sábado, 23 de noviembre de 2013

UN CERDO EN GAZA Un conflicto con poca gracia

Título internacional: When Pigs Have Wings / Le cochon de Gaza
Francia-Alemania-Bélgica 2011 98 min.
Guión y dirección Sylvain Estibal Fotografía Romain Winding Música Aqualactica y Boogie Balagan Intérpretes Sasson Gabay, Baya Belal, Myriam Tekaïa, Gassan Abbas, Califa Natour, Ulrich Tukur Estreno en España 8 noviembre 2013

El único contacto de Sylvain Estibal con el cine antes de esta película fue la adaptación en 2009 de una novela suya, Le dernier vol de Lancaster (El último vuelo), por parte de Karim Dridi y con Marion Cotillard y Guillaume Canet como protagonistas. Un cerdo en Gaza, una coproducción internacional que supone su debut en la dirección, ganó el premio a la mejor ópera prima en los César de 2011, pero desde entonces Estibal no ha vuelto a ponerse tras las cámaras. La cinta intenta ser un ingenioso entramado en el que en clave de comedia se ponga al descubierto toda la sinrazón del conflicto entre Israel y Palestina, y cómo afecta a quienes poco se identifican con los intereses que motivan a unos y otros dirigentes, sean a través de militares o terroristas. Echando mano de toda la tradición cómica cinematográfica, y con un comediante de probada solvencia como es Sasson Gabay, un iraquí nacionalizado israelí al que pudimos ver hace unos años en la multipremiada y exitosa La banda nos visita, Estibal plantea una curiosa pero a nuestro juicio fallida fábula en torno a la anecdótica y simbólica captura involuntaria de un cerdo vietnamita por parte de un desgraciado pescador, al que le irá complicando su vida y la de su esposa, a la vez que le irá reportando unos discretos y muy bienvenidos beneficios económicos, dejando constancia de que el dinero sí da la felicidad, sobre todo cuando las necesidades y las deudas amargan tanto la existencia; y si no que se lo pregunten a todas esas personas a las que reformas y paro han hecho la vida imposible en nuestro país en los últimos años. Lástima que la comicidad de esta película resulte tan banal e infantil, que pese más la tristeza de la realidad plasmada que el tono de comedia con la que se presenta, y que el interés deambule entre la escasez y la nada. Y menos mal que el tono no sobrepasa los límites entre la cordura y la astracanada, resolviendo sin mal gusto algunas pautas de guión que se prestaban a ello. Para cuando su onírico final subraya el absurdo de la guerra y la confrontación, el hastío se ha apoderado de nosotros.

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