imprudente y desmadrado como éste. Afortunadamente, aunque Franco se rodea de colaboradores habituales como Seth Rogen, deja de lado el estilo extremadamente grosero de la comedia americana actual, a pesar de cameos significativos como el de Judd Apatow, sin por ello renunciar a la gamberrada y la sorna, siempre orientado a conseguir un producto tan festivo como apasionante en su ir y venir de intervenciones estelares y recreación de ambientes genuinamente hollywoodienses. En el camino se puede atisbar incluso cierto tono melancólico y tristón sobre la incapacidad para lograr un sueño, no siendo suficiente travestirlo de divertido despropósito.

WUNDERSTRUCK. EL MUSEO DE LAS MARAVILLAS El lenguaje de la imagen en la ciudad de los rascacielos

Título original: Wonderstruck
USA 2017 120 min.
Dirección Todd Haynes Guión Brian Selznick, según su propia novela Fotografía Edward Lachman Música Carter Burwell Intérpretes Oakes Fegley, Julianne Moore, Michelle Williams, Millicent Simmonds, Jaden Michael, Amy Hargraves, Cory Michael Smith, Tom Noonan, Raúl Torres, James Urbaniak Estreno en el Festival de Cannes 18 mayo 2017; en Estados Unidos 20 octubre 2017; en España 5 enero 2018

No hay más que ver Lejos del cielo o Carol para convencerse de la capacidad de Todd Haynes para ilustrar con una exquisitez y sutileza extremas historias de alto calado emocional como la que nos presenta ahora. Se trata de la adaptación de una novela de Brian Selznick, hombre tan vinculado con la historia del cine como su apellido deja atisbar, y que ya homenajeó los orígenes del séptimo arte en la excelente La invención de Hugo, que dirigió Martin Scorsese. También ahora centra su atención en los orígenes del cine, concretamente en el nacimiento del sonoro, en un alarde metafórico que juega con la sordera y la capacidad extraordinaria de la imagen para transmitir tanta información como el lenguaje hablado. Los protagonistas son un niño y una niña que en épocas diferentes, los setenta y los veinte respectivamente, buscan su identidad en la ciudad de los rascacielos, corriendo de paso su particular aventura en compañía o no de otros personajes que tejen un cuento estremecedor por su propia belleza y complejidad. Su ritmo premioso y su narrativa algo intrigante pueden provocar cierto desconcierto según qué sensibilidades, pero poco a poco se va adentrando en un campo emocional de hondo calado, sin subrayados innecesarios ni sensiblerías superfluas, gracias a las sensacionales interpretaciones de los niños protagonistas y la elegante dirección de Haynes, que para la ocasión cuenta con una magnífica recreación de época a la que hay que añadir una delicada banda sonora de Carter Burwell y un profundo sentido del tributo a la ciudad que enmarca los sueños de propios y extraños y que aquí se convierte en el escenario ideal de un cuento moderno destinado a mentes cultivadas y sensibles. Sólo hay que dejarse llevar por la magia y rendirse a los encantos de una cinta tan hermosa como singular.

sábado, 6 de enero de 2018

MOLLY'S GAME Madame póker

USA 2017 141 min.
Guión y dirección Aaron Sorkin, según las memorias de Molly Bloom Fotografía Charlotte Bruus Christensen Música Daniel Pemberton Intérpretes Jessica Chastain, Idris Elba, Kevin Costner, Michael Cera, Samantha Isler, Chris O’Dowd, Graham Greene, Jeremy Strong, Bill Camp, Brian D’Arcy James, Claire Rankin, J.C. MacKenzie Estreno en el Festival de Toronto 8 septiembre 2017; en Estados Unidos y España 5 enero 2018

Resulta sintomático que el debut en la dirección del guionista Aaron Sorkin se centre en el retrato de una mujer literalmente imbatible, cuyo nombre coincide en gran medida con el de Molly Brown, la insumergible oficial que sobrevivió al naufragio del Titanic. Jessica Chastain se presta con su habitual poder de seducción a un personaje que representa una vez más el sempiterno carácter genuinamente americano, aquél que se deja fascinar por el poder y el dinero a la vez que exorciza traumas infantiles relacionados con una cultura fundamentalmente anclada en la familia y los valores tradicionales. Atleta olímpica y estudiante con una inteligencia privilegiada, Molly Bloom sufrió una delicada operación de columna en su infancia, una caída mortal en un acrobático salto de esquí alpino y una monumental acusación de corrupción, de todo lo cual resulta prácticamente imposible salir airosa. Su historia, a partir de sus propias memorias, sirve en bandeja al autor teatral (Algunos hombres buenos), televisivo (El ala oeste de la Casa Blanca) y cinematográfico (La guerra de Charlie Wilson, La red social, Steven Jobs) para tejer una de esas turbias biografías con aires intelectuales y artísticos que tanto le gustan, esta vez con el ojo puesto también en la escena y la cámara. Pero no hay atisbo de una personalidad propia en este trabajo que parece mimetizar las costuras de David Fincher en la película sobre Mark Zuckerberg, a la vez que reinterpretar, una vez más en el cine americano de ambición y supuesta trascendencia, los modos de Scorsese. Desde el minuto cero hay una saturación verborraica tal que resulta difícil seguir la trama en todos los detalles que propone. Se erige así en un espectáculo a menudo irritante, lastrado por una duración desmesurada, tanto como su ambición de qualité. En el camino asistimos al retrato de una mujer singular que organizaba importantes partidas de póker mientras el FBI la investigaba y entrampaba para extraer de ella información sobre famosos y mafiosos avariciosos, ludópatas y corruptos. Hay por lo tanto material importante en un conjunto algo desequilibrado por el ansia de su autor, tanta como la de los jugadores convocados por la protagonista o la necesidad imperiosa de ésta por lavar un pasado dominado por un padre duro y exigente, al que da vida un solvente Kevin Costner.

viernes, 5 de enero de 2018

CONCIERTO DE AÑO NUEVO DE LA ROSS: EL RETO DE LA VERSATILIDAD

Concierto de Año Nuevo de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Nadja Michael, soprano. John Axelrod, director. Programa: Küss-Walzer, Schatz-Walzer, Man lebt nur einmal!, Frühlingsstimmen y Klange der Heimat de Die Fledermaus, de Strauss II; Meine Lippen de Giuditta, de Lehár; Obertura de Candide, de Bernstein; Summertime de Porgy and Bess, de Gerhswin; Harlem Nutcracker, de Ellington. Teatro de la Maestranza, jueves 4 de enero de 2018

Ya es difícil para cualquiera reincorporarse al trabajo después de varios días de descanso, comidas opíparas y fiestas familiares, como para encima enfrentarse a un programa complejo como el ofrecido para esta edición del concierto de Año Nuevo de la Sinfónica. Y eso es lo que hicieron precisamente los profesores y profesoras de la orquesta, evitando el tradicional y coyuntural programa que uno espera en estos casos, para proponer uno más ambicioso y menos convencional para la ocasión. Con una primera parte centrada en la música vienesa y un protagonismo casi absoluto del más prolífico de la saga Strauss y sus característicos valses, pero sin insistir en los más trillados, y una segunda ocupada por el genuino sonido americano del trío de ases que componen Bernstein, Gershwin y Ellington, sin duda lo más sensacional de la noche. Un programa que exige una enorme versatilidad para enfrentarse a estéticas tan diferentes con estilos tan contrapuestos, y un reto difícil de afrontar, sólo al alcance de profesionales tan preparados y disciplinados.

Objetivo tan difícil que ni siquiera la estrella convocada fue capaz de superar. Y es que la muy aclamada soprano alemana Nadja Michael, sobre todo cuando se trata de enfrentarse a la difícil música de Berg, Strauss, Janacek o Shotakovich, exhibió en sus tres breves aportaciones a este singular concierto más debilidades y flaquezas que verdadero virtuosismo. Su registro, profundo y dramático, no es el más apropiado para las heroínas románticas y ligeras de Johann Strauss y Franz Léhar. Con un marcado acento folclórico andaluz, tal como lo entendían los seguidores de Bizet, su recreación de Giuditta pecó de una enorme impostura y falta de naturalidad, exceso de temperamento y bruscos cambios de registro y color, sin encontrar el tono adecuado casi en ningún momento. Algo parecido le ocurrió en Klänge der Heimat de El murciélago, sin la gracia ni la volatilidad que se supone, notable falta de control del legato y más tiranteces de lo recomendable. Defectos que se entrevieron también en un Summertime fuera de estilo y muy anclado en un registro extremadamente grave. Pero el estrellato es lo que tiene y el público respondió con agradecimiento su presencia en el escenario sevillano.

Aunque el arranque del Vals del Beso resultó lánguido, Axelrod dirigió éste y el del Tesoro, ambos basados en temas de operetas de Johann Strauss jr., con aplomo y sentido del ritmo y la elegancia, tal como discurrió el breve vals con aires de ländler Sólo se vive una vez, y el más famoso Voces de primavera, que aunque concebido para soprano solista, no contó con la aportación de Michael, quien para la ocasión vistió sensual pero poco acorde a su figura y tono de piel. La agradecida Obertura de Candide de Bernstein sirvió de aperitivo para una temporada en la que se interpretarán muchas piezas del músico americano, y que a pesar de su estrecha colaboración con el director de la ROSS, éste no supo traducir con la ironía y la elegancia que la página demanda. Lo mejor de la noche llegó de la mano de Duke Ellington y los arreglos que junto a Billy Strayhorn realizó en los sesenta de varios de los números más significativos de El Cascanueces de Chaikovski. Como si de la Sinfónica de Birmingham a las órdenes de Simon Rattle se tratara, en un mítico registro en el que se recreaban varias piezas del jazzista de Washington, la formación hispalense respondió en Harlem Nutcracker perfectamente en estilo, con refuerzos de jazz pero también lucimiento en estas lides de integrantes habituales del conjunto, haciendo las delicias de propios y extraños a esta compleja y delicada disciplina musical, y lográndose una perfecta cohesión entre big band y cuerda sinfónica. Todo un alarde de versatilidad que culminó con la inevitable Marcha Radetzky y los deseos de todo lo mejor para el año que comienza.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía