miércoles, 1 de junio de 2016

TRES RECUERDOS DE MI JUVENTUD Amour fou con voz en off

Título original: Trois souvenirs de ma jeunesse
Francia 2015 123 min.
Dirección Arnaud Desplechin Guión Arnaud Desplechin, Nicolas Saada y Julie Peyr Fotografía Irina Lubtchansky Música Grégoire Hetzel Intérpretes Quentin Dolmaire, Lou Roy-Lecollinet, Matthieu Amalric, Léonard Matton, Olivier Rabourdin, Irina Vanilova, Lily Taieb, Raphaël Cohen, Théo Fernández, Judith Davis, Eve Doe-Bruce, André Dussollier Estreno en el Festival de Cannes 15 mayo 2015; en Francia 20 mayo 2015; en España 27 mayo 2016

Los tres recuerdos que invoca Desplechin, y que parecen remitirse a experiencias parcialmente propias, se refieren a una infancia miserable marcada por las crisis de locura de su madre, ciertas peripecias de juventud que le llevaron a realizar operaciones clandestinas en la Unión Soviética, y sobre todo su relación amorosa con Esther, nombre que quizás el realizador haya tomado prestado de una anterior película suya, Esther Khan. Pero mientras anda de puntillas por esa infancia que tanto debió marcar al protagonista, aunque pocas consecuencias tendrá para los acontecimientos narrados posteriormente, así como sobre esos nada convencionales pasos aventureros e intrigantes de su primera juventud, el director de Un cuento de Navidad se entretiene con una historia de amour fou, de esas que tanto apasionan a los franceses, al menos durante las décadas de los sesenta y primeros setenta, que se convierten en obsesión y que sin tener obstáculos ni impedimentos de por medio, devienen en una suerte de tortura psicológica para los implicados, especialmente la mujer, eterna víctima de unos guionistas que se quieren progresistas aunque no sepan mirar más allá de esa educación castrante y desigualitaria a la que han sido sometidos. Por eso lo que más molesta es que la joven, interpretada por Lou Roy-Lecollinet con desparpajo, convicción y un considerable parecido con Madonna veinteañera, responda a los clichés de femme fatale pero voluble e insegura, que pretende enmascarar sus limitaciones con una cierta promiscuidad y frescura pero que en el fondo es tan vulnerable en el amor como cualquier mujer a las que habitualmente se les ha colgado el sambenito. Una historia de amor en la que él es quien tiene inquietudes, en este caso particularmente sobre la antropología, y el afán por vivir rápido y apasionadamente, mientras ella espera y calla. Los vítores le han llovido al considerado por muchos como continuador de la tradición de la nouvelle vague, mientras las comparaciones con Truffaut se hacen inevitables cuando es él mismo quien invoca al famoso director con alusiones directas a Los 400 golpes o Tirad sobre el pianista, esta última a través del uso en una secuencia de la música de Delerue, cuyo fantasma, así como el de Antoine Duhamel, también flota sobre la partitura original, triste y melancólica, de Grégoire Hetzel. El camino de madurez que Truffaut trazó en los distintos títulos dedicados a su alter ego Antoine Doinel, parece también invocarse en las dos horas de esta película en la que cuesta sumergirse, más cuando una voz en off aleatoria se adueña de la función. El ejercicio se antoja largo y reiterativo, intrascendente en la línea del anterior trabajo del mimado director, Jimmy P., un drama psicológico con Benicio del Toro y también Amalric, que se pudo ver en el Festival de Sevilla hace ya algunas ediciones. Con todo, logró premio en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes de 2015 y el César al mejor director en la última edición de los premios de la academia francesa.

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