domingo, 8 de octubre de 2023

LA ALEGRÍA CONTAGIOSA DE LA CORTE DE FARAÓN

La corte de Faraón. Música de Vicente Lleó. Libreto de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios. Elena Martínez Delgado, dirección musical. Marta García Morales, dirección escénica. Con Diego Morales, Marta García Morales, Andrés Merino, Javier Sánchez-Rivas, Paula Ramírez, José María Galavís, Carmen Jiménez, Julia Rey, Armando Martín, Juan Antonio Ortiz, Manuel Ceballos, Paloma Pérez, Luz Gutiérrez, Marta Díaz, Kenia Murton y resto de la Compañía Sevillana de Zarzuela (Javier Sánchez-Rivas García, presidente ejecutivo). Espacio Turina, sábado 7 de octubre de 2023

Foto: Luis Ollero

Siete años han transcurrido desde que la Compañía Sevillana de Zarzuela estrenara en este mismo Espacio Turina el título que, con notables mejoras, repuso ayer sábado y el pasado viernes para iniciar una temporada muy especial, la que corona quince años de esfuerzo, trabajo, dedicación y mucha pasión. Algunos cambios en el elenco interpretativo, una puesta en escena más estilizada, echando siempre mano del legado de José Tamayo en vestuario y decorados, convenientemente restaurados para lucir tan impolutos y coloridos, y una mejor adaptación del conjunto al reducido espacio que les brinda la polifacética sala de la calle Laraña, constituyen las señas de identidad de una esmerada recreación de La corte de Faraón. Una excelente forma de reivindicar además la condición de esta obra musical de Vicente Lleó como genuina zarzuela. Sería revista cuando la producía José Luis Moreno, con sus ballets televisivos y coreografías de music-hall, pero en manos de Sánchez-Rivas y su compañía no cabe duda de que lo que ayer tanto disfrutamos fue zarzuela en estado puro. Con todo, lo que más nos llamó la atención es la capacidad del elenco para transmitir y contagiar al público toda la alegría y el disfrute que depositan en su trabajo, creando una envidiable atmósfera sobre y bajo el escenario, y formando así toda una familia en la que público y artistas cabalgan juntos.

El responsable de todo esto, Javier Sánchez-Rivas, tuvo unas palabras de agradecimiento, como es propio de una persona con sus tablas, desparpajo y educación, conmemorando esta efemérides y brindando por la salud del género, que bien adaptado a nuestros tiempos y con un conveniente barniz que depure cualquier atisbo de ranciedad, puede disfrutarse como magnífico musical sin tener que mirar siempre al otro lado del Atlántico. Lástima que, seguramente debido a los inconvenientes que ha sufrido el Ayuntamiento es estas primeras semanas de andadura de la nueva corporación, se sacrificara la primera función, prevista para el jueves. Desde luego lo que no comprendemos es que tal esfuerzo y tan felices resultados se tengan que conformar con dos o tres funciones, cuando en cualquier otra ciudad de nuestras proporciones, daría para llenos al menos durante una semana entera en cartel. Suponemos no obstante que la compañía habrá previsto amortizar el trabajo llevándolo a otros espacios dentro y fuera de la provincia.

Foto: Luis Ollero

Una divertida comedia musical

Esta vez Sánchez-Rivas ha pasado el testigo del Casto José al tenor cómico Diego Morales, reservándose para sí el del borrachín faraón. Otros rostros habituales de la compañía volvieron a asomar su perfil tras estos siete años como si ninguno hubiera pasado. Las condiciones del Espacio Turina no son las más adecuadas para un espectáculo así, no ya sólo por el reducido espacio escénico, sino también por cuestiones como la falta de un foso para la veintena de músicos convocados y convocadas al efecto, lo que provoca cierta saturación instrumental que ahoga frecuentemente las voces, a pesar del tacto desplegado por su directora musical. La acústica de la sala, más adecuada a la música que al teatro, malogra también la conveniente comprensión de muchos de los diálogos, a pesar de lo cual no podemos negar lo mucho que disfrutamos con esta esmerada y entrañable rehabilitación del título que popularizó un ¡Ay ba…! que Paula Ramírez cantó en la función del sábado con mucha picardía y derroche de sensualidad, y que el público coreó entonces y cuando toda la compañía la repitió como fin de fiesta.

En medio de todo esto, conviene destacar el estupendo trabajo a la dirección de Elena Martínez, que extrajo de la orquesta, en la que cabía incluso atisbar algún miembro de la ROSS, un sonido vivo y brioso, ágil y enérgico, como pudimos apreciar en el famoso garrotín, pero también seductor y elegante en piezas de tanto valor como el Vals del juicio. Entre las voces volvió a destacar el barítono Andrés Merino dando vida a Putifar, con agudos refulgentes y transiciones fluidas, generosa proyección y timbre rutilante. Marta García Morales estuvo muy acertada como actriz, mientras su canto cumplió con solvencia, aunque hubiésemos preferido una romanza de presentación con mayores dosis de sentimiento y lirismo. Estupendas el trío de viudas y también el protagonista, un Casto José al que Diego Morales se rindió con gracia y desparpajo, aunque fue el cómico José María Galavís, dando vida al afeminado Arikón, quien arrancó las carcajadas más fuertes del público, con sus divertidas morcillas, únicas frases de diálogo que permitieron añadir al libreto original cuestiones de la actualidad popular.


Muy divertidas fueron también las correrías de parte del elenco por la platea, involucrando al público al estilo de La Cubana. Todo para conseguir en conjunto un trabajo bien hecho, dirigido a un público actual pero sin perder su dimensión histórica, lo que añade una pizca de melancolía al conjunto, y acentuando sus aspectos más atrevidos y sicalípticos, lo que tantos problemas con la censura le acarreó durante los grises años del franquismo, después de casi dos décadas de progresista alegría desde que se estrenara en 1910. Una censura que tan bien plasmaron Rafael Azcona y José Luis García Sánchez en la famosa adaptación al cine que protagonizó Ana Belén en 1985. Ahora, la Compañía Sevillana de Zarzuela entra con buen pie en su etapa de la niña bonita.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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