viernes, 15 de junio de 2012

SUEÑO Y SILENCIO Diferencias irreconciliables

España-Francia 2012 112 min.
Dirección Jaime Rosales Guión Jaime Rosales y Enric Rufas Fotografía
Óscar Durán Intérpretes Yolanda Galocha, Oriol Roselló, Jaume Terradas,
Laura Latorre, Alba Ros Montet, Celia Correas Estreno 8 junio 2012

A estas alturas a nadie debe sorprender el estilo narrativo y visual de Jaime Rosales, que con su cuarta película, tras las ya muy radicales Las horas del día, La soledad y Tiro en la cabeza, nos propone ahora un nuevo viaje al interior de nuestra propia alma, pero solicitando de nosotros no sólo paciencia sino también implicación y complicidad. Sólo así es posible involucrarse en una propuesta tan extrema como ésta, pero si se consigue la recompensa es generosa. Contando con intérpretes no profesionales, Rosales deconstruye la que podría ser la idílica vida familiar de uno de esos personajes que envidiamos en el programa de Canal Sur Andaluces por el mundo. Somete esa convivencia armónica y aparentemente sin problemas a un choque frontal con una desgracia descomunal y a partir de ahí exhibe la dificultad de encontrar almas ni siquiera parecidas. La suya es una película sobre dos formas tan antagónicas de afrontar una misma situación dramática, y a la vez condenadas a encontrarse y entenderse. Ella de Andalucía, él de Cataluña; hasta que todo iba bien no había problema, pero cuando surge el inconveniente, surge también la diferencia insalvable. Oriol Roselló y especialmente Yolanda Galocha consiguen unas interpretaciones conmovedoras y auténticas en este sentido. La cámara busca, se detiene (a veces largo rato), persigue, se ensimisma en detalles en principio superfluos mientras la acción principal está fuera de campo (lo que a estas alturas ya podemos considerar una marca de casa) y, si nos prestamos al juego, nos pega en el estómago, nos asombra y nos sobrecoge. En este sentido hay secuencias difíciles de olvidar, como el consuelo que ofrece una abuela, la conversación entre dos personas maduras casadas que no logran comprenderse, o el inenarrable final. Rodada en un blanco y negro desolador, buscando soluciones formales y estéticas que sean tan elocuentes como los diálogos, por ejemplo desenfocando a un perdido padre que deambula por el parque buscando un fantasma, la cinta logra insuflar dolor e incomprensión, y si uno está perceptivo le conmocionará. En medio del blanco y negro, una ráfaga de color que parece indicar esperanza; y enmarcando el conjunto, dos pinturas realizadas en directo por Miquel Barceló, que parecen querer hablarnos del hombre como depredador y como criatura que sufre y muere.

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