sábado, 28 de julio de 2018

MISIÓN IMPOSIBLE: FALLOUT Los efectos visuales le restan emoción

Título original: Mission: Impossible. Fallout
USA 2018 147 min.
Guión y dirección Christopher McQuarrie, según la serie de televisión creada por Bruce Geller Fotografía Rob Hardy Música Lorne Balfe Intérpretes Tom Cruise, Henry Cavill, Rebecca Ferguson, Simon Pegg, Ving Rhames, Vanessa Kirby, Michelle Monaghan, Alec Baldwin, Angela Bassett, Sean Harris, Wes Bentley, Frederick Schmidt, Liang Yang, Kristoffer Joner Estreno simultáneo en España y Estados Unidos 27 julio 2018

Lejos queda la serie de televisión de finales de los sesenta, e incluso su versión sofisticada a manos de Brian de Palma para el cine. Esta sexta entrega de la serie con la que Estados Unidos pretende emular el éxito y la dignidad lograda por el agente secreto más famoso del mundo, James Bond, se convierte en paradigma del cine actual norteamericano, que se ha ido vulgarizando paulatinamente hasta extremos inconcebibles en otra época. La saturación de efectos visuales hace que cualquier misión, por absurda y disparatada que parezca, sea posible, aún a costa de restar emoción al asunto. Es como si comparamos El coloso en llamas con Rascacielos. El preciosismo virtual ha sustituido a la emoción y la credibilidad, y con él ha llegado el aburrimiento. Y lo peor es que esos efectos que un día ofrecieron sensaciones estéticas sorprendentes, hoy ya no generan gran entusiasmo. Christopher McQuarrie, que ya se encargó de la anterior entrega, Nación secreta, y ha dirigido a la megaestrella Tom Cruise también en Jack Reacher, se afana por escribir un guión en el que la combinación de valores éticos, acción a raudales, intrigas románticas y traiciones diversas, provoquen una versión sombría y majestuosa del tema. Pero arroja un aluvión de datos apenas empezar, cuando el espectador aún no se ha metido en una propuesta que le es difícil encajar. A partir de ahí sabemos que por mucho que parezca que se complica la trama, al final va a quedar en poca cosa, tan simple como suele ser habitual, y tan vacío como cabía esperar. Cruise sigue empeñado en protagonizar algunas de las secuencias de acción, pero se ha encasillado demasiado, y a estas alturas su físico comienza a no dar más de sí. Ni cirugía ni entrenamiento van a conseguir alargar más su juventud, por lo que es posible que su jubilación llegue pronto, salvo que lo remedie probando otros campos. Ni las localizaciones de estampa, ni las ocurrentes situaciones de acción y suspense, ni el uso espectacularísimo de la banda sonora por parte de Lorne Balfe aprovechando más que ninguno de sus colegas anteriores los temas clásicos de Lalo Schifrin, consiguen remontar un producto que se nos antoja cansino y aburrido, y en el que el mismo mcguffin utilizado por Hitchcock en Encadenados, el plutonio, para tramar una historia de amor, suspense y traición magistral, le sirve a Cruise y McQuarrie para tan sólo poner en escena una sucesión de disparatadas secuencias de acción apoyadas en un argumento que abusa de clichés mil veces utilizados en este tipo de cine. Sin embargo la crítica, quién sabe si mediante incentivos o bagatelas especiales que también pueden formar parte de la agresiva campaña publicitaria, se deshace en elogios con ella.

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