martes, 11 de mayo de 2021

EL OLVIDO QUE SEREMOS Santo y mártir laico

Colombia 2020 136 min.
Dirección
Fernando Trueba Guion David Trueba, según la novela de Héctor Abad Faciolince Fotografía Sergio Iván Castaño Música Zbigniew Preisner Intérpretes Javier Cámara, Juan Pablo Urrego, Nicolás Reyes Cano, Patricia Tamayo, María Tereza Barreto, Clara Londoño, Elizabeth Minotta, Kami Zea, Camila Zarate, Whit Stillman, Laura Rodríguez, Luz Myriam Guarin, Aida Morales, Gustavo Angarita Estreno en Colombia 22 agosto 2020; en España 7 mayo 2021

Se nos escapan las razones que han llevado al cine colombiano a confiar en Fernando Trueba para dirigir esta película sobre uno de los hombres más emblemáticos de la lucha reciente en ese país por los derechos humanos y las causas humanitarias. No tanto si en lugar de venderla como una película de encargo lo hubiesen hecho mejor como un proyecto personal del director de Belle Époque para el que ha encontrado financiación en el país que fue patria de Héctor Abad Gómez y su hijo, cuya mirada plasmada en una novela autobiográfica se convierte en narradora de tan entrañable historia. La participación de David Trueba en el guion, que no colaboraba con su hermano desde La niña de tus ojos, hace que la balanza se decante por la segunda hipótesis, dado el carácter afable y eminentemente humanista del realizador de Vivir es fácil con los ojos cerrados. Suya puede ser también la responsabilidad de que Javier Cámara tome las riendas de este proyecto, en un registro muy diferente al que nos tiene acostumbrados, y con resultados altamente estimulantes.

Pero Trueba se ha decidido por el melodrama familiar y romántico más que por la crónica política y social que un personaje como éste demandaba. A la vez la película se erige como un canto de amor de un hijo hacia su padre, repitiendo ese esquema que tanto sorprendió en la inigualable Un lugar en el mundo, donde no asistíamos a ningún acontecimiento del que su infante protagonista no hubiera sido testigo directo. Aquí dos actores incorporan al único hijo entre una pléyade de hijas, el más pequeño con más fortuna que el mayor, pero en cualquier caso dando relieve humano y sentimental a este personaje tan agradecido por haber recibido de su padre una educación en valores fuera de los tradicionales y especialmente los religiosos. Los Trueba lanzan una fina lluvia de estos valores, sin profundidad ni análisis, desde la generosidad y el compromiso con el prójimo al cultivo de los bienes espirituales por encima de los materiales, en un claro ejemplo de progresía burguesa que poderes públicos y capos del narco prefirieron tildar de marxista. Esa lucha por una sanidad universal que encabezó el reputado médico se diluye entre tanto episodio entrañable y melodramático familiar.

No encontramos así en el conjunto un estudio considerable de la situación del país y la época, fundamentalmente década de los setenta del pasado siglo, sino más bien un culebrón familiar en la línea de un Cuéntame como pasó pero con producción de mayor empaque y algunas soluciones estéticas que pretenden proporcionar modernidad a un producto previsiblemente anticuado, un poco rancio. Se agradecen no obstante sus buenas intenciones, el cariño depositado en la empresa tanto por su equipo técnico como por el artístico, y el extraordinario trabajo de un Javier Cámara que merecía haberse lucido en un producto de mayor alcance y relieve.

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