miércoles, 30 de agosto de 2017

CUARTETO CARREÑO: VOLUNTAD DE DIVULGACIÓN

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mariarosaria D’Aprile y Yolanda González, violines. José María Ferrer, viola. Israel Fausto Martínez, cello. Programa: Cuarteto de cuerda en Si menor, de Teresa Carreño; Cuarteto en Re, de Tomás Bretón. Martes 29 agosto 2017

Mariarosaria D'Aprile
Teresa Carreño fue una destacada pianista, cantante y compositora venezolana de finales del XIX y principios del XX, reivindicada en su país en el último cuarto del pasado siglo, siendo objeto de homenajes y tributos en forma incluso de cuartetos de jóvenes intérpretes impulsados por la Fundación Simón Bolívar, el Libertador de quien fue pariente indirecta. Su trabajo lo desarrolló sin embargo mayoritariamente en Nueva York, donde su familia tuvo que emigrar por motivos políticos y económicos, una constante en este país sudamericano tan sufrido como maltratado. Siempre atenta a nuevas experiencias y muy sensible a la hora de hacer llegar al público músicas y estéticas poco divulgadas, especialmente de mujeres, tan proclives al olvido y el desprecio, Mariarosaria D’Aprile se ha asociado a tres competentes intérpretes de la escena sevillana para rendir homenaje a la compositora de Caracas, tomando para su nombre el de la homenajeada.

Los resultados fueron sin embargo regulares en términos generales. De su amplio catálogo, formado principalmente por piezas para piano, algunas tan delicadas y queridas para el público de su país como el vals Mi Teresita, se eligió naturalmente su Cuarteto en Si menor, una pieza de hondas hechuras, trabajadas texturas y trascendentes intenciones. Tras un excelente arranque dominado por el violín doliente de D’Aprile, y secundado por los arpegios de Yolanda González, añadiendo turbulencia al atormentado allegro inicial, los movimientos centrales deambularon por una línea más convencional y hasta descuidada. Cierta descoordinación en el andante, empeorado por un José Mª Ferrer desentonado a la viola, y falta de brío y color en el scherzo, enturbiaron una interpretación en la que la primera violinista acusó un sonido más áspero de lo habitual. Ni siquiera el violonchelo de Israel Martínez sonó con el cuerpo y rotundidad acostumbrados. Tampoco ayudó la colocación de los músicos, muy abigarrados y con segundo violín y viola sepultados tras atriles y micrófonos, lo que empañó su proyección así como la observación de su gestualidad, a veces tan importante para calibrar su expresividad.

Yolanda González
El programa lo completó otro compositor poco frecuentado, Tomás Bretón, más conocido por ser el autor de La verbena de la paloma. Impulsor de una ópera española que no llegó a cuajar, a pesar de esfuerzos considerables materializados en obras como Los amantes de Teruel o La Dolores, Bretón compuso también mucha música sinfónica y coral, y cultivó también la de cámara, con piezas tan estimulantes como el Cuarteto en Re interpretado para la ocasión. De nuevo una estética asfixiante en el allegro, que se tornó en melancolía en el andante y adquirió un colorido local sin estridencias en el scherzo, para terminar en un allegro risoluto defendido con mayores logros en cuanto a coordinación, diálogo y expresividad. Merece el esfuerzo acercarse a trabajos tan interesantes y poco divulgados como éstos.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

lunes, 28 de agosto de 2017

ANA, MON AMOUR Pedazos de una pareja

Rumanía-Alemania-Francia 2017 127 min.
Dirección Calin Peter Netzer Guión Cezar Paul Badescu, Calin Peter Netzer e Iulia Lumanare, según la novela “Luminita, mon amour” del primero Fotografía Andrei Butica Intérpretes Diana Cavallioti, Mircea Postelnicu, Carmen Tanase, Vasile Muraru, Adrian Titieni, Tania Popa, Igor Caras-Romanov, Ionut Caras, Ioana Flora, Vlad Ivanov, Iulia Lumanare, Razvan Vasilescu Estreno en el Festival de Berlín 17 febrero 2017; en Rumanía 3 marzo 2017; en España 25 agosto 2017

En los últimos tiempos raro es el año que no se estrena al menos dos importantes películas rumanas en nuestra cartelera; éste ha sido el de Los exámenes y ahora esta desgarradora cinta. Calin Peter Netzer pertenece ya por derecho propio a esa generación de realizadores rumanos que han creado una nueva cinematografía con señas de identidad muy características, que encabezan Christian Mungiu (director precisamente de Los exámenes) y Cristi Puiu. Quizás el hecho de haber ganado hace cuatro años el Oso de Oro en Berlín con la espléndida Madre e hijo, haya jugado a la contra para hacerse de nuevo con ese galardón en la pasada edición del festival con esta excelente película con méritos de sobra para lograr esa hazaña. Se tuvo que contentar con un Oso de Plata a la mejor contribución artística para el montaje de Dana Bunescu, y es que la estructura del film juega un papel muy importante en su eficacia narrativa y el análisis y disección que de una relación sentimental muy particular representa. En este sentido la película se asemeja bastante al clásico de Stanley Donen Dos en la carretera, que protagonizaron Audrey Hepburn y Albert Finney en 1966. Las idas y venidas en el tiempo de una pareja desde que se conoce hasta que la rutina los separa irremediablemente, sin orden cronológico, sería el trasunto también de un film en el que los peinados juegan un papel muy importante, no sólo para marcar época y edad, sino identificar estados de ánimo y seguridad personal. La diferencia entre una y otra película, además de estilo e intención, es que el detonante de la crisis no es sólo el paulatino aburguesamiento sino la pérdida de la dependencia que representaba el eje de un equilibrio desigual e injusto. Mircea Postelnicu interpreta magistralmente a un joven idealista y seductor de abundante y despeinada melena que encuentra en la desequilibrada y traumatizada Ana, espléndida Diana Cavallioti, un motivo para ejercer la misma sobreprotección que la madre ejercía sobre el hijo en el anterior y premiado título del joven realizador. La injerencia de las familias, del pasado, de la Iglesia (estupenda la secuencia de la confesión), la medicina (la guionista del film se reserva el papel de ginecóloga) y la psicología (Adrian Titieni, el padre de Los exámenes, escucha los episodios, recuerdos y sueños del protagonista, ya calvo, despechado y desconsolado), van mermando cada vez más una relación caduca, marchita casi desde ese inicio apasionado (explícito) como cualquier relación que se empieza con toda la certeza e ilusión del mundo. Pero como casi todo lo que llega de estos países, tendemos a hacer una segunda lectura, política, de la narración, que en este caso podría referirse a un país que no ha curado sus heridas, aún traumatizado por su pasado, al que asirse en puro afán de reconstrucción y protección, pero que decepciona y se deja llevar a la deriva, arrastrando todo lo que encuentra en su camino. ¿Crisis de pareja o crisis política? De cualquier forma la tesis expuesta, la desesperanza del amor, el invento de la pareja, el inevitable fracaso de la vida en común, responde como tantas veces a los caprichos del guión, en este caso de la novela en que se basa. Porque la historia hubiera sido diferente si los sacrificios asumidos no hubieran dado lugar a reproches en el futuro, si la sinceridad, la confianza y el compromiso hubiesen marcado la relación, y si el verdadero amor se hubiera impuesto sobre los egoísmos personales. Da que pensar.

domingo, 27 de agosto de 2017

VERÓNICA Poltergeist castizo

España 2017 105 min.
Dirección Paco Plaza Guión Paco Plaza y Fernando Navarro Fotografía Pablo Rosso Música Chucky Namanera Intérpretes Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Ana Torrent, Consuelo Trujillo, Sonia Almarcha, Maru Valdivieso, Leticia Dolera, Ángela Fabián, Carla Campra, Samuel Romero Estreno 25 agosto 2017

Mucho ha tardado en saltar a las pantallas el único caso policial documentado en nuestro país de fenómenos paranormales o poltergeist, ocurrido en Vallecas a finales de 1992. Después de una carrera centrada fundamentalmente, tanto en cine como en televisión, en el género de terror, y tras una brillante incursión en el cine de zombies con la saga Rec junto a Jaume Balagueró, Paco Plaza dirige este film con pleno dominio del género y sus coordenadas, lo que no siempre resulta una ventaja, volviéndose en contra de sus propias intenciones y limitando el producto final. Hace bien en fijar su atención en los personajes, diseñando un complejo perfil de mujer adolescente en el difícil camino hacia la madurez, obligada a asumir unas responsabilidades impropias de su edad, a la vez que observa un retraso alarmante en su desarrollo físico y sexual. Ella es la protagonista junto a un niño y dos niñas en estado de gracia, portentos de naturalidad y a quienes los guionistas han dedicado unas líneas de diálogo en perfecta conjunción con sus infantiles capacidades. El resto son más arquetípicos, con una madre estresada e incapaz de ejercer como tal, a quien Ana Torrent da vida sin que su pasado de niña actriz en films antológicos como El espíritu de la colmena o Cría cuervos añada nada a la función, por mucho que algunos se empeñen en relacionarlo. El elenco de monjas, profesoras del colegio donde la niña recibe una educación basada en creencias y supersticiones, cumplen adecuadamente, mientras la más vieja y ciega añade ese componente misterioso, cuya sabiduría advierte de los peores augurios, pero que se presenta algo pasada de rosca, con acento andaluz forzado para añadir folclore al asunto. Plaza echa mano así de ese imaginario típico del género, del que parece no querer renunciar pese a logros evidentes de ambientación y localización, incluido ese amenazante edificio de humilde perfil, hábilmente fotografiado. Pero el problema principal de la cinta es que se ve en la distancia, sin que esa soledad atisbada en la niña protagonista llegue realmente a conmover, ni las terribles experiencias a las que queda expuesta logren inquietar lo suficiente. Las sombras como recurso amenazante, y el espiritismo en fascículos tan propios de la época, se encuentran entre los detalles más conseguidos. Realizada sin duda alguna con elegancia y algo de contención en su primer tramo, el batiburrillo de efectos y sonidos a los que inevitablemente deriva, con homenajes explícitos a Ibáñez Serrador en la televisión y al giallo italiano en la música, no aportan gran cosa a una oferta que se quiere basada en hechos reales, pero de los cuales apenas quedan documentados unos cuantos, siendo el resto producto de la cinefilia más recurrente, una especie de Poltergeist ambientado en Vallecas y no en uno de esos barrios periféricos de cómodas casas americanas, o mansiones góticas tan propias del género.

sábado, 26 de agosto de 2017

ALBERTO DOMÍNGUEZ Y ELCURAROJO, TÉCNICA E IMAGINACIÓN

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Leo Rossi, violín. Guillermo Martín, violoncello. Patricia González, clave. Alberto Domínguez, flautas y oboe. Programa: Selección de sonatas para flauta de pico, oboe, violín y bajo continuo, de Telemann. Viernes 25 agosto 2017

Parece mentira que no hubiésemos conocido todavía a Alberto Domínguez, un joven y ambicioso flautista y oboísta de San Fernando, y disfrutar de su impecable técnica y generosa imaginación, muy especialmente a las flautas de pico, de las que se revela un auténtico especialista. Avalado por sus años de estudio y aprendizaje con maestros bien conocidos del panorama musical local, como Vicente Parrilla o Guillermo Peñalver, e internacional, con gente de la talla de Marc Häntai o Andrew Ackerman, Domínguez ha acuñado un estilo depurado y personal que le ha permitido siendo tan joven liderar una formación de considerable categoría como la que forman los integrantes de Elcurarojo, en clara alusión a Il prete rosso, apodo de Vivaldi.

Pero no era el artista veneciano el que figuró en los atriles sino Telemann, dentro del homenaje que las Noches del Alcázar le está brindando en el doscientos cincuenta aniversario de su deceso. De su ingente e inabarcable catálogo se eligió una serie de sonatas concebidas para combinación de bajo continuo (clave y violonchelo), flauta u oboe y éstos con violín. Domínguez sorprendió con un dominio absoluto de la flauta de pico, con complicadas agilidades y una holgada sensibilidad, más que en el oboe, del que sin ser un intérprete desdeñable acusó sensiblemente más inseguridad y menos afinación al cambiar registros y ofrecer un sonido homogéneo y equilibrado. Como flautista demostró sin embargo ser un fuera de serie, atento y sobrado en el dominio de dinámicas, fraseo refinado, control absoluto de la respiración, y emisión natural y precisa. Particularmente hermosa resultó la Sonata TWV 41:G1, con ese sonido de timbre hermoso y calculado que extrajo de la flauta soprano.

Inútil analizar pieza a pieza las obras interpretadas, aunque cabe reseñar la enorme variedad de estéticas, colores y matices que abordó este sensacional compositor, tan popular en su época como olvidado después, y hoy afortunadamente objeto de una sana recuperación, todos los cuales fueron convenientemente desgranados por los integrantes del joven conjunto. Espléndido como siempre Rossi al violín, relajado y seguro aunque su papel quedara algo eclipsado por la rotunda dominación de Domínguez. Nada malo podemos decir de quien tan bien nos trata desde su posición de gestora y encargada de producción de la Barroca, Patricia González; bromas aparte, afortunadamente no traicionamos nuestra sinceridad si destacamos su enorme capacidad para envolver con aplomo, estilo y precisión el alarde de imaginación y expresividad desplegado por Rossi y Domínguez. Cabría haber esperado de Martín un sonido más empastado y mayor cuerpo en su acompañamiento al violonchelo, aunque en términos generales no empañó en absoluto la calidad del conjunto, logrando que un programa tan homogéneo sonara tan variado, con especial mención al delicado affetuoso del Trio sonata 42:a4 y el enérgico, alegre y vivaz presto del 42:d10.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

viernes, 25 de agosto de 2017

ISABEL JIMÉNEZ MONTES, TOMMASO COGATO Y PROFETAS EN SU TIERRA

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Isabel Jiménez Montes, violín. Tommaso Cogato, piano. Programa: Sonatina Op. 100, de Dvorák; “De mi patria”, de Smetana; Sonata nº 3 Op. 45, de Grieg. Jueves 24 agosto 2017

Que el pianista italiano Tommaso Cogato se ha convertido en los últimos años en un agente imprescindible del panorama musical sevillano es un hecho consumado, y lo demuestran conciertos como el del jueves noche, un proyecto que apuesta por dar a conocer en su tierra a intérpretes que triunfan fuera. Como tantas otras, Isabel Jiménez forma parte de una generación de excelentes músicos que han sabido aprovechar al máximo las posibilidades que le han brindado los integrantes de las estupendas formaciones musicales activas de nuestra ciudad, así como el torrente que ha supuesto desde hace más de una década el desembarco de la artillería de Barenboim y su ilustre séquito. Ya la descubrimos la pasada temporada defendiendo un estupendo Concierto de Mendelssohn junto a Michael Thomas y la Bética de Cámara, y la pasada noche en el Alcázar pudimos corroborar su sobrado talento, que le ha llevado a ser incluso concertino de una de esas disciplinadas y exigentes orquestas alemanas.

En el programa tres páginas dedicadas a celebrar la tierra amada, el lugar que vio nacer a sus compositores, dos bohemios y un escandinavo. Dvorák compuso su Sonatina Op. 100 en Nueva York, siendo la última de sus partituras acabadas en Estados Unidos. Su aparente simpleza y su inspiración fresca y espontánea encontró fieles traductores en los esmerados intérpretes, si bien a la joven violinista le faltó mostrar con mayor énfasis el característico estilo de las melodías bohemias que el autor combinó con las de inspiración india, de cuyo Larghetto se ofreció una versión cargada de sentimiento y emotividad. Justamente reconocido como padre de la música nacionalista checa, Smetana compuso Z domoviny (De mi tierra natal) cuando ya hacía años que había perdido el oído, a pesar de lo cual se trata de dos piezas de carácter amable y relajado, con las que Jiménez Montes volvió a brillar más con sus pasajes románticos y líricos que con sus colores locales, que se quedaron cortos en expresividad aunque no en técnica y agilidad.

Ejecutado de un tirón, el programa se nos antojó extenuante para cualquier intérprete, mereciendo toda nuestra admiración especialmente para la violinista, que en la Sonata nº 3 Op. 45 que Grieg compuso, como las otras dos para esta combinación de instrumentos, en el último tramo de su vida, exprimió muy satisfactoriamente su carácter trágico e intensidad dramática. Con amplio protagonismo para los dos instrumentos, Cogato aprovechó para extraer también su particular carga nostálgica, brillando ambos en un allegro inicial sombrío y conflictivo, acentuando el carácter melódico del allegretto central, y la energía y ritmo del allegro final. Páginas que los autores dedicaron a su tierra e Isabel Jiménez ofreció a la suya, de la mano del muy generoso y carismático pianista.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 24 de agosto de 2017

LOS AFECTOS EUROPEOS DE LA HISPANIOLA

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mercedes Ruiz, violonchelo. Ventura Rico, viola da gamba. Juan Carlos de Mulder, tiorba y guitarra barroca. Programa: Fantasia a due bassi (obras de Gabrielli, de Fesch, Weiss, Telemann, Vivaldi y Boismortier). Miércoles 23 agosto 2017

El problema de haber ido perdiendo paulatinamente la presencia de intérpretes nuevos y foráneos, ha provocado que insistamos una y otra vez en analizar a unos mismos músicos, de los que quizás no quede mucho que decir o puede que exijamos cada vez una mayor calidad e implicación y nos volvamos de esa manera algo injustos y desproporcionados. Lo cierto es que cantar las bondades y excelencias de gente como las que nos acompañaron el miércoles en las noches del Alcázar se ha convertido en una constante, de vez en cuando salpicada de excepciones como la que nos pareció vivir en esta ocasión. Y es que sobre el programa la selección se presentaba muy interesante.

Se trataba de un generoso panorama sobre la música que se hacía en el último Barroco, Rococó en su mayoría, abarcando un amplio espectro de países europeos a la vanguardia de las tendencias de la época. Música enmarcada en lo que se conoce como afectos, por su carácter amable a la vez que sofisticado y la considerable expresividad y sensibilidad que exige de los y las intérpretes, algo alejados del virtuosismo alambicado dominante en estéticas anteriores. Especializados cada uno en un instrumento diferente – el violonchelo en el italiano Gabrielli, el violín en el holandés Willem de Fesch, el laúd en Leopold Weiss o la viola da gamba en Marin Maraís, sustituido en última instancia por el alemán Telemann, especialista en cualquier instrumento de la época – la formación La Hipaniola, cuyo nombre parece querer anunciar la recuperación del mestizaje barroco posterior a la colonización de América, pero cuyos integrantes, de la Barroca de Sevilla, aprovechan para tocar piezas camerísticas de su repertorio, se las apañó para ofrecer las obras seleccionadas de una forma tan equilibrada como homogénea, con peligro manifiesto de monotonía y paulatino desinterés.

Así, tras una Sonata para violonchelo de Gabrielli ofrecida con inseguridad y un sonido acaso demasiado rugoso y desequilibrado, posiblemente por efecto de la necesaria amplificación, Mercedes Ruiz, cuyo instrumento fue prácticamente el dominante en todo momento, brilló más en la Sonata nº 3 de Willem de Fesch, que aunque concebida para dos violonchelos, acometió casi en solitario con acompañamiento continuo del violagambista Ventura Rico y el laudista Carlos de Mulder, quien en su solo de Leopold Weiss, un precioso Preludio y Chacona, acusó deficiencias técnicas y pérdidas de ritmo en su complejos punteados a la tiorba. Hubiésemos preferido disfrutar de Rico en la imprescindible Suite con gusto extranjero de Marin Marais que en la más impersonal sonata que ofreció de Telemann, eso sí con refinamiento y precisión. El estilo galante vino de la mano de Bodin de Boismortier y sus Pequeñas danzas, con las que el conjunto volvió a desplegar eficiencia técnica y eventuales brotes de expresividad, pero sin salvar esa sensación de monotonía que denunciábamos más arriba y que destiñó una velada que prometía más matices y distinciones estéticas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

LA SEDUCCIÓN Cincuenta años de retraso

Título original: The Beguiled
USA 2017 91 min.
Guión y dirección Sofia Coppola, según la novela de Thomas Cullinan y el guión de Albert Maltz e Irene Kamp Fotografía Philippe Le Sourd Música Phoenix, según el Magnificat de Monteverdi Intérpretes Colin Farrell, Nicole Kidman, Kirsten Dunst, Elle Fanning, Oona Laurence, Angourice Rice, Addison Riecke, Emma Howard Estreno en el Festival de Cannes 24 mayo 2017; en Estados Unidos 30 junio 2017; en España 18 agosto 2017

Al contrario que Sofia Coppola, bendecida en los Oscar y en Cannes desde su debut con Las vírgenes suicidas, la exitosa Lost in Translation y su particular revisión de la figura de Maria Antonieta - Nowhere y The Bling Ring gozaron de menor reconocimiento -, Don Siegel nunca gozó en su momento de tanta admiración (hoy se le considera más, como suele ocurrir), y no pasó de un realizador artesano que logró sus mayores éxitos dirigiendo a Clint Eastwood (La jungla humana, Harry el sucio o Fuga de Alcatraz, entre otras). Sin embargo el acercamiento de Coppola a la novela de Thomas Cullinan dista mucho de la que llevó a cabo Siegel hace cuarenta y cinco años, mucho más inquietante y turbadora, y desde luego considerablemente más atrevida. Igual que los años treinta del pasado siglo se caracterizaron por su picaresca frente a los muy pacatos cincuenta, el final de los sesenta y primeros setenta observan una mayor libertad sexual que esta segunda década del siglo XXI marcada por un aumento del recato y la mojigatería en la sociedad global. Si ya la película protagonizada por Eastwood y una espléndida Geraldine Page en 1971 nos parecía que no llegaba a aprovechar todo el material erótico de su base literaria, y sin embargo se nos antojaba una cinta muy atrevida y avanzada, que la censura española suavizó de esa forma siempre ridícula que le caracterizaba, lo que ha hecho la hija de Francis no tiene nombre. Ahondando en ese estilo relamido y esteticista que le acompaña, la directora muestra a un grupo de mujeres y jóvenes cursis y refinadas que visten lujosas galas en plena Guerra Civil Americana y se esfuerzan por parecer tan lánguidas como angelicales, sin que falten las niñas repelentes de costumbre. A ellas se ha de enfrentar un arrogante soldado yanqui que se presenta como presunto seductor y maltratador en potencia, aunque la también guionista se encarga de recortar tanto material dramático e información sobre los personajes que motivaciones e intenciones quedan diluidas, sucediéndose los acontecimientos de manera tan convencional como poco convincente. El buen gusto queda reflejado en soluciones como la iluminación, pero en nada contribuyen a potenciar la carga enfermiza, erótica y claustrofóbica tan presente en el material original. Y desde luego si la intención de Coppola era denunciar el machismo y enaltecer a sus heroínas, el tiro le ha salido por la culata, con estas mujeres engañadas (el título original de la novela y ambas versiones cinematográficas), sumisas y dispuestas a dejarse seducir y actuar siempre con esa dignidad sudista que tanto las mermaba como seres fuertes e independientes, lo que sí son las protagonistas de la cinta de Siegel, además de decididas.

lunes, 21 de agosto de 2017

VALERIAN Y LA CIUDAD DE LOS MIL PLANETAS Imaginación y fantasía como recursos

Título original: Valerian and the City of the Thousand Planets
Francia-China-Bélgica, Emiratos Árabes-USA-Alemania-Reino Unido-Canadá 2017 137 min.
Guión y dirección Luc Besson, según el cómic de Pierre Christin y Jean-Claude Méziéres Fotografía Thierry Arbogast Música Alexandre Desplat Intérpretes Dane DeHaan, Cara Delevingne, Clive Owen, Rihanna, Ethan Wawke, Herbie Hancock, John Goodman, Rutger Hauer, Kris Wu, Sam Spruell, Alain Chyabat, Louis Leterrier, Eric Rochant, Benoît Jacquot, Emilie Livingston, Aurelian Gaya Estreno en Estados Unidos 21 julio 2017; en Francia 26 julio 2017; en España 18 agosto 2017

Aunque vilipendiada tras su estreno en Estados Unidos, a algunos la nueva propuesta de Luc Besson nos parece la película más refrescante y entretenida del verano en lo que a cine de aventura y gran presupuesto se refiere. Entroncando directamente con el universo colorista y la estética futurista y glamurosa de El quinto elemento, Besson ha tomado nota de sus escarceos con el cine de animación (Los minimoys) y sus nada disimulados referentes (Blade Runner, Star Wars, Star Trek y Avatar en cabeza), para lograr una cinta desenfadada, llena de humor y alegría, tan alejada del actual cine de ciencia ficción más proclive a la tragedia y la supuesta profundidad psicológica que a la fantasía que durante décadas caracterizaron el género. Una sucesión de situaciones escenificadas con lujo y esmero y atención al detalle, que sirven a sus protagonistas para trazar una historia de amor, quizás lo más endeble de la cinta, y diseñar espacios poblados por seres de toda condición. Todo un alarde de imaginación al servicio de la fantasía, con un argumento fácil de seguir y digerir, unos protagonistas amables (por una vez Dane DeHaan resulta simpático, mientras Cara Delenvigne se mueve como una top model y Rihanna protagoniza una sensacional secuencia musical que mezcla cabaret con el más sofisticado videoclip). El conjunto resulta por lo tanto estimulante, atractivo, entretenido y, lo que es mejor, nada pretencioso, algo muy de agradecer. Una buena propuesta europea, basada en material gráfico y literario francés, que recupera el espíritu de la antigua aventura haciendo caso omiso a la actual derica americana hacia la violencia extrema y la soporífera mortificación.

ATÓMICA Espía triste y desbocada

Título original: Atomic Blonde
USA-Alemania-Suecia 2017 115 min.
Dirección David Leitch Guión Kurt Johnstad, según la novela gráfica de Antony Johnston Fotografía Jonathan Sela Música Tyler Bates Intérpretes Charlize Theron, James McAvoy, Eddie Marsan, John Goodman, Toby Jones, James Faulkner, Roland Moller, Sofia Boutella, Bill Skarsgard, Sam Hargrave, Til Schweiger, Barbara Sukowa Estreno en Estados Unidos 28 julio 2017; en España 4 agosto 2017

David Leitch repite el esquema y la intención que le dio cierto prestigio hace unos años con la película John Wick, adaptándolo a una mujer y una época determinada de la historia reciente, la caída del muro de Berlín. Pero ni se toma en serio el papel de la mujer como heroína de acción ni el fascinante hecho histórico que le sirve de escenario en sus días previos. De hecho Charlize Theron es tan Keanu Reeves que imita gesto fruncido y se acuesta con mujeres, una Sofia Boutella recién salida de la infame La momia y cuyo papel aquí el guión no acierta a sacar partido alguno. Con el pretexto de mantener una sesuda y a menudo imposible de seguir trama de espionaje, la protagonista se limita a repartir golpes y patadas a diestro y siniestro, ante un espectador que acaba hastiado y aburrido, incluso dormido. El cine de espías es una cosa, y esto otra. No hay color. Cierto que el aspecto estético está muy cuidado, y que muchos y muchas celebrarán el repertorio de canciones de la época que ilustran la exagerada acción mostrada en pantalla, pero aparte esto, y que Theron sale guapísima, poco o nada exhibe esta cansina sucesión de persecuciones y luchas al más puro estilo hiperviolento que tanto daño está haciendo a nuestras pantallas y nuestra desnortada juventud.

ABRACADABRA La maldición de Carabanchel 83

España 2017 96 min.
Guión y dirección Pablo Berger Fotografía Kiko de la Rica Música Alfonso de Vilallonga Intérpretes Maribel Verdú, Antonio de la Torre, José Mota, Josep Maria Pou, Quim Gutiérrez, Priscilla Delgado, Saturnino García, Ramón Barea, Javivi, Julián Villagrán, Rocío Calvo, Javier Antón, Janfri Topera, Fabia Castro Estreno 4 agosto 2017

Con su tercer largometraje Pablo Berger se reafirma como el mejor cronista de la idiosincrasia hispánica de las últimas décadas, y lo hace después de diseccionar los años del despertar sexual de una nación reprimida durante casi medio siglo en Torremolinos 73, y divagar entre tópicos y fantasmas de lo genuinamente español en su particular versión, muda y en blanco y negro, del cuento de Blancanieves. Con uno de los argumentos más originales y atractivos de la última hornada, Abracadabra juega a dos tiempos y dos épocas en un Madrid de barrio (Carabanchel), podrido entre el mal gusto y la falta de oportunidades, en el que se demuestra que poco o nada ha cambiado en los últimos treinta años. Un juego de hipnosis en la mejor tradición Woody Allen (La maldición del Escorpión de Jade) da pie a una corrosiva mezcla de humor y crítica que analiza con precisión de bisturí una realidad marcada por el machismo, el maltrato y la violencia doméstica, siempre de forma solapada y sutil para no traicionar su espíritu casi vodevilesco, su intención burlona y su atmósfera desenfadada, exhibiendo por parte de su director un especial talento para manejar recursos de forma magistral y equilibrada, sin dañar sensibilidades ni chirriar a pesar de más de una propuesta esperpéntica y supuestamente estridente. Todo funciona a la perfección, con precisión y cariño, en un espectáculo que se disfruta como comedia, intriga y análisis inteligente de una sociedad casposa, ignorante y desinformada, la misma que sirve de base y escenario a tantos casos de corrupción, sucesos y supervivencia de estereotipos al margen del signo de los tiempos y el progreso. La única pega es que, contando con un reparto excelente, la siempre espléndida Maribel Verdú no convence del todo en un rol, el de choni de barrio, que por su condición y trayectoria no le calza a la perfección.

viernes, 4 de agosto de 2017

LA DECISIÓN DEL REY Retrato de un noble insumiso

Título original: Kongens Nei
Noruega 2016 133 min.
Dirección Erik Poppe Guión Harald Rosenløw-Eeg y Jan Trygve Røyneland Fotografía John Christian Rosenlund Música Johan Söderqvist Intérpretes Jesper Christensen, Anders Baasmo Christiansen, Tuva Novotny, Karl Markovics, Juliane Köhler, Erik Hivju, Arthur Hakalahti, Katharine Schüttler, Andreas Lust, Jan Frostad Estreno en Noruega 23 septiembre 2016; en España 4 agosto 2017

Una ambiciosa producción que cuenta los difíciles días que tuvo que vivir Noruega, y en primera persona su rey Haakon VII, durante los primeros y definitivos días de la invasión nazi en abril de 1940. Colocado en una tesitura muy parecida a la que cuarenta años después sufrió nuestro rey Juan Carlos I tras el golpe de estado de Tejero, aunque con el trasfondo mucho más delicado y peligroso de la Segunda Guerra Mundial, el rey de los noruegos tuvo que negarse a las condiciones impuestas por Alemania para lograr una situación pacífica, sumisa y rendida, del país al poder de Hitler, evitando así lo que se suponía sería un derramamiento innecesario de sangre. Entre esas condiciones se encontraba un nuevo parlamento y un nuevo gobierno comandado por el nacionalsocialista noruego Vidkum Quisling, títere de los alemanes, en lo que constituía un golpe en toda regla, de espaldas al pueblo que con su voto democrático y su confianza había legitimado a quien hasta 1905, tras la separación de Suecia, había sido rey de Dinamarca. Un acto de nobleza y lealtad sublimado por esta película fiel a los acontecimientos, lo que la erige en perfecta ilustración de un episodio histórico tan imprescindible como fascinante. Momentos de la conflagración en tierras escandinavas como el hundimiento del buque alemán Blücher desde la Fortaleza de Oscarborg, la autorización de Elverum, por la que se otorgaron plenos poderes al ejecutivo ante la imposibilidad de que el parlamento se reuniese, o el fallido bombardeo de Nybergsund, con el que la aviación alemana intentó borrar del mapa al insumido monarca, son recreados con impactante fuerza visual en una película que cuenta además con las soberbias interpretaciones de Jesper Christensen (Spectre, Quantum of Solace, Melancolía, Nymphomaniac) dando vida a Haakon VII, y Karl Markovics como el apocado, ambiguo e inseguro Curt Bräuer, embajador de Alemania en Noruega y encargado de las negociaciones con el rey. Lamentablemente la realización de Erik Poppe (Aguas turbulentas, Mil veces buenas noches) se antoja fría y distante, insuficiente para atrapar todo lo que una historia como ésta es potencialmente capaz, dejando además a su operador que se mueva a gusto, con desagradables zums, desenfoques buscando personajes y bruscos y continuos movimientos de cámara yendo de unos a otros, todo muy Dogma aunque la puesta en escena sea sobria y rigurosa, de tonos ocres y azulados buscando la perfecta ambientación, y la música de Söderqvist, muy en estilo Hans Zimmer, vistosa y espectacular. Pero lo cierto es que el pulso narrativo falla con frecuencia y la dramaturgia se hace a ratos pesada, malogrando parcialmente las posibilidades de un trabajo sobre el papel enormemente interesante.

Mª ESTHER GUZMÁN Y SARAH ROPER: CUMPLIR EXPEDIENTE

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Sarah Roper, oboe. Mª Esther Guzmán, guitarra. Programa: Cavatine Op.37 y Le Montagnard, de Coste; Sonata en La menor, de Telemann; Andaluza y Valses poéticos, de Granados; Malagueña, Granada y Sevilla, de Albéniz. Jueves 3 agosto 2017

En la segunda mitad del siglo XIX surgió la necesidad de desviarse del lenguaje musical clásico vienés, incorporando elementos folclóricos y nacionalistas en la música seria. La guitarra sirvió en nuestro país para cumplir ese expediente que diera entidad propia a las composiciones de nuestros autores, si bien su influjo y carisma traspasó fronteras y embaucó también a otros, como el francés Napoleon Coste, que dejaron subyugarse por el aroma inconfundiblemente mágico y enigmático del instrumento. 

Dos virtuosas de sus instrumentos, Mª Esther Guzmán y Sarah Roper, ofrecieron juntas y solas por primera vez – con el flautista Vicent Morelló forman el Trío Mesamor – un concierto sin un criterio fijo más que el de interpretar piezas que se adaptaran bien a su combinación, ya fueran originalmente escritas para el tándem o transcritas con tal fin. En el caso de las obras seleccionadas del guitarrista y compositor francés, con más de cincuenta obras catalogadas para el instrumento, parece que fueron concebidas originalmente para oboe y guitarra. Alumno y colaborador de Fernando Sor, Coste se caracteriza por un estilo sencillo y ornamentado sólo hasta lo conveniente, con notables influencias de la ópera cómica, que Guzmán y Roper trasladaron con respeto y delicadeza desde sus partituras electrónicas, ideales para evitar los envites del viento y las antiestéticas pinzas. Especialmente atractiva resultó Le Montagne, una obra de reminiscencias pastorales a la que las intérpretes dotaron de una cálida atmósfera.

El trabajo como continuo de Guzmán en la Sonata de Telemann definió su papel en el resto del concierto, una base sólida y concentrada sobre la que Roper desplegó la parte melódica, lo que provocó una disminución del carácter sentimental de las piezas. Así sucedió con la archifamosa Andaluza de Granados, cuyos Valses poéticos en versión considerablemente reducida, disfrutaron de una ejecución técnicamente impecable pero expresivamente insuficiente. Quizás no sea el oboe un instrumento muy apropiado para trasladarnos a los universos de Granados y Albéniz, como quedó demostrado también en unas muy simples y rígidas Malagueña, de España, y Granada y Sevilla, de Suite española, a pesar de los esforzados arreglos de Guzmán, orientados también a destacar el papel protagónico de la madera frente al contrapuntístico y casi exclusivamente acompañante de la guitarra.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

jueves, 3 de agosto de 2017

ROCÍO DE FRUTOS Y MANUEL VILAS: LOS ÁNGELES DE MURILLO

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Rocío de Frutos, soprano. Manuel Vilas, arpa de dos órdenes. Programa: Retratos en cifras: Un homenaje musical a Murillo (obras de Juan Hidalgo, Juan de Navas, José Marín y Juan del Vado, entre otros).
Miércoles 2 agosto 2017

Además de para experimentar con combinaciones instrumentales y vocales poco habituales, las Noches del Alcázar han sido siempre un excelente escenario para descubrir a los nuestros. No nos referimos a los intérpretes, que es de lo que más se nutren estos conciertos, sino de nuestros compositores, algunos tan influyentes y representativos como Juan Hidalgo, del que esta formación entonó cuatro piezas, y sin embargo tan desconocidos y poco divulgados. El pretexto lo ofreció la celebración del cuatrocientos aniversario del nacimiento de Murillo, una efemérides de la que la ciudad promete hacerse cargo generosamente en la próxima temporada, cuando apenas queden cuatro meses para terminar el año en el que se cumple, por lo que la mayor parte de los festejos tendrán lugar ya en el próximo. La sevillana Rocío de Frutos y el gallego Manuel Vilas se adelantaron para rendirle homenaje en el seno de estas veladas tan especiales. Juntos evocaron la faceta sacra del autor de las innumerables Inmaculadas, así como la profana presente en obras como Niño espulgándose. Aunque la voz de ella y el instrumento de él lo que más evocaron fueron los ángeles y querubines tan frecuentes en la pintura de este inmortal sevillano.

Las músicas de contemporáneos suyos, casi todos íntimamente relacionados con la Capilla Real de Felipe IV y el nacimiento del género lírico – ópera y zarzuela – en nuestro país, brillaron en unas interpretaciones responsables y apasionadas, en las que Rocío de Frutos lució una perfecta dicción, imprescindible para seguir la narración dramática integrada en los tonos humanos de la segunda parte, así como una incontestable entonación y una fuerte carga de expresividad, a pesar de la contención habitual en esta artista tan delicada y exquisita. Así, el gracejo de Zagales los que me oyen, de la Escuela de Cuzco, contrastó con el sublime lamento de Esperar, sentir, morir de Hidalgo o la conmovedora hermosura de Ojos, pues me desdeñáis de José Marín, sacerdote y delincuente condenado capaz de joyas como ésta. Todo ello en perfecto estilo, a pesar de la demostrada capacidad de la soprano para combinar estilos y adaptarse a tantos y tan diferentes. Lástima que la dulzura de su voz se viera algo ensuciada por los efectos de la amplificación, por otra parte necesaria, aunque eso no fue obstáculo para disfrutar de laboriosos pianissimi y una emisión sincera y natural.

Por su parte, Vilas acompañó con un sentido poético de la pulsación, generando esa atmósfera mágica que precisa cada tono, y arropando sin narcisismos innecesarios la intensa labor de la cantante. Para ello se valió de una preciosa copia de un arpa original del siglo XVII español, de dos órdenes, habitual en la época y muy apreciado por los compositores convocados. Destacó además en sus solos, una obra de falsas cromáticas que explicó con talento pedagógico y donde destacaron sus imbricadas disonancias, y un sarao y gitanilla de contrastados colores y evidente sentido rítmico. Como propina decidieron homenajear a Juan del Encina, tan imprescindible para estudiantes y practicantes, como olvidado en los escenarios oficiales. En sus generosas locuciones, de Frutos demostró también su capacidad como profesora y conferenciante.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía