lunes, 25 de julio de 2016

LA CORRESPONDENCIA Intriga y amor en un pastel un poco indigesto

Título original: La corrispondenza
Italia 2016 116 min.
Guión y dirección Giuseppe Tornatore Fotografía Fabio Zamarion Música Ennio Morricone Intérpretes Jeremy Irons, Olga Kurylenko, Simon Johns, James Warren, Shauna Macdonald, Oscar Sanders, Paolo Calabresi, Anna Savva, Irina Kara Estreno en Italia 14 enero 2016; en España 22 julio 2016

Con su nueva película Tornatore pretende sublimar el amor más allá de la muerte, a través de un ejercicio que aglutina mensajes escritos y grabados mediante el uso de recursos tradicionales y tecnología actual. Aunque a priori pueda parecer original, la historia de superación de una tragedia amorosa por medio de una correspondencia que trasciende la propia vida la hemos visto ya en Postdata: Te quiero de Richard Lagravanese según una pastelosa novela de Cecelia Ahern y, en menor medida, en Querido Frankie de Shona Auerbach, ambas protagonizadas por Gerard Butler. Pero mientas aquellas no ocultaban su carácter meramente sentimental y rosáceo, la del director de Cinema Paradiso pretende embarcarse en el cine de qualité, con intriga, misterio y unos ingredientes de primera categoría que no hacen sino evidenciar aún más su carácter artificioso. Si ya en La mejor oferta se contaba una historia poco plausible, pero se hacía con notable manejo de los recursos, logrando así convencer hasta a los más escépticos, los resultados ahora son mucho más decepcionantes. Consigue intrigar en su primera media hora, al más puro estilo giallo italiano por mucho que esté rodada en inglés, e incluso intimar con unos personajes a los que Irons y Kurylenko se entregan con más esfuerzo que auténtica convicción. Pero después comienza un declive propiciado por una acumulación de despropósitos y variados desmanes, entre los que se encuentran una sucesión de escenas de acción entre ridículas e improcedentes, aprovechando la profesión de la protagonista como especialista de cine. Sus vinculaciones con la astrología y la astrofísica están cogidas con alfileres, y la supuesta intriga deja paso a la indiferencia ante un desenlace que se prevé más de lo conveniente. Sus elegantes localizaciones en Italia, Inglaterra y Escocia, especialmente Edimburgo y la ficticia isla de Borgoventoso, en realidad San Giulio en el Lago d’Orta, cerca de Milán, la omnipresente música de Morricone, que potencia los aspectos más nostálgicos y sentimentales de la propuesta, y su azulada y grisácea fotografía pueden motivar al visionado, pero poco más hay detrás del conjunto.

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