viernes, 30 de septiembre de 2016

SING STREET Imaginación y romanticismo de instituto

Irlanda 2016 105 min.
Guión y dirección John Carney Fotografía Yaron Orbach Música Gary Clark y John Carney Intérpretes Ferdia Walsh-Peelo, Lucy Boynton, Jack Reynor, Aidan Gillen, Maria Doyle Kennedy, Kelly Thornton, Don Wycherley, Kyle Bradley, Lydia McGuinness, Mark McKenna, Ian Kenny, Percy Chamburuka, Ben Carolan, Marcella Plunkett Estreno en Irlanda 17 marzo 2016; en España 30 septiembre 2016

Tras Once y Begin Again, el realizador irlandés John Carney se corona como el rey del musical romántico moderno con esta deliciosa película interpretada por jóvenes quinceañeros en el Dublín de la década de los ochenta. Una época y un país marcados por la crisis económica y social, influido por la era Thatcher del país vecino. Allí un joven tendrá que renunciar a algunos de los privilegios de una clase burguesa acomodada venida a menos y marcada por una crisis familiar. En un nuevo ambiente aprende a hacerse fuerte y conquistar el amor a través de la creación de un grupo musical, lo que nos lleva a una muy conseguida recreación del enorme potencial creativo, lleno de fuerza e imaginación, que nos caracteriza a esa edad, a sentirnos más de uno y una identificados con esas primeras aventuras que nos tomábamos tan en serio y suponían nuestro primer contacto con el mundo adulto, antes de sucumbir al desencanto de la madurez y la sumisión a una realidad distinta a la tantas veces imaginada; un paso a la madurez que queda perfectamente plasmado en el desolador plano final. Carney consigue toda esta vorágine a través de una película llena de amabilidad y ternura, en la que las alegrías se dan la mano con la tristeza (happysad lo llaman los protagonistas), y donde la música que dominaba el momento, una época llena de gloria para el pop inglés, con grupos legendarios como Duran Duran, Spandau Ballet, Joy Division o The Cure, tiene una importancia vital. El propio director y el músico Gary Clark componen una serie de logradas canciones originales para ilustrar el periplo musical y videoclipero del grupo que da título a la película. En este sentido encanta seguir el proceso de creación del joven protagonista y su pareja artística, una suerte de McCartney y Lennon, orígenes sempiternos de la música pop contemporánea, desarrollando entre ellos y con la ayuda del resto de los instrumentistas eso que llamamos trabajo en equipo y que tan conveniente es siempre remarcar a la hora de educar a jóvenes y adultos en cualquier disciplina, y no sólo artística, que se desee llevar a cabo. Pero donde Carney triunfa definitivamente es en el desarrollo de una de las historias de amor más sutiles y tiernas vistas en el cine en mucho tiempo, para lo que resulta fundamental la buena labor interpretativa y las caras angelicales de los dos jóvenes protagonistas, que esperemos den mucho juego en el cine a partir de ahora. El resultado es una experiencia llena de vitalidad y gratificación, encanto y dulzura, sin más pretensión que entretener con un buen producto que aúna nostalgia y buen espectáculo, aunque formalmente pueda parecer discreto.

ESTRENO EN SALAS DE "EL TIEMPO DE LOS MONSTRUOS"

Reseña de El tiempo de los monstruos, estrenada en el Festival de Cine Europeo de Sevilla de 2015

jueves, 29 de septiembre de 2016

NERUDA La fuga del poeta libertino

Chile-Argentina-España-Francia 2016 107 min.
Dirección Pablo Larraín Guión Guillermo Calderón Fotografía Sergio Armstrong Música Federico Jusid Intérpretes Luis Gnecco, Gael García Bernal, Mercedes Morán, Alfredo Castro, Pablo Derqui, Marcelo Alonso, Alejandro Goic, Antonia Zegers, Jaime Vadell, Michael Silva, Emilio Gutiérrez Caba Estreno en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 13 mayo 2016; en Chile 11 agosto 2016; en España 23 septiembre 2016

Precedido por la polémica tras su estreno en Cannes y en salas comerciales de Chile, Pablo Larraín ofrece su particular visión del poeta Pablo Neruda, considerado por muchos el mejor poeta del siglo XX, pero del que el director de El club y No se limita a dar una visión no exenta de cierto desprestigio y desmitificación. ¿Acaso un talento de su calibre, un genio de su altura no merece permitirse devaneos que le desvíen de la imagen impoluta de la que durante tanto tiempo gozó? Larraín parece pensar que no y adherirse así a la ya larga costumbre de retratar a los grandes de la política, la ciencia y la cultura como seres trastornados o directamente indeseables, o casi. Por otro lado es cierto que hay que ser valiente para arrojar algo de veneno sobre figuras hasta el momento intocables, y que merecemos conocer no sólo sus virtudes sino también sus miserias. Dos años apenas después del estreno de una biografía oficial dirigida por Manuel Basoalto, Larraín aporta una mirada que no obvia su compromiso con el comunismo y el proletariado y su odisea camino del exilio, huyendo del régimen de González Videla, que lo convirtió en proscrito tras haber ejercido como senador del partido comunista. Pero ni ese compromiso ni la huida están exentos de frivolidad, con peajes en su afición a fiestas orgiásticas y prostíbulos, a clases burguesas acomodadas o a, como él mismo dice en una de las mejores secuencias de la película, comer en la cama y fornicar en la cocina. Con la complicidad de su segunda esposa – el episodio de la primera esposa tampoco tiene desperdicio – Neruda es aquí un burgués egocéntrico y arrogante muy lejos del que retrataron Michael Radford y Massimo Troisi en El cartero. Perseguido por el régimen con la forma de un prefecto de la policía que pareciera sacado de un film de cine negro mejicano, un personaje ficticio creado por el mismo poeta a la vez que forjaba su testamento libertario Canto general, la película de Larraín se pierde en su forma y montaje, con una fotografía de variadas texturas y secuencias repartidas en varios escenarios, para reivindicar un cine intelectual con ínfulas poéticas e interpretaciones dignas de toda mención, contando para ello con una serie de actores y actrices recurrentes en su filmografía. Del trío protagonista destacan sobre todo un sobrio y burlonamente libertino Luis Gnecco, que da vida al Nobel de Literatura con voz mutante cuando de recitar se trata, y Mercedes Morán (Betibú), que compone una esposa abnegada y a la vez desvergonzada. La música de Federico Jusid queda catapultada bajo el uso recurrente de piezas de Grieg, fundamentalmente La muerte de Ase y la Melodía Nórdica nº 1, que impregnan al conjunto de un tono melancólico y trágico, aunque en práctica ejerce como elemento de distracción frente al discurso propuesto. Lo mejor es su tercio final, en tierras argentinas, cuando el film adopta forma y estilo de western y el personaje del policía, Gael Gª Bernal, asume definitivamente su rol de catalizador en este experimento desmitificador de un genio.

miércoles, 28 de septiembre de 2016

ARTEFACTUM, UBI SUNT: LA VIDA ALEGRE, ANTES DE LA MUERTE

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. José Manuel Vaquero, organetto y zanfoña. Ignacio Gil, flautas, axabeba, chirimía, gaita. Álvaro Garrido, percusiones. Programa: Ubi sunt (Cantigas de Alfonso X y obras del Laudario de Cortona, el Manuscrito de Londres y de Machaut y Landini). Martes 27 de septiembre de 2016

Gil, Garrido y Vaquero en un concierto didáctico para escolares,
celebrado en la Sala Chicarreros en enero pasado
A estas alturas no necesitan padrino ni publicidad. Han trabajado duro y lo que ofrecen rara vez defrauda y casi siempre encandila. Artefactum, en formación de trío, fueron los encargados de cerrar las Noches en el Alcázar de este año en lo que a música antigua se refiere. Tras ellos sólo tres conciertos más en disciplinas distintas, a cargo de conjuntos que igualmente se encuentran entre los pocos que esta edición han tenido el privilegio de cuatriplicar su oferta. Siempre curiosos a la hora de proponer sus programas, esta vez se acercaron a la Europa del siglo XIV devastada por la peste, generando una recreación ficticia de la música que pudiera escucharse en determinados espacios y ambientes relacionados con la epidemia; ese ubi sunt del título del programa, que define la vida en la Tierra en tránsito a la eterna del Cielo.

La propuesta entroncó por lo tanto con aquella Italia del sur por la que parece desembarcó la enfermedad, con una pieza recogida en el Manuscrito de Londres, donde se recopilan innumerables danzas y obras polifónicas del trecento italiano, que sentó ya las bases de la que sería una noche de excelencia instrumental y encontraría su cumbre en una danza bellica de prodigiosa expresividad y contagioso ritmo; una pieza en la que se logró eso que comúnmente denominamos magia. En el camino insistieron con su particular forma de afrontar las Cantigas de Alfonso X El Sabio, informadas pero personales hasta donde la variedad de fuentes lo permiten, que justificaron por el hecho de que su bisnieto falleció precisamente de la pandemia, jugando con la posibilidad de que escuchara música de su bisabuelo en el lecho de muerte.

Otra posibilidad, la música que se escuchara en las villas y palacios en los que los ricos y poderosos se refugiaron de la plebe para impedir contraer la enfermedad, cuyos episodios de extravagancias y libertinajes sirvieron de base al Decamerón de Boccaccio adaptado al cine por Pasolini. De manera que quizás estábamos asistiendo a la recreación de una banda sonora del genial director italiano, que ya se sabe que era versado en las artes, y la de la música antigua no se le debió escapar. El único pero habría que ponérselo a José Manuel Vaquero, tan divertido en sus ilustraciones como insuficiente en el canto, quizás por una pequeña afección que le impidió emitir con limpieza, aunque en fraseo y modulación no acusó problema alguno. Fue el precio a pagar por la formación en trío, sacrificando las valiosas aportaciones de, por ejemplo, Alberto Barea. Ahora bien, en la zanfoña y el organetto volvió a demostrar su magisterio, al igual que hizo Ignacio Gil en las exóticas maderas, prodigio de agilidad y dominio de la respiración, y por supuesto Álvaro Garrido a la percusión, haciendo alarde de finura y sensualidad.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 29 de septiembre de 2016

lunes, 26 de septiembre de 2016

EXPERIMENTER: LA HISTORIA DE STANLEY MILGRAM La obediencia de los borregos

Título original: Experimenter
USA 2015 90 min.
Guión y dirección Michael Almereyda Fotografía Ryan Samul Música Bryan Senti Intérpretes Peter Sarsgaard, Winona Ryder, John Palladino, Jim Gaffigan, Anthony Edwrads, Taryn Manning, Kellan Lutz, Anton Yelchin, John Leguizamo, Dennis Haysbert, Ned Eisenberg, Lori Singer, Josh Hamilton Estreno en el Festival de Sundance 25 enero 2015; en Estados Unidos 16 octubre 2015; en España 26 agosto 2016

Con una cartelera plagada de mega éxitos que la promoción se encarga de convertir en imprescindibles, a pesar de que a menudo su calidad deja mucho que desear, no es extraño que una película sencilla e independiente como ésta pase desapercibida, sobre todo si se estrena únicamente en versión original subtitulada, algo que incluso en algunos cines te lo advierten como si fuera un veneno para la taquilla. Es una lástima que este film aguantara tan poco en cartel, porque se trata de una de las propuestas más frescas, interesantes y originales que nos ha deparado la cartelera en mucho tiempo. Las credenciales de su director no son sin embargo para tirar cohetes; de su breve y poco estimulante filmografía apenas destaca un discreto y sui generis Hamlet protagonizado por Ethan Hawke. Ahora bien, sus coqueteos con el documental se notan en el particular estilo de esta película, una biografía del psicólogo social estadounidense Stanley Milgram, autor de experimentos en relaciones sociales tan sobresalientes y reveladores como el fenómeno de los seis grados de separación, la carta perdida, cyranoides, el comportamiento antisocial, y especialmente la obediencia a la autoridad, convirtiendo este último en eje central de un argumento que sirve paralelamente como complemento ideal para otras dos películas estrenadas recientemente, Hannah Arendt y El caso Fritz Bauer. La cinta posee una caligrafía novedosa que parece tomar como referente los famosos seriales fantásticos de principios de los sesenta, como Alfred Hitchcock presenta, incluyendo una puesta en escena austera, continuas explicaciones a la pantalla como hacía el mago del suspense al comienzo de cada capítulo, y una banda sonora clásica y minimalista en la que Bryan Senti parece estar emulando al Herrmann camerístico de aquellas funciones televisivas. En el proceso no deja de analizar ninguno de estos fascinantes experimentos, haciendo hincapié en esa obediencia ciega que nos convierte en borregos, fáciles de dominar por el poder y accesibles incluso para generar el mal ajeno, como ocurre por ejemplo en el controvertido fenómeno del terrorismo o los genocidios que asolan al Mundo de vez en cuando. Fondos falsos, algunos meras fotografías, composiciones teatrales y uso de material documental complementan una propuesta formal novedosa y atrevida, incluido el enigmático y recurrente uso de la canción Some Enchanted Evening, que Rodgers y Hammerstein compusieran para el musical South Pacific, ya sea en versión Mantovani o cantada por el propio protagonista, un Peter Sarsgaard preciso y contenido. Al placer de volver a contemplar a Winona Ryder en pantalla, cuya espléndida madurez invita a reflexionar porqué no se prodiga más en el cine a pesar de su cleptomanía, hay que añadir un elenco excelente, con apariciones estelares en episodios puntuales, como Kellan Luntz dando vida a William Shatner durante el rodaje del telefilm de 1975 The Tenth Level, basado en el experimento de la obediencia a la autoridad, para el que Milgram fue asesor muy a su pesar, o Lori Singer, popular en los ochenta por la serie Fama y la película Footloose, y que aquí es la tradicional y chistosa esposa burguesa del prestigioso psicólogo social Solomon Asch. Sin duda una estupenda invitación a conocer este carismático personaje y los estudios que realizó sobre conductas que a todos nos parecen familiares y muchas veces las hemos cuestionado.

domingo, 25 de septiembre de 2016

CAPTAIN FANTASTIC Una forma alternativa (y ridícula) de vida

Estados Unidos 2016 118 min.
Guión y dirección Matt Ross Fotografía Stéphane Fontaine Música Alex Somers Intérpretes Viggo Mortensen, George MacKay, Frank Langella, Samantha Isler, Annalise Basso, Nicholas Hamilton, Shree Crooks, Charlie Shotwell, Kathryn Hahn, Steve Zahn, Erin Moriarty, Missi Pyle, Ann Dowd, Trin Miller Estreno en el Festival de Sundance 23 enero 2016; en Estados Unidos 29 julio 2016; en España 23 septiembre 2016

Viggo Mortensen interpreta con convicción y profesionalidad (y un publicitado y generoso desnudo frontal) a un idealista, un antisistema, hippy moderno que decide retirar a su familia de la civilización, del capitalismo a ultranza, sometiendo a sus hijos e hijas a adiestramientos extremos, a veces imposibles, y un estudio pormenorizado de las letras y las ciencias que da pie a que si ya en el cine americano los niños son pedantes, aquí lo sean diez veces más. El experimento ha sido ya bendecido en festivales (mejor director en la sección Un certain regard de Cannes) y vitoreado por la crítica. En fin, es como si la familia Von Trapp se hubiera perdido en las montañas y una vez reclamados por sus abuelos, hubieran vuelto a la realidad, con sus más y sus menos. Porque si en algo acierta Matt Ross es en no sentenciar sobre las virtudes y miserias de la civilización moderna ni de la vida en comunión directa con la naturaleza. Sus apuntes sobre la religión están más que superados, no descubren nada nuevo, aunque quizás para la América profunda, donde proliferan tantísimas iglesias rurales de toda confesión (no se pueden hacer una idea), algunas cosas en esta película puedan darles que pensar. Aunque para acercarse a la vida y filosofía de Noam Chomsky, aquí elevado a los altares del agnosticismo frente a la magia católica, sea mejor acercarse al documental Requiem for the American Dream, que previsiblemente se estrenará entre nosotros dentro de poco. Las constantes en este aclamado film son las de siempre, gente guapa, saludable e inteligente, de familia rica y con gustos exquisitamente vulgares (las Variaciones Goldberg de Bach en versión Glenn Gould, todavía a estas alturas). En fin, que se la pueden ahorrar directamente e invertir su tiempo en algo más provechoso.

FLORENCE FOSTER JENKINS Pobre niña rica, enferma y sin talento

Reino Unido 2016 110 min.
Dirección Stephen Frears Guión Nicholas Martin Fotografía Danny Cohen Música Alexandre Desplat Intérpretes Meryl Streep, Hugh Grant, Simon Helberg, Nina Arianda, Rebecca Ferguson, Neve Gachev, Dilyana Bouklieva, John Kavanagh Estreno en Australia 5 mayo 2016; en Estados Unidos 12 agosto 2016; en España 23 septiembre 2016

Seguramente la película francesa Madame Marguerite suscitó el interés para hacer esta película basada en el personaje real que inspiró al interpretado por Catherine Frot, en este caso una norteamericana en el Nueva York de los años cuarenta. Esta particular historia sobre una millonaria de Manhattan, promotora y patrocinadora de diversas manifestaciones musicales en la ciudad, que solía cantar ópera en público sin poseer talento al respecto, consentida por sus generosas aportaciones, ha dado pie a Stephen Frears, sólo unos meses después de presentar El ídolo sobre el rey del dopaje Lance Amstrong, para hacer una película vodevilesca menor pero con cierto encanto, en la línea de Mrs. Henderson presenta. Frears ha convertido esta anecdótica biografía en un vodevil teatral con apuntes interesantes pero un conjunto dominado por la liviandad sin obviar su carácter eminentemente amable. Destaca la interpretación de Streep, sobre todo a la hora de abordar el repertorio lírico con tanta falta de afinación y talento, pues ya sabemos que la actriz se defiende hasta en la canción, y para demostrarlo una pieza lírica, Like a Bird de Cosme McMoon, cantada con solvencia por ella en sueños; hacerlo tan mal y convincentemente cómica tiene mucho mérito. Por otro lado destaca también el joven Simon Helberg, que da vida precisamente a Cosme McMoon, pianista de la pobre niña rica, todo un descubrimiento por su aspecto y cómica gesticulación. Su homosexualidad está tratada con tanta elegancia como otros aspectos apuntados en el guión, como la posibilidad de amar a varias personas a la vez, aunque poco profundizados para al final quedarse con el apunte más evidente del amor incondicional de un esposo capaz de mover tierra y cielo para que su esposa enferma no descubra que a su alrededor todo es una farsa, y que su falta de talento es motivo de burla generalizada. Todo muy amable y muy clásico en un film en el que no faltan momentos inolvidables, como el baile de Hugh Grant y Nina Arianda o la sublimación de la soledad personalizada en un Preludio Op. 28 nº 4 de Chopin a cuatro manos, las de Meryl Streep y Simon Helberg.

EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS Una desaprovechada crónica sobre la gran y admirada estafa hispánica

España 2016 123 min.
Dirección Alberto Rodríguez Guión Alberto Rodríguez y Rafael Cobos, según el libro de Manuel Cerdán Fotografía Álex Catalán Música Julio de la Rosa Intérpretes Eduard Fernández, José Coronado, Carlos Santos, Marta Etura, Alba Galocha, Emilio Gutiérrez Caba, Luis Callejo, Tomás del Estal, Israel Elejalde, Pedro Casablanc Estreno en el Festival de San Sebastián 17 septiembre 2016; en salas comerciales 23 septiembre 2016

El cine de Alberto Rodríguez ha ido experimentando una progresión coherente; cada película es más sofisticada y está mejor terminada que la anterior, y ésta desde luego es con diferencia la más depurada técnica y estéticamente, por mucho que La isla mínima presentara ya un nivel de depuración formal ciertamente gratificante. Sin embargo para quien hace esta reseña a su cine le sigue faltando esa capacidad para enganchar, inquietar al menos con las tramas, a menudo graves, que propone. En consonancia con Grupo 7 Rodríguez analiza en clave de thriller político un momento determinado de nuestra historia reciente; de hecho, el mismo momento pero esta vez entroncando con una realidad inmediata de nuestro país como es la corrupción política. Primer eslabón de una serie de desdichas que han ido diezmando las arcas públicas, el caso Luis Roldán conmocionó hasta donde estas cosas suelen conmocionar a la opinión pública; ya se sabe, somos muy dados a criticar e indignarnos con una cerveza en la mano, pero luego seguimos votando a los mismos, que para eso los hemos erigido en héroes nacionales, precisamente por su capacidad para amasar fortunas fraudulentamente e irse de rositas, que el temperamento español es y será siempre muy pícaro. Pero el personaje central de esta esmerada película no es Roldán, sino Francisco Paesa, el ex agente especial del gobierno socialista. Y lo que se cuenta no son tanto las fechorías del ex director general de la Guardia Civil sino la forma en que Paesa se las ingenió para mantenerlas a buen recaudo durante el tiempo necesario para urdir un plan de estafa y venganza contra el gobierno que le dio la espalda cuando ejerció labores de espía para él. Sin duda un material suculento, extraído de la novela de Manuel Cerdán El espía de las mil caras (más valdría haberle dejado ese mismo título, ya que para los cinéfilos El hombre de las mil caras será siempre James Cagney dando vida a Lon Chaney), que Rodríguez tiene la pericia de ilustrar de forma impecable, aunque en el proceso abuse de un guión demasiado literario (las frases de Marta Etura son ridículas en su afán sentenciador), y muy subrayado (la voz en off del personaje inventado de José Coronado chirrían salvo en contadas ocasiones que tienen el raro mérito de resultar escalofriantes). Y todo ello en un conjunto que evidencia la falta de una personalidad cinematográfica definida en el director sevillano; ahora la referencia está clara, Scorsese, aunque con algo más de reposo y menos socarronería. Hay grandeza y elegancia en más de una propuesta, como los episodios en los que Alba Galocha, interpretando a la sobrina de Paesa, colabora en la gran estafa desde Singapur, pero el conjunto, aunque entretenido y cosmopolita, malogra muchas de las posibilidades que una gran historia como ésta, nada más y nada menos que el principio del declive del Partido Socialista Obrero Español, a pesar del paréntesis que, al margen de los errores económicos, le pudo insuflar Zapatero, materializado ahora en esa tierra de nadie en el que se ha convertido en manos de Díaz y Sánchez. Aplausos para su medido y reflexionado montaje, para su nítida y brillante fotografía, e incluso para la música de Julio de la Rosa, sustentada en guitarras eléctricas y ritmo intrigante aunque inconvenientemente onmipresente; y desde luego para Eduard Fernández, aunque nada hay que descubrir a estas alturas, Carlos Santos, redescubierto para dar vida al granuja tocayo (¡no tuve que aguantar nada en aquella época!), y José Coronado, impecable como amigo seductor e indiscreto. Pero el conjunto, insatisfactorio: Una de estafas y venganzas merecía una estructura y una trayectoria más apasionantes y una más destacada capacidad para generar justa indignación. Como curiosidad, para su ambiciosa distribución internacional se ha optado por el enigmático título Smoke & Mirrors (Humo y espejos) (¿).

sábado, 24 de septiembre de 2016

EL PORVENIR El discreto desencanto de la burguesía

Título original: L'avenir
Francia 2016 100 min.
Guión y dirección Mia Hansen-LØve Fotografía Denis Lenoir Intérpretes Isabelle Huppert, André Marcon, Roman Kolinka, Edith Scob, Sarah LePicard, Solal Forte, Elisa Lhomeau, Lionel Dray, Marion Ploquin Estreno en el Festival de Berlín 13 febrero 2016; en Francia 6 abril 2016; en España 23 septiembre 2016

Musa primero y esposa después de Olivier Assayas, Mia Hansen-LØve saltó a la fama ya con su debut en la dirección con Todo está personado. Ahora consigue el respaldo unánime de la crítica, que se ha rendido a su sutileza y elegancia a la hora de plantear un problema tan de actualidad como el rol de cada generación ante una crisis económica e ideológica como la que estamos viviendo en el amanecer de este nuevo y desdichado siglo De paso ha conseguido también el Oso de Plata a la mejor dirección en el pasado Festival de Berlín. No seré yo por lo tanto quien ponga en entredicho la valía de este film y me atreva a distinguirlo en función exclusivamente de mis gustos personales. Sin embargo he de confesar que no puedo abstraerme a mi forma de entender y disfrutar el cine a la hora de calificar una película que, ante todo, me ha parecido tan pedante o más que su anterior trabajo, Eden, en el que analizaba el papel de los grandes disc-jockeys electrónicos en la música y el panorama mediático de hoy. En este nuevo trabajo fija su mirada en una familia aparentemente perfecta, tan intelectuales como lo puedan ser unos profesores de filosofía, con pisos llenos de libros sesudos y casa de campo de notable regusto, todo muy en la línea a la que nos tienen acostumbrados las comedias neoyorquinas de Woody Allen. El tono, por supuesto, es muy distinto. Secuencias cortas y dispersar para emplear un lenguaje cuya gramática, estructura y constante simbología no me convence cuando de tratar un tema tan apasionante se trata. Y es que nos habla del paulatino abandono de ideales y objetivos cuando se alcanza una madurez aburguesada y todas nuestra necesidades están cubiertas, y la necesidad de que sean las nuevas generaciones quienes se preocupen de alcanzar las metas que otras han conseguido con su lucha colectiva y personal, en aras siempre de encontrar la felicidad que a tanta gente le parece una quimera. El personaje central, una Isabelle Huppert espléndida como siempre, viaja de regreso al idealismo cuando su vida sufre una serie de vaivenes traducibles en crisis personales; un viaje que le revelará cuestiones de su personalidad que aunque ya conocía, esperaba poder superar, anquilosada incluso en su rol de mujer a pesar de todo tradicional, convencida madre de familia e hija abnegada. Sin duda un tema apasionante y un material de primera que, sin embargo, en su tratamiento, en cómo lo cuenta su joven y posiblemente talentosa directora, no llega a transmitirme emoción ni siquiera un mínimo de interés. No suelo escribir en primera persona, pero esta visión tan personal que he tenido de un film ya bendecido unánimemente, me obliga a ello.

viernes, 23 de septiembre de 2016

ARRANQUE DE LA TEMPORADA 2016-2017 DE LA SINFÓNICA DE SEVILLA: LOS TESOROS DESCUIDADOS

Temporada de conciertos 2016-17 de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Daniela Iolkicheva, arpa. Michel Plasson, director. Programa: Danza bacanal de “Sansón y Dalila”, de Saint-Saëns; Concierto para arpa y orquesta, de Glière; Extractos sinfónicos de “La condenación de Fausto”, de Berlioz; Suite nº 2 de “Baco y Ariadna”, de Roussel. Jueves 22 de septiembre de 2016

Tradicionalmente Sevilla ha presumido de su belleza y sus tesoros de la misma forma que paradójicamente los ha ido despreciando. Sólo así se entienden abandonos sistemáticos como el que sufre el paseo Torneo, reconstrucciones caras, absurdas y futuristas de lugares como el Paseo Marqués de Contadero, destrucciones de palacios y colegios para sustituirlos por edificios de dudoso gusto arquitectónico, edificios emblemáticos como el palacio de la calle Pajaritos o la Torre de la Plata albergando vetustas e inadecuadas oficinas municipales, dejadez de limpieza en accesos eminentemente turísticos, como el que enlaza los Jardines de Murillo con el Barrio de Santa Cruz, un metro y un tranvía ridículos respecto a la media española, mientras otras plazas menos necesitadas nos toman ventaja, y así un sinfín de irresponsabilidades ilógicas cuando no se escatima un euro para hacer campañas publicitarias en ferias de turismo de todo el Mundo. Algo parecido ocurre con la Sinfónica, tras más de veinticinco años demostrando día a día su valía, dando categoría musical a una ciudad que sigue estando a la cola y de lejos de las más importantes del país y que gracias a la estimulante cantera de intérpretes aparecidos en las últimas décadas, en gran parte debido a la estupenda labor de la Sinfónica y la Barroca, puede nutrirse de músicos locales y prescindir de los grandes nombres, directores y solistas, que sí visitan otras ciudades españolas para envidia nuestra, argumentando la recurrente y peregrina excusa de la falta de presupuesto, ese que se genera con los impuestos que pagamos la ciudadanía trabajadora.

Lo cierto es que los músicos de la ROSS empezaron esta nueva temporada portando el lazo verde, pues sus problemas apenas se han solucionado y su situación sigue estando en la cuerda floja, como todo lo que en esta ciudad tiene mérito y valía. Afortunadamente la calidad de la orquesta no se ha resentido por toda esta dejadez y desidia, gracias naturalmente a la profesionalidad de sus integrantes y el amor que han terminado por profesar a una ciudad que, a pesar de todos estos inconvenientes, enamora. Así lo demostraron en este primer concierto de abono, de nuevo a las órdenes de Michel Plasson, seguramente la batuta invitada más ilustre y legendaria de las convocadas en esta temporada. La última vez que dirigió a la ROSS celebró entre nosotros su ochenta cumpleaños, así que estamos hablando de todo un veterano que con problemas de cadera añadidos rebosa sin embargo energía y cariño. Bajo su dirección la ROSS encontró el punto exacto entre la majestuosidad y el lirismo que caracteriza a la exótica Bacanal de Sansón y Dalila de Saint-Saëns, a la que sin embargo faltó un poco más de incisividad y agresividad, sobre todo en su tercio final, no obstante dinámico y colorista. Con los extractos orquestales de La condenación de Fausto de Berlioz, Plasson logró unas texturas cautivadoras, llenas de dulzura y encanto en el Ballet de las Sílfides y de fuerza expansiva en la célebre Marcha Rakocki, siempre atento a dinámicas y matices que brindaron a la interpretación una nitidez y brillantez extraordinarias.


Daniela Iolkicheva volvió a ejercer de solista como ya hiciera en el segundo concierto de abono de la temporada 2011-12. Esta vez fue con un proyecto muy personal, interpretar el Concierto para arpa de Gliére que le sirvió de aprendizaje cuando estudiaba con Tatiana Tauer, fallecida a temprana edad y a la que dedicó emotivamente su interpretación. Sin duda un esfuerzo considerable a tenor de los excelentes resultados cosechados, sólo así se entiende abordar una pieza de tal envergadura y complejidad con tanto éxito, que mezcla el estilo clásico vienés y el romanticismo exacerbado ruso y que Iolkicheva mimó con una pulsación exquisita y envolvente. Además, acostumbrados a verla atrás, fue un placer disfrutar con el juego de manos, elegante y preciso, que implica el difícil instrumento. Su intervención titánica se completó con una propina, un andantino de la Sonata de Giovanni Battista Pescetti, y su incorporación a la plantilla de la orquesta el resto del programa. Precedido de la pieza de Berlioz, la segunda parte la protagonizó la segunda y más programada suite extraída del ballet Baco y Ariadna de Albert Roussel, que como la primera coincide con el acto completo de la obra original. No habría estado de más interpretar las dos suites, o ballet completo, pues su duración lo permitía para alcanzar los standards de un concierto sinfónico. Con la orquesta convenientemente reforzada, sobre todo trompetas y arpas, Plasson logró sin embargo extraer todo el lirismo inherente a esta obra con apariencia de poema sinfónico, especialmente en los pasajes que ilustran el personaje femenino y su sensación de abandono en Naxos, hasta que se impuso la espectacularidad y fuerte musculatura de la apoteosis final, dominada por otra imponente bacanal. Afortunadamente la exhibición no se quedó corta gracias a la propina de Iolkicheva y la del propio Plasson ya al final con un fragmento de La Arlesiana de Bizet. 

jueves, 22 de septiembre de 2016

BOI NEON Una experiencia sensorial impactante

Brasil-Uruguay-Países Bajos 2015 101 min.
Guión y dirección Gabriel Mascaro Fotografía Diego García Música Carlos Montenegro y Otávio Santos Intérpretes Juliano Cazarré, Maeve Jinkings, Alyne Santana, Josinaldo Alves, Samya De Lavor, Vinicius de Oliveira, Carlos Pessoa Estreno en el Festival de Venecia 4 septiembre 2015; en Brasil 14 enero 2016; en España 16 septiembre 2016

Gabriel Mascaro ya dio indicios de su tendencia a impactar en su anterior film, Vientos de agosto. Ahora se presenta con una cinta ganadora del Premio Especial del Jurado en la Sección Horizontes del Festival de Venecia del año pasado; un film que retrata la dura vida diaria de unos vaqueros en el noroeste de Brasil, de rodeo en rodeo, vaquejadas como ellos los llaman. Toro de neón, que sería la traducción literal del título, nos lleva a ambientes sucios retratados con un sentido de la estética y la estilización que apenas hacen notar lo sórdido de la propuesta. Un vaquero rudo pero apuesto, que da pie entre otros personajes a la celebración que de los cuerpos suele hacer el cineasta, exhibe un considerable interés por la costura, llegando a diseñar la ropa que una compañera de viajes utiliza en sus espectáculos de striptease de carretera. Esta limitada línea argumental, sin duda original al proponer una figura tan incongruente desde el punto de vista de los tópicos y las convenciones, no encuentra desarrollo alguno a lo largo del metraje. No cabe duda de que a Mascaro no le interesa tejer a su alrededor una trama. Nada está fuera de la realidad en esta experiencia, y sin embargo su cadencia, los momentos que retrata y el tratamiento de los personajes y las escenas la convierten en una película atípica y en cierto sentido surrealista. Sin embargo nada impacta más que una serie de detalles que van apareciendo a mitad del espectáculo, situaciones más propias del porno bizarro, pocas o ninguna vez vistas en una pantalla de cine comercial, y para muchos y muchas seguramente un bautismo en determinadas prácticas. Sin argumento, pero con un retrato cuanto menos interesante de un modo de vida, un personaje original y esas propuestas impactantes que la inundan, hacen que se trate de un film singular y diferente, y eso se agradece.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

TRÍO ARTEMISIA EN EL ALCÁZAR: ESENCIAS DE MUJER

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Mariarosario D’Aprile, violín. María Ramírez, viola. Mercedes Ruiz, violonchelo. Programa: Shall We Dance? (obras de Boccherini, Bach, Scarlatti, Mozart y Beethoven). Martes 20 de septiembre de 2016

De izquierda a derecha: D'Aprile,
Ramírez y Ruiz
Nuestros distribuidores cinematográficos, siempre tan ingeniosos, bautizaron un film de Fred Astaire y Ginger Rogers cuyo título original era Shall We Dance? (¿Bailamos?) como Ritmo loco. Parafraseando aquella encantadora película con música de Gershwin, las componentes del Trío Artemisia quisieron precisamente invitarnos al baile, esta vez con ritmos igualmente elegantes pero más moderados. Del nombre del trío, un homenaje a la pintora Artemisia Gentileschi, de la que una Maria Magdalena cuelga del tesoro catedralicio hispalense y se dice que fue una de las primeras luchadoras por los derechos de la mujer, a la propina, el tango Por una cabeza de Gardel que popularizó la película de Al Pacino Esencia de mujer, las intérpretes nos llevaron por un delicado paseo musical destilando una estética de sabor eminentemente femenino.

La arrolladora personalidad de Mariarosario D’Aprile, una imprescindible de las Noches del Alcázar de este año, se alió con la efervescencia y la majestuosidad de Mercedes Ruiz y María Ramírez, habituales de la Barroca de Sevilla, para hacer como se suele decir, con sus más y sus menos, las delicias de un público milagrosamente atento a cada pausa y cambio de movimientos. Impecables los dos tríos de Boccherini de su opus 47, más sencillos y puros que sus otras dos series, cuyo encanto melódico quedó patente gracias al fraseo exquisito y el sonido sedoso de la violinista. El aria y las variaciones 1 y 19 de las Variaciones Goldberg de Bach en arreglo para trío de Dmitry Sitkovetsky funcionaron de manera desigual; mejor la segunda, con ataques precisos y contundentes, que el aria, algo raquítico y desentonado. Algo parecido sucedió con la Sonata K 81 de Domenico Scarlatti, cuyos movimientos pares resultaron gozosos y vivos frente a los más alicaídos graves.

El Divertimento Puchberg de Mozart, dedicado a un hermano masón, evidenció el carácter evocador y perfectamente sintonizado del conjunto, en una pieza de carácter culto y complejo, con aires de ländler en el caso del menuetto seleccionado, en el que sobresalieron el diálogo entre D’Aprile y Ramírez y el cuerpo y el volumen que le confirió el chelo de Ruiz. En una línea muy parecida se mantuvieron las dos piezas elegidas de Beethoven, dos obras de su primera etapa, el allegretto alla polacca del Trío de cuerdas nº 2 o Serenata Op. 8 en forma de divertimento, y el scherzo del Trío nº 3, de corte ternario, en el que destacó la delicadeza del chelo y el contrapunto de la viola, siempre bajo la rica modulación y el gusto colorista de un violín en alza.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

LOS HOMBRES LIBRES DE JONES Una historia de terror americano

Título original: Free State of Jones
Estados Unidos 2016 139 min.
Dirección Gary Ross Guión Gary Ross y Leonard Hartmann Fotografía Benoît Delhomme Música Nicholas Britell Intérpretes Matthew McConaughey, Gugu Mbatha-Raw, Mahershala Ali, Keri Russell, Brad Carter, Sean Bridgers, Jacob Lofland, Christopher Berry, Thomas Francis Murphy, Bill Tangradi, Brian Lee Franklin, Kerry Cahill, Joe Chrest, Jessica Collins, Donald Watkins, Jill Jane Clements Estreno en Estados Unidos 24 junio 2016; en España 16 septiembre 2016

Matthew McConaughey saltó a la fama a principios de los 90 del siglo pasado con títulos como Tiempo para matar y Contact. La crítica se apresuró a llamar la atención sobre su carisma y grandes aptitudes para la interpretación, sin embargo el actor se atascó en una larga sucesión de títulos intrascendentes, comedias de aventuras y romance en los que apenas se limitaba a lucir palmito. Su interpretación de Ron Woodroof en Dallas Buyers Club le ha devuelto al lugar en el que muchos le colocaron al principio de su carrera, y hoy encadena buenos trabajos, como el que presenta en esta historia en la que da vida a Newton Knight, un granjero que desertó del ejército confederado y creó en los pantanos del Mississippi en el Condado de Jones una comunidad multirracial de esclavos evadidos, desertores y granjeros indignados con el trato recibido del ejército al que se suponía ofrecían su respaldo. Este episodio fue ya tratado en el cine, aunque de forma encubierta, en la película Raíces de pasión (Tap Roots) que George Marshall dirigió en 1948. Puede que Gary Ross no sea un gran director, pero es un competente calígrafo para llevar a buen puerto esta empresa, hacerla amena e inteligible y, sorprendentemente, provocar más de una reacción encontrada y controvertida frente al material dramático que tan intensa historia le ofrece; material que por cierto no está sujeto en su integridad a la unanimidad de los historiadores. Ross inició su carrera con dos títulos de corte muy clásico y resolución práctica, Pleasantville y Seabiscuit, para después encargarse del arranque de Los juegos del hambre. Su nuevo trabajo es un film que estéticamente debe mucho a Doce años de esclavitud, mientras con un dominio técnico y narrativo encomiables nos va adentrando en una historia de auténtico terror, ambientado en una Guerra de Secesión dura, cruenta y sucia, a la vez que nítidamente fotografiada para no perder apunte ni detalle. En su tratamiento no duda en mostrar el germen del odio, provocador del terror, tanto allí como en cualquier otra manifestación de terrorismo extrapolable a la actualidad. No hay negro ni blanco, ni siquiera gama de grises, en esta historia en la que ni siquiera queda clara la apariencia heroica del protagonista, en quien asoma también una sed de justicia y venganza que no siempre justifica los medios adoptados. La lucha contra la segregación racial, escenificada no sólo en esta comuna de carácter violento pero también un tanto hippy, sino también en un juicio ochenta años después por matrimonio interracial, y que podría haberse extendido otros ochenta años más a los actuales brotes de violencia entre policías y conductores negros, no centra toda la atención del montaje, que se extiende también a otra cuestión de actualidad, la lucha de los pobres contra el despilfarro y la corrupción de los ricos y los poderosos. Ross maneja todos los recursos con solvencia para convocar todos estos asuntos, dar que pensar e invitar a la reflexión, contando para ello con la impagable interpretación del definitivamente recuperado Matthew McConaughey.

martes, 20 de septiembre de 2016

THE BEATLES: EIGHT DAYS A WEEK (THE TOURING YEARS) Para honrar a los Cuatro Fantásticos

Reino Unido 2016 137 min.
Dirección Ron Howard Guión Mark Monroe y P.G. Morgan Fotografía Michael Wood Música Ric Markmann, Dan Pinnella y Chris Wagner Documental Estreno simultáneo 16 septiembre 2016

Como buen cineasta que es, esperábamos de esta incursión en el documental algo más sustancioso y diferente que lo que nos ofrece. No es el Ron Howard de sus mejores obras, incluida la última En el corazón del océano, el que asoma en este artesanal recorrido por las vivencias de los cuatro de Liverpool durante sus primeros años de estrellato, que coincidieron con su periplo de giras más fructífero. Centrado más en los conciertos que dieron entre 1964 y 1965 en Estados Unidos, con peajes obligados en otras plazas europeas y australianas para encuadrar su éxito sin precedentes, Eight Days a Week insiste en el fenómeno, las fans enloquecidas y la camaradería de los protagonistas, con esquema y estructura típicas de estos productos. Mucho material de archivo, alguno realmente interesante, junto a imágenes mil veces vistas, fragmentos de sus películas A Hard Day’s Night y Help!, y testimonios en cuidada fotografía de protagonistas directos como McCartney, Starr y Larry Kane, o indirectos como Whoopi Goldberg, Sigourney Weaver o Elvis Costello. Otros tomados de reportajes antiguos, los de Lennon, Harrison o Richard Lester, y algún detalle trascendente como la experiencia del periodista Larry Kane, que les acompañó durante su gira americana, al principio reticente frente a la avalancha de acontecimientos emblemáticos que se sucedieron en la década de los sesenta, para finalmente darse cuenta de la relevancia del grupo y su relación tangencial con algunos de esos momentos cruciales de la Historia, como los derechos civiles de la raza negra o la Guerra de Vietnam. Un regalo por lo tanto para los incondicionales del grupo, que no encontrarán nada nuevo ni apenas profundización sino otra excusa para vibrar con sus héroes; y para iniciados, que encontrarán material suficiente para acercarse a esos primeros años de gloria del grupo musical más revolucionario de los últimos cien años. Espacios reservados también para glosar las figuras de Brian Epstein, manager del grupo, y George Martin, productor recientemente fallecido y a menudo considerado como el quinto Beatle, pero siempre con carácter testimonial y sin carácter incisivo. El espectáculo se completa con media hora de concierto remasterizado en el Estadio Shea de Nueva York el 15 de agosto de 1965; un documento que da idea de la influencia aún hoy en día del grupo también en lo que a conciertos en directo se refiere.

MORGAN Un disparate marcado por la falta de talento

Estados Unidos 2016 87 min.
Dirección Luke Scott Guión Seth W. Owen y Luke Scott Fotografía Mark Patten Música Max Richter Intérpretes Kate Mara, Anya Taylor-Joy, Toby Jones, Rose Leslie, Boyd Holbrook, Michelle Yeoh, Paul Giamatti, Jennifer Jason Leigh, Sam Spruell, Chris Sullivan Estreno en Estados Unidos 2 septiembre 2016; en España 16 septiembre 2016

Cada uno de los retoños de Ridley Scott ha probado suerte en el cine. Su hijo Jake dirigiendo videoclips y las películas Plunket and Macleane, que tenía cierta gracia, y Welcome to the Rileys, inédita entre nosotros; su hija Jordan Scott dirigiendo Cracks, una película que no se ha estrenado en España a pesar de tener entre sus protagonistas a María Valverde y contar con música de Javier Navarrete. Le toca el turno ahora al más joven, Luke, que se presenta con este engendro absurdo y disparatado que pretende ser una mezcla entre Alien y Ex Machina, contando para ello con un guión al que se le notan las costuras y que de haberse pulido un poco más quizás hubiera dado un producto ´más convincente y aseado. El principal problema del film es su falta de credibilidad, con un equipo de científicos al frente que abandona inexplicablemente toda cordura para entregarse incondicionalmente a un ser creado artificialmente con el fin de convertirse en el más perfecto y evolucionado de la humanidad. Sus instintos criminales y su comportamiento de lobo con piel de cordero no parecen ser razones suficientes para los alelados personajes que habitan el refugio en el que transcurre prácticamente toda la trama, que no ponen resistencia a un peligro evidente y fácilmente resoluble. A partir de aquí aplaudir su supuestamente sobria puesta en escena, las interpretaciones de un reparto de lujo tan por encima de las posibilidades del film, o cualquier otro posible acierto, resulta estéril e inoportuno ante el disparate, además previsible, que se nos ofrece auspiciado por papá Ridley, que no es tampoco una garantía para salvar este bodrio.

lunes, 19 de septiembre de 2016

EL FUTURO YA NO ES LO QUE ERA Se agradece lo diferente

España 2016 106 min.
Guión y dirección Pedro Barbero Fotografía Juan Carlos Gómez Música Víctor Reyes Intérpretes Dani Rovira, Carmen Maura, Carolina Bang, José Corbacho, Lucía de la Fuente, Saúl Barceló, Yolanda Ramos, Eduardo Velasco, Andrea Rosillo Estreno en el Festival de Málaga 29 abril 2016; en salas comerciales 16 septiembre 2016

El primer papel protagonista no completamente cómico de Dani Rovira ha llegado de la mano de Pedro Barbero, un realizador asturiano que se prodiga poco, tanto como que desde 2001, cuando dirigió el thriller a menudo ridículo Tuno negro, no ha vuelto a ponerse tras las cámaras. Tampoco con ésta ha cosechado buenas reseñas, en un país cuyos críticos bendicen todo lo que llega de fuera mientras exigen el máximo al producto patrio, defenestrándolo a la mínima ocasión mientras se organizan millonarios programas de promoción que no conducen a ninguna parte. No cabe duda de que no nos encontramos ni mucho menos ante una joya de nuestro cine, sino más bien se trata de una cinta irregular, con altibajos y rumbos desconcertantes, pero que en conjunto destila amabilidad y cariño. Sin que se pueda tildar de manual de autoayuda, cuenta la historia de alguien dividido entre dos personalidades y la arrolladora presencia de su madre; un padre de familia divorciado y patoso que vive una existencia excéntrica y avasalladora gracias al personaje que interpreta en una televisión local. Sus golpes de humor, contados pero efectivos, junto a las localizaciones en una ciudad tan hermosa como poco frecuentada por el cine como Oviedo, confieren al producto un incontestable encanto, que se completa con la siempre fresca y estimulante presencia de Rovira y el trabajo contenido, emotivo e impecable de la gran Carmen Maura. Quizás algo pretenciosa, jugando con texturas distintas con las que facilitar sus numerosos efectos visuales sin que se note demasiado la falta de presupuesto, e incluyendo sabrosos cameos como los de Enrique Villén y María José Goyanes, el film se ve con agrado y se recuerda con simpatía, fundamentalmente porque no es la comedia española al uso, sino que en su extravagancia se trata de algo distinto, original y atrevido.

viernes, 16 de septiembre de 2016

UN SCHUBERT IMPRECISO A CARGO DEL BOCCHERINI QUINTETO

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Antonio Torronteras y Jesús Torres, violines. Gonzalo Castello Ferri, viola. Dirk Vanhuyse y Simonetta Bassino, violonchelos. Programa: Musica Notturna (Quinteto en Do mayor D.956, de Schubert; Selección del Quinteto Op. 30 nº 6 en Do mayor, de Boccherini). Jueves 15 de septiembre de 2016

Entre tantos programas amables, bien diseñados y con tantas piezas a descubrir, se agradece también alguna propuesta de buena música de cámara, la reconocida y bendecida. Es lo que trajeron los integrantes del Boccherini Quinteto, nada más y nada menos que una joya del calibre del Quinteto para cuerda D.956 de Schubert, una indiscutible obra maestra tan bien articulada y montada como dolorosamente expresiva. Compuesta en el último año de vida del compositor, materializa una lucha entre la vida y la muerte en la que el autor da rienda suelta a su sufrimiento, combinado con el recuerdo nostálgico del pasado y la incertidumbre ante lo que habría de venir. Para ello hizo uso de unas texturas eminentemente orquestales, dotando al conjunto de grandeza y ampulosidad.

Distinguida por muchos como un cuarteto con violonchelo solista, debido al protagonismo del instrumento, doblado para la ocasión fundamentalmente para llevar el peso de la melodía, hay que decir sin embargo que el cometido de Vanhuyse al respecto fue más bien discreto, casi imperceptible en muchas ocasiones, quedando en un segundo plano que no es el que le corresponde. Sus diálogos con la segunda violonchelista, la italiana Simonetta Bassino, y el primer violín, el cordobés Antonio Torronteras, quedó más bien velado, restando suntuosidad a una obra que se caracteriza por una sintonía e implicación emocional que sólo asomaron ocasionalmente. No cabe duda de que se trata de intérpretes competentes y disciplinados; faltó quizás más ensayo, puede que perjudicado además por la sustitución de la violista Ana García Cano, habitual del conjunto.

Esta quintaesencia del romanticismo musical exige un amplio aliento y una suntuosidad sonora que se logró sólo en parte. Bien construido el armazón y con un notable control de las dinámicas, el conjunto no pudo sin embargo extraer todo el lirismo que contiene la obra, con momentos confusos en los que, puede que por efecto de la amplificación, todos los instrumentos sonaron al mismo nivel, perdiéndose matices y juegos sonoros. Con todo se logró un adagio conmovedor y elegíaco, objeto en su tercio final de la propina. Aunque a veces los silencios pueden resultar muy elocuentes, los que asomaron inexplicablemente en el primer y último movimientos sólo sirvieron para provocar más aplausos inoportunos. Fue como si toda la obra se hubiera ejecutado con la misma falta de pretensiones que caracteriza al allegretto final, en el que sin embargo acertaron los contrastes y cambios de registro. La sección central del Quintettino de Boccherini apenas tuvo valor coyuntural, si acaso un respiro para el público frente a la angustia tormentosa e intelectual de Schubert.
 
Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 15 de septiembre de 2016

EDUARDO PANIAGUA TRÍO Y LA GRAN SULTANA DE CERVANTES

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. César Carazo, canto y viola de brazo. Aníbal Soriano, guitarra barroca y laúd. Eduardo Paniagua, flautas, panderos y dirección. Programa: La Gran Sultana, concierto inspirado en el teatro de Miguel de Cervantes (piezas de Robert Dowland, Jacob van Eyck, Mateo Romero, Gaspar Sanz, Diego Pisador, Juan Arañés, Juan Hidalgo y anónimos). Miércoles 14 de septiembre de 2016

Paniagua y Carazo
Gran conocedor y entusiasta de la música renacentista y barroca de nuestro país, Eduardo Paniagua regresó a Sevilla con el espectáculo que este verano ha llevado por diversas plazas del centro del país. Se trata de una recreación musical de los tonos y danzas que muy bien podrían haber acompañado a Doña Catalina de Oviedo durante su cautiverio en tierras de Costantinopla, tal como lo imaginó Cervantes en su comedia burlesca La Gran Sultana, una de las que nunca conoció estreno en vida del autor, posiblemente por la audacia de sus planteamientos, tan alejados de los postulados de la Inquisición. Dice Paniagua que no les interesaba homenajear al escritor con una recurrente amalgama tipo Música en tiempos de Cervantes, y que les pareció más interesante esta propuesta, con dos versiones, una bailada y la que se presentó aquí.

Soriano
La noche se abrió con una pieza del compositor y laudista inglés Robert Dowland, hijo del más célebre John, con el que los músicos sentaron el estilo con el que habrían de abordar el resto del programa, especialmente un César Carazo de voz potente, magníficamente entonada y perfecta dicción. Paniagua defendió su difícil empeño a la flauta, acometiendo con magisterio los arcaicos instrumentos a su disposición, muy complejos a la hora de controlar entonación y respiración. Aníbal Soriano volvió a resolver con sobrada solvencia el acompañamiento a la cuerda pulsada, sacrificando su luna de miel y protagonizando el momento más tierno de la velada, cuando dedicó a su reciente esposa una pieza instrumental bajado del escenario.

Una obra de Jacob van Eyck, neerlandés especializado en la flauta dulce, y el Romerico Florido de Mateo Romero, músico español de origen belga que por su virtuosismo se hacía llamar Maestro Capitán, dieron paso a una nutrida representación de compositores españoles que trabajaron en la amplia horquilla de la realeza española que va de Felipe II al IV. Renacimiento y Barroco español entrelazados en las voces de algunos de sus más ilustres representantes, como Diego Pisador, Juan Arañés, Juan Hidalgo y el imprescindible Gaspar Sanz, sobre cuyos Canarios los artistas adaptaron textos de la comedia de Cervantes, en un alarde de creatividad que relajó la rigidez con la que tantas veces se abordan estos programas. Los tres nos llevaron de paseo por la música española en el tránsito del siglo XVI al XVII, con influencias moriscas y orientales propias de la estética andalusí, fruto de la combinación de las míticas tres culturas. Nada resultó duro ni impostado, devolviéndose a la música una naturalidad que no tantas veces se consigue cuando de recrear estos ambientes se trata. Chaconas, romances y unas jácaras que los músicos confesaron adorar, fueron desgranándose sin que apenas fuéramos conscientes del paso del tiempo ni del frío ya reinante.

miércoles, 14 de septiembre de 2016

EL PRINCIPITO Más para los ojos que para el corazón

Título original: Le petit prince / The Little Prince
Francia 2016 106 min.
Dirección Mark Osborne Guión Irena Brignull, según la novela de Antoine de Saint-Exupery Música Hans Zimmer, Richard Harvey y Camille Voces (en versión original) Jeff Bridges, Mackenzie Foy, Rachel McAdams, Paul Rudd, Riley Osborne, Bud Cort, Marion Cotillard, Benicio del Toro, James Franco, Ricky Gervais, Paul Giamatti, Albert Brooks Estreno en el Festival de Cannes 22 mayo 2015; en Francia 29 julio 2015; en España 9 septiembre 2016

Aunque parezca mentira El principito, la famosísima novela corta de Saint-Exupery, apenas ha conocido adaptaciones a la gran pantalla. En realidad sólo dos, ésta y el musical de Frederick Loewe y Alan Jay Lerner que dirigió Stanley Donen en 1974. El resto son adaptaciones al corto y la televisión, además de las muchas que se han realizado para el teatro, incluidas algunas óperas, una de ellas en un solo acto de la compositora cinematográfica Rachel Portman, ganadora de un Oscar en 1996 por Emma. Aunque francesa, esta versión animada del célebre cuento está hablada en inglés y cuenta para ello con un reparto de ensueño. Pero que nadie se engañe, lo que propone Mark Osborne en un registro muy diferente al que cultivó en otras cintas como Bob Esponja o Kung Fu Panda, no es exactamente una adaptación del cuento, sino una continuación del mismo en el que se aprovecha para hacer una síntesis del original tan fiel al texto como a las ilustraciones del propio Saint-Exupery. Nos encontramos ante la historia de una de esas niñas de hoy acuciadas por padres ambiciosos que preescriben sus futuros y les hurtan su infancia a fuerza de agendas apretadas, obligaciones inabarcables y responsabilidades inasumibles. Su encuentro con el viejo aviador, alter ego del propio escritor y piloto francés, le hará descubrir este maravilloso cuento dirigido tanto a niños, para apreciar su infancia, como a adultos, para ayudarles a recordarla y a valorar lo que de verdad importa, dejando para la posteridad esa huella imborrable que nos permita vivir eternamente en los corazones de quienes nos recuerden. Acierta Osborne en combinar animación digital para la historia de la niña en busca del príncipe ya adulto para que se reencuentre con su viejo amigo el aviador, con stop motion para la resumida recreación del cuento original, en el que las figuras están diseñadas en papel quizás como reivindicación de la lectura y sus ilustraciones como vehículo con el que llegar al verdadero corazón de esta historia inmortal. Pero en el camino estructura y dramaturgia resultan farragosas, poco apropiadas para niños, ni siquiera para convencer a adultos sobre sus poderosas premisas filosóficas y vitales. Ni el diseño es en sí esplendoroso ni la historia cobra la magia que requiere, quedándose en tierra de nadie que sus artífices han cuidado con indiscutible mimo pero una orientación equivocada. Hay ambición e intención de ser creativos, pero con peores resultados que los pretendidos. El hijo del realizador pone voz al pequeño príncipe cuando aún es niño.

GERNIKA Una inútil demostración de fuerza

España 2016 110 min.
Dirección Koldo Serra Guión José Alba, Carlos Clavijo Cobos y Barney Cohen Fotografía Unax Mendía Música Fernando Velázquez Intérpretes María Valverde, James D'Arcy, Jack Davenport, Ingrid García Jonsson, Burn Gorman, Álex García, Bárbara Goneaga, Irene Escolar, Julián Villagrán, Víctor Clavijo, Elena Irureta Estreno en el Festival de Cine de Málaga 26 abril 2016; estreno comercial 9 septiembre 2016

Está pasando con el cine español lo que éste siempre ha criticado del americano, que cuando cuenta con un presupuesto holgado y los recursos técnicos necesarios, falla la imaginación y el talento para darles una buena salida. El cruel y despiadado bombardeo de Gernika en plena Guerra Civil, tan vil e inútil como para convertir a toda una población en conejillo de indias para ensayar lo que habría de ocurrir posteriormente en la inminente Segunda Guerra Mundial, apenas ha conocido adaptaciones al cine en forma de documental. La capacidad de nuestro cine actual para llevar a cabo tan dramático acontecimiento con una puesta en escena efectiva y efectista, se convierte en esta cinta en una demostración de fuerza como en su día lo fue para la Legión Cóndor alemana, al servicio de Franco como plataforma de entrenamiento para su aliado Hitler, cuando bombardeó la ciudad vizcaína. Pero esa demostración de fuerza tendría legitimidad si sirviera a un material cinematográfico con más categoría que el que nos ofrece Koldo Serra. Inactivo en la gran pantalla desde Bosque en sombras, donde ya manifestaba su ambición internacional poniendo al frente de su reparto a gente como Gary Oldman y Paddy Considine, el realizador vasco propone poco más que un Amar en tiempos revueltos construido sobre la base de un argumento enclenque, con un trío amoroso de poca enjundia que parece sacado del que proponía Michael Bay a propósito de Pearl Harbor. Personajes estereotipados se entrecruzan en una trama que protagonizan un grupo de periodistas entre los que no falta la intrépida fotógrafa, protagonista de una de las secuencias más inquietantes y mejor logradas del conjunto. Si de retratar la barbarie se trataba, quizás hubiera sido más adecuado centrarse en la gente de la villa, esos ciudadanos que habitaban la ciudad que se erige como emblema de nuestras libertades. Pero el experimento sirve para utilizar el inglés como idioma nexo entre las diferentes nacionalidades de los corresponsales convocados, y dar así al film una distinción internacional que le permita acceder al mercado con más facilidad, aunque de hecho no parece que la empresa haya salido bien en ese sentido. Calificada así su trama romántica como intrascendente, queda valorar su mensaje político, una vez más sentado sobre la base de la inutilidad de las guerras, donde ambos bandos se comportan de forma semejante, cometen atrocidades parecidas (ojo a la tortura de la chica por parte de los stalinistas al son de la música de Wagner), y por supuesto tienen rostros maquiavélicos (alguien pensará que la elección del siniestro Burn Gorman es una acierto de cásting). Técnicas y recursos dramáticos que tenían validez en el cine clásico, pero sin olvidar que aquellas películas hay que verlas como lo que son, clásicos con el transcurso del tiempo como un factor de relatividad; algo que no contempla esta cinta contemporánea en la que todos estos ingredientes se han combinado sin sutileza ni verdadero talento artístico más allá de una puesta en escena aseada y artesanal donde incluso se incluyen lujos impropios del momento y la acción narrada. Se estrenó en el Festival de Málaga coincidiendo con el setenta y nueve aniversario de la trágica fecha.

sábado, 10 de septiembre de 2016

TARDE PARA LA IRA Ruta sin retorno en un film envolvente

España 2016 92 min.
Dirección Raúl Arévalo Guión Raúl Arévalo y David Pulido Fotografía Arnau Valls Colomer Música Lucio Godoy Intérpretes Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio, Raúl Jiménez, Font García Estreno en el Festival de Venecia 2 septiembre 2016; en España 9 septiembre 2016

El título elegido para su distribución internacional hace tanto daño a esta película como las reseñas publicadas hasta ahora en las que se hace hincapié en su tema principal, lo que provoca prácticamente desde el minuto cero que se adivine un argumento que no debería ser tan obvio hasta pasado un cuarto de metraje. No obstante este daño es mínimo considerando que nos encontramos ante uno de los debuts más sobresalientes y sorprendentes del cine español de los últimos años, y directamente una de las mejores películas españolas estrenadas en lo que va de temporada. Toda una hazaña para Raúl Arévalo, que haciendo gala de una soberbia inteligencia, parece no haber perdido el tiempo durante todos estos años trabajando como actor, aprendiendo todo lo posible de los directores con los que ha coincidido, al menos los mejores, para llevar a tan buen puerto su ópera prima. Ahora sólo cabe esperar que ésta no sea su única película como realizador y que la racha continúe el resto de su filmografía. Película de ambiente malsano, atmósfera espesa y esperanzas perdidas, en la que sus personajes se entregan a una vorágine de violencia bien medida y matizada. Nada rechina, ni siquiera sus contados golpes de humor o una banda sonora en la que predomina el temperamento andaluz, para elaborar una envolvente trama que engancha de principio a fin gracias a un evidente talento para la dramaturgia y unas interpretaciones ejemplares. Si algo hay que reprocharle es que Arévalo no se haya conformado con la epidermis de un estupendo argumento y en el afán de otorgarle un sentido práctico al conjunto, con el fin de definir la gestación de la furia y el camino sin retorno de la vida delictiva, se hayan forzado algunos detalles del guión y actitudes de los personajes que, más pulidos, hubieran redondeado un film ya de por sí excelente.

SPARROWS (GORRIONES) La gélida vida de un joven angelical

Título original: þrestir
Islandia 2015 99 min.
Guión y dirección Rúnar Rúnarsson Fotografía Sophia Olsson Música Kjartan Sveinsson Intérpretes Atli Oskar Fjalarsson, Ingvar Sigurösson, Kristbjörg Kjeld, Rade Serbedzija, Rakel Björk Björnsdóttir Estreno en el Festival de Toronto 11 septiembre 2015; en el Festival de San Sebastián 20 septiembre 2015; en España 2 septiembre 2016

Hace años que el Festival de San Sebastián pretende destacarse entregando sus Conchas de Oro a películas inclasificables y extremas, da igual quién integre el jurado. No es exactamente el caso de esta película, que nos llega cuando casi nos hemos acostumbrado a un tipo de cine gélido y distante como el que se hace en tierras islandesas, pero desde luego no sigue las pautas del cine convencional ni destaca especialmente por su temática ni por el tratamiento que recibe. Sparrows es el enésimo intento de analizar la controvertida experiencia emocional de un joven perdido entre paisajes que no le son familiares y gente que no parece aportarle respuestas a sus inquietudes en ese difícil paso de la adolescencia a la madurez. La diferencia está en esa mirada distante de un cine de planos fijos y largos, en la distancia, poblado de personajes con una desgana y un conformismo alarmante. Un joven vuelve por iniciativa de su despreocupada madre a casa de su padre divorciado, lugar donde pasó su infancia y cuyos recuerdos no parecen encajar con lo que encuentra después de haber conocido otros horizontes. El choque con su padre, inmaduro y entregado a bebidas y fiestas, y una amiga de infancia convertida en objeto del deseo, marcarán un particular periplo en el que, cómo no, acabará perfilándose la personalidad de quien cantaba en un coro de voces angelicales, tanto como el corazón que parece habitar en su interior. Quizás por eso el director ha decidido recuperar para su papel principal al niño de amable rostro que protagonizó uno de sus primeros trabajos, el cortometraje Two Birds. Nada que no pueda sobrellevarse, sin caer en el hastío ni el aburrimiento, pero tampoco despertar un interés inusitado que ayude a valorar el conjunto más allá de lo meramente correcto y coyuntural. Y menos mal que al desarrollarse en lo que parece el verano del extremo noroeste de Europa, se amortigua el frío imperante, sobre todo cuando los personajes más cálidos son los sacrificados, para no perder la costumbre.

viernes, 9 de septiembre de 2016

PRECEDENTES DESLUCIDOS CON YULIA IGLINOVA Y MARIO PRISUELOS

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Yulia Iglinova, violín. Mario Prisuelos, piano. Programa: El Romanticismo de Granados (Sonata para violín y piano, de Granados; Escena Cantante y Scherzo nº 3, de Adalid; Adiós a la Alhambra, de Monasterio; Romanza Andaluza, Aires Gitanos e Introducción y Tarantella, de Sarasate). Jueves 8 de septiembre de 2016

Cuesta trabajo escribir sobre algo que no ha cubierto nuestras expectativas. Una mala noche la puede tener cualquiera, y a la vista de los curriculums de los artistas convocados y de un programa diseñado para más de un descubrimiento, esta podría ser la causa de tan pobres resultados. No cabe duda de que la violinista rusa Yulia Iglinova y el pianista madrileño Mario Prisuelos son intérpretes más que competentes, capaces de acuñar los elogios que han recibido y frecuentar salas más que emblemáticas. Su entusiasmo ante su debut en la escena sevillana no se tradujo sin embargo en una velada memorable.

No deja de tener atractivo invocar autores tan poco o nada programados como Marcial del Adalid, del que Prisuelos ha grabado un disco monográfico, o Jesús de Monasterio, el mayor exponente de la escuela violinística española del siglo XIX junto a Pablo Sarasate, el otro compositor programado para tejer una suerte de precedentes del universo postromántico de Granados. Es cierto que la inspiración del autor de Goyescas procede realmente de los maestros centroeuropeos que también influyeron en estos románticos españoles. De cualquier modo la música en cierto modo irrelevante del llamado Chopin español no parece el vehículo más adecuado para lucirse, y así quedó demostrado en una Escena Cantante bonita pero monótona, en la que el violín sólo pudo recrear su sencilla melodía, mientras el piano sonó entrecortado y escuálido en el Scherzo nº 3, de gramática espesa y articulaciones anárquicas.

La quinta vez que la Sonata para violín y piano de Granados sonó este verano en el Alcázar, incluyendo su variación para clarinete, no fue la más memorable, pero aún así se logró una interpretación sobria y elegante, sobre todo por parte de Iglinova, que la paladeó con dominio técnico y cierto virtuosismo, aunque con un timbre más bien áspero. Más virtuosismo en Sarasate, con el inconveniente de un pianista desganado, no como su entusiasta oratoria, tosco y seco, sin lirismo ni cuerpo; apenas esbozos o líneas esquemáticas en un acompañamiento que incluyó una equivocación en Aires gitanos que provocó una violenta interrupción y evidenció la falta de compenetración, al menos esa noche, entre los músicos. Mejor les fue en el Adiós a la Alhambra, pieza de enorme virtuosismo que Iglinova salvó con tanto empeño y energía como en Sarasate.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

miércoles, 7 de septiembre de 2016

VICENT MORELLÓ Y DANIEL DEL PINO: LA FUERZA DE LA MELODÍA

17º Edición Noches en los Jardines del Real Alcázar. Vicent Morelló, flauta. Daniel del Pino, piano. Programa: Granados en París (Andaluse Op. 20, de Pessard; Romance Op. 37 y Airs de Ballet de “Ascanio”, de Saint-Saëns; Romanza, Selección de Danzas Españolas y Goyescas, de Granados; Fantasía brillante sobre “Carmen” de Bizet, de Borne). Martes 6 de septiembre de 2016

Si algo está demostrando el ciclo que las Noches en los Jardines está brindando a Enrique Granados en el centenario de su muerte, es la elevada talla de su música y el regocijo que su escucha nos está provocando. Siguiendo diversos aspectos de su estética y vida, su música se ha emparentado con la de otros autores a los que conoció y con la de quienes le inspiraron. En esta ocasión Vicent Morelló y Daniel del Pino se decantaron por enfocarla en torno a la riqueza melódica de sus partituras, acompañándolas de otras de contemporáneos suyos en las que la melodía también cobra una especial relevancia.

El talento de Morelló ha quedado sobradamente demostrado en muchas de sus comparecencias, integrado en la plantilla de la Sinfónica o en conjuntos de cámara; pero pocas veces lo hemos visto tan entregado y con resultados tan estimulantes como en este homenaje al maestro catalán. Su interpretación clara y sencilla de la Andaluse de Émile Pessard, maestro de Ravel o Ibert, no fue sino el preámbulo a una noche lúcida en sensaciones lideradas por su facilidad para frasear con generosa elegancia. En el Romance Op. 37 que Saint-Saëns compuso para restaurar la esperanza y el patriotismo en Francia tras la guerra con Prusia, destacó su emotividad melancólica, su fraseo elegante y carente de superfluos maniqueísmos, mientras del Pino potenció el carácter arpegiado de su acompañamiento para crear una atmósfera mágica. Y si tenemos que hablar de melodía qué mejor que programar Carmen en cualquiera de sus reducciones de salón, seguramente la ópera con mayor cantidad de melodías populares y memorables. Esta vez fue una Fantasía del flautista François Borne, cumbre del repertorio romántico para flauta de la que Morelló extrajo una sensacional interpretación, matizada y exquisita.

También extraordinariamente melódica y melancólica es la Romanza para flauta y piano de Granados, directamente inspirada en los maestros románticos que sirvieron al malogrado compositor de referente. Tanto ella como las tres Danzas Españolas seleccionadas, que evidenciaron la falta de interés de Granados en potenciar el folclore de nuestra música, disfrutaron de otra aportación antológica del flautista, atento a su diversidad expresiva y acompañado siempre con precisión y respeto por del Pino, que aprovechó sus solos en Quejas y El Pelele para demostrar que es un pianista inquieto, listo para mejorar y ofrecer lo mejor de sí mismo con cada nueva actuación.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el 8 de septiembre de 2016