viernes, 13 de febrero de 2015

8º CONCIERTO DE ABONO DE LA ROSS: ENTRE LA EXTRAÑEZA Y LA ALEGRÍA

8º concierto de la XXV Temporada de Conciertos de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. José Forte, trompeta. Andrés Salado, director. Programa: Sinfonía nº 1 “Clásica” de Prokofiev; Concierto para trompeta y Sinfonía nº 94 “La sorpresa” de Haydn; Obertura de “La gazza ladra” de Rossini. Teatro de la Maestranza, jueves 12 de febrero de 2015

Andrés Salado dirigiendo la ROSS
Tras la inmejorable impresión que Maurizio Benini ha dejado entre los aficionados con su dirección de Norma, su sustitución en este octavo concierto de temporada de la ROSS podría habernos impedido otra velada memorable. Sin embargo de la mano del joven madrileño Andrés Salado este programa de estética eminentemente clasicista ha deparado también muy agradables sorpresas, más allá de la que dispensa el golpe de timbal del segundo movimiento de la Sinfonía nº 94 de Haydn que le da título.

La Clásica de Prokofiev empezó algo titubeante, con líneas poco definidas y brumosas, para ir progresivamente desvelando una lectura diferente y personal, más cercana al lenguaje contemporáneo del autor que al alegre clasicismo que homenajea. Cierto aire melancólico, añadido a unas armonías que rozaban el expresionismo, caracterizaron este particular tratamiento que Salado dio a la página, que terminó antojándose envolvente y embriagadora. Su tendencia a mimar el detalle, ya apuntada cuando comentábamos el concierto de Año Nuevo del pasado 3 de enero, benefició a José Forte, solista de la orquesta, que trompeta en mano desgranó el más popular concierto escrito para este instrumento con solvencia no exenta de notas falsas y algún otro apuro. El brillo de su timbre contrastó con el más seco que identifica a la trompeta con llaves, efímero instrumento para el que fue compuesta la pieza. 

José Forte, jovencísimo trompetista de la ROSS
Salado defendió la Sinfonía de Haydn con tanta concentración y responsabilidad como exhibió en el resto del programa, extrayendo humor y sensibilidad, sacando provecho del gran dispositivo instrumental que demanda y logrando un final alegre y endiablado. La ópera de Rossini La gazza ladra debe su popularidad a su célebre obertura, a su vez inmortalizada como telón de fondo de las fechorías de Malcolm McDowell en La naranja mecánica. Salado la arrancó exagerando más su aire marcial que majestuoso, para derivar después en pura y chispeante seducción gracias a unos muy bien intensificados crescendi.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía el sábado 14 de febrero de 2015

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