sábado, 17 de octubre de 2015

LOS MIÉRCOLES NO EXISTEN Musical de cámara, rancio, estereotipado e impostado

España 2015 130 min.
Guión y dirección Peris Romano, según su obra teatral Fotografía Jon D. Domínguez Música Esther Rodríguez y Alberto Matesanz Intérpretes Eduardo Noriega, Inma Cuesta, Alexandra Jiménez, Gorka Otxoa, William Miller, Andrea Duro, María León Estreno 16 octubre 2015

Aunque el tráiler prometía poco, las posterioes buenas críticas en los periódicos de más renombre y el hecho de tratarse de un musical o una tragicomedia con canciones y números musicales, un detalle que el tráiler ocultaba por completo, provocaron cierta curiosidad que, tras el visionado, se ha ido al traste. Porque se trata del enésimo intento ibérico por postular acerca del amor y las relaciones sentimentales, pero sin acierto ni gracia, recurriendo siempre al lugar común, el tópico y la tradición, donde el amor se busca para toda la vida, a ser posible acompañado de la clásica formación de una familia, y donde el fracaso sentimental conlleva la desgracia y la resignación; estereotipos válidos pero no como única poción posible. Pero eso no es lo peor, sino que encima hay que lidiar con el ya habitual mal gusto español a través de unos personajes que parecen más odiarse que quererse o al menos respetarse, dominando la histeria y la astracanada. Así, Inma Cuesta es antipática, Eduardo Noriega anodino, William Miller un payaso, Alexandra Jiménez una criatura inestable, Andrea Duro está buena luego es un putón, y Gorka Otxoa pretende ser simpático a fuerza de estancarse en el pagafantas de turno. Un sexteto que podría haber dado juego en lo musical, acumulándose el dúo con el trío y así sucesivamente, pero que con las endebles cancioncillas de corte pop ligero urbanita, originales o adaptadas (malajosos cover de Soy un truhán, soy un señor, Bambola y Fiesta de la Carrá), no consigue alcanzar ni siquiera un nivel mínimo aceptable. Para colmo los personajes se relacionan entre sí de una forma que en el teatro quizás convenciera, pero que en cine resulta de todo punto inaceptable. A todo ello unimos un molesto desorden en la narración que hace que vayamos recorriendo miércoles, estaciones y años sin orden ni concierto, lo que hace difícil seguir el desarrollo de los personajes, si bien los rótulos de los distintos tiempos acaban erigiéndose en lo mejor y más creativo de una función desastrosa, y eso que en los escenarios madrileños se mantuvo varias temporadas, dato que desconocía. A Romano le quedaron mejor las 8 citas que dirigió junto a Rodrigo Sorogoyen, su única incursión en el cine antes de esto.

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