miércoles, 31 de julio de 2019

SÚPER EMPOLLONAS La invasión de las (nerds) raritas

Título original: Booksmart
USA 2019 102 min.
Dirección Olivia Wilde Guion Emily Halpern, Susan Haskins y Katie Silberman Fotografía Jason McCormick Música Dan Nakamura (Dan The Automator) Intérpretes Kaitlyn Dever, Beanie Feldstein, Jessica Williams, Jason Sudeikis, Lisa Kudrow, Will Forte, Victoria Ruesga, Mason Gooding, Skyler Gisondo, Diana Silvers, Molly Gordon, Billie Lourd, Eduardo Franco, Nico Hiraga, Austin Crute, Noah Galvin, Michael Patrick O’Brien Estreno en Estados Unidos 24 mayo 2019; en España 26 julio 2019

Olivia Wilde posee un rostro familiar y sin embargo una filmografía hasta ahora como actriz poco vistosa. Ahora salta a la dirección con mucha fortuna si hacemos caso a las crónicas vertidas a un lado y otro del Atlántico y el éxito de público cosechado. Su visión de la adolescencia femenina está en el lado opuesto a la que ofrecía otra actriz, más curtida en la dirección, Greta Gerwig, en la muy reconocida Lady Bird, donde una de las dos protagonistas de esta cinta, la muy carismática Beanie Feldstein, tenía un papel secundario. Donde Gerwig echaba mano de la sutileza y la armonía, Wilde se tira a la piscina para recrear el universo disfuncional de las comedias gamberras que invaden nuestras pantallas, pobladas de seres estrambóticos y situaciones disparatadas, y adaptarlo en la medida de lo posible a una supuesta sensibilidad femenina no exenta de onanismo e instintos bullangueros.
 
El resultado es algo así como un animalario en una casa de locos, donde dos amigas inseparables de instituto se enfrentan al último día antes de la graduación con la sensación de haber invertido demasiado esfuerzo en su sensacional expediente académico, sacrificando diversión y expansión, mientras descubren que sus compañeros y compañeras han obtenido éxitos académicos similares sin necesidad de expedientes brillantes ni sacrificios impropios de la edad. Ahí radica el primer mensaje deleznable de esta cinta, donde el esfuerzo no encuentra compensación sino castigo. Su título original, Booksmart, algo así como Inteligencia de manual, parece en este sentido más ilustrativo que el más burdo que le han colocado nuestros ingeniosos distribuidores. A partir de ahí el despropósito va acumulándose a fuerza de personajes a cual más rarito y extravagante y situaciones de hilaridad más bien exasperante.
 
El carisma de sus dos jóvenes protagonistas, presente incluso en sus versiones animadas en forma de barbies asexuadas, y el ritmo vertiginoso que la debutante realizadora ha sabido impregnar al conjunto, redimen en parte la disparatada propuesta, que no dudamos se convertirá en breve en cinta de culto y referente de una generación de adictos al móvil y la botellona. Por una vez no nos avergonzamos de mostrarnos reaccionarios y condenamos este tipo de insultos a la inteligencia que tantos intentan justificar como justo lo contrario, literatura moderna, excéntrica y extremadamente intelectual en su vocación popular. Eso sí, la presentación de sus dos parcialmente desdichadas heroínas no tiene desperdicio.

YO, MI MUJER Y MI MUJER MUERTA ¿Qué ocurrió entre mi mujer y Marbella?

España-Argentina 2019 93 min.
Dirección Santi Amodeo Guion Santi Amodeo y Rafael Cobos Fotografía Leonardo Hermo Música Enrique de Justo y Miguel Rivera Intérpretes Óscar Martínez, Carlos Areces, Ingrid García Jonsson, Malena Solda, Cris Nollet, José Luis Adserías Estreno en el Festival de Málaga y en Argentina 21 marzo 2019; en España 26 julio 2019

Habiendo debutado en el cine juntos, con el corto Bancos y el largo El factor Pilgrim, las carreras de Alberto Rodríguez y Santi Amodeo han corrido suertes muy distintas. Mientras el primero ha contado con el favor del público y la crítica, que no ha dudado en encumbrar su estilo voluptuoso y grandilocuente, el segundo ha ocupado un lugar muy discreto en el gusto de unos y otros, a veces muy merecido como en el caso de ¿Quién mató a Bambi?. Pero lo cierto es que salvo esta desdeñable cinta, el resto de su filmografía ha ofrecido resultados tan estimulantes como Astronautas o Cabeza de perro, poseedoras de un lenguaje moderno y personal para contar historias cerca del surrealismo pero también del corazón. En esta ocasión se sitúa a medio camino entre éstas y su última y más aseada y convencional producción, la olvidable Bambi referida, más cerca afortunadamente de las primeras que de ésta. Amodeo echa mano de ese estilo visual y narrativo que le diera voz propia en aquellas dos primeras películas en solitario, pero limándolo para encontrar convergencia con un lenguaje más comercial y asequible a un mayor porcentaje de público.
 
Partiendo de una línea argumental que bien podría recordarnos a ese clásico de Billy Wilder titulado Avanti! y aquí traducido como ¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?, donde Jack Lemmon viajaba a Italia para recoger el cuerpo de su padre, fallecido en accidente de tráfico, solo para descubrir cosas de su progenitor que desconocía, aquí un impagable Óscar Martínez, premiado en el último Festival de Málaga, viaja desde Buenos Aires para cumplir el deseo de su esposa fallecida de esparcir sus cenizas en la costa marbellí, donde parece disfrutó de sorprendentes vacaciones, un particular que será el objeto de descubrimiento en esta veraniega película. Amodeo sitúa su comedia dramática en las antípodas del género tal como se cultiva en nuestro país. Aquí no hay estridencias, astracanadas ni chabacanería al uso; en su lugar practica un estilo más sofisticado y elegante, con las dosis de humor justas concentradas en una serie de situaciones cuando menos curiosas, y en personajes simpáticos como el de Areces y amables como el de Jonsson. Todo ello en unas relajadas localizaciones, un Puerto Banús recreado entre Sevilla (el Real Club de Golf o el restaurante Malaspina en el Muelle de las Delicias son perceptibles), Sotogrande y la propia Marbella, previo preludio en un Buenos Aires de interior y cementerio.
 
En el centro de la dramaturgia subyace un sencillo análisis de la aceptación, bien sea de la ausencia, del dolor o la infidelidad, con soluciones formales tan felices como la proyección de recuerdos en paredes, suelos y sábanas de la casa familiar. Un proceso de catarsis que llevará a un arquitecto procedente del país del psicoanálisis a reírse de esta disciplina académica en el nuestro, mientras a su alrededor personajes que procuran esforzadamente salirse del estereotipo componen un paisaje humano y espiritual pausado y relajado que no choca con la comicidad precisa y calculada de este nuevo film del director sevillano. No obstante en el camino quedan algunos flecos sueltos que hacen preguntarse si eran necesarios incluirlos en el guion, escrito por cierto con la ayuda del colaborador habitual de Rodríguez, Rafael Cobos, como es el caso de las motivaciones de los personajes de Areces y Jonsson o las lesiones sufridas por un protagonista cuyo viaje físico y sentimental no solo no llegará a transformarlo profundamente sino que le reafirmará en su elección de vida.

martes, 30 de julio de 2019

VENGANZA BAJO CERO Decesos en cadena

Título original: Cold Pursuit
Reino Unido-USA-Noruega-Canadá-Francia-Alemania 2019 118 min.
Dirección Hans Petter Moland Guion Frank Baldwin, según el original de Kim Fupz Aakeson Fotografía Phillip Øgaard Música George Fenton Intérpretes Liam Neeson, Laura Dern, Tom Bateman, Tom Jackson, Michael Eklund, Domenick Lombardozzi, Emmy Rossum, Julia Jones, Michael Adamthwaite, William Forsythe, Elizabeth Thai, Benjamin Hollingsworth Estreno en Estados Unidos 8 febrero 2019; en España 26 julio 2019

Tras el relativo éxito de Aberdeen en 2000, el director noruego Hans Petter Moland recibió su primer encargo norteamericano con la película Beautiful Country, protagonizada por Nick Nolte y Tim Roth. Después volvió al cine escandinavo, filmando varios films entre los que destaca Redención, de Los casos del departamento Q, y Kraftidioten, significativo título con su actor fetiche Stellan Skarsgaard como protagonista, que se tradujo internacionalmente como En orden de desaparición y aquí Uno tras otro para su distribución doméstica.
 
Éste su segundo trabajo para Estados Unidos, en coproducción con Reino Unido y varios países, es un remake fiel de aquella película en la que un conductor de máquina quitanieves se enfrenta a una guerra de narcotraficantes para vengar la muerte de su hijo. Del paisaje nevado de Noruega pasamos ahora al de Colorado, con nuestros ingeniosos distribuidores traduciendo el original Persecución fría por Venganza bajo cero, aprovechando así el filón de la trilogía Venganza con la que, junto a las películas de Jaime Collet-Serra (Sin identidad, El pasajero) ha forjado Liam Neeson su carrera como nuevo justiciero a lo Charles Bronson.
 
La cinta es un largo y continuado desprecio a la vida humana, que se toma muy a broma, enumerando los decesos y adornándolos según confesión religiosa. De otra manera hubiera resultado un trabajo obsceno y desalmado, pero así se convierte en un entretenimiento moderadamente divertido e intrigante, gracias sobre todo al buen ritmo que le impregna su realizador y la convincente interpretación de Neeson y el resto de su numeroso reparto. Eso no quita que sea desmesuradamente violento y poco edificante, lo que hace su visionado únicamente recomendable para mentes suficientemente maduras y cultivadas, para quienes el espectáculo solo resulte estimulante en cuanto a entretenimiento superfluo aun moralmente reprobable.

MIDSOMMAR Rituales bajo luz blanca

USA 2019 145 min.
Guion y dirección Ari Aster Fotografía Pawel Pogorzelski Música Bobby Krlic Intérpretes Florence Pugh, Jack Reynor, Will Poulter, William Jackson Harper, Ellora Torchia, Archie Madekwe, Vilhelm Blomgren, Julia Ragnarsson, Henrik Norlén, Gunnel Fred Estreno en Estados Unidos 3 julio 2019; en España 26 julio 2019

Entre tanto estreno de terror, prácticamente uno a la semana, que repiten esquemas y situaciones hasta la desesperación, Hereditary se consolidó el año pasado como la propuesta más carismática y renovadora del género en mucho tiempo, por encima de otros trabajos más celebrados pero decididamente sobrevalorados como Un lugar tranquilo o Déjame salir. Digna a entrar en la lista de mejores películas de terror de todos los tiempos, Hereditary dejó el listón muy alto a su joven director, el norteamericano Ari Aster. La duda sobre si sería capaz de revalidar la hazaña nos la ha resuelto en tan solo un año con esta propuesta tan inquietante y perturbadora como su ópera prima, aunque quizás no tan redonda.
 
Aster traslada ahora el mundo de las sectas del mal al hipotético bien, auspiciado por ritos ancestrales tan en sitonía con la naturaleza como podrían haberlo estado los sacrificios humanos celebrados por comunidades indígenas a lo largo y ancho del planeta en tiempos remotos. Y traslada el ambiente nocturno y sombrío habitualmente asociado al género y que practicaba también en aquella primera cinta, a las noches blancas y luminosas del extremo norte de Suecia en primavera-verano. Un terror bajo la luz blanca y el sol que nunca se pone, en el seno de una comunidad que lleva el concepto y la idea como tal hasta las últimas consecuencias. Allí acude una pareja en crisis, solo para revelar su aún más grande brecha, poner en entredicho las instituciones universalmente aceptadas, y sobre todo su capacidad para conectar y somatizar los sentimientos del prójimo. Hundida emocionalmente por unos trágicos acontecimientos familiares, la protagonista del film encuentra redención y consuelo, tras un largo y lógico periplo de perplejidad y desconfianza, en el perturbador mundo que se abre ante sus ojos en el país escandinavo, dentro de una comunidad mitad hippy mitad vikinga que convierte el sacrifico humano en vehículo para la venganza y la comunión con la naturaleza, con rituales que recuerdan incluso a los cuadros de Giuseppe Arcimboldo y generan una fuerte conmoción en el espectador.
 
Lo significativo del film es basar su horror en la consecución del bien, en la creencia del monstruo de estar obrando conforme a la nobleza y la responsabilidad del ser humano. A partir de ahí se suceden episodios más o menos escabrosos, algunos verdaderamente espeluznantes y macabros, con escenas campestres de cariz ensoñador y naturaleza ambigua dentro de un metraje seguramente muy dilatado, uno de los pocos problemas que tiene la cinta, especialmente en relación al equilibrio interno. El ciclo vital, la disciplina de grupo, la relatividad de la traición emocional, el apoyo sentimental y la asunción comunitaria del dolor personal, son algunos de los temas que la cinta analiza de forma medianamente certera y decididamente inquietante, dentro de un conjunto que solo como propuesta de género ya funciona de forma considerablemente aceptable.

DIANA KRALL CUBRIÓ EXPEDIENTE EN MARBELLA

Diana Krall, vocal y piano. Joe Lovano, saxofón. Robert Hurst, contrabajo. Karriem Riggins, batería. Auditorio Starlite, La Cantera de Marbella. Jueves 25 de julio de 2019

Hacía mucho tiempo que esperaba que el Maestranza invitara a Diana Krall a su ciclo de jazz u otras músicas. Una espera infructuosa que este verano se ha consolado con el concierto celebrado en el Starlite de Marbella, ese auditorio de la ciudad malagueña que llaman boutique, sea por los servicios de gastronomía y coctelería que ofrece, o por el perfil del público que lo frecuenta, en sintonía con el glamour con el que habitualmente se asocia esta paradigmática ciudad. Y eso que las instalaciones no son lo que cabría esperar, más bien tienen aspecto de provisionales, especialmente lo que se refiere a aparcamiento, accesos y servicios sanitarios, pues lo de bares y restaurantes es otro cantar, que ya se sabe que hay que vender y a buen precio. De cualquier forma el entorno es espectacular, con una vieja cantera y sus paredes de piedra circundando el gran auditorio y su enorme escenario, que pudo colgar el noveno todo vendido de la temporada.
 
Diana Krall y su banda en el escenario del Starlite marbellí
Diana Krall culminó en nuestro país, con varios conciertos repartidos entre Cataluña, San Sebastián, Madrid y la Costa del Sol, su gira europea de un mes, después de una larga peregrinación por California y otros estados americanos, y antes de tomarse unas vacaciones y retomar las actividades en septiembre de nuevo en Estados Unidos. Aquí compareció en petit comité, acompañada de una mínima banda integrada por saxo, bajo y batería, unidos al piano y la personalísima voz de la diva canadiense. Treinta años grabando y aún tan fresca como el primer día, pero cubriendo tan solo expediente. El escenario quedó grande para la propuesta de Krall, más apropiada para un recinto íntimo, de menores dimensiones y acústica cerrada, sin desmerecer la espléndida resolución de este enclave natural. Así lo hizo en Madrid, donde actuó en el Teatro Nuevo Apolo y el sonido fue considerablemente mejor al disfrutado en Marbella.
 
Aunque en todo este tiempo Diana Krall ha grabado unos quince discos, entre los realizados en estudio y los que lo son en vivo, su propuesta en este ocasión se centró en sus primeros trabajos, empezando por un All or Nothing At All incluido en su registro de 1997 Love Scenes. A partir de ahí un par de homenajes a Nat King Cole, a quien dedicó su disco de 1996 All for You; por un lado L-O-V-E y por otro un habitual de su repertorio, Boulevard of Broken Dreams. No faltaron clásicos tantas veces llevados al escenario en sus giras, como Devil May Care o su particularmente elegante versión de I’ve Got You Under My Skin de Cole Porter. Otro grande de la música americana, Irving Berlin, tuvo también su momento de honor con el conmovedor How Deep Is the Ocean en forma de propina justo después de terminar el concierto con el más grande, Gershwin y su I Was Doing All Right incluido en su compacto de 2006 From This Moment On. Uno de los momentos más emotivos de la noche llegó de la mano de Joni Mitchell, cantautora con la que Krall mantiene un estrecho vínculo que le llevó incluso a participar en el homenaje por su setenta y cinco años que le brindó la ciudad de Los Angeles en el legendario Dorothy Chandler Pavilion, tantas veces sede de los Oscar y actual Teatro de la Ópera de la ciudad californiana. De ella creo que interpretó Amelia, introduciendo en las cadencias pianísticas un homenaje al Aleluya de Leonard Cohen.
 
Pero es en el apartado interpretativo donde Diana Krall nos sumergió en una especie de velada decepción, por cuanto a la escasa duración del concierto, apenas hora y media de música, hubo que añadir cierta desidia a la hora de conectar con el público, parte del cual por cierto no dudó en abandonar reiteradamente su asiento para ir al bar o al servicio, con la molestia añadida al resto de espectadores y espectadoras. Krall y su banda cubrieron expediente, llegaron, cantaron sus canciones y poco más, además en forma tan ortodoxa y previsible que solo nos quedó la enorme satisfacción de tenerla delante, nosotros por ejemplo casi encima, y comprobar que su estilo exquisito y elegante sigue intacto, su forma de dominar el teclado fresco, sofisticado y virtuoso, y su canto personal y envolvente, susurrado la mayoría de las veces, efectivo siempre. Con el esquema habitual de exposición melódica, lucimiento de cada solista, espléndidos todos pero muy académicos, y reexposición del tema, nada se salió del guion y no hubo espacio para la sorpresa ni para la exaltación, pero nos quedó el placer de haber tenido delante a la artista de jazz que más proyección y fulgurante carrera ha disfrutado en las últimas décadas.

jueves, 25 de julio de 2019

ELISA URRESTARAZU Y CORNELIA LENZIN: CANTO DE REIVINDICACIÓN EN FEMENINO

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Elisa Urrestarazu, saxofón. Cornelia Lenzin, piano. Programa: Dos piezas para violín y piano y Un matin de primtemps, de Lili Boulanger; Romance, de Amy Beach; Tres romances para violín y piano Op. 22, de Clara Schumann; Sonata, de Rebecca Clarke. Miércoles 24 de julio de 2019

Uno de los grandes atractivos de estas noches del Alcázar es poder disfrutar de programas tan singulares como éste en manos de combinaciones poco habituales y tan atractivas como la que ofrecieron la joven malagueña Elisa Urrestarazu y la pianista suiza afincada en nuestro país Cornelia Lenzin. Juntas, bajo un calor sofocante potenciado por el que desprendían los focos, desgranaron un programa integrado por piezas incluidas en su proyecto Women Composers, con el que pretenden homenajear a aquellas aguerridas compositoras que aun en los albores del siglo XX sufrieron para ser reconocidas como autoras merecedoras del consabido respeto.
 
No hay efemérides que se le resista a Actidea, así que la ocasión llegó que ni pintada para rendir tributo a la excelente Sonata de Rebecca Clarke, según muchas voces autorizadas la mejor jamás compuesta para viola y piano, compuesta hace cien años. Así mismo la velada sirvió para recordar a Clara Schumann, de quien el próximo 13 de septiembre se celebran doscientos años de su nacimiento. La rara combinación de saxo y piano obligó a ofrecer todas las piezas en versiones minuciosamente transcritas para el instrumento a partir del violín o la viola originales, lo que no siempre acabó con los mejores resultados, pero sí con una impresión general muy satisfactoria.
 
Un programa exigente y un instrumento complicado
 
Con amplio recorrido académico y artístico, la malagueña saxofonista se empleó a fondo para aprovechar esta emocionante ocasión, según confesó, de tocar en un lugar tan mágico como los jardines del Alcázar de Sevilla. El saxo soprano le dio las claves para transmitir el melancólico espíritu de las páginas de Lili Boulanger, cuya obra sobrevive gracias al empeño de su hermana, la también compositora Nadia. Sus líneas sinuosas, influencia de Debussy, estuvieron bien marcadas en el canto delicado de la malagueña, mientras Lenzin acompañó con amplio sentido lírico y considerable carga dramática, tanto en las dos piezas para violín y piano como en el poema tonal Una mañana de primavera, original para violín, violonchelo o flauta y orquesta. Saxo alto en mano, Urrestarazu abordó el Romance de la norteamericana Amy Beach, autora de la Sinfonía Gaélica, muy célebre en su país a principios del pasado siglo, con un hondo sentido romántico y de nuevo un halo de melancolía más que evidente. El calor y la humedad reinantes no fueron buenos aliados de un instrumento tan difícil, y sin embargo la joven logró un sonido homogéneo y firme, puntualmente enturbiado con algún problema de afinación.
 
Los Tres romances de Clara Schumann disfrutan habitualmente de transcripciones para clarinete, pero no para saxofón, aunque la tesitura del saxo soprano se pueda confundir a veces con este instrumento. De estas páginas las intérpretes consiguieron superar su compleja técnica, alcanzando además un considerable vuelo lírico, si bien determinados pasajes arpegiados se resintieron de una vertiginosa pulsación de las llaves con el consiguiente molesto ruido que ello generaba. La pieza estrella de la noche, la Sonata de la británica Rebecca Clarke, alcanzó un altísimo nivel de sensibilidad y dominio técnico. Siempre con el delicado y refinadísimo acompañamiento de Lenzin, la saxofonista atacó la pieza desde el respeto y la responsabilidad más absoluta, con un esfuerzo titánico y unos resultados insuperables, tanto en sus pasajes más íntimos y concentrados como en las múltiples ocasiones de virtuosismo que la obra proporciona. Estas compositoras, a menudo músicos multidisciplinares, lucharon denostadamente por hacerse oír en su época. Algunas, como la propia Clarke, tuvieron que presentarse a concursos con seudónimos masculinos, siendo preferidas estas obras a las que presentaban con su propio nombre, aunque fueran manifiestamente mejores. Es de justicia por lo tanto que se les rinda homenaje y restaure su memoria, y nunca será suficiente.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 24 de julio de 2019

MARIVÍ BLASCO, UNA VOZ EN EL JARDÍN

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mariví Blasco, soprano. Ignacio Torner, piano. Programa: Siete canciones populares, de Falla; La Puerta del Vino y La Soirée dans Grenade, de Debussy; Selección de Canciones españolas antiguas, de Lorca; Selección de Tonadillas en estilo antiguo, de Granados. Martes 23 de julio de 2019

Mariví Blasco, una voz en el jardín En colaboración con el pianista sevillano Ignacio Torner, la soprano valenciana amplió repertorio ofreciendo un exquisito recital de canción clásica española La noche es el reposo del guerrero, el momento del día en el que nos relajamos y nos dejamos llevar para descansar toda nuestra energía, nuestras frustraciones y preocupaciones. Las estivales nos llevan frecuentemente a los jardines, donde entre aromas y brisas, anoche pocas, aparcamos nuestras inquietudes y olvidamos nuestros quehaceres habituales. Resulta por eso sintomático que tras una jornada de tanto ajetreo político, con los supuestos salvadores de la patria frustrando toda posibilidad de progreso, y secuestrando la voluntad popular depositada en unas abusadas urnas, dos agitadores de la vida cultural sevillana como son Mariví Blasco e Ignacio Torner, nos mecieran al son de aquellas canciones que a principios del pasado siglo conformaron nuestro particular nacionalismo, haciendo que la noche sonara tan española.
 
A Mariví Blasco es habitual verla en las Noches del Alcázar, pero desgranando su talento en repertorios más afines a la música antigua y del barroco que le son familiares, como así ocurrió hace unos días cuando actuó junto a Belisana Ruiz. Toda artista sin embargo ha de evolucionar y probar otros repertorios, aunque solo las más atrevidas e inquietas acaben haciéndolo. La inmersión de Blasco en la canción clásica española y los resultados obtenidos demuestra que la soprano valenciana merece una muy alta consideración. Junto a ella, el ecléctico Ignacio Torner, una de las cabezas visibles del experimental Taller Sonoro, firmó un agradable y responsable acompañamiento, rematado con unas desiguales aportaciones en solitario.
 
Una voz exquisita y delicada
 
Toner y Blasco, anoche en los Jardines del Alcázar
La raíz aflamencada de muchas de las composiciones seleccionadas para la ocasión permiten su interpretación en ese registro, pero su condición clásica admite también una versión más académica y en estilo clásico, como la que pudimos disfrutar en la voz de Blasco. Si bien es verdad que tardó algo en calentar, denotando cierta inseguridad y destemplanza en El paño moruno y la Seguidilla murciana, a partir de la Asturiana apreciamos mayor decisión y convicción en voz y modos, convenciendo plenamente en la Jota y en una muy paladeada Nana en la que jugó además a su favor su perfecta dicción. Aún más segura pudimos disfrutarla en las canciones recopiladas y armonizadas por Lorca, desplegando emoción y color desde una óptica sumamente delicada y exquisita, sin estridencias ni sobresaltos de temperamento. Y aunque en algunos pasajes faltó una pizca más de gracia, encandiló con Las tres hojas, una muy intensa Nana de Sevilla, y sobre todo unas muy elegantes y celebradas Sevillanas del siglo XVIII.
 
Menos frecuentadas pero cumbre así mismo de la canción seria española son las Tonadillas en estilo antiguo de Granados, una colección de canciones basadas en poemas de Fernando Periquet que no se considera propiamente ciclo porque están destinadas a voces de registro distinto e incluso un dúo final. Centradas como las de Falla en el amor y la seducción, Blasco las cantó con sensualidad y sentido poético, destacando especialmente la primera de las tres seleccionadas, El mirar de la maja, que cantó con mucha intensidad, equilibrio, dominio del fraseo y una perfecta modulación. Toner acompañó con soltura y sentido de la responsabilidad, aunque percibimos en piezas como las Sevillanas tendencia al martilleo obsesivo. En solitario alcanzó cotas de enorme sensibilidad y sensualidad en La Puerta del Vino, que no se repitió en un Atardecer en Granada, también de Debussy, algo enmarañado y falto de cohesión interna. Los jardines del Alcázar y de la Alhambra se fusionaron así en este programa tan granadino que destacó por la delicadeza, la elegancia y la exquisita forma de cantar de una rutilante valenciana.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 23 de julio de 2019

EL REY LEÓN Un clásico poco recomendable

Título original: The Lion King
USA 2019 118 min.
Dirección Jon Favreau Guion Jeff Nathanson, según el guión original de Brenda Chapman, Irene Mecchi, Jonathan Roberts y Linda Woolverton Música Hans Zimmer, Elton John y Tim Rice Voces (en versión original) Donald Glover, Beyoncé Knowles-Carter, Chiwetel Ejiofor, James Earl Jones, Alfre Woodard, Seth Rogen, Billy Eichner, John Kani, John Oliver Estreno en España 18 julio 2019; en Estados Unidos 19 julio 2019

Hay motivos para recomendar el visionado de esta película, aunque no tantos como para aconsejar que no se haga. Especialmente dañina para las nuevas generaciones, sin nada que ver con la literatura infantil que mayoritariamente se cultiva hoy en día, que promueve valores mucho más solidarios e igualitarios, y por supuesto menos violentos, se convirtió no obstante en favorita de niños, niñas y adultos tras el estreno de la versión original de animación clásica en 1994. Ocupa desde entonces un lugar de honor en las estanterías de casi todos los hogares, y los padres no han tenido reparo en convertirlo en instrumento educativo de sus hijos, sin reflexionar sobre su alto contenido fascista.
 
Ese ciclo de la vida que promulga como leit motiv no tiene mucho que ver con la realidad, donde la Naturaleza conviene que los animales más fuertes se alimenten de los más débiles por simple instinto de supervivencia, sin que exista un orden moral ni político mínimamente parecido al que le adjudica esta fábula, donde la protección del más débil por el más fuerte deviene en una condición de superioridad adjudicada por orden divino. La extensión al imaginario infantil de estructuras sociales y políticas basadas en la monarquía y el vasallaje, más propio de una sociedad feudal que de otra libre y democrática, no es desde luego la más conveniente y remozada de las imaginables en un orden moderno e igualitario. El estereotipo del león como rey de la selva es llevado aquí a sus últimas consecuencias con la complicidad de todo un clásico, Shakespeare y su Hamlet, aunque éste destacaba más como tragedia sobre los lazos familiares y la traición que como tesis sobre el poder y la soberanía. A esto tenemos que añadir las intrigas que devienen en traiciones y venganzas, repitiendo el esquema de los cuentos clásicos, hoy tan poco convenientes a la hora de educar a nuestros hijos en valores.
 
La nueva versión de este disparate, otro paso más de la Disney en su escalada de ambición y omnipotencia, ha sido encomendada a Jon Favreau, a quien hemos visto dando vida a Happy Hogan, el fiel colaborador de Iron Man y Spiderman, y que después de dirigir las dos primeras entregas de Iron Man, además de Cowboys & Angels y Chef, realizó El libro de la selva, el mejor remake de un clásico Disney junto a Pedro y el dragón. No repite ahora la misma fortuna, realizando un calco del original aunque intentando impregnar al conjunto de un mayor dramatismo y halo épico, solo amortiguado por las simpáticas apariciones de Pumba y Timón, los únicos espíritus sensiblemente libres del cuento.
 
Cabe decir en su favor que el trabajo de animación digital es espectacular, tanto en el diseño de los personajes y sus gestos como en la recreación de los imponentes paisajes, mientras las canciones de Elton John conservan su encanto, a las que se han añadido otra de Beyoncé y otra de Mark Mancina incluida en el musical que también lleva tiempo triunfando inexplicablemente por todo el mundo, incluida la Gran Vía madrileña. Por su parte, Hans Zimmer ha inflado consdierablemente su oscarizada banda sonora original, acorde con el espíritu épico y dramático de la cinta. Incendios en plena zona desértica o evocaciones al amor nocturno a plena luz del día son disparates añadidos a este despropósito cuya versión original se ha convertido inmerecidamente en un clásico casi incontestable.

AL AGUA GAMBAS Humor con estereotipos

Título original: Les crevettes pailletées
Francia 2019 100 min.
Guion y dirección Maxime Govare y Cédric Le Gallo Fotografía Jérôme Alméras Música Thomas Couzinier y Frédéric Kooshmanian Intérpretes Nicolas Gob, Alban Lenoir, Michaël Abiteboul, David Baïot, Romain Lancry, Roland Menou, Geoffrey Couët, Romain Brau, Félix Martínez, Maïa Quesemand, Pierre Samuel Estreno en Francia 8 mayo 2019; en España 19 julio 2019

Concebida como un batiburrillo de películas ya vistas, desde Priscilla Reina del desierto a El gran baño, también francesa estrenada hace apenas unos meses, pasando por nuestra Campeones, de la que toma descaradamente el punto de partida, Al agua gambas, libre traducción al castellano de un original que significa Gambas con lentejuelas, es una moderadamente divertida comedia homosexual que pretende erigirse en la película más fresca de este verano, quizás por tanto chapuzón en piscina.
 
Trata sobre un equipo de waterpolo gay y su improvisado entrenador, que tiene que redimirse así de unos comentarios homófobos vertidos en la televisión. Previsible desde el minuto cero, y con guiños indisimulados a las cintas mencionadas, especialmente a la primera, donde viaje en autobús, transexual estrella con ropajes espectaculares y paradas en tabernas alemanas donde poner en escena numeritos musicales de bajo coste para mayor indetificación con el gusto del público homsexual, se convierten en peajes obligados, la cinta apenas remonta un dudoso gusto en el que el disparate y el lenguaje políticamente incorrecto se dan la mano. Pero es justo ahí donde el film acierta como producto digno de cierto análisis, por cuanto sirve como reflejo de esa forma de hablar del homosexual con pluma, que no tiene reparos en utilizar términos que durante tanto sirvieron para infligir dolor y castigo a un colectivo tan vulnerable en otra época, y hoy afortunadamente fuerte gracias al trabajo serio y responsable de quienes apenas encontrarán eco en este nuevo vehículo de frivolidad y gracia obsoleta y rancia.
 
En este sentido resulta no obstante ingenioso ver cómo el mismo lenguaje utilizado por un heterosexual, aunque con intenciones decididamente dañinas, tiene consecuencias políticas y sociales muy distintas a cuando lo utiliza un gay convencido. Sus realizadores, el debutante Cédric Le Gallo y Maxime Govare, especialista en comedias ligeras y reconfortantes como la prescindible Daddy Cool, echan mano de todos los tópicos y estereotipos posibles para satisfacción de los públicos más heterogéneos, mientras algunos no le encontramos la gracia a tanto petardeo hortera y barato.

GÉNESIS Una mala educación sentimental

Título original: Genèse
Canadá 2018 129 min.
Guion y dirección Philippe Lesage Fotografía Nicolas Canniccioni Intérpretes Théodor Pellerin, Noée Abita, Brett Dier, Mylène MacKay, Marc Beuapré, Pier-Luc Funk, Edouard Tremblay-Grenier, Paul Ahmarani Estreno en el Festival de Locarno 5 agosto 2018; en Canadá (Quebec) 15 marzo 2018; en España 19 julio 2019

La cinta que cautivó al jurado de la última Seminci, donde acaparó los premios a la mejor película, director y actor, es una nueva mirada retrospectiva, introspectiva y autobiográfica de su director, Philippe Lesage, después de la aclamada Los demonios, donde exploraba la pérdida de la inocencia de un niño en un ambiente hostil, y la inédita entre nosotros Copenhague. A Love Story, donde un grupo de estudiantes de cine experimentan con el amor como reflejo de la vida y el arte. La atención está puesta ahora en dos jóvenes hermanastros que sufren sus primeros amores, pero no en la manera complaciente, romántica y convencional en que se suele hacer en otras producciones que abordan el mismo tema. Aquí se plantea más como subversión y rebeldía frente a los valores establecidos.
 
Ambientada de forma equívoca y poco cuidada entre el vestuario, los automóviles y la música que evoca la década de los ochenta del pasado siglo, y los ordenadores y móviles que se recrean más bien en finales de los noventa, la educación desplegada en instituciones de carácter eminentemente conservador se erige en principal eje y escollo para el desarrollo natural y fluido de unas personalidades imponentes en lo sentimental y en lo intelectual. El cómico e ingenioso líder de la clase desplegará un doloroso viaje entre la incomprensión real y la admiración obligada e impostada de sus compañeros, mientras el ansia de libertad de su hermanastra universitaria, en principio inspirada por cierto aire de venganza, se verá castigada en una sociedad con doble moral que aún hoy causa estragos en mujeres jóvenes y maduras y legitima el ejercicio de un machismo violento y exacerbado, promovido desde las propias aulas, aunque esté castigado por la justicia.
 
Lástima que el análisis esté realizado con tanta frialdad expositiva que una vez más asistimos al sacrificio humano, el de quien se siente diferente y la que reclama sus derechos de mujer como ser humano indistinto, para exponer sus tesis. Una vez más recorremos el camino de la verdad a través de la flaqueza y la debilidad, y no de la decisión y la fortaleza. En un alarde de estructura narrativa original y diferente, tras casi dos horas repartidas en paralelo por las turbulencias amorosas de ambos protagonistas, que solo comparten pantalla en un par de ocasiones, asistimos a un epílogo ambientado en un campamento de verano para adolescentes, donde se intuye que la educación segregada, como en el colegio interno en el que vive sus amargas experiencias el personaje estupendamente interpretado por Théodor Pellerin, pueda llegar a adulterar el amor inocente y desprejuiciado que experimentan dos tiernos adolescentes. En el camino sin embargo se malogra la posibilidad de contar con un mayor número de simpatizantes al incluir una desacertada secuencia en la que los jóvenes campistas juegan a costa del sufrimiento de un pez moribundo.

lunes, 22 de julio de 2019

UTOYA y 22 DE JULIO La crónica académica y la efectiva inmersión en el caos

22 DE JULIO

Título original: 22 July
Noruega-Islandia-USA 2018 143 min.
Guion y dirección Paul Greengrass, según el libro “One of Us” de Asne Seierstad Fotografía Pal Ulvik Rokseth Música Sune Martin Intérpretes Jonas Strand Gravli, Anders Danielsen Lie, Jon Øigarden, Maria Bock, ThorbjØrn Harr, Seda Witt, Isak Bakli Aglen, Ola G. Furuseth Estreno en el Festival de Venecia 5 septiembre 2018; en Suecia 7 octubre 2018; en España (Netflix) 10 octubre 2018

UTOYA. 22 DE JULIO

Título original: UtØya. 22 juli
Noruega 2018 93 min.
Dirección Erik Poppe Guion Anna Bache-Wiig y Siv Rajendram Fotografía Martin Otterbeck Música Wolfgang Plagge Intérpretes Andrea Berntzen, Aleksander Holmen, Brede Fristad, Ada Eide, Sorosh Sadat, Elli Rhiannon Müller Osbourne, Solveig KolØen Birkeland, Magnus Moen Estreno en el Festival de Berlín 19 febrero 2018; en Noruega 9 marzo 2018; en España 19 julio 2019

Coincide en nuestra cartelera el estreno de Utoya. 22 de julio con el octavo aniversario de la tragedia terrorista que se saldó con más de setenta muertos en el barrio político-financiero de Oslo y en el campamento juvenil de verano en la isla de Utoya, apenas unos kilómetros alejado de la capital de Noruega. Como testigo que fui de los acontecimientos, cuando me encontraba en el país de vacaciones, me ha resultado especialmente interesante esta crónica de los hechos, así como la que relata el film de Paul Greengrass (El mito de Bourne, United 93) que se estrenó el pasado 10 de octubre en la cadena de pago Netflix. Mientras éste es un trabajo académico y considerablemente superficial del suceso, abarcando desde los últimos preparativos de Anders Breivik, el asesino de ultraderecha inconformista del régimen aperturista y multicultural del gobierno socialista noruego, hasta el juicio y las irreparables consecuencias que para las víctimas tuvo el atentado, con especial énfasis en un joven cuya madre era entonces la alcaldesa de Svalbard, una gélida población situada en la isla del mismo nombre, a 2000 kilómetros al norte de Oslo, la estrenada en salas comerciales ahora es un minucioso trabajo, una auténtica filigrana centrada en el más irrespirable e insoportable terror, en un intento de sumergir al espectador en el caos, la incertidumbre y el horror experimentado por las víctimas.
Dentro de la imposibilidad de trasladar en toda su amplitud esa sensación al público, la cinta de Erik Poppe, el director de La decisión del rey y Mil veces buenas noches, consigue crear esa atmósfera densa y agobiante en la que se desarrolla la trama del film, en tiempo real, los algo más de setenta minutos que duró el indiscriminado ataque, y en una toma única, lo que le ha valido a su director de fotografía el premio del Cine Europeo del pasado año. La vocación puramente ilustrativa y radicalmente académica de Greengrass, fijando su atención en varios personajes, el propio Breivik, su resignado abogado y el joven al que hacíamos referencia, y su larga duración, da una idea bastante completa y válida sobre los acontecimientos, con peajes obligados en las explosiones de Oslo, estupendamente recreadas, y el complejo juicio que acabó en aislamiento permantente del asesino.
Pero es Utoya, la cinta de Poppe, la que sin salir del escenario de la barbarie y fijando su atención únicamente en una joven campista, logra reflejar todos los aspectos de este complejo desastre, desde las motivaciones del terrorista a la irregular intervención de las fuerzas de seguridad, pasando por la pérdida de la inocencia y el tremendo choque generacional que supuso en un país con tan bajo índice de criminalidad. Y para eso el guión y la cámara se pega a esta chica en busca de su hermana, que en el camino encuentra la oportunidad de ayudar a varias de las víctimas y no la desaprovecha. Esto y que en ningún momento veamos a Breivik, más allá de la lejanía en un breve instante, demuestra el interés de los cineastas en mostrar el lado humano, solidario, valiente y generoso de la tragedia, en contraposición al monstruo de quien solo escuchamos sus atroces y aniquiladores disparos.

domingo, 21 de julio de 2019

EL CABARET CANTAUTOR DEL DÚO SALVADOR-SALIM

Cristina Salvador, voz. Daahoud Salim, piano.
La Casa de los Pianistas, sábado 20 de julio de 2019 

Recuerdo cómo nos impactó en aquel ya lejano noviembre de 1996 el saxofonista afroamericano Abdu Salim, nacido en Texas y afincado en Sevilla, hoy al frente de la Andalucia Big Band. Sus largas manos deslizándose por las llaves del instrumento tocando la parte de Ornette Coleman en la fascinante música de Howard Shore para El almuerzo desnudo de David Cronenberg, mientras el autor de la Trilogía del Anillo dirigía a su espalda a la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, tendrá para siempre un puesto de honor en la memoria de los fenecidos Encuentros Internacionales de Música de Cine que se celebraban en el Teatro de la Maestranza.

Atraídos por conocer el talento y las virtudes de su hijo, Daahoud, nacido aquí hace veintinueve años, y avisados por Yolanda Sánchez, la aguerrida responsable de La Casa de los Pianistas, que va ya viendo los frutos de su sueño gracias a una programación exhaustiva que le mantiene ocupada casi todos los días del año, nos hemos acercado a esta propuesta ecléctica y atrevida que el joven Salim nos ha traído junto a la muy versátil y expresiva Cristina Salvador, también sevillana y poseedora de un espíritu farandulero nada desdeñable. En su oferta, toda ella fruto de su entusiasmo y dedicación, letra y música incluidas, hubo lugar para la protesta, el sainete costumbrista, el chascarrillo con final chistoso, la crítica, a veces mordaz, otras veces no tanto, y la mezcla de culturas, con especial hincapié en la conjugación de las que florecieron en Latinoamérica a raíz de nuestra intervención.

Curtido en el jazz y la clásica, ambas disciplinas se notan en la forma que Salim tiene de atacar las teclas del piano, a veces con dulzura, otras con furia, pero siempre con la precisión y la seguridad que aportan los años de experiencia. Salvador expresa también esa facilidad para conectar gracias a su actividad empírica en zarzuela, musicales y canción de autor. En esta última faceta hizo brillar su talento, acompañada al principio de un palo de lluvia para crear una atmósfera intimista y hablarnos de emociones momentáneas, como la hora que duró su recital. A partir de ahí un cuaderno de chorradas les permitió reírse con respeto de la tauromaquia y con justicia de las reveladoras frases (Cuanto peor, mejor para todos) de nuestro último e innombrable ex presidente de gobierno, maestro del engaño y la zafiedad.

Un "momento" de la actuación en La Casa de los Pianistas
En cuanto a la música, Salvador combina la sottovoce, dulce y acaramelada, con la estridencia a máximo volumen, potenciado por un timbre en extremo agudo, adaptando su estética unas veces al estilo de Violeta Parra, otras al toniquete andaluz, especialmente perceptible en una canción que desglosa el menú de un bar, otras con mal rollo para denunciar el control y la manipulación a la que están sometidas nuestras vidas, y mucho son cubano por ejemplo para poner en evidencia la hipocresía con la que a menudo confundimos la buena educación. No siempre piano, ritmo y voz se acoplaron idealmente, pero en general hubo mucha sintonía y complicidad, destacando la capacidad de concentración de Salim para mantener el ritmo obsesivo a toque de cencerro. La tan necesaria concordia en el mundo, la esperanza en las generaciones futuras a través de una nana, o esas buenas intenciones que a menudo incumplimos, formaron también parte de este iconoclasta cabaret que logró la aprobación del público que abarrotaba la sala Martha Argerich de esta ya imprescindible Casa de los Pianistas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 18 de julio de 2019

UN AMOR IMPOSIBLE Crueldad intolerable

Título original: Un amour impossible
Francia 2018 135 min.
Dirección Catherine Corsini Guion Catherine Corsini y Laurette Polmanss, según la novela de Christine Angot Fotografía Jeanne Lapoirie Música Grégoire Hetzel Intérpretes Virginie Efira, Niels Schnaider, Jehnny Beth, Estelle Lescure, Iliana Zabeth, Coralie Russier, Catherine Morlot, Gaël Kamilindi, Simon Bakhouche, Didier Sandre Estreno en Francia 7 noviembre 2018; en España 12 julio 2019

Esta película basada en una novela río resulta, como tantas veces ocurre, ser lo contrario de lo que pretende. Planteada como una denuncia del machismo y el sufrimiento provocado a las mujeres durante generaciones, funciona más como retrato del masoquismo que durante tanto han practicado muchas de ellas a lo largo y ancho de este mundo, aunque esté justificado por la educación y la cultura del momento.
 
Nuestra protagonista, una bellísima Virginie Efira que por momentos, ayudada por el vestuario, recuerda a la Bardot de sus comienzos, se enamora del hombre equivocado, el cual ejerce una suerte de crueldad intolerable a lo largo de casi tres décadas, periodo en el cual asoma un tercer personaje, la hija de ambos, que de una u otra manera sufrirá también las consecuencias de un romance lastrado por la diferencia de clases y la continua humillación. Su realizadora, cuyo anterior trabajo, Un amor de verano, discurría también sobre el feminismo a través de una relación lésbica, maneja bien el ritmo y la cadencia narrativa, de forma que sus dos horas y cuarto no se hacen pesadas, si bien un recorte de contenido argumental, especialmente en su revelador pero previsible media hora final, le habría venido bien.
 
No está bien resuelto sin embargo el paso del tiempo, de forma que a veces sus personajes no envejecen convenientemente, mientras otras lo hacen en exceso, a la vez que las épocas no siempre coinciden con el atrezzo visto en pantalla. Detalles que no importan frente al contenido eminentemente de denuncia que flaco favor hace a un movimiento que mejor se reivindica con soluciones, propuestas y nuevos roles que exorcizen la facilona representación de esa mujer resignada, sacrificada y supuestamente heroina a su pesar.

APOLO 11 Un espectacular ejercicio de recuperación de archivos

Título original: Apollo 11
USA 2019 93 min.
Montaje y dirección Todd Douglas Miller Fotografía Adam Holender Música Matt Morton Documental Estreno en el Festival de Sundance 24 enero 2019; en Estados Unidos 1 marzo 2019; en España 16 julio 2019

El estreno en España de este documental sobre el primer alunizaje del hombre hace exactamente cincuenta años, coincide en nuestro país con la fecha en que se lanzó el Saturno V y los módulos que propulsaba, Columbia y Eagle, desde cabo Cañaveral en Florida, y su exhibición termina justo la fecha en que Armstrong pisó la Luna, el día 20 de julio. Un acierto y un detalle de nuestros distribuidores que no se ha repetido en otros países. Su director y principal artífice destacó hace cinco años en algunos festivales por otro documental, Dinosaur 13, sobre el descubrimiento de un dinosaurio y la odisea que tuvieron que lidiar los paleontólogos que lo hicieron posible con museos e instituciones para que se reconociera su mérito y la autenticidad del hallazgo.
 
El principal atractivo de Apolo 11 reside en la extraordinaria recuperación de material de archivo, en su mayoría inédito, y el espectacular proceso de remasterización a través del cual podemos disfrutar de estas imágenes como si acabaran de rodarse. La cinta de Miller no es exactamente una lección de historia, no acumula testimonios ni explicaciones en off; se limita a reproducir con linealidad argumental la odisea de Armstrong, Aldrin y Collins desde su presentación a través de fotografías de boda y de inevitables barbacoas en sus jardines rodeados de niños, para que quede claro que fueron ejemplares padres de familia y ciudadanos modelo, en el más conservador sentido de la expresión, hasta su regreso a la Tierra entre vítores de un público exacerbado y enfervorecido ante sus nuevos héroes. La calidad de las imágenes, la mayoría cedidas por la NASA, y el meticuloso montaje que permite recrear sensaciones desde la propia aventura, y conectar al público de la sala con el que asistió en primera persona al lanzamiento del cohete desde las inmediaciones del cabo en Florida, algo a lo que el documental presta una especial atención, dotan al conjunto de un especial atractivo, potenciado por pantallas partidas y contadas aportaciones originales en forma de gráficos con los que ofrecer unas concisas explicaciones sobre el funcionamiento de los distintos módulos lunares.
 
La conversación de los astronautas con el presidente Nixon, o las legendarias sentencias pronunciadas por los viajeros (Un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la humanidad, a la cabeza), se convierten en meras anécdotas o puntuales acotaciones dentro de un conjunto que pretende con el máximo material de archivo posible recrear la gesta a través de un trabajo excelente de restauración de imagen y sonido, sin más artificio que la atmosférica y electrónica banda sonora de Matt Morton, interpretada solo con instrumentos disponibles en la época. En este sentido no sabemos cuál ha sido la aportación del director de fotografía Adam Holender, en activo precisamente desde aquel 1969 gracias nada más ni nada menos que a Cowboy de medianoche, y acreditado en este singular y conmemorativo, aunque poco didáctico film. Una versión reducida a la mitad circula por establecimientos IMAX, potenciando aún más su espectacularidad.

miércoles, 17 de julio de 2019

EL CANCIONERO IBÉRICO DE CARMINA TERRARUM

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. César Carazo, canto y viola de brazo. Cristina Bayón, canto. Aníbal Soriano, cuerdas pulsadas. Programa: Los cancionaeros hispano portugueses en la época de Magallanes (obras de los Cancioneros de Elvas, Lisboa, Belem, París y Palacio, Pedro de Escobar, Luis de Milán, Pedro Guerrero, Maestro Capitán y Fray Manuel Correa). Martes 16 de julio de 2019

Foto: Actidea
¡Qué bien venden los americanos todo lo suyo y qué mal lo hacemos nosotros! El mundo lleno de hamburguesas y tan falto de buen jamón de pata negra. Mientras estos días asistimos a un aluvión de programas y reportajes sobre el alunizaje del Apolo 11, del que se cumplen cincuenta años, apenas notamos la influencia de la primera vuelta al Mundo, que cumple también este verano cinco siglos. La atención mediática dispensada al primero es infinitamente superior a la prestada a la segunda. Menos mal que a través de sus miniciclos las Noches del Alcázar nos recuerdan estas efemérides, lo que a su vez sirve para que los conjuntos y artistas invitados confeccionen cuidados programas, rara vez dejados al azar, en su mayoría tan didácticos como valiosos en el aspecto meramente musical.
 
Es lo que sucedió con el recién formado grupo Carmina Terrarum, algo así como Cánticos de la Tierra, en el que por primera vez coincidieron la cuerda pulsada, casi acariciada, de Aníbal Soriano, el canto trovadoresco y el derroche de simpatía de César Carazo, y la preciosa y mágica voz de Cristina Bayón, que nos sorprende más cada nueva comparecencia, desde aquel poco convincente Femás del 2012 a un sensacional Dido y Eneas en Jerez hace un par de años, siempre en continua evolución.
 
Compendio de cancioneros ibéricos del XVI
 
Carmina Terrarum trajeron al escenario del Alcázar canciones de los cuatro manuscritos fundamentales lusos de la época en que Magallanes emprendió bajo patronato de la corona española la búsqueda de nuevas rutas de las especias, y Elcano completó dando la vuelta al Mundo. El trío hizo gala de una generosa musicalidad desde los primeros y alegres compases de Qué es lo que veo y De la villa voy, del Cancionero de Elvas, un claro ejemplo de polifonía profana renacentista y casi únicas piezas en las que Carazo hizo sonar su viola de brazo, de sonido áspero y austero, al espiritual y emotivo canto siempre a dos tiempos, en un prístino ejercicio de armonía y contrapunto, de Falai miña amor, del compositor y vihuelista valenciano Luis de Milán, que trabajó a las órdenes de Juan III de Portugal, a quien dedicó su imprescindible manual de cuerda pulsada El Maestro.
 
Pero el punto álgido de la velada llegó pronto, con una preciosa interpretación de Acabarseam mis plazeres, del Cancionero de Lisboa, un claro ejemplo de música entre profana y religiosa, con un amplio contenido espiritual que las voces, acompañadas siempre del suave tañer de Soriano, llevaron a una dimensión mística. Obras de Pedro de Escobar, portugués que llegó a ser Maestro de Capilla en la Catedral de Sevilla, los Cancioneros de Belem, París y de Palacio, con un evocador Meis ollos van per lo mare como pieza clave, y ya en terreno barroco una canción del también portugués Fray Manuel Correa, exponente de la Escuela Polifónica Aragonesa, conformaron el resto del elaborado programa. La simpatía de Carazo en las didácticas luciones, la sensibilidad de Soriano, que encandiló con una Fantasía de Luis de Milán, y sobre todo la cálida y a la vez robusta voz de Cristina Bayón, tan en estilo, segura y bien proyectada, lograron un recital envolvente y sugerente, que la Luna se encargó de rubricar, miren por dónde, con un poético eclipse parcial.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

martes, 16 de julio de 2019

EL CUENTO DE LAS COMADREJAS Irritante homenaje a un cine clásico mal entendido

Argentina-España 2019 129 min.
Guion y dirección Juan José Campanella, según la película de José A. Martínez Suárez “Los muchachos de antes no usaban arsénico” Fotografía Félix Monti Música Emilio Kauderer Intérpretes Graciela Borges, Óscar Martínez, Luis Brandoni, Clara Lago, Marcos Mundstock, Nicolás Francella Estreno en Argentina 16 mayo 2019; en España 12 julio 2019

Los muchachos de antes no usaban arsénico fue un éxito del cine argentino de mediados de los setenta del siglo pasado, que tenía entre sus protagonistas a Narciso Ibáñez Menta. Juan José Campanella, que de éxitos sabe un rato (El hijo de la novia, El secreto de sus ojos), ha rescatado el guion original de José A. Martínez Suárez y Augusto Giustozzi con la presunta intención de darle lustre y ponerlo al día, a la vez que utilizarlo como vehículo para homenajear otra forma de hacer cine, aquella que nos empeñamos en llamar cine clásico, y vanagloriarlo siempre y sin distinción alguna frente a lo que se hace hoy en día. Pero lo cierto es que el resultado, a partir de un planteamiento eminentemente teatral y anquilosado, nos acaba pareciendo más bien rancio y artificioso frente a la supuesta recuperación del cine de antaño que se le presupone.
 
Hablamos de cuatro estrellas maduritas del cine argentino, empezando por Graciela Borges, en activo desde finales de los cincuenta, que aquí interpreta a una antigua estrella de cine que cual Gloria Swanson en El crepúsculo de los dioses, vive en una gran mansión junto a un improbable séquito de tres hombres que encarnan a su marido, antiguo secundario (Luis Brandoni), el director de sus principales éxitos (el Óscar Martínez de El ciudadano ilustre) y su guionista (el Luthier Marcos Mundstock en un nuevo pinito en el cine). Campanella aprovecha en este contexto para hacer un continuo guiño a su primer largometraje, El niño que gritó puta, cambiándole el género. También como en aquel verdadero clásico de Billy Wilder, al que esto no le llega ni a la altura de los zapatos ni siquiera en clave de comedia, aparece la juventud para ponerlo todo patas arriba, una amenaza en forma de alimaña, como las que Martínez se empeña en encañonar una y otra dichosa vez a lo largo y ancho de la película. Clara Lago con acento innecesariamente argentino y el hijo de Guillermo Francella, Nicolás, incorporan a esta pareja de jóvenes ambiciosos con los que la cinta parece querer criticar la idolatría de las nuevas generaciones por el Dios Dinero.
 
Entre insufribles diálogos, siempre con la ingeniosa frase a punto, y una trama tan artificiosa como carente de interés, quizás debido a una dirección rutinaria y previsible, el conjunto procura meterse en el bolsillo a un público maduro que quizás alcance a identificarse con los personajes, un tanto rancios y arquetípicos, en un presunto homenaje al cine de antes, que se queda en un intento tan desafortunado como descafeinado, tan falso como la estatuilla de Hollywood que la protagonista exhibe en su mansión, convenientemente alterada para no tener que pagar derechos o pedir permiso para su uso. Otra producción errática del español Gerardo Herrera.

sábado, 13 de julio de 2019

LOS AFECTOS BIEN EXPRESADOS DE LOS MÚSICOS DE SU ALTEZA

20ª Edición Noches en los Jardines del Alcázar. Olalla Alemán, soprano. Luis Antonio González, órgano. Programa: El siglo de Barbara Strozzi y José Marín (obras de José Marín, Jerónimo González, Francisco Correa de Arauxo, Claudio Monteverdi, Jusepe Ximénez, Barbara Strozzi y Gabriel Bataille). Viernes 12 de julio de 2019

Nos encanta lo que hace Actidea cada año en las noches estivales sevillanas, lo que programan y el criterio con el que lo hacen, y van ya veinte ediciones. Pero conviene también dar un tironcito de orejas de vez en cuando, aunque mucho nos tememos que poco o nada podrán hacer cuando las agendas de los artistas mandan y quizás impongan sus propuestas sin aceptar cambio alguno. Estas podrían ser las explicaciones para que en solo dos días consecutivos se repitieran contenidos, la celebración de los cuatrocientos años del nacimiento del compositor español José Marín y la italiana Barbara Strozzi, estéticas, autores y hasta piezas, concretamente dos de Marín, Si quieres dar Marica en lo cierto y Ojos pues me desdeñáis que esta ocasión Olalla Alemán cantó como propina, después de que Mariví Blasco la incluyera en su programa la noche anterior.

Los Músicos de Su Alteza acudieron a estas Noches del Alcázar en reducida pero muy digna representación. Peor fue que el concierto se les quedara tan corto y ni tan siquiera completaran la hora habitual con la pieza del valenciano Juan Bautista Cabanilles que apearon del programa. Pero no hubo atisbo en todo el recital de salir del paso o cumplir expediente. Muy al contrario, ambos intérpretes hicieron gala de absoluta seriedad y profesionalidad a la hora de abordar con ejemplar interés los sensacionales versos musicalizados que agruparon con notable estilo y sentido estético.

Una voz poderosa y un detalle de programación

Foto: Actidea
El recital de Los Músicos de Su Alteza se caracterizó por la voz exuberante y poderosa de Olalla Alemán, su perfecta dicción e indiscutible elegancia en el fraseo y las escasas oportunidades en las que el repertorio le permitió lucirse en materia de ornamentaciones. Pero también en el apasionamiento manifestado por Luis Antonio González en sus breves pero muy ilustrativas locuciones y su dominio absoluto, sobrio, discreto pero muy adecuado, del órgano, en este caso un modelo partido que permite combinar dos registros distintos merced a cada mano, y que motivó la sustitución de la obra de Cabanilles por un tiento de Correa de Arauxo concebido para este instrumento aparecido a mitad del siglo XVII y cuya práctica se hizo popular, entre otras plazas, en Sevilla.

Más cerca de la tesitura de mezzosoprano que de la estrictamente soprano en la que se inscribe, la voz de Alemán tiene mucho cuerpo y carnosidad. Quizás se eche de menos algo más de sensualidad, pero lo compensa con una notable flexibilidad y sobre todo un fraseo dúctil y atento al detalle, y una dicción perfecta que hizo apreciable cada expresión de los valiosos versos que adornaron la fresca y casi lluviosa noche. Entre la gallardía de piezas de Marín como Válgate Amor por Gileta o Si quieres dar Marica, el temperamento desplegado en Ecco di dolci raggi de Monteverdi y la compleja dramaturgia de Strozzi en Bel desio che mi tormenti, que provocó algún problema de entonación, la voz de Alemán se sintió especialmente a gusto en la sencillez expresiva, los afectos de piezas como Pajarillo que cantas de Jerónimo González, un raro ejemplo de ornamentación en la España de la época, o el célebre El bajel está en la playa del laudista francés Bataille, perfectamente entendible frente a la imposible dicción con la que se canta en la película de Polanski Piratas. La soprano hizo además una buena exhibición en las notas prolongadas, apoyaturas y atrevidas modulaciones que se le presentaron, mientras González desplegó sus buenas artes en este recital protagonizado por el órgano entre tientos y diferencias que debieron sonar en espacios tan emblemáticos del esplendor sevillano de la época como la Colegiata del Salvador o el Convento del Carmen.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía