domingo, 7 de abril de 2013

EFECTOS SECUNDARIOS Dilemas éticos y profesionales

Título original: Side Effects
USA 2013 106 min.
Dirección Steven Soderbergh Guión Scott Z. Burns Fotografía Peter Andrews
Música Thomas Newman Intérpretes Jude Law, Rooney Mara, Catherine Zeta-Jones, Channing Tatum, Vinessa Shaw, Polly Draper, Ann Dowd, Michael Nathanson
Estreno en España 5 abril 2013

Desde su debut a finales de los 80 con Sexo, mentiras y cintas de video, Steven Soderbergh ha sido uno de los realizadores norteamericanos más mimados por la crítica en los últimos treinta años, y sin embargo apenas ha logrado un par de títulos memorables en su dilatada filmografía. A las interesantes Erin Brokovich y Traffic, ambas de 2000, le han sucedido una serie de sobrevaloradas películas que van de la saga de Ocean’s Eleven a Contagio, pasando por El buen alemán, Che, El soplón o la horrorosa Magic Mike. Su anunciado retiro con esta película no le ha salido mal, al menos si es así dejará un buen sabor de boca gracias a una película de trama bien urdida y ritmo tan logrado y fluido que provoca la adecuada dosis de tensión e intriga que demanda. Un argumento en torno a la medicina moderna, la confianza en los fármacos, las prácticas irresponsables de algunos profesionales de la medicina y los efectos colaterales que puede provocar una terapia mal enfocada. Cuestiones planteadas a propósito de una intriga en el que la tesis y sus intenciones metamorfosean conforme avanza su metraje, y que sólo una vez mostradas algunas de sus cartas hace flaquear su credibilidad y convicción. Soderbergh demuestra su habilidad y elegancia para dirigir espacios y personajes, extrayendo de su trío protagonista unas estupendas interpretaciones, especialmente de una ambigua e inquietante Rooney Mara, a quien vimos como la Salander de la versión americana de Los hombres que no amaban a las mujeres. Una cinta sobre la ética, sea profesional o moral de cada uno, la especulación de los sentimientos y la vulnerabilidad del ser humano en una sociedad cada vez más tecnócrata y deshumanizada, dominada por los triunfos personales, en la que todos parecemos pender de un hilo o andar por la cuerda floja, hasta que ésta se rompe y recuperar el equilibrio se convierte casi en una quimera.

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