martes, 3 de febrero de 2015

EVA VAN END La invasión de la perfección aria

Título original: De Ontmaagding van Eva Van End
Holanda 2012 98 min.
Dirección Michiel Ten Horn Guión Anne Barnhoorn Fotografía Jasper Wolf Música Djurre de Haan Intérpretes Jacqueline Blom, Freerk Bos, Frans de Wit, Abe Dijkman, Flip Filz, Rafael Gareisen, Ton Kas, Giam Knee, Vivian Dierickx Estreno en el Festival de Toronto 9 septiembre 2012; en Holanda 14 febrero 2013; en España 30 enero 2015

En 1968 Pasolini dirigió Teorema; en ella un extraño y atractivo personaje se colaba en una familia burguesa y a fuerza de ir seduciendo a cada uno y una de sus integrantes, les iba rompiendo sus esquemas. Algo parecido ocurre en esta cinta holandesa, sólo que en esta ocasión la progresiva seducción que un joven y no menos atractivo estudiante alemán de intercambio va ejerciendo sobre una pareja y sus dos disfuncionales hijos, así como sobre la introvertida hija adolescente cuya desfloración forma parte del título original de la película, sirve más bien para reorganizarlos y abrirles ojos y mentes. En la forma el director opta por dar un aire bizarro y socarrón a esta comedia dramática, que como ya se ha dicho repetidamente en otras crónicas, debe bastante al espíritu y universo de Todd Solondz, del que por cierto hace mucho que no disfrutamos de ninguna nueva propuesta. Para que se hagan una idea de hasta qué punto a Ten Horn le atrae lo bizarro y transgresor, su nuevo film se titula Annmodderfakker. Lo mejor de la cinta es su carácter fresco y diferente, atreverse a diseccionar una familia acomodada contemporánea con un lenguaje distinto y atrevido, sin por ello ofrecer algo indigesto o complejo para espíritus no cultivados. Todo lo contrario, Eva Van End es una película tan entretenida como sorprendente, que ayuda a comprender nuestros males burgueses, los de quienes no hemos sufrido verdaderos traumas dignos de análisis y solución, y muy al contrario nos sumimos en la desesperación con más frecuencia y facilidad de lo que nuestras inquietudes merecen. El carácter presuntamente desorientado de esta familia, en la que los comportamientos se dan por sentados dentro de una línea convencional que va desde el machismo a la heterosexualidad, la belleza de la juventud o la perfecta higiene de un ser angelical, irá desmoronándose en proporción directa al descubrimiento por sus miembros de que otras actitudes y naturalezas son posibles; que la normalidad no existe y todos y todas tenemos derecho a celebrar la diferencia.

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