jueves, 24 de agosto de 2017

LOS AFECTOS EUROPEOS DE LA HISPANIOLA

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Mercedes Ruiz, violonchelo. Ventura Rico, viola da gamba. Juan Carlos de Mulder, tiorba y guitarra barroca. Programa: Fantasia a due bassi (obras de Gabrielli, de Fesch, Weiss, Telemann, Vivaldi y Boismortier). Miércoles 23 agosto 2017

El problema de haber ido perdiendo paulatinamente la presencia de intérpretes nuevos y foráneos, ha provocado que insistamos una y otra vez en analizar a unos mismos músicos, de los que quizás no quede mucho que decir o puede que exijamos cada vez una mayor calidad e implicación y nos volvamos de esa manera algo injustos y desproporcionados. Lo cierto es que cantar las bondades y excelencias de gente como las que nos acompañaron el miércoles en las noches del Alcázar se ha convertido en una constante, de vez en cuando salpicada de excepciones como la que nos pareció vivir en esta ocasión. Y es que sobre el programa la selección se presentaba muy interesante.

Se trataba de un generoso panorama sobre la música que se hacía en el último Barroco, Rococó en su mayoría, abarcando un amplio espectro de países europeos a la vanguardia de las tendencias de la época. Música enmarcada en lo que se conoce como afectos, por su carácter amable a la vez que sofisticado y la considerable expresividad y sensibilidad que exige de los y las intérpretes, algo alejados del virtuosismo alambicado dominante en estéticas anteriores. Especializados cada uno en un instrumento diferente – el violonchelo en el italiano Gabrielli, el violín en el holandés Willem de Fesch, el laúd en Leopold Weiss o la viola da gamba en Marin Maraís, sustituido en última instancia por el alemán Telemann, especialista en cualquier instrumento de la época – la formación La Hipaniola, cuyo nombre parece querer anunciar la recuperación del mestizaje barroco posterior a la colonización de América, pero cuyos integrantes, de la Barroca de Sevilla, aprovechan para tocar piezas camerísticas de su repertorio, se las apañó para ofrecer las obras seleccionadas de una forma tan equilibrada como homogénea, con peligro manifiesto de monotonía y paulatino desinterés.

Así, tras una Sonata para violonchelo de Gabrielli ofrecida con inseguridad y un sonido acaso demasiado rugoso y desequilibrado, posiblemente por efecto de la necesaria amplificación, Mercedes Ruiz, cuyo instrumento fue prácticamente el dominante en todo momento, brilló más en la Sonata nº 3 de Willem de Fesch, que aunque concebida para dos violonchelos, acometió casi en solitario con acompañamiento continuo del violagambista Ventura Rico y el laudista Carlos de Mulder, quien en su solo de Leopold Weiss, un precioso Preludio y Chacona, acusó deficiencias técnicas y pérdidas de ritmo en su complejos punteados a la tiorba. Hubiésemos preferido disfrutar de Rico en la imprescindible Suite con gusto extranjero de Marin Marais que en la más impersonal sonata que ofreció de Telemann, eso sí con refinamiento y precisión. El estilo galante vino de la mano de Bodin de Boismortier y sus Pequeñas danzas, con las que el conjunto volvió a desplegar eficiencia técnica y eventuales brotes de expresividad, pero sin salvar esa sensación de monotonía que denunciábamos más arriba y que destiñó una velada que prometía más matices y distinciones estéticas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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