sábado, 30 de enero de 2016

SPOTLIGHT Somos zombies en manos de vampiros

USA 2015 121 min.
Dirección Thomas McCarthy Guión Thomas McCarthy y Josh Singer Fotografía Masanobu Takayanagi Música Howard Shore Intérpretes Mark Ruffalo, Michael Keaton, Rachel McAdams, Liev Schreiber, John Slattery, Stanley Tucci, Brian D’Arcy James, Gene Amnoroso, Billy Crudup, Elena Wohl, Doug James Murray, Sharon McFarlane, James Sheridan Estreno en el Festival de Venecia 3 septiembre 2015; en Estados Unidos 25 noviembre 2015; en España 29 enero 2016

Thomas McCarthy tiene una interesante filmografía a sus espaldas como cineasta de esos que llaman independientes. The Secret Agent, aquí titulada Vidas cruzadas, The Visitor, y las más irregulares Win Win y Con la magia en los zapatos, le han reportado una reputación digna especialmente en la dirección de intérpretes, entre los que se encuentran Patricia Clarkson, Richard Jenkins, Paul Giamatti o un empeñado en reflotar su carrera como actor serio Adam Sandler. Eso es quizás lo que más brilla en esta película, su reparto; un elenco en estado de gracia que da vida a un equipo de investigación de un prestigioso periódico de Boston que a principios de este siglo destaparon una trama de abuso de menores en el seno de la Iglesia Católica, una institución intocable especialmente en una ciudad tan ultracatólica, habitada por un poderoso número de descendientes irlandeses, como es la capital de Massachusets. Comparada con Todos los hombres del presidente y el cine que allá por la década de los setenta cultivaban cineastas como Alan J. Pakula, Martin Ritt o Sidney Lumet (hasta la música de Howard Shore recrea ese estilo), el principal escollo con el que se encuentra Spotlight es su farragosa literatura, lo que hace que un tema tan interesante, incluso apasionante como éste no encuentre su punto de conexión preciso con el público, obligado además a un montaje que narra continuamente en paralelo situaciones que perfectamente podrían haberse resuelto en continuidad. A diferencia de la impecable El club de Pablo Larraín, McCarthy apuesta por el estilo tradicional de películas de investigación y denuncia, pulcra y libre de apuntes personales; su efectividad es más directa pero menos estimulante y desde luego mucho menos morbosa y corrosiva que el film del director chileno. Por el contrario el film acierta en apuntar una gran variedad de temas, que van desde la hipocresía y falta de arrojo y valentía de un periodismo, el actual, que se permite el lujo de invernar para no arriesgar en pérdida de público y falta de bienestar, al precio de perder en rigor informativo. Pero sobre todo la película acierta al plasmar la expansión del poder, de cómo todo lo corrompe y cómo sus agentes se anclan a él a cualquier precio, so pena de perder la dignidad y la credibilidad. Está pasando en nuestro país, donde nada ni nadie parece convencer a nuestros mandatarios de que su momento ha pasado, que han perdido toda razón para seguir asidos al poder, no sólo por hacer vista gorda ante la corrupción y el engaño a votantes, o en el caso de la película feligreses, sino por participar aunque sea mediante la pasividad en la comisión de delitos flagrantes. Y es ahí donde el periodismo bien encauzado asume su responsabilidad y riesgo, lográndose objetivos luego bendecidos con premios (el equipo Spotlight del Globe logró el Pulitzer) y cambios de postura entre un pueblo tuerto pero no ciego, al que sólo le faltaba un empujón para dejar de mirar hacia otro lado. Por todo ello la cinta es importante y necesaria, aunque lo que narre ya lo conozcamos; pero es imprescindible que no lo olvidemos y que en el futuro no sean necesarias décadas de ocultación y oscurantismo para devolver la dignidad y la justicia a quienes sufren, esos muertos en vida, zombies condenados por unos vampiros voraces que campan a sus anchas merced al poder que les proporciona una secta creada por el hombre, y por lo tanto efímera, para controlar y dominar. Al final el producto se convierte si no en una brillante, sí en una interesante reflexión sobre los límites de la ética y su absoluta supremacía sobre la religión, ésta o la que sea.

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