martes, 10 de octubre de 2023

LA BARROCA TOCA LA FLAUTA EN LA APERTURA DE LA HISPALENSE

Concierto de apertura de curso 2023/24 de la Universidad de Sevilla. Dorothee Oberlinger, flauta de pico; Rafael Ruibérriz de Torres, flauta travesera; Orquesta Barroca de Sevilla. Hiro Kurosaki, concertino-director. Programa: Obras de Domenico y Alessandro Scarlatti, Leonardo Leo, Johann Joaquim Quantz, Domenico Natale Sarri, Giovanni Battista Pergolesi y Francesco Mancini. Espacio Turina, Lunes 9 de octubre de 2023


Hemos destacado en muchas ocasiones la inapropiada falta de protocolo con que la Universidad afronta su, por otro lado, saludable y encomiable concierto de apertura del curso académico, que ya se ha convertido en una tradición tan conveniente como civilizada. Esta vez fue la Barroca la encargada de protagonizar tan relevante evento, como ya lo hizo en otras ocasiones, pero con la particularidad de que por primera vez se desarrolló en un espacio fuera de los regentados por la propia Universidad, la Iglesia de la Anunciación o el Auditorio de Ingenieros. Fue el Espacio Turina, erigido en templo decisivo de la música multidisciplinar de la ciudad, el que albergó la cita de este año, con una orquesta que acudió en formación reducida pero con la presencia arrolladora de tres grandes profesionales, nuestro querido Rafael Ruibérriz, la flautista Dorothee Oberlinger y el violinista Hiro Kurosaki, afianzando así su compromiso con la formación sevillana.

En el programa una amplia representación intergeneracional de compositores adscritos a la Escuela Napolitana de finales del Barroco, siglo XVIII, con la particularidad de centrarse fundamentalmente en obras concebidas para flauta en su doble modalidad de pico o dulce y flauta travesera. Dorothee Oberlinger se encargó de la primera, mientras Rafael Ruibérriz lo hizo de la travesera, con la que quizás se siente más cómodo y con la que ha afianzado una carrera ampliamente reconocida por el público y la crítica sevillana. Una breve sinfonía tripartita de Domenico Scarlatti de su primera etapa napolitana, donde entabló sus primeras relaciones con la corte española que le llevaría a residir en nuestro país y componer aquí sus más de quinientas legendarias sonatas para clave, sirvió a modo de obertura, sentando ya las claves del conjunto, donde la huella de Hiro Kurasaki se dejó notar con una interpretación sólida, enérgica y decidida, y a la vez asentada en un sonido dulce, amable y sumamente elegante. Un allegro de espíritu airoso sirvió para que la flautista alemana confirmara su exquisito fraseo y esmerado control de la respiración en el Concerto en Sol mayor para flauta de pico de Leonardo Leo, donde se pudo apreciar el carácter apasionado del compositor. Ruibérriz y Oberlinger hicieron su primera aparición juntos con la Triosonata en Do mayor QV 2:Anh.3 del alemán Johann Joaquim Quantz, cuyas reminiscencias vivaldianas pudieron apreciarse en una interpretación óptima del continuo pero malograda en el dúo protagonista, una suerte de matrimonio mal avenido que no encontraron la sintonía justa, hasta que tras un desbocado desencuentro aterrizaron en un callejón sin salida que solistas y conjunto supieron resolver con agilidad y eficacia.


Ya sola, Oberlinger destacó en el Concerto en La menor de Domenico Natale Sarro con una exhibición de exquisito gusto que desembocó en un spirituoso al galope que hubiera resultado fatigante para cualquier intérprete no tan avezado como la flautista alemana. Tras la preceptiva obertura, esta vez una sinfonía para la serenata Clori, Dorino e Amore de Alessandro Scarlatti, Ruibérriz atacó el Concerto en Sol mayor P. 33 de Pergolesi, o como tantas obras suyas a él atribuida, con sentido de la mesura y la proporción, agilidades bien controladas y ese buen gusto que caracteriza su talento. Por su parte, Oberlinger sedujo en la Sonata sesta en Re menor de Francesco Mancini, también con reminiscencias operísticas que permiten un canto fluido y muy expresivo en el instrumento. Ya "completamente reconciliados", los dos solistas lograron una interpretación vivaz y perfectamente coordinada de la Sinfonia prima di Concerto grosso en Fa mayor R. 533/1 de Scarlatti padre; una pieza plagada de registros y estilos diferentes, pizzicati incluidos, que concluyó con el cambio radical de instrumentos, dos flautines, y una fulgurante energía que contagió a toda la sala y se repitió en la propina, un movimiento de Telemann con ritmo y espíritu de ceilidh escocés. No podemos acabar sin destacar el estupendo trabajo desarrollado por el continuo, Mercedes Ruiz, Alejandro Casal, Juan Carlos de Mulder y Ventura Rico, así como la estupenda réplica que Leo Rossi dio a Kurosaki al violín, y el meticuloso trabajo de Elvira Martínez a la viola.

Artículo publicado en El Correo de Andalucía

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