domingo, 21 de enero de 2018

GENAUX, HALLENBERG, FASOLIS Y LA OBS: DIVAS, GENIOS Y MAESTROS EN UNA NOCHE INOLVIDABLE

Recital lírico. Ann Hallenberg y Vivica Genaux, mezzosopranos. Orquesta Barroca de Sevilla. Diego Fasolis, dirección. Programa: Arias y dúos de Vivaldi y Haendel; Obertura de L’Olimpiade y Concerto en Do Mayor RV114, de Vivaldi. Teatro de la Maestranza, sábado 20 de enero de 2018

Fasolis
Una de las citas más relevantes de esta temporada, ¡y menudo enero que estamos teniendo!, es el concierto de la Barroca con dos de las más valoradas y admiradas mezzos del momento, y uno de los directores que mejor han sabido entender la orquesta y mejor provecho saca de ella. No en vano dos de los mejores registros de nuestra orquesta de época se los debemos a Diego Fasolis, el primero que grabaron para su propio sello, Prometeo, y Serpiente venenosa, un documento sonoro del Patrimonio Musical de Andalucía que tuvo, como el anterior, a María Espada como protagonista. Pero el reclamo de la cita, lo que seguramente arrastró a más público, lográndose un lleno absoluto, fue la presencia de Ann Hallenberg y Vivica Genaux.

Genaux
Confieso fuera de micrófono que siento una especial fijación por la mezzo norteamericana, a la que al margen de su intervención en Alahor en Granada de Donizetti hace ahora casi catorce años, descubrí junto a uno de mis más queridos y añorados amigos a través de la música grabada. Aquellos discos dedicados a Vivaldi, Haendel, Hasse o el repertorio afín a Farinelli, llenaron mis oídos y mi corazón de gozo y júbilo, por lo que poder escucharla ahora en nuestro amado Maestranza y verla tan de cerca (privilegios impagables de la crítica, que tanto esfuerzo y dedicación exige por otro lado) ha sido una cumbre en mi experiencia. Por otro lado guardo un muy grato recuerdo de Ann Hallenberg, de quien pude disfrutar hace tres veranos en el Festival de Santander, junto a Maxim Emelyanychev e Il Pommo d’Oro, con la anécdota de que aún sufriendo un desvanecimiento justo antes de empezar el recital, subió al escenario una hora después y dio todo lo posible de sí en un gesto de generosidad reñido con su categoría indiscutible de gran diva de la ópera. Curiosamente además tengo la satisfacción de conocer la hermosa ciudad que le vio nacer, Vasteras, que es donde te deja Ryanair cuando vuelas a Estocolmo. Tuve que dormir en su maravilloso castillo-hotel y pude disfrutar de su belleza y elegante ambiente.

Hallenberg
De vuelta al oficio, la de ayer fue una noche memorable, dedicada a la belleza en toda su extensión, pero no superficial ni superflua sino llena de emoción y expresividad, con una Barroca sonando excelsa merced a una dirección exquisita que supo regular la habitual tendencia de nuestros por otro lado magníficos y magníficas músicos a sonar in forte. En su lugar pudimos disfrutar de una cuerda, por fin convocada casi al completo, entregada a arropar a las voces con ternura, elegancia y equilibrio según se necesitara, y sin renunciar a los pasajes fogosos y temperamentales, sin excesos, cuando tocaba. En esto precisa valorarse y mucho la excelente labor del bajo continuo, como muy bien analiza mi amigo y maestro Fernando López Vargas-Machuca en su personal y sensacional reseña de este mismo concierto. En cuanto a las voces, no cabe duelo por mucho que esa fuera la costumbre en pleno siglo XVIII. Aquéllas acababan generalmente a la gresca y se esforzaban en demostrar la superioridad de unas sobre otras, mientras Hellenberg y Genaux asumieron con humildad y camaradería sus estilos y distinciones, sumando y exhibiendo un más que saludable compañerismo. Hallenberg tiene más cuerpo y un sonido más grave y terso, mientras Genaux acusa un punto nasal nada desagradable, un registro más agudo que el de su compañera, próximo a la tesitura de soprano, y domina las agilidades de manera magistral, sin sobrepasar la delicada línea que lleva a la sobreactuación y la acrobacia vocal, generalmente artificiosa. En su lugar ambas demostraron emitir con una naturalidad pasmosa y un control del fiato y el legato realmente prodigiosas. Tan satisfactorias fueron sus interpretaciones arrebatadas y fogosas de páginas como Alma sopressa de La Fida Ninfa de Vivaldi (Genaux) o Crude furie de Xerxes de Haendel (Hallenberg), como las muy meditadas y reflexivas Dopo notte de Ariodante de Haendel que nos brindó la sueca, y el sobrecogedor Mentre dormi de La Olimpiada de Vivaldi a cargo de la norteamericana. De los tres dúos ofrecidos, uno en las propinas, nos quedamos con el emotivo y emocionante Son nata a lagrimar, de Julio César en Egipto, donde justamente el papel de Sesto lo interpreta una soprano.

Dos genios de la música en manos de dos grandes mezzos abordando roles de contralto sin desvirtuarlos, y el inmejorable acompañamiento de un gran maestro frente a una orquesta de maestros y maestras locales. Hasta el público tuvo una noche memorable, con un comportamiento como hacía mucho no disfrutábamos: silencio absoluto durante la música, sin interrupciones durante las pausas de las piezas instrumentales, servidas también en óptimas condiciones, y con encendidos aplausos y generosas manifestaciones de entusiasmo cada vez que la oportunidad lo permitía. Hoy en el Auditorio Nacional se repetirá la gesta.

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