jueves, 20 de julio de 2017

DURO Y BERNIER, GUITARRAS SOTTOVOCE

18ª edición Noches en los Jardines del Alcázar. Francisco Bernier y Antonio Duro, guitarras. Programa: Música española para dos guitarras (obras de Sor, Granados y Albéniz). Miércoles 19 julio 2017

Con todas las localidades agotadas, disfrutar por primera vez juntos de dos de los más reputados guitarristas clásicos de nuestra comunidad acaparó la atención del melómano más sensible. Alabados por separado, y habituales de este emblemático escenario, demostraron una capacidad encomiable de compenetración y sensibilidad, con un programa no por convencional menos atractivo, en el que se dieron cita tres imprescindibles de la música española del diecinueve y principios del veinte, baluartes del pintoresquismo patrio, por mucho que, como apuntara Duro, nacieran en la supuestamente hoy secesionista Cataluña. Ironías de la vida que sirvieron para que estos dos profesores del Conservatorio desplegaran su arte en una noche en la que el acento recayó en las estéticas.

Enmarcados en los aires vitalistas y llenos de brío de Sor y Albéniz, los intérpretes hicieron sin embargo hincapié en la estética intimista, delicada e incluso humilde del resto del programa. De Fernando Sor ofrecieron una Fantasía Op. 54 generosa en ritmo y color, que arrancó solemnemente para trasmutar en una desenfadada marcha y, tras enroscarse con notable capacidad entre líneas y ornamentos, mantener un ritmo amable y constante en el que fue posible apreciar el trabajo armonioso de los músicos y el impecable contrapunto ejercido entre melodía y acompañamiento. Aunque la pulsación no fue siempre impecable, y a veces se colaran notas no deseadas o pequeños traspiés, poco importa frente al derroche de expresividad y la capacidad de compenetración de los artistas.

Por separado Duro, que nació en Úbeda, mantuvo el estilo clásico de Sor en la tonadilla La  Maja de Goya de Granados, una pieza detallista y delicada en manos del guitarrista, mientras Bernier, natural de Burguillos, deleitó a todos y a sí mismo con una preciosa y emotiva Andaluza, quinta y más popular de las danzas españolas del compositor de Lérida, que el guitarrista acometió sin estridencias ni excesiva incidencia en su carácter folclórico. Y es que la tónica general fue la de la intimidad y la discreción, evocando atmósferas y recuerdos sin provocar exaltaciones de ánimo, sottovoce. Juntos acertaron en ritmo y dinámicas con la Zambra de Granados y la siempre agradecida Sevilla de Albéniz, si bien el momento más precioso de la velada se reservó a la Danza nº 2 de Granados, Oriental, prodigio de dulzura y contención, no exento de misterio. También Evocación de la Suite Iberia se benefició de ese carácter discreto y contenido, así como Córdoba, de los menos populares Cantos de España, también de Albéniz, cuya estética costumbrista y aires evocadores disfrutaron del magisterio de sus intérpretes, que ya como propina ofrecieron candela y gitanería en El sombrero de tres picos de Falla.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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