sábado, 26 de agosto de 2017

ALBERTO DOMÍNGUEZ Y ELCURAROJO, TÉCNICA E IMAGINACIÓN

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Leo Rossi, violín. Guillermo Martín, violoncello. Patricia González, clave. Alberto Domínguez, flautas y oboe. Programa: Selección de sonatas para flauta de pico, oboe, violín y bajo continuo, de Telemann. Viernes 25 agosto 2017

Parece mentira que no hubiésemos conocido todavía a Alberto Domínguez, un joven y ambicioso flautista y oboísta de San Fernando, y disfrutar de su impecable técnica y generosa imaginación, muy especialmente a las flautas de pico, de las que se revela un auténtico especialista. Avalado por sus años de estudio y aprendizaje con maestros bien conocidos del panorama musical local, como Vicente Parrilla o Guillermo Peñalver, e internacional, con gente de la talla de Marc Häntai o Andrew Ackerman, Domínguez ha acuñado un estilo depurado y personal que le ha permitido siendo tan joven liderar una formación de considerable categoría como la que forman los integrantes de Elcurarojo, en clara alusión a Il prete rosso, apodo de Vivaldi.

Pero no era el artista veneciano el que figuró en los atriles sino Telemann, dentro del homenaje que las Noches del Alcázar le está brindando en el doscientos cincuenta aniversario de su deceso. De su ingente e inabarcable catálogo se eligió una serie de sonatas concebidas para combinación de bajo continuo (clave y violonchelo), flauta u oboe y éstos con violín. Domínguez sorprendió con un dominio absoluto de la flauta de pico, con complicadas agilidades y una holgada sensibilidad, más que en el oboe, del que sin ser un intérprete desdeñable acusó sensiblemente más inseguridad y menos afinación al cambiar registros y ofrecer un sonido homogéneo y equilibrado. Como flautista demostró sin embargo ser un fuera de serie, atento y sobrado en el dominio de dinámicas, fraseo refinado, control absoluto de la respiración, y emisión natural y precisa. Particularmente hermosa resultó la Sonata TWV 41:G1, con ese sonido de timbre hermoso y calculado que extrajo de la flauta soprano.

Inútil analizar pieza a pieza las obras interpretadas, aunque cabe reseñar la enorme variedad de estéticas, colores y matices que abordó este sensacional compositor, tan popular en su época como olvidado después, y hoy afortunadamente objeto de una sana recuperación, todos los cuales fueron convenientemente desgranados por los integrantes del joven conjunto. Espléndido como siempre Rossi al violín, relajado y seguro aunque su papel quedara algo eclipsado por la rotunda dominación de Domínguez. Nada malo podemos decir de quien tan bien nos trata desde su posición de gestora y encargada de producción de la Barroca, Patricia González; bromas aparte, afortunadamente no traicionamos nuestra sinceridad si destacamos su enorme capacidad para envolver con aplomo, estilo y precisión el alarde de imaginación y expresividad desplegado por Rossi y Domínguez. Cabría haber esperado de Martín un sonido más empastado y mayor cuerpo en su acompañamiento al violonchelo, aunque en términos generales no empañó en absoluto la calidad del conjunto, logrando que un programa tan homogéneo sonara tan variado, con especial mención al delicado affetuoso del Trio sonata 42:a4 y el enérgico, alegre y vivaz presto del 42:d10.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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