lunes, 22 de julio de 2019

UTOYA y 22 DE JULIO La crónica académica y la efectiva inmersión en el caos

22 DE JULIO

Título original: 22 July
Noruega-Islandia-USA 2018 143 min.
Guion y dirección Paul Greengrass, según el libro “One of Us” de Asne Seierstad Fotografía Pal Ulvik Rokseth Música Sune Martin Intérpretes Jonas Strand Gravli, Anders Danielsen Lie, Jon Øigarden, Maria Bock, ThorbjØrn Harr, Seda Witt, Isak Bakli Aglen, Ola G. Furuseth Estreno en el Festival de Venecia 5 septiembre 2018; en Suecia 7 octubre 2018; en España (Netflix) 10 octubre 2018

UTOYA. 22 DE JULIO

Título original: UtØya. 22 juli
Noruega 2018 93 min.
Dirección Erik Poppe Guion Anna Bache-Wiig y Siv Rajendram Fotografía Martin Otterbeck Música Wolfgang Plagge Intérpretes Andrea Berntzen, Aleksander Holmen, Brede Fristad, Ada Eide, Sorosh Sadat, Elli Rhiannon Müller Osbourne, Solveig KolØen Birkeland, Magnus Moen Estreno en el Festival de Berlín 19 febrero 2018; en Noruega 9 marzo 2018; en España 19 julio 2019

Coincide en nuestra cartelera el estreno de Utoya. 22 de julio con el octavo aniversario de la tragedia terrorista que se saldó con más de setenta muertos en el barrio político-financiero de Oslo y en el campamento juvenil de verano en la isla de Utoya, apenas unos kilómetros alejado de la capital de Noruega. Como testigo que fui de los acontecimientos, cuando me encontraba en el país de vacaciones, me ha resultado especialmente interesante esta crónica de los hechos, así como la que relata el film de Paul Greengrass (El mito de Bourne, United 93) que se estrenó el pasado 10 de octubre en la cadena de pago Netflix. Mientras éste es un trabajo académico y considerablemente superficial del suceso, abarcando desde los últimos preparativos de Anders Breivik, el asesino de ultraderecha inconformista del régimen aperturista y multicultural del gobierno socialista noruego, hasta el juicio y las irreparables consecuencias que para las víctimas tuvo el atentado, con especial énfasis en un joven cuya madre era entonces la alcaldesa de Svalbard, una gélida población situada en la isla del mismo nombre, a 2000 kilómetros al norte de Oslo, la estrenada en salas comerciales ahora es un minucioso trabajo, una auténtica filigrana centrada en el más irrespirable e insoportable terror, en un intento de sumergir al espectador en el caos, la incertidumbre y el horror experimentado por las víctimas.
Dentro de la imposibilidad de trasladar en toda su amplitud esa sensación al público, la cinta de Erik Poppe, el director de La decisión del rey y Mil veces buenas noches, consigue crear esa atmósfera densa y agobiante en la que se desarrolla la trama del film, en tiempo real, los algo más de setenta minutos que duró el indiscriminado ataque, y en una toma única, lo que le ha valido a su director de fotografía el premio del Cine Europeo del pasado año. La vocación puramente ilustrativa y radicalmente académica de Greengrass, fijando su atención en varios personajes, el propio Breivik, su resignado abogado y el joven al que hacíamos referencia, y su larga duración, da una idea bastante completa y válida sobre los acontecimientos, con peajes obligados en las explosiones de Oslo, estupendamente recreadas, y el complejo juicio que acabó en aislamiento permantente del asesino.
Pero es Utoya, la cinta de Poppe, la que sin salir del escenario de la barbarie y fijando su atención únicamente en una joven campista, logra reflejar todos los aspectos de este complejo desastre, desde las motivaciones del terrorista a la irregular intervención de las fuerzas de seguridad, pasando por la pérdida de la inocencia y el tremendo choque generacional que supuso en un país con tan bajo índice de criminalidad. Y para eso el guión y la cámara se pega a esta chica en busca de su hermana, que en el camino encuentra la oportunidad de ayudar a varias de las víctimas y no la desaprovecha. Esto y que en ningún momento veamos a Breivik, más allá de la lejanía en un breve instante, demuestra el interés de los cineastas en mostrar el lado humano, solidario, valiente y generoso de la tragedia, en contraposición al monstruo de quien solo escuchamos sus atroces y aniquiladores disparos.

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