sábado, 22 de febrero de 2020

LA GRAN BOLA DE FUEGO DE BERNALDO DE QUIRÓS

Integral de Sonatas de Beethoven. José Luis Bernaldo de Quirós, piano. Programa: Sonatas nº 6 en fa mayor Op. 10 nº 2, nº 13 en mi bemol mayor Op. 27 nº 1, nº 27 en mi menor Op. 90, y nº 18 en mi bemol mayor Op. 31 nº 3, de Beethoven. La Casa de los Pianistas, viernes 21 de febrero de 2020

La forma que según parece tenía Ludwig van Beethoven de tocar al piano sus propias composiciones no gustaba al público y los entendidos de Viena, donde imperaba una concepción musical más clásica, digamos rayana en la ligereza y la pulcritud, frente al ímpetu y la fogosidad con la que Beethoven atacaba las teclas del fortepiano, lo que le hacía ser considerado como un loco. Por los mismos motivos, sin embargo, convencía mucho en Berlín, más desprejuiciada frente a nuevos conceptos musicales, y más proclive a abanderar esa nueva revolución artística que habría de suponer el romanticismo. Hoy son muchas las voces que reclaman esa estética ligera y volátil también a la hora de acercarse a la música del genial compositor; menos mal que aún quedan quienes, como José Luis Bernaldo de Quirós, apuestan por esa tradición apasionada, y si se quiere incluso en algunos casos enfermiza, al enfrentarse al que quizás sea el ciclo pianístico más relevante de la historia de la música.

Ayer se celebró en La Casa de los Pianistas la segunda entrega de las nueve con las que el comprometido pianista repasará las treinta y dos sonatas para piano de Beethoven. Tras los sensacionales resultados de este segundo capítulo del ciclo, y lo mucho que disfrutamos con el primero, creemos poder afirmar que es ésta la mejor de las propuestas que podemos disfrutar en Sevilla para homenajear al compositor en el doscientos cincuenta aniversario de su nacimiento. Como aquel título del temperamental Jerry Lee Lewis, Great Balls of Fire, son grandes bolas de fuego las que parecen desprenderse del piano del recogido espacio cuando Bernaldo de Quirós afronta la música de Beethoven. El suyo es sin duda el resultado de un gran esfuerzo en el estudio, la comprensión, la asimilación, incluso la fagocitación, de la música del genio de Bonn, para escupirla (perdón por la expresión) de forma tan clara y contundente, transmitiendo todo su potencial, su universo y su espíritu, y logrando emocionar y convencer de la manera en que lo hace. Lo que resulta incomprensible es que sean tan pocas las personas que se acerquen a comprobarlo y dejarse subyugar por su generosa propuesta. En una ciudad en la que a menudo mediocres ofertas cuentan con el respaldo incondicional de cientos de seguidores y seguidoras, no se entiende que algo tan extraordinario quede tan huérfano de público, y eso que en esta ocasión contábamos con la presencia incluso de una de las patrocinadoras del ciclo, la imprescindible Victoria Stapells del English Language Institute.

Sin partituras, ni siquiera en las propinas dedicadas a Chopin – el extenso Scherzo nº 2 y una mazurca, abordadas también desde el fuego interno y la mayor de las implicaciones emocionales – el pianista demostró de nuevo una gran versatilidad a la hora de plegarse a los designios emocionales de cada página, en un programa que enfrentó otra vez piezas deudoras de la herencia clásica de Mozart o Haydn con otras de mayor madurez expresiva y encuentro definitivo de un lenguaje propio e inconfundible. Pero ni en los primeros casos dejó Bernaldo de Quirós dejarse arrastrar por la moda de la ligereza y la superficialidad. Condicionado por la saturación decibélica de la sala, lo que influyó también para crear esa atmósfera encendida, acertó a imbuir de profundidad y melancolía el minueto de la Sonata nº 6, plegarse con absoluta naturalidad a los bruscos cambios de velocidad en la nº 13, con predominio del sentimiento en el precioso adagio y una evidente flexibilidad al atacar la pieza sin pausa, y recorrer la elocuente narrativa de la nº 27 con músculo, vitalidad, sentido del contraste y notable delicadeza en su hermoso segundo movimiento, salvando con éxito su compleja expresividad. Y así hasta llegar exhausto y afectado emocionalmente a la desenfadada tarantela con la que termina la Sonata nº 18. Les aseguro que sería una pena que las siete entregas restantes del ciclo tampoco registrasen el lleno absoluto que merecen él y la impagable Casa de los Pianistas.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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