jueves, 17 de marzo de 2016

SINFÓNICA CONJUNTA, UN PROYECTO QUE FUNCIONA

V temporada, concierto II de la Orquesta Sinfónica Conjunta Universidad de Sevilla-CSM Manuel Castillo. María José Meniz Márquez, oboe. Juan García Rodríguez, director. Programa: Pacific 231, de Honegger; Concierto para oboe KV314, de Mozart; Sinfonía nº 1 Op. 38 “Primavera”, de Schumann. Auditorio de la ETS de Ingeniería, miércoles 16 de marzo de 2016 

Es difícil hoy que tantos proyectos se ponen en marcha encontrar uno que funcione a tan alto nivel como éste. La Sinfónica Conjunta ha cumplido con el paso de los años el cometido para el que fue formada, y consigue actualmente servir de plataforma de lanzamiento, junto a otras como la Fundación Barenboim-Said y la Joven Barroca de Sevilla, para jóvenes talentos musicales que han encontrado el vehículo ideal para dar forma a todo lo aprendido y por aprender en las aulas.

Ser capaces, con el enorme esfuerzo y las ideas claras de García Rodríguez, de construir una Sinfonía Primavera tan contundente como la ofrecida en el Auditorio de Ingenieros, vale su peso en oro. Los jóvenes intérpretes dieron por adelantado la bienvenida a la cálida estación sin alcohol, tecno ni excesos, sino con el mejor de los instrumentos, la música servida con aplomo y sentido de la responsabilidad. Fruto de las intervenciones de Mendelssohn, que la estrenó, y Mahler, admirador confeso de Schumann, su Sinfonía nº 1 es el espejo de una época dichosa para el compositor, traducida en belleza, nostalgia y exultante felicidad, que García dirigió con pulso adrenalítico, obteniendo de la orquesta una respuesta contundente y segura, invadida de pletórica vitalidad y generoso cromatismo.

Antes, una sensacional Mª José Meniz, otro talento surgido del proyecto de Barenboim y ya integrada en la plantilla de la JONDE, logró suscitar la admiración unánime de la platea con un Concierto para oboe de Mozart prodigio de confianza y versatilidad con el que desplegó ligereza, vivacidad, ternura y delicadeza a partes iguales, demostrando absoluto dominio de la respiración, por mucho que a veces le faltase, para no traicionar en ningún momento las largas frases de la pieza. Sólo Pacific 231, el primero y más popular de los movimientos sinfónicos que Honegger dedicó a estudiar ritmo y orquestación, obtuvo una respuesta menos atinada, con más accelerandi y diminuendi de los que se encuentran en la partitura, y menos claridad de la conveniente. Pero sólo fue el arranque, después todo fue dicha.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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