lunes, 16 de diciembre de 2013

EL HOBBIT: LA DESOLACIÓN DE SMAUG Los nuevos evangelios

Título original: The Hobbit: The Desolation of Smaug
USA-Nueva Zelanda 2013 161 min.
Dirección Peter Jackson Guión Peter Jackson, Guillermo del Toro, Philippa Boyens y Fran Walsh, según el libro de J.R.R. Tolkien Fotografía Andrew Lesnie Música Howard Shore Intérpretes Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Luke Evans, Lee Pace, Evangeline Lilly, Orlando Bloom, Stephen Fry, Mikael Persbrandt, Ken Stott, Aidan Turner Estreno en España 13 diciembre 2013

Tras cantar las excelencias de la primera entrega de esta nueva saga tolkiana, por lograr reflejar en ella el alma y el candor que El señor de los anillos no tenía, tenemos que confesar que esta segunda parte nos ha decepcionado enormemente. Cierto que no podemos negarle a Peter Jackson el mérito de haberse convertido en pionero del cine aún cuando han pasado más de cien años desde su invención. Su continua investigación sobre la materia le ha hecho utilizar recursos técnicos y dramáticos que han marcado sin duda un antes y un después en el cine fantástico, que en cierto modo es el género cinematográfico por excelencia, por cuanto nos permite evadirnos de la realidad y participar en historias tan difíciles de contar en otros formatos. La tecnología tridimensional se combina en esta ocasión con una nueva alta definición digital que consigue unas texturas sumamente nítidas, si bien en detrimento de las tradicionales texturas cinematográficas, y por el contrario más cercanas a las del teatro filmado o el documental realizado para la televisión. Consideraciones técnicas aparte, El Hobbit: La desolación de Smaug apuesta por el fuego de artificio permanente, estirando su metraje a fuerza de combates y luchas sin fin, y enlazando unas tonterías con otras, porque sólo así podemos definir las soluciones con las que los enanos y el imprescindible, y por extensión irritante, hobbit Bilbo Bolson, salen una y otra vez de situaciones extremadamente peligrosas. Todo esto sin contar que el dragón, el Smaug del título, sigue cánones tan archivistos como poco estimulantes. El espectáculo de esta forma se erige latoso y cansino, extenuante y aburrido, lo que no es óbice para que las legiones de fans sigan aflorando alrededor de él. Jackson ha llevado el universo de Tolkien más lejos que él mismo, incluso más que las leyendas de los nibelungos y los arturianos, haciendo que la devoción que le profesan sus feligreses sea tan generosa como la que durante siglos se la ha brindado a las santas escrituras, especialmente a los evangelios. Si al menos estuviera Gollum, pero en esta ocasión Andy Serkis sólo aparece tras las cámaras, como director de la segunda unidad.

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